Masiosare, nuestro extraño enemigo (Los mitos que nos dieron traumas 2)

Juan Miguel Zunzunegui

Fragmento

Masiosare, nuestro extraño enemigo

NOSOTROS LOS POBRES: EL MITO DEL PUEBLO BUENO

El culpable de la desgracia de México no podría ser el pueblo, siempre tan bueno y noble. Qué buenos somos los mexicanos y cómo nos encanta repetir eso. Somos honestos y trabajadores, tenemos grandes valores y tradiciones hermosas. Somos pobres pero honrados y consentidos de la virgencita; grandes creyentes en un país siempre fiel. Somos bailadores y cantadores, siempre generosos y siempre solidarios.

Somos un maravilloso y gran pueblo que vive de la chingada por culpa de una serie de factores ajenos a nuestra inocencia. Ya sabemos que nos jodieron los gachupines y los gringos, que nos saquean los extranjeros, que conspiran árbitros y jueces, que no era penal. Todo lo hacemos bien, pero todo nos sale mal.

Después de que los gachupines nos conquistaron y saquearon durante 300 años comenzó la verdadera rapiña: nos invadieron los franceses, los gringos y otra vez los franceses, ahora con un emperador austriaco traído con mentiras por los mexicanos.

Fuimos grandes pero nos conquistó el desgraciado de Cortés. Éramos libres y con futuro, pero el méndigo de Santa Anna vendió la mitad deshabitada del país; éramos una gran república liberal pero el cabrón de don Porfirio se hizo dictador. Tuvimos una gloriosa revolución social, pero… pero… pero nadie sabe muy bien qué pasó después. Luchamos por la democracia, pero nos sometió el PRI; podíamos ser ricos pero nos lo impidieron los pinches gringos. Votamos por Fox, pero el maldito no hizo el cambio… como Mejía Barón cuando, sólo por joder, a México o a Hugo, da igual, tampoco hizo los cambios.

Nosotros los pobres, tan inocentes… pero ustedes los ricos, tan cabrones, como evidencian las canciones y las telenovelas.

Nosotros el pueblo, tan bueno… pero el maldito gobierno siempre tan malo. Una democracia donde el gobierno, así de ladrón, mañoso y corrupto, evidentemente llegó de otro planeta, porque sería imposible que surgiera de un pueblo tan bueno.

El gobierno cínico y ratero, los políticos corruptos, los partidos avorazados, los burócratas huevones, los ricos tan abusivos, los intelectuales tan arrogantes, los nacos tan malandros, los mirreyes tan insensibles, los banqueros tan ladrones, los partidos tan coludidos, los empresarios tan ambiciosos, el pueblo tan apático, los sindicatos tan mafiosos, los cárteles tan violentos…

… Qué raro; de dónde saldrá tanto delincuente en un país tan noble, habitado por un pueblo tan bueno y piadoso.

El amanecer de 2017 llegó con una decisión huérfana, ya que al final nadie se adjudicó su paternidad: el gasolinazo. Los méndigos, desgraciados y malditos de nuestros gobernantes, que llegaron de Marte —pues sería imposible que la democracia los extrajera de un pueblo tan bueno y noble—, nos endilgaron otra medida más para seguir saqueando al pueblo, que como no está unido sigue siendo vencido diariamente.

Con petróleo que, según la leyenda patriotera, es de todos los mexicanos, el gobierno nos dio el feliz Año Nuevo con un alza al precio de 40% por vía de los impuestos, que definitivamente no son de todos los mexicanos, ni para pagarlos ni para disfrutarlos.

El pueblo se encabronó, no era para menos, por otro abuso más, de uno de los gobiernos más abusivos, que ha dado uno de los partidos políticos más abusivos en un pueblo que, según el mito que hace de sí mismo, no es abusivo.

La indignación contra el gobierno era totalmente justificada… así que en algunos puntos del país, parte del pueblo salió a las calles a entregarse al saqueo de tiendas de abarrotes, supermercados y almacenes… ninguno de ellos, por cierto, propiedad del gobierno, sino de otros elementos del mentado pueblo.

A primera impresión, el pueblo, enojado con el gobierno, se desquitó con el pueblo. De inmediato surgió la versión aclaratoria: el gobierno, siempre tan cabrón y tan marciano, había contratado a saqueadores para dar la imagen de que el bueno del pueblo no era tan bueno y debía ser reprimido. El pueblo de México es inocente: el saqueo lo hicieron alborotadores pagados, originarios de… vaya, de México, al parecer.

El bueno del pueblo se encabrona con el malo del gobierno, y sale a las calles a chingarse al pueblo. No es la primera vez en nuestra historia que ocurre algo similar. De hecho, la primera vez ocurrió nada más y nada menos que en la primera elección democrática de la historia del país, en 1829. Primera elección que nos trajo al primer candidato derrotado que no aceptó su derrota, levantó al bueno del pueblo en armas y dio el primer golpe de Estado de nuestra historia.

En 1821 Iturbide obtuvo la independencia y fue aclamado por el pueblo, en 1822 fue vitoreado como emperador por el pueblo, y en 1823 fue derrocado por Guadalupe Victoria y Santa Anna… con apoyo del pueblo. En 1824 se juntó el primer congreso que proclamó la primera constitución, en la que se establece a México como una república federal con un sistema presidencial de periodos de cuatro años. Ese congreso eligió a Guadalupe Victoria como primer presidente de México… fue el único que terminó su mandato en los siguientes treinta años.

Durante su presidencia, el embajador gringo en México, Joel Poinsett, creó en nuestro país la Logia Masónica del rito de York y la Logia Masónica el rito escocés, ambas dependientes de la Gran Logia de Filadelfia, de la que casualmente Poinsett era gran maestro. Sin entrar ahora en detalles sobre la masonería, es suficiente saber que las logias eran los partidos políticos de entonces.

Para la elección de 1828 había varios candidatos, dos de ellos muy valientes y antiguos insurgentes, pero casi analfabetas: Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, líderes de las respectivas logias. Ante este panorama, en que, sin importar quien ganara, quedaría bajo la influencia del embajador estadounidense, Victoria colocó a otro candidato: su ministro de guerra, Manuel Gómez Pedraza.

La elección se llevó a cabo, Gómez Pedraza ganó, Guerrero desconoció el resultado, y aunque Victoria lo invitó a aceptar la decisión y mantener la paz, el antiguo insurgente, con apoyo de algunos militares como José María Lobato, algunos políticos como Lorenzo de Zavala, algunos intrigosos como Santa Anna, y el respaldo del embajador gringo, desconoció los resultados y comenzó a buscar el poder por la vía de las armas.

El 30 de noviembre de 1828, con un gobierno y un congreso temeroso (hay cosas que no cambian), y ya que no se anunciaba un ganador, José María Lobato comenzó un levantamiento en nombre de Guerrero.

Entonces la multitud, el pueblo bueno, salió a las calles a protestar, hoy como entonces sin saber muy bien por qué, y ya entrados en gastos saquearon los comercios del Zócalo y el cercano mercado del Parián, que era como la central de abastos de entonces. El grito de guerra, el lema legitimador, el cántico heroico del bueno del pueblo, entregado al saqueo, era: “Viva Guerrero, viva Lobato, y viva lo que arrebato”.

Dos décadas atrás, el bueno del pueblo que seguía a Hidalgo había come

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