¡No desconectes el internet!

Kat Quezada

Fragmento

¡No desconectes el internet!

2

Ladrón de wifi

Cuando las manecillas marcaron las once y media de la noche, Dean cruzó la puerta principal de su casa. No hubo necesidad de salir a hurtadillas. Él seguía pensando en Laila y en que la perdería si la dejaba en “visto”. Tenía que recuperar la señal de internet a como diera lugar, era una situación de vida o muerte… según su parecer.

El cielo estaba despejado, el sitio estaba en completo silencio, por lo que no sería buena idea tocar el timbre de la residencia de los Carter, despertaría a la familia y él sólo quería hablar con ella, no con sus padres.

Alzó la vista y vio el balcón de Nicole, lanzó algunas piedras a su ventana, pero no funcionó, la chica dormía como tronco. Decidió trepar por la enredadera de la casa y se desplazó por el descanso del tejado, llegó a la ventana de Nicole y golpeó suavemente, pero ella no contestó.

Al poco tiempo se desesperó y aporreó estrepitosamente el vidrio, pero continuó sin recibir respuesta.

—¡Nicole, con un demonio, abre la ventana! —gritó y sintió un frío recorrer su espalda. ¿Había llamado a un ser oscuro? La luz de la habitación se encendió y olvidó esos pensamientos de terror.

La chica, adormilada, se dirigió al cristal y corrió la cortina. Dean hizo un ademán para indicarle que abriera la ventana y ella accedió con un movimiento automático.

—¿Quién eres y qué quieres? —pronunció Nicole de manera extraña, pues llevaba un aparato de dientes para dormir; también tenía su corto cabello alborotado y pronunciadas ojeras.

—¿Desde cuándo usas aparatos? —susurró Dean, olvidándose del tema que lo impulsaba—. Tus dientes están perfectos, tienes “sonrisa Colgate”.

La chica cerró la ventana, había apagado la televisión desde hacía una hora porque no quería escuchar más comerciales baratos.

—¡Qué maleducada! —gritó Dean, y su vecina reabrió la ventana—. Te estoy haciendo un cumplido y reaccionas de esa manera. Caes mal: lo tienes todo y ni siquiera te has puesto a pensar en ello, no sabes cómo son las vidas de los demás, te das el lujo de hacer lo que quieras cuando quieras, deja de ser tan egoísta…

—Ey, basta —reclamó Nicole más confundida que dormida—. ¿De qué estás hablando?

—Que yo creía en ti. Todos dicen que eres seca, fría y lo que se le parezca, pero te conozco desde el jardín de niños, y eras tierna, bondadosa y amable; seguía pensando lo mismo, hasta este momento. Y yo que venía a pedirte algo…

—¿Algo importante casi a medianoche? —interrumpió.

—Obviamente —contestó orgulloso y de nuevo le cerraron la ventana en sus narices.

Resopló y volvió a tocar, cruzando los dedos para ganar suerte.

—¡Déjame en paz! —exclamó Nicole, sin abrir.

—No me iré hasta hablar contigo.

—Bien, ponte cómodo y espera tu turno, quizá sea en un millón de años.

—Oye, realmente es urgente, he intentado luchar contra esto, pero ya no aguanto más. ¿Puedes salir, por favor?

—Bien —ella abrió la ventana por última vez, con la esperanza de ser besada para dar inicio a una historia de amor, como sucedía en los libros.

—¡No desconectes el internet! —gritó Dean—. El wifi es vida, no lo dejes morir.

Nicole movió la cabeza confundida, se decepcionó del primer chico que visitaba su balcón. Por su comportamiento, había creído que se sentía atraído hacia ella; sin embargo, sólo jugó con sus sentimientos, todo ese parloteo al pie de su ventana era falso.

“No es un cuento de hadas.”

Frotó sus ojos y comprendió que aquel chico era su extraño vecino, se sacudió por haber pensado en esas cursilerías. Ahora sabía de quién se trataba y recordó que tenía muy claro que jamás saldría con él. Eso la hizo despertar por completo.

También cayó en cuenta de que era peligroso abrirle la ventana a extraños, especialmente durante la noche. ¡¿Dónde quedaron los consejos que su madre le había dado de pequeña?! Fracasó como hija. ¿Qué tal si era un ladrón? ¿Ella hubiera facilitado el delito?

“Aguarden”, Nicole reflexionó las palabras de Dean e hizo un mapa mental: “Vecino, flecha, altas horas de la noche, flecha, reclamos sobre la señal de internet, flecha, delincuencia…”. Sólo podía significar una cosa: ