Don Quijote de la Mancha (Colección Alfaguara Clásicos)

José L. Giménez-Frontín
Miguel de Cervantes

Fragmento

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Prólogo
El camino de don Quijote

¿Quién no conoce al caballero don Quijote y su escudero Sancho Panza? No hace falta siquiera haber leído la famosa novela de Miguel de Cervantes. Si vemos dibujado a un jinete flaco con una barba como de chivo, vistiendo armadura y empuñando una lanza, cabalgando un caballo más flaco aún que él y seguido por un campesino rechoncho sobre un pequeño asno, todos —grandes y chicos— sabemos a quienes tenemos delante. Y si además se ven al fondo unos molinos para completar el cuadro…

Y es que don Quijote y Sancho se han escapado de las páginas del libro donde nacieron. A veces hay personajes literarios capaces de semejante travesura. Una novela, por grande que sea, se les hace pequeña y aspiran a correr mundo libremente, a inventarse su propio camino a través de las tierras y los siglos.

Y tú, aunque no hayas leído a Cervantes, ya sabes bastantes cosas de esa extraña pareja que forman el caballero andante y su escudero. Sabes que don Quijote estaba bastante chalado, que se creía invencible cuando en realidad solía acabar sus aventuras apaleado, que confundía a los molinos con gigantes y a las ovejas con un ejército enemigo, a pesar de las advertencias del sensato Sancho. Quizá incluso hayas oído hablar de Dulcinea, la dama de sus pensamientos, cuyo nombre veneraba casi como el de una diosa. ¡Ay de quien se atreviera a poner en duda delante de don Quijote la belleza de Dulcinea! Con su dama, el caballero no toleraba bromas…

A lo mejor crees que con todo eso que ya conoces sobre el personaje no te hace falta leer el libro de Cervantes. ¿Para qué molestarte, si ya te lo sabes? Pero te aseguro que estás equivocado. Si no lees la novela, te perderás muchas cosas buenas. Para empezar, otras peripecias del caballero andante y su escudero de las que no has oído hablar pero que son sumamente divertidas y extravagantes. Además escucharás hablar a don Quijote con Sancho y te darás cuenta de que sólo estaba loco para los asuntos de caballerías pero en todo lo demás estaba muy cuerdo y hasta era en cierto modo un sabio. En esas conversaciones aparece también algo muy bonito, incluso te diría que emocionante: el nacimiento de una amistad. Don Quijote y Sancho son dos personas sumamente diferentes, podríamos decir que opuestas en todo, tanto en lo físico como en lo intelectual (¡imagínate, don Quijote ha perdido la chaveta de tanto leer libros mientras que Sancho ni siquiera sabe leer!). Al principio están bastante distantes el uno del otro, no se entienden demasiado bien: el caballero manda y el rústico obedece, rezongando un poco a veces y nada más. Sin embargo, a lo largo de la novela van fraguándose entre ellos vínculos de compañerismo y de auténtica amistad, que no excluye algunas broncas (si los amigos no regañan de vez en cuando es que no son amigos, sólo conocidos). Sancho admira a don Quijote, a pesar de que le ve equivocarse, sufrir y fracasar; don Quijote siente un afecto casi paternal por Sancho, a pesar de su ignorancia, de sus modales groseros y de que a veces abusa de su confianza. Cervantes nos muestra que es importante que los hombres sean sabios y valientes, pero sobre todo que sean capaces de entablar amistad con otros, aunque sean distintos a ellos.

Esta novela es el viaje por el mundo de un hombre, don Quijote, con todas las debilidades físicas y flaquezas morales que tenemos los seres humanos. No es un superhéroe ni mucho menos, no tiene superpoderes para arreglar el mundo ni es tan listo que tenga la solución de todos los problemas que encuentra en su camino. Pero es noble y nunca cruel; no hace lo que le conviene para su provecho inmediato, sino lo que cree que es su deber; confía en la bondad de los demás, a pesar de ser engañado una y otra vez; y nunca se arruga ante los fuertes ni deja de proteger a quienes considera débiles o maltratados. Es verdad que hace muchos disparates, pero siempre con buena intención y nunca con malicia. Y, a fin de cuentas, ¿no es mantener a pesar de los pesares la buena intención en este mundo —en cualquier mundo, el de la época de don Quijote o el tuyo y el mío— el más limpio de los disparates, el único que uno puede estar satisfecho de cometer?

FERNANDO SAVATER

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