España hechizada

Nekane Flisflisher

Fragmento

cap-1

imagen.jpg

GUAJONA

puntos.jpg

LOCALIZACIÓN: ASTURIAS Y CANTABRIA.

FECHA APROXIMADA: DESCONOCIDA.

IMPLICADOS: RECIÉN NACIDOS Y JÓVENES SANOS.

Siempre hay una primera vez para todo y, en el caso de los vampiros, se considera que este fue el primer caso conocido donde habitó una vampira en los bosques de la península Ibérica. Sin embargo, lejos de presentarse como una bella mujer capaz de atraer a sus víctimas con su voz hermosa y aterciopelada, resultó ser un ente decrépito y nauseabundo.

Era una entidad maligna y terrible que se ocultaba en las profundidades de los bosques esperando el abrazo de la oscuridad para emerger de su escondite y dirigirse a la casa de su siguiente víctima. Pero lo peor de todo es que tan solo se dejaba ver cuando ya era demasiado tarde.

−HISTORIA−

Nadie sabe a ciencia cierta cómo y dónde surgió esta leyenda, pero en distintos puntos de la geografía española se comenzó a hablar de un ser terrible que vagaba por los bosques en busca de sangre fresca. Muchos bebés recién nacidos y también niños sanos y fuertes comenzaban a mostrar unos síntomas muy extraños: de la noche a la mañana su piel se tornaba amarillenta, sus cuerpos perdían la vitalidad y, por más que hicieran los médicos, todo parecía inútil.

Sin saber muy bien cómo lidiar con aquello, los lugareños buscaron el consuelo de los chamanes y muchos comenzaron a señalar a un ser mitológico como el causante de tan siniestra enfermedad. Su nombre era Guajona (o Guaxa) y sus intenciones eran tan oscuras como su alma —si es que algún día la tuvo—.

Según decían su aspecto era terrible. Algunos aseguraban que en el pasado fue un ser humano, aunque otros dijeron que jamás lo había sido. La Guajona tiene el aspecto de una mujer anciana extremadamente delgada y desgarbada. Su piel amarillenta está cubierta de arrugas, manchas, verrugas y un repulsivo manto de vello corporal. Presenta, además, una nariz aguileña típica de los cuentos de brujas malvadas, unas manos sarmentosas y unos ojos diminutos y hundidos que son capaces de ver en la oscuridad.

Otro dato característico de este ser es que viste exactamente como lo hacían las antiguas viudas: con un manto negro que le cubre la cabeza y un vestido en tonos oscuros que le llega hasta los tobillos, dejando al descubierto sus piernas de ave.

Algunos dicen que suele caminar con la ayuda de un bastón y otros que lo hace con dificultad y apoyándose en los troncos de los árboles, pero hay algo con lo que todos siempre están de acuerdo y es que aseguran que, si consigues cruzar tu mirada con la suya, te darás cuenta de que no es una anciana común y corriente pues, en sus ojos, se puede ver el fulgor de las llamas del infierno.

Durante el día no se deja ver. Se oculta entre las sombras y, si es necesario, se entierra a sí misma en las profundidades de los bosques para evitar la luz del sol. Pero, cuando la luna se alza sobre los cielos y la oscuridad invade las calles, sale de su escondite y recorre cada callejuela en busca de una nueva víctima.

Le gusta mirar a través de las ventanas de las casas y observar a las familias mientras se divierten, cenan y cuentan historias de terror al calor de la chimenea. Espera pacientemente a que todos se queden dormidos y, cuando eso ocurre, encuentra el modo de colarse en sus hogares para cometer sus terribles crímenes.

Con solo alzar dos dedos todas las cerraduras se abren a su paso. Camina en la oscuridad y contempla las casas de sus víctimas desde dentro. Quizá se entretenga mirando los cuadros o, si tiene un poco de tiempo, se ponga a hojear tus libros favoritos, pero nunca olvidará para qué ha ido y es para succionar la sangre de los recién nacidos o de los miembros más jóvenes y sanos de la familia.

