Sin esfuerzo

Greg McKeown

Fragmento

Título

INTRODUCCIÓN

No todo tiene que ser tan difícil

Déjame contarte la historia de Patrick McGinnis.1

Hizo todo lo que se suponía. Puso una palomita en cada elemento de la lista. Cumplió con todas las expectativas. Se graduó de la Universidad de Georgetown. Después, de la Escuela de Negocios de Harvard. Se unió a una de las principales compañías financieras y de seguros.

Realizó esas largas jornadas laborales que se esperaban de él: hasta 80 horas por semana, incluso en vacaciones o días festivos. Nunca se fue de la oficina antes que su jefe, a veces sentía como si jamás abandonara la oficina. Viajaba tanto por trabajo que consiguió el mayor estatus de viajero frecuente en Delta, un nivel tan alto que ni siquiera tenía nombre. Por otro lado, estaba en la mesa directiva de cuatro compañías en tres continentes. En una ocasión se negó a quedarse en casa por una enfermedad y tuvo que abandonar una junta tres veces para vomitar en el baño. Cuando regresó, un colega le dijo que se veía verde. Pero logró continuar.

Le habían enseñado que el trabajo duro es la clave para todo lo que quieres en la vida. Era parte de la mentalidad de Nueva Inglaterra: tu ética laboral era evidencia de tu carácter. Incluso el sobresalir lo había llevado al siguiente nivel. No sólo pensaba que trabajar incontables horas lo llevaría al éxito, pensaba que eso era el éxito. Si no te desvelabas trabajando tu trabajo no era muy importante.

Suponía que al final sus largas jornadas lo recompensarían. Después, un día se despertó para descubrir que trabajaba para una compañía en bancarrota. La compañía era AIG y el año 2008. Sus acciones habían caído 97 por ciento. Todas las largas noches en la oficina, los innumerables vuelos a Europa, Sudamérica y China, todos los cumpleaños y celebraciones perdidos habían sido para nada.

En los meses posteriores al golpe de la crisis financiera, McGinnis no podía salir de la cama. Comenzó a tener sudores nocturnos. Su visión empezó a tornarse borrosa, de manera literal y figurada. Durante meses no pudo ver bien. Se tambaleaba. Estaba perdido.

Estaba enfermo de estrés. Su doctor le realizó algunas pruebas. Se sentía como el trágico personaje del caballo Boxer de Rebelión en la granja de George Orwell, que se describe como el trabajador más dedicado de la granja cuya respuesta a cada problema, a cada contratiempo, era “trabajaré más duro”, hasta que colapsó por trabajar de más.2

Así que, en el taxi de regreso del consultorio del doctor, McGinnis hizo lo que llamó “un trato con Dios”. Prometió: “Si sobrevivo a esto, en verdad haré algunos cambios”.

“Trabajar más tiempo y más duro ha sido la solución a cada problema”, dijo McGinnis. Pero de repente se dio cuenta: “El resultado de trabajar más duro fue, de hecho, negativo”.

Así que ¿qué podía hacer? Tenía tres opciones: continuar y quizá trabajar hasta morir; apuntar más bajo y renunciar a sus metas, o buscar una forma más fácil de conseguir el éxito que quería.

Dejó su puesto en AIG, pero siguió como consultor. Dejó de trabajar 80 horas a la semana. Empezó a irse a casa a las cinco. Ya no enviaba correos durante los fines de semana.

También dejó de tratar el sueño como un mal necesario. Comenzó a caminar, correr y comer mejor. Perdió 11 kilos. Empezó a disfrutar su vida y su trabajo otra vez.

Durante esa época, se inspiró en un amigo que invertía en startups, no mucho dinero, sólo pequeños cheques por aquí y por allá. Esto atrajo el interés de Patrick.

Invirtió en un par de compañías. Ahora tiene un rendimiento 25 veces mayor en su cartera de inversiones. Incluso durante épocas económicas difíciles, se siente optimista porque no depende sólo de una entrada de ingresos.

Ha ganado más dinero en la mitad de horas que solía trabajar. Y el tipo de trabajo que realiza es más gratificante, menos intrusivo. Dijo: “Ya ni se siente como trabajo”.

De toda esta experiencia aprendió lo siguiente: cuando ya no puedes intentar más fuerte… es momento de buscar un camino diferente.

¿Qué hay de ti? ¿Alguna vez sientes como si…

• corrieras más rápido pero no te acercaras a tus metas?

• quisieras hacer una mayor contribución, pero te falta energía?

• estás al borde del agotamiento?

• las cosas son mucho más difíciles de lo que deberían?

Si contestaste sí a una o todas las preguntas, este libro es para ti. Estas personas son disciplinadas y centradas. Están comprometidas y motivadas. Pero aun así, están agotadas por completo.

El camino Sin Esfuerzo

Hay altibajos en la vida. Hay ritmos en todo lo que hacemos. Hay momentos para esforzarse más y otros para descansar y recuperarse. Pero en esta época muchos nos esforzamos más y más todo el tiempo. No hay cadencia, sólo esfuerzo agobiante.

Vivimos en una época de grandes oportunidades. Pero hay algo en la vida moderna que es como intentar caminar a gran altura. Nuestro cerebro está nublado. El piso bajo los pies parece inestable. Hay poco aire y, de manera sorprendente, es agotador lograr un pequeño avance. Tal vez es el interminable miedo e incertidumbre sobre el futuro. Quizá es la soledad y el aislamiento. Tal vez son preocupaciones económicas o adversidades. Quizá son todas las responsabilidades, toda la presión que sofoca en el día a día. Sin importar la causa, el resultado es que con frecuencia trabajamos el doble sólo para conseguir la mitad.

La vida es difícil, en verdad difícil, en todos los sentidos, de lo complicado a lo pesado, de lo triste a lo agotador. Las decepciones son complicadas. Pagar las cuentas es muy duro. Las relaciones tensas son difíciles. Criar hijos es arduo. Perder a un ser querido es duro. Hay periodos en nuestra vida en que todos los días son difíciles.

Pretender que un libro elimine estas adversidades sería fantasioso. No escribí este libro para restar importancia a estas cargas, lo escribí para ayudarte a aliviarlas. Tal vez esta obra no haga más fácil el abordar y sobrellevar todo lo difícil, pero creo que facilita muchas cosas.

Es normal sentirse abrumado y agotado por grandes y pesados retos. Y también es normal sentirse abrumado y agotado por las molestias y frustraciones de todos los días. Nos pasa a todos. Y en estos días parece que les sucede a más personas, con más frecuencia que antes.

De manera extraña, algunos respondemos al sentirnos agotados y abrumados prometiendo trabajar aún más duro y por más tiempo. No ayuda que nuestra cultura glorifique el agotamiento como una medida de éxito y valor personal. El mensaje implícito es que si no estamos agotados de manera perpetua, tal vez no hacemos lo suficiente. Que las cosas buenas están reservadas para los que sangran, para los que casi se quiebran. Ahora, de alguna manera, el volumen aplastante es el objetivo.

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