Una vida homosexual

Marina Castañeda

Fragmento

Una vida homosexual

...

Introducción

A mis 63 años me ha tocado vivir una de las transformaciones culturales más rápidas y sorprendentes de la historia: la aceptación social de la homosexualidad en el mundo occidental. Las encuestas, los medios, las artes y las leyes reflejan una creciente “normalización” de la homosexualidad, que se ha vuelto cada vez más visible, tanto en la vida privada como la pública. Cada vez más gente conoce a personas o parejas gays; cada vez más personajes de la vida pública viven abiertamente su orientación homosexual, ya sea en el mundo de la política, del espectáculo, del deporte, de la literatura o las artes, sin suscitar mayor escándalo ni crítica. En la mayoría de los países occidentales ya existe el matrimonio o la unión civil entre personas del mismo sexo.

Y todo ello ha sucedido en menos de 40 años, tras siglos de reprobación, ocultamiento y condena social, eclesiástica y legal. La aceptación de la homosexualidad se ha extendido más rápido que la del aborto o incluso del divorcio en algunos países. Las principales asociaciones médicas, psiquiátricas y psicológicas del mundo occidental ya no consideran la homosexualidad como una patología y, por tanto, ya no pretenden “curarla”. Los derechos civiles de la gente gay han avanzado más rápido incluso que la igualdad de género: en ciertos aspectos, la liberación gay ha logrado más, en tres décadas, que el feminismo en un siglo.

Se considera que el movimiento de liberación gay empezó en junio de 1969, con las manifestaciones contra una redada policiaca en el Stonewall Inn, un bar gay en el Greenwich Village de Nueva York. Así como la lucha obrera tiene su fecha emblemática el 1º de mayo en conmemoración de una manifestación de obreros que se tornó violenta en Chicago en 1886, la lucha por la despenalización y los derechos civiles de los homosexuales tiene su fecha simbólica cada junio desde 1970, y ahora se celebra en las principales ciudades del mundo occidental bajo el nombre de Orgullo Gay.

En 1969 yo tenía 13 años y apenas estaba tomando consciencia de mi homosexualidad, aunque no conociera la palabra ni el concepto. Mi vida como lesbiana inició exactamente al mismo tiempo que el movimiento de liberación gay, y ha transcurrido en paralelo a él durante cinco décadas. A la par de la gran mayoría de la gente gay de mi edad, me tocó vivir la confusión y la soledad, los amores desdichados, la exploración sexual con hombres y mujeres, la salida del clóset, la adolescencia y juventud en los bares, las relaciones prohibidas y secretas, y luego la edad adulta con relaciones más largas, estables y abiertas.

Cuando se legalizó la unión civil en la Ciudad de México, mi compañera y yo fuimos de las primeras parejas en registrarse en la delegación Coyoacán; cuando se legalizó el matrimonio, nos casamos. En esas ocasiones no tuvimos las celebraciones familiares ni sociales de una pareja heterosexual: salvo un par de excepciones, no asistieron mis familiares ni los de mi pareja. Nos unimos sólo frente a algunas amistades, como lo relataré más adelante. Pero pudimos hacerlo según la ley: algo inconcebible sólo unos años atrás. Fue algo real en términos legales, e indispensable para nuestra seguridad. De no haber podido hacerlo, viviríamos todavía en un limbo jurídico que, sin duda, afectaría los aspectos más importantes de nuestra vida en común: tutela en caso de enfermedad o incapacidad, herencia, propiedad, derechos de todo tipo. Mi vida y la de mi pareja hubieran sido muy diferentes, de haber nacido sólo 10 años antes.

A lo largo de estas cinco décadas he experimentado en carne propia tanto el lado luminoso como el oscuro de la vida homosexual. Podría decir que, si bien he sido realmente privilegiada en muchos sentidos, también he padecido, si no la discriminación abierta, cierta marginación familiar, profesional y social. Mi experiencia ha sido por ende singular en muchos aspectos, y representativa en otros. Es de todo ello que quisiera ahora escribir.

Fui psicoterapeuta en la Ciudad de México durante 25 años, trabajando con centenares de personas gays y sus padres. De mis observaciones e investigación al respecto surgieron dos libros, La experiencia homosexual y La nueva homosexualidad. El primero, que describe la psicología de la homosexualidad y que fue originalmente dirigido a profesionales de la salud mental, ha sido traducido a varios idiomas, y sigue editándose regularmente en México y Francia; su más reciente edición fue en Letonia en 2017. En el segundo examiné algunos aspectos sociales, económicos, jurídicos y culturales de la homosexualidad actual. Pero más allá de la investigación, fue mi trabajo como psicoterapeuta lo que me permitió familiarizarme con aspectos de la vida homosexual que jamás habría podido conocer de otra forma. De ello también escribiré en estas páginas.

De una vez aclaro que gran parte de las consideraciones teóricas y los datos que presentaré aquí ya fueron expuestos y documentados en mis libros anteriores. Por ello, he decidido no cargar este texto de referencias bibliográficas; los lectores que así lo deseen podrán consultar los libros susodichos y su aparato bibliográfico, así como la multitud de estudios que se han publicado desde entonces. Cabe señalar asimismo que he cambiado todos los nombres propios en esta narrativa salvo los de mi familia, para proteger la privacidad de terceras personas.

Otra aclaración acerca del vocabulario que empleo. Los términos homosexual, gay, LGBT y sus derivados están todos cargados de significados ideológicos y políticos que tienen que ver con la historia del movimiento de liberación gay. Hoy en día muchos activistas y estudiosos han dejado de usar la palabra homosexual por su antigua connotación patológica. Y el término gay en la actualidad, por lo general, se refiere exclusivamente a los varones, por lo cual, si se quiere hablar de hombres y mujeres, se debe decir “gays y lesbianas”. Sin embargo, he mantenido el uso de homosexual y de gay como términos masculino y femenino por varias razones. En primer lugar porque prefiero no cargar el texto de palabras y siglas que puedan entorpecer la lectura. En segundo, porque es probable que la mayoría de los lectores de este libro no estén al tanto de las sutilezas y connotaciones del vocabulario más reciente en el campo de los estudios gay. Y en tercero, las palabras homosexual, homosexualidad y gay para significar tanto a mujeres como a hombres son los términos con los que crecí: por todo ello prefiero mantener su uso aunque ya no sea políticamente correcto.

Lo novedoso de este libro, en comparación con mis escritos anteriores, consiste en presentar la forma en la que yo misma he vivido la homosexualidad en sus aspectos personal, familiar, social y profesional. Describo así algunos de los eventos más importantes de mi propia experiencia como lesbiana a lo largo de los últimos 50 años. En paralelo, y para situarlos en su contexto, presento pequeñas instantáneas de lo que estaba sucediendo en mi entorno social en cada uno de esos momen

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