Maternar consciente

Ester López Turrillo

Fragmento

cap-1

PRÓLOGO

Entre lágrimas, sorpresa y gratitud, comienzo a escribir estas líneas.

Cuando Ester me ofreció la posibilidad de prologar este libro, no pude decir otra cosa que un rotundo sí, a pesar de las inseguridades, del miedo a no hacerlo bien, del riesgo de no saber reflejar todo lo que este trabajo ha removido en mí; no podía dejar pasar la oportunidad de dar cabida a las palabras que me surgen con esta lectura tan necesaria.

A estas alturas a casi nadie nos cabe duda de que el camino hacia la maternidad y las experiencias y los sentimientos que la atraviesan han quedado a menudo en la sombra, como tantas otras cosas que incumben a las mujeres y a las llamadas «minorías». A lo largo de la historia, nuestros procesos vitales se han relegado al espacio de lo íntimo, condenados al ostracismo, a un discurso vacío o probablemente demasiado lleno, desbordante de clichés, mitos, imposiciones y normas que nada tienen que ver con lo que realmente experimentamos y vivimos la mayoría de las madres y personas gestantes, y por eso, en palabras de Ester, «es un acto revolucionario recuperar el relato de las madres. El que narramos nosotras mismas».

Maternar consciente es el reflejo del alma de su autora, o al menos así lo he sentido yo al devorar sus páginas. Quizá porque fue la psicóloga que acompañó mi primer embarazo, tal vez porque sostuvo la pérdida de mi segundo, probablemente porque me dio fuerzas en el tercero. Sea como sea, Ester se convirtió en ese regalo en forma de amistad con el que a veces te obsequia la vida, y así son cada uno de los capítulos que arman su primera obra, un auténtico regalo, el silencio en el momento de calma, el abrazo en el cuerpo que está a punto de caer.

Tal como hace Ester en su día a día laboral y personal, este libro sostiene la maternidad sin juicios. Es una composición de capítulos cuidadosamente escogidos que devuelven la voz a las injustamente silenciadas y hacen visibles numerosos aspectos que con frecuencia quedan en el cajón del olvido social pero que suponen una tremenda carga en la mochila personal de las madres.

Esta obra es mucho más que una guía. No existe en ella la pretensión de convertirse en una enumeración de mandatos ni pasos que deben seguirse; no da indicaciones cerradas de cómo hemos de percibir, hacer o ser para convertirnos en «buenas madres», porque no existen fórmulas matemáticas ni universales en la manera de vivir la maternidad ni la crianza. Maternar consciente es una invitación lanzada a las lectoras a escucharse, a conectar, a reconocer sus necesidades, a priorizarse, a poner cara a sus miedos o a abrir los brazos a sus deseos más allá de los ruidos, más allá de sus propias limitaciones y exigencias internas y externas.

Este libro no es una biblia que plasme ese modelo único, generado en el imaginario colectivo, en el que vivir y transitar el embarazo, el parto y el puerperio. Nos sobran discursos rígidos y echamos en falta relatos habitados de diversidad, apertura, crítica al sistema que desacompaña no solo a las mujeres, sino también a la infancia y sus cuidados. Hasta la fecha, las narraciones que han trascendido y se han aceptado como la tónica general de la experiencia materna imponen una estructura irreal que empuja a abandonar el instinto, a desoír nuestro cuerpo y a cumplir un rol que con frecuencia no resuena con la energía que vibra en nosotras. A través de esa narración, construida de manera casi artificial y sesgada, se minimiza y se obvia uno de los pilares fundamentales de la maternidad: nuestra salud mental. Aunque en los últimos tiempos se ha arrojado luz sobre este problema y poco a poco ha dejado de ser un estigma, un tabú, la realidad es que aún quedan muchos pasos que dar en el reconocimiento y acompañamiento de la salud mental. El aumento de la familia puede implicar una etapa de alegría, felicidad y gozo, pero no hay duda de que también conlleva un cambio radical en nuestra vida. Todas las transformaciones que van de la mano de la maternidad nos lanzan retos que no siempre estamos preparadas para recibir, afrontar o gestionar, lo que puede distorsionar y manchar nuestra experiencia materna si no los escuchamos, auxiliamos o sostenemos.

Descubrir capítulo tras capítulo que muchas de las inseguridades que sentimos únicamente como nuestras son compartidas por otras gestantes y mamás; poder nombrar las emociones que nos atraviesan y remueven; saber que existe una rama de la salud mental especializada en acompañar ese periodo de nuestra vida reproductiva y sexual llamada «psicología perinatal», y, en definitiva, recobrar la conciencia, esa capacidad de percibir la realidad y reconocerse en ella, es un soplo de aire fresco y una de las misiones más trascendentales de este libro. Los testimonios recogidos a lo largo de sus páginas nos permiten viajar al epicentro del sentir materno, vivirnos en la piel de Lucía, compartir los miedos de Claudia o reflejarnos en la relación con nuestra propia madre gracias a la historia de Laia.

El sistema patriarcal que contextualiza actualmente nuestra vida y, también, nuestras gestaciones, forma de parir, criar o relacionarnos, nos despoja de la capacidad de experimentar cada momento dentro de nuestros ritmos internos, y no porque no estemos preparadas para ello de manera natural, sino porque nuestro poder es tan grande, tan intenso y trascendental que abruma y se contrapone al mensaje que nos obliga a creer que no somos protagonistas de nuestras maternidades.

Maternar consciente hermana el cuerpo y la mente haciendo historia viva, reflexionando y dibujando preguntas abiertas que, o bien no hemos llegado a plantearnos, o no nos atrevemos a hacernos por miedo a la respuesta, por desconocimiento, por soledad, por la incapacidad de dedicarles a nuestras emociones la atención y el espacio necesarios, pero que ahora, recorriendo los apartados de este libro, podrás pararte a pensar y sentir.

Te dejo aquí, con la puerta abierta; te invito a adentrarte en una lectura que rompe con los protocolos generalistas en pro de los sentimientos y las necesidades que pueblan nuestro camino a la maternidad.

ESTHER KIRAS,

comunicadora, feminista y mamá

cap-2

INTRODUCCIÓN

Cada vez somos más las madres que no nos sentimos identificadas con el relato que se hace sobre nosotras a través de las necesidades de las criaturas, que nos pone como en un segundo plano. No es que nuestras hijas no nos importen, entiéndeme; es que queremos sentirnos representadas como sujetos activos junto a las bebés. Por eso escojo el concepto «maternar» como verbo que da título a este libro, porque abarca mucho más que la experiencia de criar y de educar. Porque nombra a las madres.

Las madres que cuidan, que acompañan, que nutren física y emocionalmente, que contienen. Las madres que protegen, que escuchan, que miman, que cooperan, que crecen. Las madres que se transforman, que se equivocan, que dudan, que temen, que aprenden. Las madres que crean, que crían, que atienden, que lloran, que se deconstruyen. Las madres que gozan, que se bloquean, que se pierden y se reencuentran. Las madres que se cansan, que se enfadan, que se calman, que ríen, que sueñan, que colaboran. Las madres que sienten. Las que en su hacer continuo se sienten atravesadas por cantidad de emociones que son complicadas de entender y aceptar.

Ser madre es una experiencia compleja. Ser madre hoy en día supone, además, un desafío. Es muy posible que te hayas preguntado alguna vez por qué nadie te contó lo que iba a suceder cuando llegara el embarazo, el parto o el posparto. Tengo varias respuestas a esa pregunta.

La primera es que no nos han enseñado a poner nombre a las emociones y mucho menos a exteriorizar aquellas que no reconocemos como positivas. Ya desde pequeñitas, para que no llorásemos, cuando nos lastimábamos nos decían: «¡No ha pasado nada, eso no es nada!».

La segunda es que nos han vendido un modelo de maternidad donde solo está permitido hablar de la parte positiva, porque si mencionas esa otra parte no tan bonita parece que estás confesando que no quieres a tu hija. Mezclar ciertas emociones con la idea de maternidad sigue siendo tabú.

La tercera es que, como tenemos madres (propias o ajenas) cerca, damos por hecho que sabemos de qué va la experiencia. Pero no. Hasta que no estás metida en el tema, buscando quedarte embarazada o ya embarazada, no te das cuenta de que no sabías ni la mitad de la mitad. Es posible que incluso ni te enteres hasta que llegue el posparto.

Hace tanto que el patriarcado relegó la maternidad a lo privado, al interior del hogar, que es un acto revolucionario recuperar el relato de las madres, el que narramos nosotras mismas. En la revolución andamos, maternando juntas, mientras tejemos redes y nos vamos acercando unas a otras para desterrar el mito de que las mujeres somos rivales, de que hay una brecha entre las madres que nos divide entre las que tienen parto natural o cesárea, las que amamantan o dan el biberón, las que duermen con sus bebés o en habitaciones separadas, las buenas o las malas…

Nos enseñaron que las diferencias eran irreconciliables, pero experimentamos vivencias que son comunes. Lo sabes porque te has encontrado entablando una conversación liberadora con otra madre que estaba sentada en un banco con su bebé en el mismo parque en el que tú estabas con tu hija; o porque has intercambiado una mirada y sonrisa cómplices con otra madre que acompañaba la rabieta monumental de su hija en la caja del supermercado.

Por eso escribo este libro, porque a pesar de que cada experiencia es singular y tiene sus matices, hay muchas emociones que se nos atragantan y nos hacen sentir una profunda soledad. Este libro es un intento de ser brújula cuando te encuentres perdida, de ser faro cuando no sepas qué hacer con tantas sensaciones que se te agolpan en el cuerpo.

Sé lo que es sentirse sola porque un poquito antes de especializarme en psicología perinatal fui madre. Yo misma he vivido algunos de los miedos y bastantes de las culpas que explico en el libro. La maternidad me produjo un impacto tan fuerte que nunca me he sentido tan empoderada y a la vez tan bloqueada como durante el posparto de mi primera hija. A pesar de que no fue un embarazo buscado, y de los vaivenes emocionales que suelen acompañar esta etapa, recuerdo disfrutar bastante de la gestación. Ni siquiera los controles de una matrona de la vieja escuela que se empeñaba en infantilizarme y en abroncarme por mi peso consiguieron sacarme de mi burbuja. Pero el impacto que la violencia obstétrica tuvo en la forma en que viví mi posparto, unido a la soledad, hicieron que me cuestionara muchas cosas. ¿De verdad la maternidad era eso? ¿Acaso no merecíamos las madres otro trato, otras formas de ser acompañadas? Estas reflexiones, junto con la fuerza que cada día me hacía sacar mi hija, me motivaron para formarme en salud mental materna.

Mientras tanto, mi segunda hija llegó de forma tan inesperada como la primera. Su nacimiento me demostró que era posible otra forma de parir. La bimaternidad con su constante aprendizaje trajo consigo un despertar espiritual que también me ha influido mucho personal y laboralmente.

Empecé entonces a acompañar online a madres en sesiones de psicología perinatal. En aquel momento no era tan común, pero siempre ha sido una ventaja para una madre en posparto la posibilidad de conectar a través de un ordenador, sin tener que salir de casa. Imagina la tranquilidad de saber que tu bebé puede acompañarte, que no hace falta ni que te cambies de ropa, que no tienes que realizar un despliegue organizativo que te permita llegar puntual a la consulta.

Pero déjame que vuelva un poco atrás en mi historia de vida para poder explicarte mejor por qué hoy hago lo que hago. Unos años antes de ser madre, ya era psicóloga especializada en estudios de género. A mí la psicología y el feminismo me han interesado desde siempre. Suena a topicazo, lo sé, pero ya de niña podía sentir la terrible desigualdad entre hombres y mujeres. Fue años más tarde cuando pude entender por qué un volcán de furia me desgarraba por dentro cuando presenciaba las actitudes machistas que nos oprimían a mi hermana, mi madre y a mí dentro de nuestra familia. Al final, comprendí que no había nada malo en nosotras, que el problema había sido nacer y crecer como mujeres.

Para mí el feminismo fue terapéutico. Me abrió los ojos. Desde entonces, esa perspectiva me acompaña en cada momento de mi vida. Por eso, en este libro no me centro exclusivamente en las emociones que puedes sentir, sino que intento ampliar la mirada para que puedas comprender hasta qué punto influyen en cómo te sientes las características del sistema en el que vivimos. Por eso, también verás que utilizo el

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