VolcáNica

Sabrina Duque

Fragmento

Título

Prólogo

PAÍS EN ERUPCIÓN

Sergio Ramírez

Sabrina Duque entra con este libro en la lista de los cronistas y viajeros que a través del tiempo han escrito buena parte de la historia de Nicaragua como testigos de primera mano. VolcáNica es un reportaje agudo, intenso, perspicaz, escrito por una joven periodista que ha viajado intensamente por el territorio de Nicaragua, y ofrece una visión de doble fondo en cuanto a la naturaleza volcánica del país, que a su vez se repite en su historia con sus sacudimientos, explosiones y llamaradas.

Leyendo este libro he recordado cómo la geografía ató a Nicaragua a un destino nunca realizado de ser puente entre dos océanos, y así atrajo desde el principio a sus costas una cohorte de navegantes, cronistas, exploradores, naturalistas, científicos, diplomáticos, que al describir al país dieron al mismo tiempo cuenta de sus gentes y pudieron entrar en las honduras de su historia siempre tan conflictiva y no pocas veces dramática, tal como a Sabrina le ha tocado registrarlo ahora.

La lista de viajeros y cronistas que se han ocupado de Nicaragua con ojo agudo y mente curiosa a lo largo de los siglos es abundante y variada, y de entre esos nombres entresaco el del fraile irlandés Thomas Gage, reputado como espía de Cromwell, quien describe en Viajes en la Nueva España, publicado en 1648, su travesía desde el puerto del Realejo en el Pacífico hasta el de San Juan del Norte en el Caribe, y donde ensalza “las delicias de este paraíso de Mahoma, encontrando por todas partes caminos llanos y unidos, los pueblos agradables, los campos sombreados por los árboles, y por todas partes una grande abundancia de frutas”. Imaginativo como era, no deja de relatar cómo un lagarto de gran tamaño lo persiguió por leguas a lo largo de la costa del Gran Lago de Nicaragua.

No sólo los espías, sino también los piratas que infestaban las aguas del Caribe solían ser excelentes cronistas, como lo fue A. O. Exquemelin, un barbero que hacía las veces de sangrador y cirujano a bordo de la nave del afamado bucanero Henry Morgan, a quien acompañó en el asalto a Panamá en 1671; y cuando anclaron en la bahía de Bluefields ese mismo año fueron atacados por los indios sumos, según él mismo lo describe en su libro Los bucaneros de América, aparecido en holandés en 1678, y que fue todo un bestseller, traducido muy pronto a varias lenguas.

Y el mismísimo William Dampier en Un nuevo viaje alrededor del mundo, de 1697, otro bestseller, describe la vida y costumbres de los indios misquitos de Cabo Gracias a Dios. Algunos siglos después, otro pirata esclavista, William Walker, expuso en La guerra en Nicaragua, publicado en 1860, sus afanes para conquistar el país, y de paso hizo un retrato del país mismo y las veleidades de liberales y conservadores, siempre en pugna, quienes provocaron la catástrofe de la Guerra Nacional que envolvió a todo Centroamérica.

Mark Twain, quien siendo aún joven y desconocido viajó de San Francisco a Nueva York en 1866 a través de la ruta del tránsito abierta por “el Comodoro” Cornelius Vanderbilt, dejó en Viajes con Mister Brown testimonio de su paso desde San Juan del Sur a San Juan del Norte, y describe su visión de los volcanes el Concepción y el Maderas, que se alzan en la isla de Ometepe:

En medio del hermoso Lago de Nicaragua emergen dos magníficas pirámides, vestidas del más suave y rico verdor, veteadas de sombras y luz solar, cuyas cumbres penetran las nubes viajeras. Parecen tan aisladas del mundo y sus tumultos, tan tranquilas, tan soñadoras, tan sumidas en su sueño y eterno reposo…

Ephraim George Squier, viajero, diplomático, periodista y arqueólogo, vino en 1849 en calidad de enviado diplomático del presidente Taylor, y como resultado de su estancia publicó en 1852 un libro fundamental, sin el que conoceríamos mucho menos a nuestro país, Nicaragua, sus gentes, paisajes, monumentos. José Coronel Urtecho, patriarca de las letras modernas nicaragüenses, dice de Squier que vio a Nicaragua “con ojo fresco”, pues tuvo esa virtud, que también es la de Sabrina más de siglo y medio después, de descubrir como novedoso lo que está a la vista, pero en lo que nadie repara.

El libro de Squier es un compendio de la geografía, la historia, la economía, la vida social, las costumbres, modos de vivir, de vestir, de comer, y sin que olvide, por supuesto, el asunto de la ruta del canal interoceánico, tan presente a través de los siglos en las ambiciones de las potencias mundiales para apoderarse de Nicaragua.

Sabrina, los mismo que Squier, no descuida los rasgos fun­damentales de nuestra geografía, un país joven en términos geológicos, que todavía no ha terminado de formarse, una geografía en la que descuellan su cadena interminable de volcanes, junto a las lagunas de aguas esmeralda que duermen en el fondo de los cráteres como antiguas tazas demetéricas, para citar a Rubén Darío.

Esas lagunas de ensueño para el turista, son volcanes muertos que podrían despertar de nuevo debajo de las aguas con consecuencias devastadoras, así como los volcanes mismos, que parecen dormir tranquilos en el paisaje, son verdaderas bombas de relojería. Tal es el tema que está en la base del libro de Sabrina, y que fue lo primero que llamó su atención sobre Nicaragua: ¿cómo se puede vivir de manera tan indiferente entre tantos volcanes en el patio trasero, suficientes para desencadenar el juicio final?

Squier escuchó una antigua historia según la cual el volcán Momotombo se negó a ser bautizado con nombre cristiano por los frailes de la conquista, a quienes ahuyentó con rugidos y temblores, reacio al agua bendita. Victor Hugo se enteró de ella leyendo a Squier, y la usó como tema del poema La Inquisición (Las razones del Momotombo), incluido en el ciclo La leyenda de los siglos, de 1857. Uno de sus versos sirvió de epígrafe al poema Momotombo de Darío, incluido en El canto errante: oh viejo Momotombo, coloso calvo y desnudo…:

Ya había yo leído a Hugo y la leyenda

que Squier le enseñó. Como una vasta tienda

vi aquel coloso negro ante el sol,

maravilloso de majestad. Padre viejo

que se duplica en el armonioso espejo

de un agua perla, esmeralda, col…

Poema, que, a su vez, para seguir adelante con la historia, Sabrina retoma en este libro que continúa con la tradición de los viajeros y cronistas que han visto a Nicaragua con ojo agudo y fresco, y con asombro y curiosidad; y, así, la más reciente de ellos, convierte su exploración en una aventura constante, que es a su vez un relato sentimental, el de alguien que se ha rendido frente a un pequeño país encendido.

Sabrina se proponía escribir originalmente un libro sobre los volcanes de Nicaragua, altivos, desafiantes, impredecibles: ruda de antigüedad, grave de mito, la tribu en roc

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