Y llegó el número cuatro, un número muy ligado al imaginario EGBero. Los mosqueperros eran cuatro (contando a D’Artacán), los Trotamúsicos («Un, dos, tres, cuatro, somos cuatro…», ¿recordáis?), los Hombres G eran (y son) cuatro, los Fruitis (Gazpacho, Mochilo, Pincho y la niña Kumba) y el grupo Parchís también (bueno, estos eran cinco, pero es que incluían al dado).
Pues bien, ya que el primero fue el volumen azul, el segundo fue el rojo y el tercero nació verde, estaba claro que el cuarto tendría que ser amarillo. Ya tenemos los cuatro colores de nuestro Parchís «Yo fui a EGB».
A lo largo de estos años hemos aprendido mucho y hemos descubierto que la mejor manera de hacerlo es divirtiéndose y jugando. Por eso, en el interior de este libro encontraréis un parchís personalizado con los miembros del grupo Parchís, posiblemente el juego por excelencia para disfrutar en familia.
Pero en esta cuarta entrega hablamos de muchas más cosas, entre ellas de las pesetas (¿os acordáis cuánto daban de sí?), de cómo ligábamos (¡qué nervios!), recordamos a nuestros papás (que los pobres se pasaban el día trabajando), hacemos un repaso de aquellas cosas que pensábamos que ocurrirían en el futuro y que hoy siguen pareciendo de película, echamos un vistazo a aquellos objetos que estaban en todas las casas (sí, también en la vuestra) porque nos parecían lo más moderno y que hoy se han quedado obsoletos. Recordamos aquellos castigos que profes y mayores nos infligían y preparamos un menú muy variado con los manjares que comíamos en los setenta y los ochenta para que no se pierdan las recetas de nuestras madres y abuelas.
Además el libro incluye un diccionario con todos esos términos que solo entendemos los que fuimos a EGB y una serie de pegatinas con algunas de aquellas frases que todos hemos dicho mil veces para que las podáis pegar en vuestras carpetas, en la puerta del armario o donde queráis.
Nos parece increíble haber llegado a este cuarto volumen, algo que hubiese sido imposible sin vuestro apoyo y simpatía, por esas ganas de recordar y, por qué no, de reivindicar nuestros orígenes, saber de dónde venimos para entendernos en el presente y poder explicar a nuestros hijos, sobrinos y nietos qué cosas hacían estos EGBeros cuando tenían su edad.
Bueno, ya no nos enrollamos más. Esperamos que con este nuevo viaje a nuestro pasado disfrutéis como con las entregas anteriores y que cuando hayáis terminado de leer el libro podáis decir orgullosos: YO FUI A EGB.

Dicen que vine un sábado por la tarde a la hora de «V», aunque varios años antes. El caso es que hice que el fin de semana fuese más intenso (y corto). En aquellos años no había móviles, con lo que mi padre no pudo mandar uno de esos mensajes en los que el niño, en primera persona, se presenta diciendo a qué hora ha nacido y los kilos que pesa, como si fuese una vaquilla del Grand Prix.
Según el álbum de fotos infantil con mis datos tenía el pelo rubio y los ojos azules, algo que con los años fue variando para llegar a mis actuales pelo castaño y ojos marrones. Fui un segundo y último hijo, por lo que no hubo destronamiento ni traumas. Estos llegaron con los primeros libros de texto forrados y el primer control de matemáticas, años después.
Seguramente, el día en que nací el hilo musical del hospital