Todo el mundo lo sabe: ¡los aventureros jamás tienen tiempo para ordenar su habitación!
Gelo debería estar embarcado en alguna misión ultraflipante y, sin embargo, le tocaba limpiar su casa entera. ¡Enterita, de arriba abajo, hasta el fondo del váter! ¿Cómo no iba a hacerlo si incluso se había encontrado un huevo momificado flotando en su bañera? ¡Solo faltaba que eclosionara y una momia zombi lo devorara mientras él se daba un chapuzón!
Y es que Gelo siempre tenía muchísima curiosidad. Le alucinaba descubrir los misterios de su dimensión, ¡por eso viajaba tanto! Y de ahí que tuviera la casa llena de artefactos rarísimos, armas, mapas, libros, etcétera, etcétera, etcétera. El caso es que había ido coleccionando demasiados objetos durante sus investigaciones y ahora ni siquiera él cabía en su propia casa.
—¿Por dónde podría empezar? —se preguntó.
Agarró una escoba y, sin querer, le dio un golpecito a una pila de escudos, que se derrumbó con un tremendo estruendo. ¡El eco debió de llegar hasta la dimensión más desconocida! De hecho, el suelo empezó a temblar… Eeeeeeh, ¿QUÉ?
¡Pero si solo había tirado unos cuantos escudos, y tampoco tenían tanto valor! Gelo se aferró a la esquina de la mesa para no perder el equilibrio y, por una de las ventanas, vio cómo una sombra ocultaba el sol. ¡¿También había provocado un eclipse?! ¿Y si el eclipse desencadenaba cosas peores como tsunamis o tormentas de fuego o…, no sé, que el mundo entero estallara?
Estaba claro, aquello era una señal del universo: ¡nunca volvería a intentar limpiar su casa! ¡Ni siquiera volvería a hacer la cama!
—gritó, cerrando los ojos.
¡Era el fin del mundo! ¡Hasta luego, hasta siempre, adiós! Iba a palmar con mil aventuras pendientes y… Un segundo. Todo volvió a la normalidad de golpe. Los temblores pararon y el cielo empezó a despejarse de nuevo.
Gelo abrió los ojos poco a poco. ¡Seguía vivo! ¡Estaba intacto y su casa continuaba en pie! Mucho más desordenada por culpa del terremoto, pero ¿a quién le importaba aquello?
—A partir de hoy me declaro alérgico a las escobas —dijo, soltándola.
Entonces escuchó un ruido muy extraño en el exterior. ¿Qué podía ser? Fuera lo que fuera y después del caos que se había armado, no debía confiarse. ¡Era hora de entrar en modo espionaje! Se hizo con un catalejo y se acercó a una ventana para tener mayor visibilidad.
Su casa estaba en medio de un prado, así que enseguida distinguió una columna de humo a cinco metros de su casa. Miró a través del catalejo y… ¡Imposible! ¡¿Aquello era UN COHETE?! Saltó por la ventana, se escondió tras unas cajas y siguió espiando.
Si estás utilizando un catalejo, puedes presionar la tecla F1 mientras miras a través de él para quitarte todo el HUD de la pantalla y así ver ¡MUCHO MÁS!
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Efectivamente, era un cohete. Había hecho un aterrizaje superbrusco, sus luces parpadeaban como locas y parecía vacío. ¡Parecía! Porque, de repente, se abrió una compuerta y apareció una silueta: sus botas hacían ruido con cada zancada y vestía una chaqueta larguísima que le ocultaba gran parte del cuerpo.
Entre tanta locura de humo y luces, ¡eso parecía una discoteca! Además, Gelo apenas podía ver quién había bajado del cohete, ¡ni siquiera con el catalejo! Aunque lo entendió todo cuando empezó a hablar:
—Bitácora interdimensional, creo que he aterrizado en la dimensión correcta.
Estaba comunicándose a través de una especie de walkie-talkie. Pero ¡¿con quién?!
—Hay una casa. Voy a comprobar si está abandonada…
—murmuró Gelo.
A pesar de que él estaba fuera, cabía la posibilidad de que aquel viajero lo pillara si investigaba a fondo. Sin pensárselo mucho, se metió dentro de una de las cajas tras las que estaba escondido y solo dejó un resquicio abierto.
¡Puaj! ¡Apestaba a pescado! Y apestaba a pescado porque… ¡estaba lleno de peces! Ya está, moriría asfixiado por extrema fetidez. Una muerte ridícula para un aventurero de su talla.
Pero aguantó, y no oyó nada más hasta que el viajero salió de su casa y volvió a hablarle al