Hija del guardián del fuego

Angeline Boulley

Fragmento

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Soy la estatua congelada de una chica en el bosque. Solo se me mueven los ojos, que vuelan de la pistola a su expresión desconcertada.

Pistola. Sorpresa. Pistola. Incredulidad. Pistola. Miedo.

PUM-PUM, PUM-PUM, PUM-PUM.

El revólver chato se agita con los diminutos temblores de la mano nerviosa que me apunta a la cara.

Voy a morir.

Un olor dulce y grasiento me hace cosquillas en la nariz. Lo conozco. Vainilla y aceite mineral. WD-40. Alguien lo ha usado para limpiar la pistola. Más aromas: pino, musgo húmedo, sudor de maría y pis de gato.

PUM-PUM, PUM-PUM, PUM-PUM.

La mano nerviosa hace un movimiento extraño con la pistola, como si blandiera un machete. Cada corte diagonal hacia el suelo me da esperanzas. Mejor un blanco aleatorio que yo.

Pero, entonces, el terror me encoge de nuevo el corazón. La pistola. De nuevo me apunta a la cara.

Mamá. No sobrevivirá a mi muerte. Una bala nos matará a las dos.

Una mano valiente intenta coger la pistola. Dedos estirados. Exigentes. Dámela. Ahora.

PUM-PUM, PUM…

Estoy pensando en mi madre cuando el disparo lo cambia todo.

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PRIMERA PARTE

WAABANONG

(ESTE)

En las enseñanzas ojibwe,

todos los viajes comienzan en dirección este.

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1

Empiezo el día antes del alba, me pongo la ropa de correr y dejo un pellizco de semaa en la base oriental de un árbol, donde el tabaco recibirá antes la luz del sol. Las plegarias comienzan ofreciendo semaa y compartiendo mi nombre espiritual, mi clan y de dónde procedo. Siempre añado un nombre extra para asegurarme de que el Creador sepa quién soy. Un nombre que me conecta con mi padre…, porque yo comencé como un secreto y después me convertí en un escándalo.

Le doy las gracias al Creador y pido zoongidewin, ya que voy a necesitar valor para lo que tengo que hacer después de mi carrera de ocho kilómetros. Llevo una semana retrasándolo.

El cielo se ilumina mientras estiro en el camino de entrada. Siempre que corre conmigo, mi hermano se queja de que tardo demasiado en calentar, y yo siempre le repito a Levi que mis músculos son más largos, más grandes y, por tanto, superiores, así que necesitan una preparación más intensiva para alcanzar un rendimiento óptimo. La verdadera razón, que a él le parecería una estupidez, es que recito el nombre anatómico correcto de cada músculo mientras lo estiro. No solo los músculos superficiales, sino también los profundos. Quiero llevarles ventaja a los otros novatos universitarios en mi clase de Anatomía Humana cuando empiece este otoño.

Cuando termino mi calentamiento y mi repaso anatómico, el sol asoma entre los picos. Un rayo de luz cae sobre mi ofrenda de semaa. ¡Niishin! Eso es bueno.

El primer kilómetro siempre es el más difícil. Parte de mí todavía desearía seguir en la cama con mi gato, Herri, cuyo ronroneo es justo lo opuesto de un despertador. Sin embargo, si sigo adelante, mi respiración encuentra su ritmo, acompañada por el balanceo de mi pesada coleta. Los brazos y las piernas empiezan a funcionar en piloto automático. Es entonces cuando entró en la zona, cuando formo parte de este mundo, pero también de otro, y los kilómetros pasan en un estado nebuloso de semialerta.

Mi ruta me lleva por el campus. Las vistas más bonitas de todo Sault Ste. Marie (Michigan) están al otro lado. Lanzo un beso al aire al pasar junto a la nueva residencia de Lake State, Fontaine Hall, llamada así en honor a mi abuelo por parte materna. Mi abuela Mary (yo la llamo Maryela) insistió en que me pusiera un vestido para la ceremonia de inauguración del verano pasado. Sentí la tentación de fruncir el ceño en las fotos, pero sabía que mi desafío, más que molestar a Maryela, le haría daño a mi madre.

Atravieso el aparcamiento que está detrás de la asociación de estudiantes para dirigirme al extremo norte del campus. El risco ofrece unas vistas panorámicas maravillosas del río St. Mary, el puente internacional a Canadá y la ciudad de Sault Sainte Marie, en Ontario. Acurrucado en la curva del río, al este de la ciudad, está mi lugar favorito del universo: Sugar Island.

El sol naciente se esconde detrás de una nube baja y oscura en el horizonte tras la isla. Me paro en seco, pasmada. Unos haces de luz bajan en abanico de la nube, como si Sugar Island fuese el origen de los rayos solares. Una fresca brisa me agita la camiseta y me pone la piel de gallina en pleno agosto.

—Ziisabaaka Minising.

Susurro en anishinaabemowin el nombre de la isla, que mi padre me enseñó cuando era pequeña. Suena como una oración. La familia de mi padre, por el lado Guardián del Fuego, pertenece a Sugar Island tanto como los arroyos alimentados por su manantial y los arces azucareros.

Cuando la nube sigue su camino y el sol reclama sus rayos, una ráfaga de viento me impulsa hacia delante. De vuelta a mi carrera y a la tarea que me espera.

Cuarenta y cinco minutos después, termino mi carrera en EverCare, un centro de cuidados a largo plazo que está a pocas manzanas de casa. La carrera de hoy parecía ir al revés: he llegado al punto máximo durante el primer kilómetro y medio, pero después se ha ido haciendo poco a poco más difícil. He intentado llegar a la zona, pero no era más que un espejismo fuera de mi alcance.

—Buenos días, Daunis —dice la señora Bonasera, la enfermera jefe, desde el otro lado del mostrador de recepción—. Mary ha pasado buena noche. Tu madre ya está aquí.

Todavía sin aliento, saludo con la mano, como siempre.

El pasillo parece alargarse con cada paso que doy. Me preparo para las posibles reacciones a mi anuncio. En los escenarios que imagino, un solo ceño fruncido significa decepción, enfado y la retirada de elogios previos.

Puede que deba esperar a mañana para anunciar mi de­cisión.

La señora B. no tenía por qué decir nada: el denso aroma a rosas del pasillo anuncia la presencia de mamá. Cuando entro en la habitación privada, está masajeando los delgados brazos de mi abuela con su loción perfumada. Un nuevo ramo de rosas amarillas contribuye al nivel de saturación floral.

Maryela lleva ya seis semanas en EverCare y, el mes anterior, lo pasó en el hospital. Le dio un ictus en mi fiesta de graduación del instituto. Visitarla todas las mañanas forma parte de la Nueva Normalidad; así llamo a lo que sucede cuando tu universo sufre una sacudida tan fuerte que no vuelves a recuperar tu eje. Pero lo sigues inte

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