La contracultura en México (Edición de aniversario)

José Agustín

Fragmento

La contracultura en México

Después de 21 años, La contracultura en México, “sin embargo se mueve…”

Por Carlos Martínez Rentería

Parece que fue hace unos días cuando se presentó el libro La contracultura en México (noviembre de 1996), en el Foro Alicia, pues la esencia simbólica que nos convocó en esa ocasión sigue tan vigente como entonces, en primer lugar por la amistad con el maese José Agustín y en segundo por la complicidad de ser renegados ante la cultura institucional. Aquella noche compartimos la mesa con el autor de este volumen de 190 páginas llenas de salvajes historias de rebeldía, ingenuidad, incorrección, desmadre, lucidez, arte, literatura, drogas, punks, darketos, jipitecas, cholos, chavos banda, sexo y rockanroll. Pero sobre todo reivindicando la dignidad de no estar de acuerdo con “el poder” y la vigencia de esa entelequia que se llama “contracultura”.

El poeta Sergio Mondragón (quien acompañó a José Agustín en aquella mesa, además de Juan Tovar y quien esto escribe) recuerda así la presentación de La contracultura en México: “Fue al caer la noche, cuando presentamos la primera edición de este libro en la catedral del grafitti, aquel acogedor antro cuasi hoyo fonqui llamado Foro Alicia de la avenida Cuauhtémoc de la ciudad de México, atestado en esa ocasión de chavos lumpen y clase media además de uno que otro representante de la momiza alivianada, todos con nuestra chela en la mano y todos lectores y fans de José Agustín, con la tocada de rock pesado a cargo de Los Esquizitos, el AK-47, Fausto Arrellín y La Camerata Rupestre”.

Este comentario del fundador de El corno emplumado, emblemática revista bilingüe de finales de los años sesenta, fue escrito para el libro conmemorativo por los 10 años de La contracultura en México, publicado por la revista Generación y el Congreso de Contracultura (celebrado por el campus Lagos de Moreno de la Universidad de Guadalajara) en noviembre de 2006.

En ese mismo texto, Mondragón hace esta conclusión del mencionado libro: “Los variados protagonistas de la contracultura se proponen, sabiéndolo o no, con sus actitudes, sus canciones y sus poemas, llevar adelante el viejo sueño de Rimbaud, lanzado como profecía hace más de un siglo, ‘cambiar al hombre, transformar la sociedad’. Y una persistencia de la contracultura: las últimas frases de este rico ensayo están escritas en tiempo pasado, aunque se esté hablando de los días actuales y de lo que somos como sociedad en este momento, lo que le da al libro una culminación apocalíptica, un tono profético y una hondura que nos hace recordar a Ismael, el cronista del naufragio que es la novela Moby Dick y la insensata y frenética persecución que allí se narra de la ballena blanca, misma que, como dice su protagonista y que podemos igualmente aplicar a la contracultura, ésta no es otra cosa que una metáfora “de lo que es en nosotros eterno”.

Por mi parte, creo que son dos los aciertos que considero trascendentales de José Agustín (además de su siempre ágil prosa); por un lado su argumentación del porqué ubica a los pachucos como el punto de partida de la contracultura mexicana. Anota José Agustín: “El de los pachucos fue un fenómeno contracultural en varios aspectos: lo protagonizó gente joven y propuso un atuendo, caló, música y baile que lo identificaba. Repudió al sistema porque éste a su vez lo rechazaba, pero el nivel de conciencia de la rebelión era casi nulo y con gusto los pachucos se hubieran integrado al sistema de haber podido. Éste, sin embargo, se cerró para ellos y los reprimió lo más que pudo. Se trató de una rebelión instintiva, visceral, primitiva, aunque claro, encontró grandes incomprensiones”.

Y por otro lado, José Agustín tuvo la certeza de que la contracultura no fue sólo una época perdida en el pasado sino que su vigencia llega hasta nuestros días como una presencia siempre renovada y combativa: “por lo general, se tiende a relacionar a la contracultura con los movimientos de rebeldía juvenil de los años sesenta, quizá porque al sistema le gustaría restringir ese tipo de acontecimientos a un área específica del tiempo. Eso ocurrió una vez y nada más. Mientras más rápido lo olvidemos, mejor. Sin embargo, es evidente que las manifestaciones contraculturales se pueden rastrear desde mucho tiempo antes de los sesenta y continúan después en México y en numerosas partes del mundo”.

Y en otro párrafo preconiza: “A mediados de los noventa la contracultura en México había persistido casi cincuenta años, y todo indicaba que en el futuro inmediato, los inicios del nuevo milenio, continuaría presente…”. Y así ha sido.

También la apasionada y lúdica definición de contracultura es una invitación para clavarse en el tema y convertirse en un incondicional adepto de ella, como me ocurrió a mí. Escribe José Agustín: “En la contracultura el rechazo a la cultura institucional no se da a través de militancia política, ni de doctrinas ideológicas, sino que, muchas veces se da de una manera inconsciente, mostrando una profunda insatisfacción. Hay algo que no permite una realización plena. Algo, que anda muy mal, no deja ser. Eso es lo que expresa la canción “Satisfaction” de los Rolling Stones, que no por nada es un cuasi-himno en la contracultura y en la que por una cosa o la otra no se puede estar satisfecho”.

Con respecto a lo anterior, el científico Timothy Leary escribió lo siguiente en el prólogo al libro La contracultura a través de los tiempos (Anagrama), de Ken Goffman: “El objetivo de la contracultura es el poder de las ideas, de las imágenes y de la expresión artística, no la adquisición de poder político personal. Así, los partidos políticos minoritarios, alternativos y radicales no son contraculturales en sí mismos”.

Cuatro años después de la aparición del libro La contracultura en México, la revista Generación dedica un número especial a este tema, retomando la estafeta que sugiere José Agustín en su libro para continuar investigando y polemizando al respecto. En este número se incluyó el texto “Mis viajes por la contracultura”, en el que José Agustín reitera esta aclaración: “Por supuesto, yo no me siento el rey del underground, ni el padre de la contracultura, ni el mero cabezón de la Onda, ni nada por el estilo. Ésas son puras mamadas”, y sintetiza así la intención fundamental de La contracultura en México: “En realidad, es una invitación a reflexionar en el tema de la contracultura. No ignoro que existen otros puntos de vista al respecto y discutirlos serviría para afinar los conceptos, definir los linderos y considerar los temas centrales. También se podría considerar, quiénes sí y quiénes no han participado en la contracultura, y en qué nivel, lo cual sería definirla y, por supuesto, habría que seguir reflexionando sobre la incidencia que estos fenómenos han tenido en los procesos sociales y en la conformación de la naturaleza de la sociedad civil mexicana. Eso sí, estoy convencido de que, queriéndolo o no, la contracultura en México ha dejado efectos visibles, que

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