Despertar a la humanidad (Conversaciones con Dios 4)

Neale Donald Walsch

Fragmento

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INTRODUCCIÓN

El 2 de agosto de 2016 desperté de un sueño profundo. Me despertó La Necesidad. La conocía bien. No la había sentido en casi diez años, pero la conocía bien.

No tenía idea de qué hora era, aunque pensé: “Si son las 4:23, ¿necesitaré más señales que eso?”.

Miré el reloj en la mesita de noche.

Las 4:13 a.m.

Por supuesto. Justo el tiempo suficiente para salir de la cama para mi “cita” de las 4:23.

El primer diálogo que tuve con Dios comenzó a las 4:23 de la mañana. Y cada mañana, durante semanas, me despertaba entre las 4:15 y las 4:30 con una profunda necesidad interna: volver al diálogo.

Este patrón continuó durante meses —y subsecuentemente por años—. Me preguntaba si habría algún significado en el horario en que sucedía, y al final dejé cualquier necesidad de entenderlo.

Cuando el material de la primera conversación con Dios, garabateado en un bloc de hojas amarillas, se convirtió en un libro publicado —durante el diálogo me fue dicho que así sucedería, de modo que me atreví a enviarlo a un editor—, pensé que acaso algo importante había tenido lugar aquí. Y cuando más de un millón de personas obtuvieron el libro y observé que se tradujo a 37 idiomas, me impactó la certeza de que así había sido.

Después comenzaron a llegar solicitudes para que hablara fuera de Estados Unidos, y tuve que buscar mi acta de nacimiento para solicitar un pasaporte. No estaba en ninguna parte entre mis documentos personales, por lo que la solicité al registro civil del lugar donde nací, pagué la cuota y pedí que me enviaran una copia oficial.

Cuando abrí el sobre y examiné el documento, quedé estupefacto.

HORA DE NACIMIENTO: 4:23 A.M.

Por supuesto.

De alguna manera era significativo para mí el hecho de que esta experiencia de conexión Divina pareciera iniciar a diario cerca de la hora en que llegué a este mundo. Al menos no podía ignorar su perfecta simetría.

Entonces, a lo largo de los años, cada vez que de repente me encontraba del todo despierto entre las 4:15 y las 4:30 de la mañana, con los ojos mirando fijamente el techo y cierta energía recorriendo mi cuerpo, sabía lo que sucedía. Me levantaba de inmediato, corría a mi laptop y me abría a lo que fuera que quisiera manifestarse.

Y así sucedió este día, el 2 de agosto de 2016. Acabo de quitarme las cobijas y de levantarme de la cama. Ahora estoy aquí, ante el teclado. Lo único es que no pensé que volvería a hacer esto.

Me explico.

Todos tenemos todo el tiempo las que yo llamo Conversaciones con Dios. Esto me quedó claro desde la quinta de las más de tres mil páginas publicadas de los diálogos de Conversaciones con Dios. Así que mi experiencia no era única ni fuera de lo común. Acaso lo que fue un poco inusual es que hice un registro escrito de mis encuentros más íntimos y luego los envié a un editor, quien por su parte lo imprimió y colocó en librerías.

He llegado a comprender y experimentar que yo —y todos nosotros— tenemos una conexión profunda y personal con Dios todo el tiempo, y que tal vez tengamos una conversación con Lo Divino al pedir guía, ayuda y entendimiento cuando así lo deseamos. De hecho, ése fue el sentido del libro. Fue colocado en el mundo para abrir esta experiencia a otras personas en todas partes, y para invitarlas a una nueva y más personal relación con Dios.

Sin embargo, la sensación de que debo sostener este diálogo —que “el momento ha llegado” para esa interacción, marcado por un profundo sentimiento interno que no puedo ignorar— es algo totalmente distinto. La experimento como una sensación que me invade, y no la había tenido desde hace casi diez años —por lo que me había convencido de que la había encontrado por última vez.

Claro, sabía que escribiría de nuevo. Siempre estaré escribiendo algo. Una columna para el Hufftington Post. Un blog para CWC Connect. Una entrada en Facebook. Una respuesta para alguien que escriba una pregunta en Ask Neale. Incluso un libro completo con la profundidad de los mensajes que he recibido. Algo.

Pero ¿otra conversación con Dios en papel? ¿Otro diálogo de ida y vuelta con la Deidad? Creí que esos días habían terminado. Pensé que ese proceso estaba completo.

Estaba equivocado.

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No creí que alguna vez volvería a hacer esto. Pensé que el proceso estaba completo.

Hay más cosas que hacer. Una invitación más, Querido Mío.

Ya he aceptado dos: cambiar la mente del mundo acerca de Dios y devolver a las personas a sí mismas. Pensé que eso era todo.

Lo sé. Todavía no era el momento para la tercera.

¿Y ahora lo es?

Ahora lo es.

De acuerdo, ¿cuál es la tercera? ¿Y ésta será la última invitación?

Sí, ésta será la última. Por cierto, estas invitaciones no sólo son para ti. Son para todos, aunque no todos las aceptarán.

Aquellos que las acepten se identificarán.

Siempre he entendido que los mensajes no eran sólo para mí. Respecto a las primeras dos invitaciones, siempre lo comprendí así.

Así que ahora viene la tercera y última invitación. Porque es El Momento Perfecto para Avanzar en su planeta.

Eso suena muy emocionante, sobre todo cuando se siente justo lo contrario. Pareciera que nuestra civilización estuviera retrocediendo. Se siente como si nos estuviéramos volviendo menos civilizados, menos tolerantes, menos capaces de controlar nuestras indulgencias —por no hablar de nuestro enojo—, menos capaces de acceder a las mejores partes de nuestra naturaleza.

Me alegra que lo veas y que lo experimentes, porque si pones atención a lo que está sucediendo contigo y a tu alrededor —y haces lo que sientes que estás llamado a hacer en respuesta—, no tienes nada de qué preocuparte.

Bueno, a mí me parece que todo está muy mal, aunque no sé si estoy juzgando las cosas a mi manera y por eso no las veo con claridad. Es decir,

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