Busca a sus víctimas sin la necesidad de prender ninguna luz y, cuando por fin da con ellas, se inclina sobre sus cálidos cuellos y abre su boca de par en par, dejando al descubierto su único diente: un colmillo largo y afilado gracias al cual succionará gran parte de la sangre que corre por las venas de los sacrificados.

La Guajona nunca mata directamente. Toma la sangre necesaria como para dejar a sus víctimas agonizando por un tiempo. La piel se les tornará pálida, su fuerza desaparecerá y ningún médico será capaz de decir qué les ocurre exactamente, por lo que a sus seres queridos solo les quedará rezar.

Toma la sangre necesaria como para dejar a sus víctimas agonizando por un tiempo.

Los ancianos de los pueblos aseguran que hay gran cantidad de remedios para evitar que la Guajona se cuele en tu hogar. En primer lugar están los amuletos como la cigüa o higa, la mano negra de azabache o la piedra de San Pedro. Siempre hay un modo de impedir que los seres malignos invadan el hogar pero, si pese a todos los esfuerzos por evitar su ataque el ser ha conseguido salirse con la suya, se puede intentar reparar el daño con una serie de rituales.

El primero es uno que consiste en dejar durante nueve noches seguidas un vaso de agua con trozos de astas de ciervo y un algún objeto de plata en una ventana. Eso ahuyenta las malas artes de la Guajona y ayuda a que la víctima recupere las fuerzas.

Pero si necesitamos algo más efectivo podemos recurrir a un ungüento preparado a base de sangre de alicornio, la cual era muy cotizada durante la Edad Media y que actualmente ya no es posible encontrar.

−EN LA ACTUALIDAD−

Mientras que muchos piensan que esta leyenda lleva en el imaginario popular varios siglos otros consideran que, al igual que muchas otras, fue producto de la obra literaria de un escritor. Se dice que la primera vez que se mencionó a la Guajona fue en Mitos y supersticiones de Asturias (1903) escrito por Rogelio Jove y Bravo.

Lamentablemente jamás sabremos si este personaje ha ido sufriendo variaciones con el paso del tiempo o si siempre fue concebido del modo en el que hoy lo conocemos.

imagen

¿SABÍAS QUE…?

* En el Medievo la creencia en los vampiros estaba tan arraigada que, en algunas ocasiones, para evitar que los muertos se levantaran de sus tumbas y bebieran la sangre de los vivos, decapitaban sus cuerpos y los enterraban colocando el cráneo entre sus piernas. Otra práctica común era poner un ladrillo dentro de la boca del difunto sospechoso de ser un vampiro para que, de esa forma, fuera incapaz de morder a nadie.

2978.jpg

EL CONDE ESTRUCH

puntos.jpg

LOCALIZACIÓN: CASTILLO DE LLERS, GIRONA (CATALUÑA).

FECHA APROXIMADA: SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XII.

IMPLICADOS: EL CONDE ESTRUCH Y SUS SÚBDITOS.

Cuando escuchamos la palabra «vampiro» nuestra mente nos transporta a las profundidades de una cripta. Imaginamos un largo y frío pasillo excavado en la roca, con antorchas a lado y lado, y al fondo, un ataúd perfectamente conservado.

Esta clase de historias nos parecen muy lejanas. Las solemos ubicar en Transilvania, Rumanía, pero no es necesario irse tan lejos para sentir el terror en nuestra propia piel, ya que se cree que, tiempo atrás, en España existió un noble que se convirtió en el origen de las pesadillas de miles de personas: el conde Estruch.

−HISTORIA−

La leyenda tiene dos versiones conocidas, cada una de las cuales resulta ser más aterradora que la anterior. La primera nos sitúa en la España del siglo XII, concretamente en el reinado de Alfonso II de Aragón. Aquellos eran tiempos convulsos, de constantes invasiones, tratados de paz y alianzas.

Había demasiados frentes abiertos y el rey no podía prestar atención a todos al mismo tiempo; por ello, con la ayuda del obispo de Barcelona, Guillermo de Torroja, buscó entre sus súbditos más fieles a alguien capaz de representarlo en caso de necesitarlo, y encontró al hombre que podría hacerlo: el viejo conde Guifré —en algunas versiones Arnald— Estruch. Durante años este sujeto había luchado en favor de la Corona y ahora, aun en la vejez, seguía dispuesto a servir al monarca. Así que este le pidió un último favor: viajar a una villa llamada Llers, ubicada en Girona, y combatir en su nombre el paganismo.

