Degoboom y la fórmula EXE

DeGoBoom

Fragmento

DeGoBooM y la fórmula exe

El sol comenzaba a salir e iluminar cada árbol en Bumiville, cuando:

¡Degooo! ¡Degoooo!

¡Despierta, Degooo!

Apenas escuchó su nombre, Dego se levantó de la cama.

Estaba soñando con naves espaciales, porque una tarde antes se había metido sin que nadie lo viera a una función en el cine. Le encantaban las aventuras espaciales, las películas del viejo oeste, las aventuras bajo el mar y cualquier misión que tuviera el objetivo de salvar el planeta, pero como Dego no tenía dinero para los boletos del cine, se colaba a escondidas.

—Dego, son las siete de la mañana, hay que ir a buscar la leche a la tienda, los huevos al gallinero, el pan a la panadería... Dego... ¡Dego, es hora de comenzar los deberes de cada lunes! —dijo tía Lulú. En realidad, no era su tía, sino la señora responsable del orfanato, pero todos le decían tía.

—Ya voooy...

—respondió Dego, bostezando—.

¡Rayos!,

desearía dormir un rato más para saber qué pasó con las naves del mal y los invasores extraterrestres.

—Dego, lamento no poder ir contigo, pero llegaron dos niños pequeños y...bueno, tú sabes que los primeros días en el orfanato son complicados.

Dego lo sabía, pero no se acordaba, había pasado sus casi diez años de vida ahí, ya no recordaba cómo era todo cuando llegó apenas siendo un bebé, solo que tía Lulú lo cuidó; también tía Susi, a quien Dego ayudaba en la cocina; y tío Cori, que no vivía en el orfanato porque tenía una casa y familia propias, pero iba todos los días a hacer la limpieza y enseñarle a Dego cómo ayudar con muchos de los deberes, porque él era el niño mayor del orfanato.

Dego se puso su chaqueta favorita, una con un dibujo de detectives, y sus tenis, antes de salir corriendo para traer leche, huevos, pan y alguna otra cosa que tía Lulú necesitara en la cocina.

—¡Buenos días, Degooo! —lo saludó el señor de la tienda de la esquina.

—¡Buenos días, don Román!

—¡Buenos días, Degooo! —lo saludó la señora que daba de comer a las palomas cerca del parque.

—¡Buenos días, Degooo! —lo saludó un señor que salía a correr todas las mañanas a las siete en punto.

Y así Dego recibía saludos cada día. Él era un niño muy popular en el pueblo y le caía bien a mucha gente. A veces Dego se preguntaba: si estos señores siempre me dicen que soy un buen niño, muy educado y amable, ¿por qué nadie me ha adoptado? No había respuesta para eso, Dego ya se había acostumbrado a vivir en el orfanato e ir a la escuela, donde también tenía muchos amigos y se llevaba muy bien con los maestros aunque no era el mejor estudiante porque las clases de Ciencias y Matemáticas se le dificultaban bastante, pues eran las más difíciles.

Cuando regresó con las cosas, Dego y los demás niños del orfanato desayunaron, se cepillaron los dientes y esperaron el camión escolar. Una nueva aventura empezaría esa semana, aunque Dego no sabía exactamente que esa aventura habría de cambiarle para siempre la vida.

DeGoBooM y la fórmula exe
DeGoBooM y la fórmula exe

En la escuela, a Dego le encanta la clase de deportes, si por él fuera, sería la única que tomaría... ¡Ah!, y la de Historia, gracias a ella supo quiénes eran los egipcios, cómo peleaban los griegos y qué culturas construyeron las pirámides más famosas. No era un alumno con las calificaciones más altas, pero estaba seguro de que saber esas cosas sería muy útil cuando fuera grande y partiera de viaje en un barco gigante para conocer cada rincón del planeta.

—Ahí viene Dego, el niño superraro

—se burló una niña justo cuando salían a la cancha para la clase de deportes.

—¿Qué se siente no tener casa, Dego? —dijo otro niño que siempre lo fastidiaba.

—Tengo una casa muuuy grande —respondió Dego, sin dejar de caminar—, y vivo con un montón de amigos, así que nunca me aburro.

La niña fastidiosa estaba a punto de reírse de él, cuando:

—¡¡¡Cuidadooo!!!

—gritó alguien.

Un balón de futbol iba directo a su cara, y si no hubiera sido porque Dego reaccionó a tiempo, la niña burlona hubiera terminado con la nariz muy lastimada, y llorando el resto de la clase.

—¿Estás bien? —le preguntó Dego, pero la niña ni siquiera le dio las gracias y se alejó con su grupito.

—Esa niña es una grosera contigo, Dego, no le hagas caso —le dijo Robin, su mejor amigo de la escuela—. Ven, haz equipo conmigo y anotemos muchos goles.

Aunque en el salón había bravucones como esa niña, Dego también tenía muy buenos amigos y muchos de ellos querían tenerlo en su equipo porque era el mejor portero del grupo; ser futbolista profesional también estaba en la larga lista de sueños que quería cumplir. Una vez, el señor de la tienda de artículos deportivos y su esposa, a quienes Dego ayudaba los fines de semana, le regalaron un balón, y en otra ocasión, cuando ellos supieron que Dego cumpliría ocho años, lo llevaron a ver un partido al estadio. Aquel había sido el día más feliz en la vida de Dego.

—Niños, es hora de escribir un pequeño ensayo sobre cuál sueño quieren cumplir antes de que termine el año. Recuerden que es para compartirlo con todos —les pidió la maestra de Español en la última clase del día.

Cada niño y niña tenía anhelos diferentes: aprobar Matemáticas, ser el mejor goleador de la escuela, comprar la nueva consola Bumiplay 7, convertirse en influencer de videos chistosos...

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