La sangre desconocida

Vicente Alfonso

Fragmento

La sangre desconocida

Nada es tan difícil de limpiar como la sangre. Tras casi cuarenta años, las manchas persisten en el cartel que se ha vuelto quebradizo. El encabezado, compuesto en mayúsculas, se limita a una palabra: CRIMINALES. Debajo aparecen veinticuatro caras jóvenes, la mayoría identificadas por nombre y apellido, otras por sus apodos: el Flaco, la Chapis, el Güero. Algunos usan lentes, llevan bigote o cabello largo. Pero las imágenes son pobres, los rasgos confusos. Sombras, manchas y defectos de impresión hacen del cartel una galería de fantasmas. En letras más pequeñas, una leyenda aclara que los perseguidos son comunistas, miembros de la Liga 23 de Septiembre, pero también son delincuentes comunes: autores de asesinatos, secuestros, asaltos. «Hacen una vida aparentemente normal, podrían ser tus vecinos. Denúncialos.» Así, el aviso publicado el 20 de junio de 1976 es también una lista negra, pues en los siguientes meses casi todos esos jóvenes fueron encarcelados, asesinados o desaparecidos. Abajo y a la izquierda aparece la muchacha identificada como Amparo. Su expediente confirma que las autoridades comenzaron a buscarla en enero de 1976, cuando se le atribuyeron las muertes de dos policías durante un operativo que permitió la fuga de siete reclusos del penal de Oblatos. Además de esas ejecuciones, los cargos que se le imputan son conspiración, acopio de armas, asociación delictuosa e incitación a la rebelión. El legajo de veintiocho páginas confirma que sabía disparar y la cataloga como una delincuente de alta peligrosidad. Se le describe como «un elemento atípico». Eso es verdad, Amparo era inusual.

No sólo el cartel está manchado de sangre, también lo está el vestido que Mamá Flor guarda como recuerdo de su hija. Una prenda vieja, armada con retazos de muy distintas texturas y colores, que Amparo traía puesta la última vez que subió a Arroyo Oscuro. Cuando la muchacha no volvió, Mamá Flor intentó lavarlo y remendarlo. Pero nada es tan difícil de limpiar como la sangre.

La sangre desconocida

En los caminos del sur: Fabián

4 de septiembre de 2019,

Ciudad de México

Fernanda, mi esposa, tenía razón: para documentar el día a día de nuestra época más turbia debí esforzarme en tomar notas, registrar los contrastes del entorno, transcribir conversaciones. El problema era que, tras casi dos años viviendo en Chilpancingo, yo aún no entendía lo que pasaba. Va te faire foutre!, me dijo un día, y así me dejó claro que para ella yo jamás llegaría a ser un escritor. Es cierto que llevaba semanas de no trabajar en mi novela. Mi último intento había sido estructurarla a partir de pequeños fragmentos que se iban entreverando en tres hilos muy distintos que terminarían por amarrar. Visto así, más que un relato, mi libro era un textil. Un tejido. De haber tomado notas, al menos podría reconstruir las palabras con que Mamá Flor suplicó que le ayudáramos a buscar a Amparo, su hija desaparecida, esa que los soldados habían detenido en un retén. O podría describir con mayor precisión los métodos con los que el Grupo Sangre torturaba a los campesinos de Arroyo Oscuro. Y sin embargo, hoy tengo que resignarme a escribir versiones pálidas de esos pasajes.

Las noticias llegaron cuando menos lo esperaba. Tenía al menos catorce meses de haber vuelto de Chilpancingo a la Ciudad de México y tres de haber conseguido un nuevo empleo cuando, una tarde en que redactaba una nota sobre el boom de los créditos hipotecarios, sonó mi celular y una voz impersonal preguntó por mí.

—Diga.

—Llamo de parte de la señorita Viury García. Quiere hablar con usted.

Quisiera escribir que le exigí al hombre que se identificara, que colgué, que pensé algo. Pero no pude decir nada.

—¿Señor Fabián Gómez? —insistió la voz—. Soy Manny Durán, abogado penalista, represento a la señorita Viury García. Estamos interesados en hablar con usted.

Un bip bip indicó que a mi teléfono se le agotaba la pila. Yo seguía con la boca seca y pensando en colgar. Pero el hombre insistía.

—Escuche, la señorita García ha sido detenida en San Ysidro, pasando la frontera. Su testimonio sería de mucha importancia para la defensa…

Viury. Viury García. A mi memoria vino su voz gangosa: Vergüenza es robar y que te cachen. Mientras el hombre hablaba, en mi cabeza surgían imágenes de la última vez que la vi: estábamos en Arroyo Oscuro porque su abuela había muerto dos días antes. En lugar de sus playeras negras con estampados roqueros, la muchacha se había puesto un vestido viejo hecho con retazos de distintos colores y texturas. Muy vintage. Le sentaba bien. Viury me contó entonces que ese vestido y un morral con libros viejos eran lo único que Mamá Flor conservaba de Amparo, su hija desaparecida. Pasamos el resto de la tarde empacando las pocas pertenencias de la anciana. En mi cabeza flotaba una pregunta que me daba miedo hacer. Al día siguiente, muy temprano, abordamos juntos el autobús para bajar a Atoyac. El silencio de la madrugada era como el de tantos otros puntos de la sierra: salpicado de ladridos, gallos, cigarras. El vehículo hacía paradas, gente subía y bajaba: campesinos con huacales llenos de mangos, mujeres con bolsas, estudiantes. En las sombras me pareció ver que las manos de Viury temblaban. Asumí que estaba nerviosa y pretendía disimularlo. Le dije que estaba dispuesto a dejar a mi esposa si ella aceptaba vivir conmigo. Dijo que sí. En algún momento se quedó dormida mientras el camión se internaba por el camino, el motor roncando en la niebla. Yo también me dormí. Cuando desperté, cuarenta minutos más tarde, Viury ya no estaba.

—¿Mr. Gómez? Are you listenin’? —insistió el abogado en el teléfono.

—No. No tengo nada que hablar con ella.

Tras otro bip bip, el abogado dijo algo que me hizo comprender que, aunque me esforzara en sorprenderla, para Viury yo siempre sería predecible. Porque planteó una oferta que sólo podía provenir de ella:

—Escuche, Fabián: si colabora con nosotros, mi cliente puede decirles a su esposa y a usted qué hizo con el bebé.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos