PRÓLOGO
Síndrome de un corazón roto es una biografía de una historia de amor. Esther nos abre su corazón y comparte su historia en la que relata la búsqueda de recuperar lo que creía era suyo, su Ex. A lo largo de los capítulos transitarás por todas las emociones, recuerdos, sensaciones vividas siempre que resuenen con tu dolor. No te aflijas, el relato permitirá que te abras para que observes si esa herida está latente en ti, no para quedarte en la queja o validar tu dolor, sino todo lo contrario, para salirte del estancamiento y de la creencia limitante de que precisas vivir codependiente de otro para ser feliz. Lo esencial es recordar que el amor nace de nosotros.
Viví una época en mi adolescencia en la que era común entregarle tu poder al destino, pues la frase: “Deja pasar el tiempo que todo lo cura” no era motivador, sino todo lo contrario, era limitante. Hoy día, vivimos en una época tecnológica, la cual es una gran bendición, pues nos acompaña en el proceso de evolución personal y espiritual y nos brinda infinitos recursos y disciplinas para despertar nuestra consciencia. Ya no tenemos más excusas para permanecer en ese callejón sin salida, hoy tenemos nuestro poder, el poder de elegir.
Todos buscamos vivir un gran amor. Durante la adolescencia, en particular, comenzamos a experimentarlo de distintas formas a través de los vínculos; allí sin más ruedos nos lanzamos a conectar emocionalmente desde nuestra “idea” del amor. Será un amor ideal, un amor imposible, un amor para siempre… nuestra forma de recibir amor ha impactado nuestra “percepción” de cómo será ese amor y cómo nos vinculamos para conectar y construir nuestra vida amorosa. El problema es que creemos que todo debe provenir de otras personas, o al menos es lo que aprendimos.
Este libro nos lleva en un viaje hacia la herida para sanar de raíz aquello que no nos animamos a ver. Nos llevará de la mano porque Esther ha vivido esas experiencias dolorosas, las ha sufrido, las ha enfrentado y las ha trascendido. Ella nos brinda un abanico de posibilidades que pueden aclarar y darte esas respuestas que tanto buscas y que no encuentras. Síndrome de un corazón roto no es un cuento de hadas, es una historia real para dar el salto de fe y creer en ti. Este viaje más que una travesía es una experiencia shamánica, una invitación a renacer.
En un momento del libro nos enseña sobre las tres categorías de promesas. La promesa que tú le hiciste a tu Ex, la promesa que te hiciste a ti mismo y la promesa que le hiciste a Dios. ¿Qué tiene de malo eso?, tú dirás. De una forma genuina Esther nos invita a observar el poder que existe detrás de las palabras. No es sólo lo que digo, sino toda la energía que coloco en esa frase, mi intención, mi compromiso, mi expectativa, todo impacta mi ser y lo que me proponga manifestar. Esther dice: “Todas las promesas cargadas de emociones fuertes generan lazos de alma que no se rompen sólo por cortar o terminar la relación”. Y es muy cierto, la memoria celular permanece enquistada en nuestro ser hasta que “decidimos” liberarla o llega el momento de hacerlo.
Una de mis pasiones es guiar en el proceso de sanar el corazón, sanar el “ser”. Desde mi experiencia personal, académica y clínica de más de 15 años puedo decirte que no queda otra más que sentir la herida para sanarla. Puedes elegir el tapping, el mindfulness, la meditación, el coaching, acupuntura… o la suma de todas estas disciplinas, pues serán tus herramientas en el proceso de cambio y transformación. Nos hemos acostumbrado a escondernos para no sentir. Como dice Esther: “No esperes que el tiempo te cauterice”. ¿Qué quiere decir con esto? Si lo haces, corres el riesgo de inmortalizar ese dolor, darle un lugar en tu ser, la importancia de existir en ti. No tienes idea de la energía enorme que te llevará sostener su existencia, pues el dolor precisará de tu atención para existir y para ello robará lo más preciado en ti, tu energía vital.
¿Cómo comienzo a sanar? Puedo decirte que el comienzo está aquí y ahora. Comprometiéndote a iniciar tu viaje de transformación de la mano de Esther. En el transcurso del libro encontrarás momentos en los que precisarás pausar para procesar lo leído y sentir cómo resuena en ti. Tómate esa pausa con el libro en la mano, y vuelve a leer las páginas que más te han impactado. Allí habrás encontrado alguna clave para ti. Por otro lado, habrá momentos donde estarás con más motivación y ganas de tomar acción. Date permiso para fluir a tu propio ritmo. Anímate a seguir los ejercicios prácticos, pues si te quedas en un proceso racional, impactará solamente ese aspecto mental. Tal como menciona Esther, este proceso no es sencillo, requiere valentía. Con cada página que lees le abres la puerta a esas memorias para que salgan a la luz; y puede ser que no sepas qué hacer con ellas, pero confía en que tu lectura y tu práctica crearán fortaleza. Recibe esta guía con empatía y compasión en tu propio proceso de duelo, pues es el camino hacia tu propia reconstrucción.
Estás aquí, ahora, leyendo este libro en este momento porque estás buscando respuestas para tu corazón y, te digo algo, estás en el lugar indicado. Entonces anímate, suelta tus ideales, suelta los ruegos por volver a tu pasado, suelta la idea de que no puedes, de que te quedarás en soledad perpetua, suelta todo, todo, todo aquello que sea una piedra en tu camino. Ahora, entrégate al proceso de sanar tu corazón, para que renazcas, para que encuentres tu propia voz, tu pasión por la vida y quizás, por qué no, en un futuro no muy lejano tú seas quien inspire a otra persona a sanar el suyo.
Disfruta mucho este recorrido que Esther ha creado desde lo más profundo de su corazón para que te liberes y encuentres tu propia voz, tu propia forma de ser feliz.
Bienvenido, bienvenida a una gran aventura. Me siento muy honrada de presentar esta obra de arte para el corazón. ¡Gracias, Esther!
DRA. MARIA LAURA RAINER OMD
www.DrMLaura.com
IG @MariaLauraRainerAcupuncture
INTRODUCCIÓN
Mi historia es bastante larga, principalmente porque todavía continúa siendo contada. No obstante puedo decirte que el life coaching cambió mi vida por completo. El despertar-de mi propia conciencia hacia la realidad que vivo día a día me ha hecho ser quien soy hoy en todas y cada una de las áreas de mi vida.
Todo empezó a partir de una depresión profunda causada por la pérdida de una relación amorosa. El corazón roto me llevó a encontrar el tesoro más grande del mundo: a mí misma. Si estás comenzando este libro es muy posible que tú, como yo, estés enfrentando el dolor de un corazón roto; así que ¡bienvenida!, estás en el lugar correcto.
Notarás que en muchos fragmentos hablo en femenino; sin embargo, no es limitativo a mujeres. Este libro es para todo ser humano que esté pasando por el vacío que deja una decepción o fracaso amoroso. Confío en que el género de algunos adjetivos no evitará que toda persona que quiera sanar encuentre en estas páginas bálsamo para su corazón.
Este libro está dividido en dos partes poderosas que harán posible una gran transformación en ti:
Parte I: Lo peor que me ha pasado…
Tendrás que mirar hacia dentro para sanar y liberarte de confusiones, culpas y cargas que no te dejan avanzar. Aquello que tanto querías no fue y no será; es momento de sanar y sólo lo vas a lograr si te atreves a sentir. Yo iré contigo a cada paso, sólo necesito que seas valiente y que no te rajes cuando se trate de hacer los ejercicios prácticos. Este proceso requiere coraje porque vas a tener que sentir.
Parte II: … es lo mejor que me ha pasado
En esta parte experimentarás tu despertar de conciencia, desarrollarás una nueva forma de ver la vida, podrás reconciliarte contigo misma y mirar tu futuro como un lienzo en blanco donde tú y sólo tú serás la artista que diseñe intencionalmente su vida. Recuperarás tu poder y te reinventarás en quien siempre estuviste destinada a ser.
En estas páginas te dejo bien señalizados el mapa con los atajos y los callejones sin salida que he ido descubriendo durante los últimos ocho años. Mi misión es ayudarte, guiarte y compartirte valiosas lecciones, con toda la intención de que logres sanar tu corazón y recuperar tu autonomía mucho más rápido que yo.
Todas las historias que te cuento son para que las uses como espejo; saca el aprendizaje que hay detrás y aplícalo a tu propia historia.
Sé que el proceso puede ser pesado y es normal que te sientas en una montaña rusa de emociones; es por eso que preparé para ti recursos adicionales que podrás descargar gratis aquí:
www.estheriturralde.com/sindromedeuncorazonroto
Además, me encantaría que me etiquetes en redes sociales y me compartas tus reflexiones y experiencias mientras avanzas. Me encuentras fácilmente con mi nombre.
Con amor,
PARTE I
Lo peor que me
ha pasado…
1
LA IMPORTANCIA DE
SANAR TU CORAZÓN
Apenas nos estamos conociendo, y tal vez aún no me creas, pero entiendo perfecto cómo te sientes. Sé que es difícil de describir porque estás lidiando con un coctel de emociones, entre tristeza, melancolía, enojo, frustración, culpa y demás. Sé que te duele el corazón, y que quieres sanar, pero no sabes cómo. Yo en su momento tampoco lo sabía. Me sentía prisionera de las consecuencias de mis propias decisiones, no sabía para dónde correr. Pero no descansé hasta encontrar respuestas y la salida de una realidad que yo había creado y que no me gustaba.
Si estás aquí, sé que quieres sanar. Sin embargo, el proceso no va a ser sencillo. No será de un día a otro ni después de escuchar unas palabras mágicas. El proceso va a ser robusto y habrá mucha resistencia (es normal, a todos nos pasa). Así que primero que nada vamos a aclarar realmente por qué quieres sanar: eso te preparará para no claudicar.
¿Por qué es común sabotear el proceso cuando lo que más queremos en el mundo es sanar? ¡Porque nos aterra sentir!… Decimos que queremos sanar, pero en realidad nos conformamos con atajos o distracciones; en el camino estamos tentados a evadir las preguntas difíciles, los ejercicios que más nos retan, y terminamos dando más vueltas para postergar la llegada a la meta.
Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de sanar su propio corazón o de vivir con las repercusiones de seguir evadiendo sus emociones. Mi objetivo es que tomes el volante de tu vida y que vuelvas a ver el corto, mediano y largo plazo de tu futuro. Ya sé que quieres sanar, superar a tu “Ex” y regresar a sentirte “bien”, pero casi podría asegurar que hasta que no dimensiones el porqué de esta complicada labor (sanar) serás víctima de tu propio sabotaje.
Te digo esto con toda la empatía del mundo porque recuerdo —como si hubiera sido ayer— que yo, cuando estaba en el fondo más profundo, al mismo tiempo que quería sanar mi corazón, tenía comportamientos que demostraban todo lo contrario: me obsesionaba con recuerdos, me martirizaba con canciones y cartas, y me enredaba en conversaciones sobreanalizando el pasado o lo último que veía en redes sociales. En vez de sanar, me revolcaba en cinco centímetros de lodo. Entonces, si vas a sanar, tienes que saber por qué es sumamente importante y crucial para tu futuro; comprender la relevancia del viaje que inicias ayudará a que no lo abandones. Créeme, tu mente racional necesita todo esto: sólo al entender podemos empezar a soltar.
Quiero que sepas que te entiendo y para nada creo que estés exagerando. Todo lo que estás viviendo es muy doloroso, complejo y determinante para tu futuro; sin embargo, como estás profundamente lastimada, mirar hacia delante con optimismo resulta casi imposible.
El dolor de un corazón roto es real. Tristemente vivimos en un mundo que trivializa las consecuencias de un fracaso romántico: nos invita a superarlo de un día a otro, comer helado para sentirnos mejor, ahogar las penas en alcohol, salir con alguien de inmediato con la idea de que “un clavo saca otro clavo”, o sólo asumir que el tiempo sanará las heridas y un día —como un límite absurdo— nos diremos que “ya fue mucho tiempo como para seguir con lo mismo”.
Creo fielmente que no podemos empezar a hablar de un tema tan denso y largo sin que me gane tu confianza, por lo que te revelaré mi propia historia. Te la iré contando por partes para que la uses como espejo, porque aquí el personaje principal eres tú.
Para mí, sanar no era negociable: necesitaba hacerlo para seguir siendo Yo. Me sentía completamente perdida y no me quería quedar así; anhelaba regresar a mi “normalidad”, recuperar mi personalidad. La relación amorosa que me llevó a este punto duró cinco años, entre mis 25 y 30. En ese tiempo crucial se crearon un montón de códigos de significado respecto a mi valor y lo que me hacía especial. También, casi sin darme cuenta, hice un mapa mental de mi futuro, que partía de mis creencias en torno a lo que yo consideraba “merecer”. Entonces, al terminar aquella relación, sufrí debido al tremendo apego que le tenía al futuro que había imaginado, a mi identidad y, claro, también a mi Ex.
Quizá tú pasaste por una pérdida dolorosa hace tiempo y no has sanado por completo, o quizá tu herida está al rojo vivo y no sabes qué hacer o cómo salir adelante. Quiero decirte que no estás sola con tu dolor. Parece que sí, pero hay huellas en el camino: yo estuve ahí y gracias a Dios hoy puedo decir que
Lo peor que me ha pasado es lo mejor que me ha pasado.
Porque gracias a ello encontré mi verdadera vocación y ahora te puedo ayudar. Hoy tengo una conciencia despierta y estoy con el verdadero amor de mi vida.
Es muy importante que entiendas la dimensión del problema de un corazón roto y tengas claras las consecuencias. Mucha gente me escribe y me dice que no puede rehacer su vida a pesar de los años, que ha ido a terapias, psicólogos, psiquiatras, y, sin embargo, no logra salir del hoyo; constantemente pasa por bajones, recaídas o momentos durísimos de desvalorización y desamparo en los que su única opción es medicarse.
El trabajo de sanar un corazón es bastante vulnerable y los humanos nos resistimos mucho a sentirnos “mal”. El dolor de enfrentar nuestros miedos e inseguridades nos lleva a hacernos las tres preguntas automáticas de todo humano en sufrimiento: ¿Qué tan intenso puede llegar a sentirse esto? ¿Cuánto tiempo voy a estar sintiéndome así? ¿Podré sobrevivir? Y, como no tenemos respuesta, imaginamos lo peor, empezamos a tener comportamientos erráticos, desesperados, humillantes o tóxicos, bajo la lógica de que ya no tenemos nada más que perder, pero…
Siempre hay algo más que perder.
Si no le das importancia necesaria y no te atreves realmente a mirar hacia dentro y sanar todas tus heridas, corres el riesgo de pasar tus días sobreviviendo más que viviendo, perder el potencial amoroso de tu vida, ir de relación tóxica en relación tóxica por miedo a quedarte sola o permanecer en un estado de indiferencia y desconexión por miedo a que te vuelvan a lastimar.
Cuando tenemos miedo a sentir evadimos por todos los medios la confrontación con verdades, recuerdos y humillaciones vividas. Evadir es completamente normal; de hecho, es motivado por nuestro instinto de supervivencia. Mi mayor misión con este libro es que te vuelvas experta en lo contrario, que te atrevas a “sentir”.
El tiempo no sana
Si no hacemos nada por sanar y sólo dejamos que pasen las semanas, meses y años, el tiempo tan sólo terminará ocultando el polvo bajo la alfombra. El tiempo puede secar tus heridas y hacerte creer que duele menos o que ya no te afecta tanto… pero eso no quiere decir que hayas sanado; más bien refleja que has pasado tanto tiempo ahogando emociones densas dentro de ti que tu sistema nervioso se acostumbró a lidiar con ese estrés.
A todo nos podemos acostumbrar: también es un mecanismo de supervivencia. Pero piensa esto: cuando te preguntan “¿cómo estás?” y dices “bien”, no estás tomando conciencia de las emociones realmente presentes en ti; sólo estás considerando si te sientes como normalmente te sientes. Eso quiere decir que lo que cada quien describe como “bien” depende de lo que cada sistema nervioso haya normalizado. Quizá lo que para ti es “bien” para otras personas es “muy mal”. Puedes darte cuenta de que cada persona establece su normalidad a través de distintos niveles de tolerancia al dolor, rechazo, abandono, etcétera.
Aquí un escenario común que desgraciadamente suele considerarse un cliché: alguien que sabe que su pareja le es infiel desde hace años puede decir que está “bien”, pero también alguien que se acaba de enterar de la infidelidad de su pareja puede sentirse en completo abandono y decir que “se siente muy mal”.
Para explicar bien este punto te doy un ejemplo real. Una de mis clientas de coaching me narraba dinámicas de su matrimonio con un hombre sumamente narcisista y tóxico. Ella me decía, muy “sacada de onda”, que parecía que su esposo se quería divorciar (ahora sí). Sin lágrimas me contaba que él la agredía constantemente, le gritaba si estaba de mal humor, le ordenaba que se callara cuando ella intentaba poner un límite sano o decir algo que le parecía importante, le decía que estaba gorda, sometía a sus hijos por cualquier tontería y encima la acusaba con los líderes de la Iglesia por no respetarlo. Cabe mencionar que ella cubría todos los gastos de la casa y que todas las tarjetas de crédito que él usaba estaban a nombre de ella. Mientras yo identificaba rápidamente un claro abuso emocional y psicológico, ella, que no se quería divorciar de este hombre narcisista, me decía: “Lo bueno es que ya no me afecta”.
¡Pero por supuesto que la afectaba! Afectaba su día a día, su confianza personal, la relación con sus hijos, su economía, su salud… pero ya había pasado tanto tiempo que su sistema nervioso lo había normalizado. Eso no es ganancia, es alarmante. Me atrevo a decir que es mejor que el corazón roto “te duela mucho” a que deje de dolerte porque el tiempo ha logrado normalizarlo.
Podemos decir que con el paso del tiempo quizá el dolor baje, pero la resignación, el cinismo y la desesperanza seguirán presentes en tu vida; con la diferencia de que tu sistema nervioso lo habrá regulado haciéndote creer que estás “bien”. Te invito a que reflexiones y escuches a tu alma; yo solamente soy un vehículo para mostrarte lo que puede pasar, pero en realidad es tu alma la que con gritos desesperados te pide que cures las heridas desde su raíz.
¿Cómo sabrás que has sanado? La clave más importante para concluir que lo has hecho es que puedas ver hacia atrás sintiendo paz, que puedas recordar todo lo que hoy te llena de tristeza, melancolía, culpa o rabia, y simplemente sientas emociones neutras. No tienes que sentir nada especial; algunas personas llegan a sentir mucha gratitud o una versión diferente del amor que sentían, reconociendo al Ex como un maestro de vida. Si puedes sentirte indiferente ante lo vivido, quiere decir que lo has superado de verdad. Otro indicador sería que puedas ver al futuro sin miedo, siendo capaz de soñar con tus propias metas sin que sea por competencia o venganza.
Por otro lado, está clarísimo que no has sanado si cada vez que te enteras de algo de tu Ex sientes que alguien te patea en el estómago, si cuando es su cumpleaños o la fecha del aniversario te deprimes otra vez, si no te emociona el futuro o no tienes metas, o si logras estar bien por un tiempo, pero te dan bajones inesperados.
En mi caso hubo un periodo en que, a pesar de que me sentía mejor y estaba trabajando por salir adelante con la mejor intención, una parte dentro de mí no dejaba de competir con mi Ex. Quería desesperadamente que, por lo menos, después de tanto rechazo y experiencias desagradables, me fuera “mejor que a él”. Quizá era una especie de venganza, quizá quería que se arrepintiera para ahora rechazarlo yo, o quizá trataba de demostrarme a mí misma que no era tan desechable como alguna vez me sentí. Tuve que ser sumamente honesta para darme cuenta de que esto también era una señal de que no había sanado.
No dejes que el tiempo te cauterice
No estás sola en el proceso de entender la montaña rusa de emociones que viene con una decepción amorosa. Conforme vayas leyendo este libro y reflexiones en los escenarios que te voy a explicar, empezarás a sanar tus heridas porque se generará un proceso cognitivo y empático sumamente transformador que funcionará como “espejo y ventana” para tu caso particular.
- El espejo nos muestra cosas que no hemos visto: nos identificamos y dejamos de sentirnos solos, raros o dramáticos.
- La ventana nos muestra lo que es posible del otro lado de nuestras resistencias: si es posible para alguien más, también es posible para nosotros y podemos saltar a través de ella con ese valor contagiado.
