Perrock Holmes 10 - Hecha la ley, hecha la trampa

Isaac Palmiola

Fragmento

cap-1

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Como cada mañana, Perrock repartía alegremente su pis por todos los árboles del parque y, ya de paso, intentaba conquistar insistentemente a todas las perritas de cierta altura que acudían al reclamo de sus seductores ladridos. Sus amos, recién levantados, bostezaban adormilados, aún con las marcas de la sábana en la cara. Gatson también iba al parque con ellos y practicaba sus ejercicios matinales: siesta en la mochila, siesta al solecito y, su preferida, siesta total y absoluta con ronroneo ensordecedor.

—¡VAYA PALO CON LOS POLÍTICOS! —exclamó Diego—. ¡ESTA CAMPAÑA ELECTORAL NO SE ACABA NUNCA!

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El parque estaba prácticamente empapelado de carteles electorales con los rostros de los principales políticos que se presentaban a las elecciones. Todos intentaban poner cara de interesante o posaban con una sonrisa más falsa que un billete de Monopoly.

—Sus discursos son más aburridos que mirar un móvil sin batería... —se quejó Julia—. ¡Que voten rápido, que elijan presidente y que nos dejen en paz a todos!

Diego asintió con la cabeza. A veces se obraban milagros en el mundo: un hombre se salvaba tras caer de un quinto piso, un político decía la verdad o Diego y Julia se ponían de acuerdo en algo.

—¡ESPABILA, NUBE, QUE TENGO MUCHA PRISA! —gritó una voz familiar.

Julia y Diego se volvieron al instante para ver a la mujer que acababa de llegar al parque. Maura no solo era su profesora de lengua, sino también su vecina. Y como tenía una perra a la que pasear, solían encontrársela a menudo en el parque y aprovechaban para charlar un rato con ella. Maura era una profesora simpática, de las que casi nunca chillaban y caía bien a todo el mundo. Pero ese día estaba tan pendiente del móvil que ni tan siquiera se percató de la presencia de sus alumnos.

—Está un poco rara últimamente, ¿no? —comentó Julia.

Milagrosamente, Diego volvió a darle la razón por segunda vez. Durante los últimos días la profesora parecía como abducida por los marcianos. Les había pedido que escribieran por grupos el guion de un programa de radio, pero mientras tanto ella se había quedado sentada a su mesa, mirando el móvil a escondidas y sin hacerles mucho caso. Teniendo en cuenta que Maura confiscaba todos los móviles que pillaba y que siempre estaba disponible para cualquier consulta, su comportamiento resultaba, cuando menos, un tanto extraño.

Perrock, por su parte, reaccionó con entusiasmo a la llegada de Nube, la mascota de Maura. Empezó a agitar la cola de derecha a izquierda mientras se acercaba a la perra. Últimamente había visto poco a la bóxer, pero lo peor de todo era que la había oído llorar un par de días en el balcón de su casa. Y Perrock, preocupado, no podía dejar que eso volviera a ocurrir.

¡Te echo de menos, Nube! —la saludó—. Como ya casi no bajas al parque me pierdo lo mejor del día: poder admirar tu belleza...

—Gracias, Perrock —ladró ella. Tenía las piernas muy largas y el pelo resplandeciente, pero estaba alicaída, como desanimada—. Hace un par de semanas que mi ama apenas me saca de casa... Supongo que tiene mucho trabajo.

Perrock miró hacia Maura. Tras teclear en el móvil, se lo pegó a la oreja y empezó a charlar con alguien. Ni siquiera se había molestado en saludar a Diego y Julia, y solo dejó de hablar por teléfono para gritarle a su perra que se diera prisa, que tenían que irse cuanto antes.

—¿Lo ves? —se quejó Nube—. Todo son prisas ahora. Ya no me acaricia, ni habla conmigo y a menudo se olvida de darme de comer o de sacarme al parque. El otro día tuve que hacer pis en un geranio del balcón porque ya no podía aguantar más.

—¡NUBEEE! —volvió a gritar Maura—. ¡NOS VAMOS YAAA!

Perrock gruñó, preocupado.

Tal vez necesites otra familia —ladró—. Mi primer amo era un ogro sin sentimientos que no me trataba nada bien. Por suerte, Julia y Diego me adoptaron y ahora no me falta de nada.

—No, no es eso —repuso Nube—. Mi ama es fantástica y siempre me ha querido con locura, pero lleva una temporada ausente. No es ella misma y estoy muy preocupada. Algo le pasa y quiero ayudarla.

—¡¡¡NUBEEE!!! —bramó Maura de nuevo.

—Lo siento, tengo que irme —Nube se disponía a marcharse, pero Perrock la detuvo.

Voy a ayudarte —prometió—. Averiguaré lo que le ocurre a tu ama y lo resolveré.

—Eres un encanto, Perrock, pero solo eres un perro, como yo, y poco puedes...

Te equivocas, preciosa —la interrumpió él muy decidido—. Yo soy Holmes, Perrock Holmes, investigador del Mystery Club Nivel 10. No hay ni un solo caso que se me haya resistido a día de hoy. No te vayas aún: dame un minuto.

Antes de que pudiera reaccionar, Perrock corrió hacia sus amos.

Vuestra profesora Maura tiene un problema y tenemos que averiguar de qué se trata —ladró—. Es un caso muy urgente...

—¿Urgente? en plan tengo mucha prisa o urgente porque quiero enamorar a una perrita que tiene un hociquito muy muy bonito? —se burló Gatson.

Hay una bella dama en apuros, cierto —reconoció Perrock a la vez que lanzaba una mirada fulminante al minino—, pero a los dos os cae bien vuestra profesora y no parece pasar por un buen momento.

—¡¡¡NUBEEEE!!! —chilló Maura como si quisiera hacerse escuchar en el planeta Marte.

Diego y Julia intercambiaron una mirada de preocupación. Maura solía ser una mujer paciente y tranquila.

—¡MAURA! —la llamó Julia—. ¿Quieres que nos quedemos un rato con Nube? Nosotros no tenemos prisa...

La mujer se volvió hacia ellos y pareció valorar las palabras durante un instante.

—Me vendrá bien —contestó—. Tengo que ir a un sitio y llego tarde...

La profesora rebuscó algo en el bolso y sacó un juego de llaves.

—Os dejo las de repuesto —dijo, y se las entregó a Julia—. Lleváis a Nube a casa y cerráis con llave, ¿vale? Ah, y no pienso subiros la nota de lengua por este favor.

Diego no podía creer que hubiera sido tan fácil.

Perrock se acercó hacia ella y se puso boca arriba para que la profesora le frotara la barriga, de modo que él pudiera activar su don y saber qué pensaba, pero ella ni tan siquiera lo miró.

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—Creo que Perrock quiere que le rasques la tripita —le advirtió Diego.

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—Hum, me temo que tendrá que ser otro día —se excusó Maura—. Llego tarde, chicos. ¡Adiós!

Y se fue sin más.

—¿Lo ves? —ladró Nube—. Algo le ocurre. Está más rara que un humano verde.

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