INTRODUCCIÓN
¿PARA QUÉ OTRO LIBRO
SOBRE PAREJAS?
Los seres humanos aprendemos a amar y a estar en pareja en nuestra familia a través de las historias y los sucesos vividos por las parejas y las familias de nuestros ancestros, y de los diversos modelos culturales de un contexto histórico determinado. Buscamos a otro para amarlo, ser amado y crear una familia. Sin embargo, la realidad a veces contradice nuestros deseos y podríamos llegar a sentirnos frustrados. Por esta razón, desde hace años me he dedicado a estudiar y enseñar sobre este tema, usando enfoques como la terapia familiar sistémica y de pareja,1 Core Energetics o Core Energética,2 y las constelaciones familiares.3
En mis talleres como terapeuta familiar y de pareja y en las Constelaciones Familiares, he adquirido una enriquecedora experiencia, la cual he volcado en este libro, dedicado a las parejas y a quienes buscan tener una. En él transmitiré y compartiré vivencias, temas y textos con el fin de que te sirvan como ayuda en tu propia relación de pareja o en tu trabajo como terapeuta de parejas.
Lo aquí plasmado seguramente te será útil no sólo para no cometer los mismos errores que algunos miembros de tu clan y otras personas cometieron, sino para vivir y mantener una relación de pareja estable, duradera y apasionada.
Recuerda: lo que uno percibe en el otro, es uno mismo.
Mi lugar en la pareja
Como muchas otras personas lo hacen, elegí a mi pareja desde la herida, desde un lugar de dolor. Como ya mencioné, nací a finales de la segunda Guerra Mundial de un padre originario del Imperio austrohúngaro y de una madre alemana que se enamoraron en la hermosa ciudad de Praga. A lo largo de sus primeros tres años de matrimonio, durante el embarazo de mi madre, en el momento de mi nacimiento y hasta que tuve unos dos años, se suscitaron múltiples ausencias de mi padre, y cuando tenía ocho meses de edad viví una separación de mi madre por varios meses. Esta herida producida en mi infancia me hizo creer que separación significaba “desaparición, vacío, muerte”, lo cual —como puedo ver hoy en retrospectiva— causó en mí un gran anhelo de cercanía y al mismo tiempo una desconfianza de que el otro pudiera irse, como “se fueron” papá y mamá en aquel entonces.
Como adulta, al buscar un compañero, esas heridas primarias y otras más producidas durante la infancia de la posguerra me llevaron a la repetición y a la recreación de las separaciones mencionadas a través de las de mis parejas, lo que generó el encuentro con dos cónyuges que no podían quedarse, o que yo “provocaba” que se fueran.
Las personas que eliges como pareja te obligan conscientemente a revivir las circunstancias que causaron ciertas heridas en tu infancia, y a ser partícipe en la recreación de las historias hasta que logras aprender y, tal vez, resolver y sanar esas heridas. De tal manera podrás al fin verte como adulto y reconocer al otro como un legítimo otro, con su historia, dificultades, diferencias e imperfecciones... y amarlo.
Cómo hablaban sobre el amor de pareja
en otros tiempos
Muchas enseñanzas espirituales antiguas hablan sobre el amor en pareja y la unión con lo divino. Los poetas árabes, basados en los conocimientos de los griegos clásicos, aseguraban que el amor sagrado disponía a una persona al despertar de la conciencia, al hecho de “recordarse a sí misma” en el acto de amar, para que así pudiera participar en la sabiduría y la voluntad de Dios. Según los sufíes, cualquier amor en este mundo es esencialmente divino; consideran que el amor en pareja es una experiencia liberadora que puede ser integrada fácilmente en el camino sufí de la contemplación y la acción.
En las enseñanzas islámicas antiguas, la relación entre un hombre y una mujer no puede separarse del amor a Dios, y su relación sexual está prescrita y regida por la ley divina. El matrimonio fue declarado sagrado por el profeta Mahoma porque constituía “la mitad de la religión”.
En el libro El collar de la paloma del alma,4 Ramón Mujica sostiene que la posición oficial de la Iglesia cristiana identificaba el placer sexual como pecado. Algunos autores cristianos del siglo XII confirman que Caritas o el espíritu divino “se manifiesta en el acto sexual y el placer de la procreación”. El beso, en ese sentido, es considerado el contacto más directo con el alma del amado, porque la boca y la nariz llevan la respiración que ha estado en contacto con la naturaleza y las fuerzas del alma. Esas enseñanzas hablan de mutualidad, mientras que los trovadores abandonaron el principio de la mutualidad y reciprocidad en el amor y optaron por el concepto de un amor platónico.
Muchas enseñanzas espirituales consideran el amor como una vía de conocimiento y aprendizaje, porque el deseo de unión con otro ser humano incluye la visión del camino espiritual que les da a las parejas un ámbito sagrado.
¿La pareja y la familia o la familia y la pareja?
Como el huevo y la gallina, ¿qué fue primero?
Desde los puntos de vista biológico, antropológico y sociológico, la pareja se contempla como la base para la creación de una nueva familia y la continuidad de la sociedad; procrea ciudadanos y trabajadores, y ayuda a la perpetuación de la especie humana. De la pareja nace la familia, y de las familias nacen nuevas parejas; donde hay una pareja nueva, se necesitan dos familias de origen. De ahí que las dos instituciones son las que organizan la sociedad al mismo tiempo.
En el libro Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, Lévi-Strauss5 señala que la vida familiar es un fenómeno común en muchas culturas, generalmente conformada por dos personas de diferente sexo. Las parejas suelen unirse en un matrimonio legal o en la convivencia de la unión libre, con el propósito principal de procrear hijos biológicos. También hay parejas que adoptan hijos de la familia extensa, con quienes existe un vínculo sanguíneo, o de otros padres biológicos, conocidos o no, que no pueden hacerse cargo de ellos.
El autor escribe que cada familia “tiene su origen en el matrimonio, está formada por el marido, la esposa y los hijos nacidos del mismo; los miembros de la familia están unidos por lazos legales, derechos y obligaciones económicos, religiosos y de otro tipo, y por una red precisa de derechos y prohibiciones sexuales, más una cantidad variable y diversificada de sentimientos psicológicos tales como amor, afecto, respeto, temor...” Menciona que en muchas culturas el matrimonio es considerado como un estado más conveniente que el celibato y que un soltero es un “medio ser humano”.
Durante la Revolución industrial, entre los obreros, la edad para contraer matrimonio se extendió, ya que los padres intentaban conservar junto a ellos, el mayor tiempo posible, a la muy apreciada fuerza de trabajo del joven adulto. Las mujeres trabajaban, las abuelas cuidaban a los niños, los matrimonios entre los más pobres eran reducidos y, en cambio, abundaban las uniones ilegítimas.
En la familia burguesa del siglo XIX, marido y mujer ocupaban una importante posición: el matrimonio era la asociación de dos fuentes de capital y objeto de estrategias patrimoniales complejas donde las mujeres se retiraban para consagrarse tanto a la educación de sus hijos como al desarrollo de las relaciones sociales. De ahí surgió la idea de que el lugar “natural” de la mujer está en el hogar.
En la modernidad se han suscitado cambios respecto del matrimonio definidos por la ley: se encuentra en retroceso en los países de Europa occidental y de América del Norte; aumenta el número de divorcios, incluso en las parejas jóvenes; abundan los casos de segundas, terceras y subsecuentes nupcias en donde las personas involucradas conocen a sucesivos compañeros legales; la cohabitación, temporal o duradera, incluso entre los adultos jóvenes, gana terreno, y en ciertos países la actividad profesional femenina toma ventaja. Muchas personas viven en unión libre, y después de un determinado tiempo tienen los mismos derechos y obligaciones ante la ley que los matrimonios legalizados. También son cada vez más aceptados de manera oficial los matrimonios del mismo sexo.
Las relaciones de pareja se están transformando; ahora se sustentan en un ideal romántico del amor aparentemente libre de los condicionamientos económicos que influían en su unión, símbolo de la libertad individual que se disfruta en las sociedades occidentales. También hay uniones por conveniencia: un hombre y una mujer establecen relaciones y deciden compartir su vida durante un tiempo indeterminado, a veces por conveniencia fiscal o migratoria, o en casos extremos para conseguir un departamento o ahorrarse una renta.
Si bien es cierto que el modelo tradicional de pareja parece estar en crisis, la familia, en tanto que institución que une generaciones, sigue siendo sólida y creadora de una red en la que circulan gran cantidad de bienes, servicios e informaciones cuya calidad es determinante para la vida en común. Asimismo, se está retornando a la modalidad llamada “familia extensa”, en la cual tres generaciones viven juntas, aunque no necesariamente convivan bajo el mismo techo, pero sí se encuentran muy cerca unas de otras. Debido al aumento en la longevidad de los padres, éstos se convierten en abuelos y en un apoyo emocional para los nietos, brindándoles ayuda cotidiana cuando el joven matrimonio trabaja. Además, cuando están en condiciones de hacerlo, son fuente de sostén financiero para sus hijos, y también los hijos se hacen cargo posteriormente de sus padres ancianos. De tal forma, las tres generaciones empiezan a convivir más de cerca.
Las parejas y las familias, sistemas abiertos y vivos a los cuales se entra básicamente por nacimiento o por matrimonio, y cuyas causas de salida son el divorcio y la muerte, obedecen a determinadas leyes. Toda familia tiene una estructura organizada; es decir, existe un orden respecto a los subsistemas que la componen y vive en un determinado tiempo psicológico, social y económico, lo cual le da también una cierta cultura e historia en un espacio geográfico determinado. Debido a estas entradas y salidas, y a los eventos vividos por cada familia y su evolución, las parejas y las familias están en constante movimiento.
Por lo general, el desequilibrio y la crisis como factores necesarios para el cambio conducen al individuo a un estado impredecible y azaroso que muchas veces se vive como un caos. De ese desorden, crisis o caos en la familia y en la pareja, surge un nuevo orden en un nivel más complejo.
Por esta razón, para poder ejemplificar las problemáticas familiares que pueden darse por esos desequilibrios o crisis, incluyo modelos de constelaciones familiares a lo largo del libro para que puedas ver las soluciones, las propuestas o el análisis dado y tengas la oportunidad de comprenderte y comprender tus relaciones de pareja.
Mónica: “Quiero dejar la soltería”
M. me dice: “Quiero soltar a mi padre, él ha sido todo para mí, realmente no sé quién soy sin él, pero ya quiero tener un hombre en mi vida”. Le indico que coloque a una persona que la represente y ésta empieza a tambalearse. Le pido que elija a alguien que juegue el papel de su padre; lo pone frente a su propia representante, quien en ese momento deja de balancearse. Después, la representante se acerca curiosa y se aleja del padre; se balancea para detenerse nuevamente y se queda muy cerca de él, del lado izquierdo, que es también el lugar de la pareja.
Ante mis indicaciones, desde donde está pronuncia la siguiente frase: “Papá, no sé quién soy sin ti y estaré contigo hasta que la muerte nos separe”. M. la repite sin tomar conciencia de lo que dice; es el voto entre los esposos.
Ahora le pido a M. que coloque a un prospecto, un futuro hombre en su vida. Lo pone cerca del padre, ligeramente atrás. M. sigue moviéndose hacia atrás, alejándose del padre. En la medida que se retira del padre, lo hace también del hombre. Luego regresa, pero al final se queda cerca del padre, sin siquiera mirar al prospecto. Dice que ya no puede moverse y no sabe qué va a ser de ella sin su padre.
Pasados unos momentos, entra una representante de la madre y se acerca a M. Se miran, quedan como congeladas, pero poco a poco M. logra moverse. Llorando, avanza lentamente hacia la madre y la abraza.
Le pregunto al prospecto si percibió algún cambio al llegar la madre; él contesta que tiene deseos de acercarse a M. Le pregunto a ésta: “¿Ya sabes quién eres?”, a lo que, abrazada fuertemente a su madre, responde: “La hija de mi madre y también de mi padre”.
Es probable que algo en el pasado del padre esté provocando que la hija sienta la necesidad de estar tan cerca de él. No siempre es necesario conocer el pasado de un progenitor, ya que éste puede inferirse desde el representante o por la forma como un hijo se comporta en relación con él. En las constelaciones hemos observado que el representante que entra al “campo” (el espacio donde ocurre la constelación) está conectado dentro de ese espa