Todo lo que te digo es porque yo misma pasé por un proceso de reinvención que inició con el deseo de sanar mi corazón roto. Conozco perfectamente y de primera mano el camino que lleva a sanar un corazón, no sólo por mis estudios de comportamiento humano o mi experiencia como life coach espiritual: lo que de verdad me da experiencia en este tema es que pasé por ahí, por esa vereda torcida, por el laberinto emocional por el cual transitamos las personas que sufrimos por una decepción amorosa. He padecido esa confusión, he rogado por regresar con mi Ex —a pesar de saber que mi relación me hacía daño—, he idealizado la dinámica tóxica de codependencia, he vivido la decadencia y el enfriamiento de una relación, me he peleado por detalles insignificantes y también por valores fundamentales, he odiado e idealizado a mi Ex, he intentado sacar un clavo con otro clavo, he tratado de chantajear sentimentalmente, me he humillado con tal de recibir migajas, he buscado consejo sin encontrar quién entienda lo que siento y he tenido noches de insomnio aterrorizada por la incertidumbre del futuro.
Me acuerdo perfecto de que en esos días le pedía a Dios: “Regrésame a mi Ex, acomoda todo en su lugar para que podamos estar juntos”, “No permitas que conozca a nadie más para que regrese a buscarme” o “Preséntame ya a esa persona mejor que tienes para mí”. La realidad es que los humanos anhelamos conectar, y la conexión de pareja es maravillosa y supervaliosa para nuestra vida; sin embargo, en mi camino me di cuenta de que para poder fluir con otra persona primero debemos fluir internamente, y cuando nos saltamos ese paso es cuando se genera todo tipo de expectativas y terminamos en una relación codependiente.
Ser codependiente no es necesariamente una característica tuya. Todos los humanos somos codependientes si no hacemos un esfuerzo intencional por no serlo. Es decir, ser codependiente es el común denominador. ¿Por qué? Porque todos crecimos y sufrimos diferentes heridas que forjaron nuestros miedos y nuestras inseguridades, y de ahí viene la idea de que “quizá haya algo malo en nosotros” y queremos llenar el hueco que sentimos dentro con la validación, la aceptación y el amor de alguien más.
La idea profunda de que quizá nosotros estamos dañados se refuerza con palabras, dinámicas o experiencias: si escuchaste alguna vez que eres muy dramática, si te han llamado emocional, exagerada, repetitiva, bipolar, etcétera, seguramente eso ha impactado tu autoestima; si te engañaron, te mintieron o te fueron infiel, seguramente afectaron tu confianza y tu amor propio; si han criticado tu físico o tu personalidad, seguramente dentro de ti crees que no eres suficiente.
Además, las heridas del rechazo amoroso refuerzan la profundidad de las heridas de la infancia; desde entonces arrastramos heridas superfuertes que se reafirman y confirman una y otra vez. Es importante aclarar que no me refiero a que tu infancia haya sido “buena” o “mala”, porque tooodos, todos, sufrimos heridas que nos hicieron generar códigos de significado negativos. Por el momento no vamos a ahondar en eso (lo haremos más adelante), pero es importante que sepas que todos —tú, yo y aun tu Ex— tenemos heridas que nos hacen crear máscaras y protectores. Actuamos con la inmadurez natural de un niño porque desde ahí creamos los códigos que dicen “inseguridad”, “vulnerabilidad”, “peligro”, “caos”, “huye o cambia para que te amen”…
Entonces cuando sufrimos una decepción amorosa hay un peligro gigante de perpetuar síntomas de depresión, tristeza, enojo, culpa, reproches, autoestima destruida, etcétera, y eso es superpeligroso para tu salud… Si batallas con inestabilidad emocional y generalmente te sientes con una frecuencia muy baja, tu sistema inmune se debilita y eres propensa a enfermedades crónicas como cáncer, hipertensión o diabetes.
Por otro lado, empiezas a torcer tu personalidad y a actuar diferente a tu esencia; muere tu vida social, tu sentido del humor, tu capacidad de resolver problemas, tu creatividad, tu ambición o tu amor propio. Y puedes caer en emociones o tendencias destructivas como ansiedad, depresión, ataques de pánico, insomnio, cansancio crónico, falta de energía o adicciones no sólo a las drogas o al alcohol, sino a cosas quizá más sutiles pero igual de peligrosas como el c