Según cuentan, gran parte de los catalanes de aquellos tiempos todavía mantenían las costumbres y creencias de sus ancestros. Eran incapaces de abandonar sus creencias para adoptar el cristianismo y aquello, a ojos de los más poderosos, los convertía en un problema que debía ser erradicado.

El conde Estruch condenó a decenas de inocentes por brujería y los mandó a quemar en la hoguera. No le importaba acabar con la vida de un padre de familia, una mujer embarazada o un niño pequeño. Si se negaban a abandonar sus creencias eran inmediatamente apresados y condenados a muerte.

Fue algo tan terrible que la población entera maldijo al conde y, por esa causa, cuando murió, su alma no halló descanso. Se dice que falleció por envenenamiento alrededor del año 1173 y que su cuerpo, una vez dentro del ataúd, rejuveneció y comenzó a levantarse cuando el sol se ponía para sembrar el caos.

Vagaba por las calles en busca de víctimas a las que sorbía hasta la última gota de la sangre que corría por sus venas. También, aprovechando su nuevo aspecto, se dedicaba a seducir a mujeres jóvenes y bellas, a las cuales acabaría dejando embarazadas. Tras nueve meses de gestación darían a luz a unos monstruos terribles, cuya fealdad resultaba imposible de describir.

La segunda versión de los hechos nos sitúa muchos años después, concretamente en el reinado de Pedro II de Aragón, hijo de Alfonso II.

Se dice que, para la batalla de Navas de Tolosa, que tuvo lugar entre el 15 y el 16 de julio de 1212, se requirió la participación de gran cantidad de hombres procedentes de cada extremo del país e incluso antiguos cruzados. Entre ellos se encontraba el conde Estruch, quien supuestamente había llegado desde más allá de los Pirineos.

Se cuenta que en este enfrentamiento demostró ser un gran guerrero y por ello, el rey Pedro II, lo recompensó ofreciéndole un pequeño feudo en Llers, Girona. Al hacerse con aquel lugar, el conde mandó construir una fortaleza dentro de la cual se convertiría lentamente en un monstruo. Se obsesionó con los paganos y decidió castigar a todo aquel que no adoptara el cristianismo, enviándolo a sus calabozos y sometiéndolo allí a torturas inimaginables bajo la acusación de «brujería».

Una de sus víctimas, una mujer que estaba siendo obligada a confesar sus crímenes a la fuerza, le dijo al conde que ni siquiera cuando su corazón dejara de latir hallaría descanso. Una vez muerto y enterrado, su cuerpo seguiría levantándose para succionar hasta la última gota de sangre de sus súbditos.

Vagaba por las calles en busca de víctimas a las que sorbía hasta la última gota de la sangre que corría por sus venas.

Teniendo en cuenta la forma de pensar del conde lo más probable es que se burlara de aquella mujer y siguiera adelante con su vida como si nada hubiera pasado. Pero, en efecto, cuando su corazón dejó de latir la maldición se hizo realidad.

Comenzó a levantarse de la tumba cada noche para atacar a todo aquel que se cruzara en su camino y, desesperados, los lugareños intentaron buscar una solución. Algunas versiones dicen que un grupo de religiosos llevó a cabo un exorcismo que consiguió poner fin a su actividad; otras, que fue una monja curandera la que logró acabar con la maldición y, finalmente, están las que aseguran que fue un ermitaño judío quien, con sus conocimientos sobre la cábala, realizó un ritual tan poderoso que liberó a Llers del yugo de aquel vampiro.

Sea como fuere, de él hoy en día tan solo nos quedan las ruinas de su imponente castillo, ruinas entre las cuales más de uno jura haber visto y sentido una presencia tan oscura como una noche sin luna.

−EN LA ACTUALIDAD−

Muchas personas están convencidas de que esta es una leyenda que se ha transmitido de padres a hijos durante generaciones, pero lo cierto es que, al igual que ocurre con los terribles perros de Pratdip, la historia del conde Estr

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos