Pánico

James Ellroy

Fragmento

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CELDA 2607

Penal Penitencia
Galería de los rompevidas irreflexivos
Purgatorio de los pervertidos
16/7/2020

He pasado veintiocho años en este puto rincón del infierno. Ahora me dicen que si rememoro mis malandanzas y las escribo, podré salir de aquí.

Resulta que todas esas gilipolleces de la religión que desdeñé y desobedecí son verdad. Hay Cielo para la buena gente, Infierno para los monstruosamente maaaaaalos. Hay Purgatorio para los individuos como yo: canallas cáusticos que capitalizaron un sistema sicótico y causaron catástrofes. He ardido en la pira de mis pecados durante dos décadas largas. He revivido mi vida terrena con distópico detalle. Ahora mis sagaces celadores tantean un trato:

Deja constancia de tus amargas andanzas. Vocea la verdad, victorioso. Cuélate en el Cielo, y coloca ese colofón.

Muchacho, es hora de CONFESAR.

El Purgatorio es un pedazo de mierda. Has de cargar con el cuerpo que tenías en la Tierra al morir. Te sirven solo comida de avión de clase turista. No hay prive, ni sabrosas intrigas, ni mujeres magnéticas. Las víctimas violadas se dejan caer por mi celda. Me recuerdan mis muchas maldades y me hincan atizadores al rojo vivo. Garbosos gays descienden en picado desde el Cielo y me reprochan que los sacara del armario en los homófobos años cincuenta. Era mi trabajo. Tendía trampas a famosos de reputación turbia y a políticos papanatas, y les daba por el culo en Confidential. Vendí mi alma a esa arrabalera revista. Ahora, me AVERGÜENZO abyectamente.

¿Y qué?

La vergüenza es para perdedores pichafloja. La confesión acalla la conciencia cerril y la arrastra hacia la rectitud de la redención. Escucha mi sentida súplica, oh, atento mundo mío:

¡¡¡¡¡Sacadme de aquí de una puta vez!!!!!

Mis celadores me han proveído de papel y pluma. Han recopilado una colección completa de Confidential. Mis sinapsis saltan ante un sinfín de retorcidos recuerdos. Freddy Otash, 1922-1992. Soy un poli corrupto, un detective privado, un chantajista chanchullero. Soy un deus ex machina demoníaco de mis trasegados tiempos. Soy el Cancerbero que tuvo cautivo a Hollywood. Soy el conocedor de tórridos secretos sexuales que vosotros los insufribles terrícolas queréis oír.

Confidential fue la precursora del infantil internet. Nuestro chismorreo a chorros era repugnantemente real. ¿Y qué decir de los blogueros de hoy, los muy baladrones, y de sus trapaceros textos? Tipejos timoratos todos ellos. Dimos estopa a los estudios de cine. Cargamos contra los capitostes. Dispensamos disgustos a diestra y siniestra. Vampirizamos el país con nuestro voyerismo y lo tuvimos enganchado a esa delirante diarrea. NOSOTROS CREAMOS LA ACTUAL CULTURA MEDIÁTICA DEL COTILLEO. Nosotros desarrollamos disparatadamente un estilo escabroso y lo convertimos en nuestra seña de identidad.

Es el léxico de la verdad lisa y llana. Es el diálogo de los dimes y diretes. Es la difamación deleznable y la emoción de la amenaza. Pienso y escribo por medio de la aliteración algorítmica. El lenguaje debe levantar el látigo y lacerar. El lenguaje libera a la vez que ofende. Eso me lo enseñó Confidential. Con mi confesión, este desconcertante dialecto os dividirá en dos. Oídme, capullos, existen el Pecado y la Expiación, no hay nada más.

El Purgatorio es una proposición punitiva. Ayer vino a atormentarme Montgomery Clift. Confidential lo bautizó «el Liliputiense Lila» y «la Princesa Rabocorto». A Monty lo siguió JFK. Yo delaté su drogadicción y su febril fulaneo. A continuación me impuso penitencia Marilyn Monroe. Marilyn tocaba la flauta. Hacía el francés a farmacéuticos corruptos, XXX-exclusiva. Ellos a cambio le despachaban nocivo nembutal. A lo mejor debería haberme callado el cotilleo… pero ¡¡¡¡¡me amparaba la Primera Enmienda!!!!!

Tengo sed de sinceridad y me reconcomen los recuerdos. Me siento revitalizado y renacido. Mi desquiciado deambular por los derroteros de la memoria empieza AHORA.

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NATE & AL’S DELI

Beverly Hills
14/8/92

—En el 51 yo trabajaba en la Brigada Antivicio de Holly­wood. Se nos informó de un picadero que operaba en un chabolo de Villa Elaine. Me planté allí en un pispás.

Nos hemos arrellanado en mi reservado. He ahí a mi público: cuatro gerifaltes del mundo del espectáculo en peor estado que yo. Andadores, bastones y botellas de oxígeno obstruyen los pasillos hasta la cocina. Freddy O. el Frenético ante sus admiradores.

Es a finales del verano, año 92. He cumplido los setenta y estoy de puta peeeeena. He consumido whisky a carretadas y succionado tres paquetes de tabaco diarios desde que vi la luz del sol. Tengo enfisema y la patata cascada. Mi afán es llegar a los ochenta. Es una posibilidad lunarmente remota.

Sol Sidell dijo:

—Ve al grano, Freddy. Te acercaste al picadero, y entonces ¿qué?

Sol el Sicalíptico. Con debilidad por las menores desde que vino al mundo. Producía pelis playeras en lo soberbios sesenta. Lo saqué de un pozo de mierda, allá por el 66. Estaba engrifado hasta las cejas y se trajinaba a dos lolitas.

—Vale —dije—, me acerqué al chabolo y eché un ojo por una ventana lateral. Joder, he ahí a Sam Spiegel, el fulano que produjo Lawrence de Arabia y El puente sobre el río Kwai. Estaba comiéndole el chocho a una nena de ciento cincuenta kilos. Eso era un problema gordo, allá por el 51. Le dije, Sambo, esto tiene un precio. Tú eliges: el descrédito o una donación mensual al fondo para la jubilación de Fred Otash.

Mis compinches prorrumpieron en risotadas. Me sumergí en mi sándwich Reuben y sentí una penetrante punzada en el pecho. Le di al digitalín. Vi a Jules Slotnick succionar de su mascarilla de oxígeno y encender un Camel Light. Julie producía rimbombantes bodrios sobre la lucha del campesinado. La Culpabilidad del Capitalista, podríamos llamarlo. Conminaba a sus criadas a mamársela. Retenía sus tarjetas verdes como salvaguardia contra su renuencia a bajarse al pilón a diario.

Sid Resnick dijo:

—Cuéntanos otra, Freddy.

El Gran Sid era el Hombre Herido de Holocausto. Producía infradocumentales para la televisión islámica. Era el Rey de los Cazagorditas. Le molaban muuucho.

Me exprimí los entresijos endocraneales en busca de una anécdota. Dos gays entrados en años se pasearon junto al reservado. Eso me sirvió de inspiración.

Los señalé.

—Una vez, allá por el 56, me llegó el soplo de una fiesta de pijamas solo para hombres. Pagué a unos chicos duros del Departamento de Policía de Los Ángeles, y me llevé la cámara. Aquellos gachós se habían montado un quinteto con Rock Hudson, Sal Mineo y un fulano con descomunales quistes acneicos. Confidential redactó la nota. La Universal me pagó diez de los grandes por dejar al Gran Rock fuera del artículo.

Las risotadas resonaron y rerresonaron en el reservado. Julie Slotnick boqueó, falto de aire. Al Wexler escup

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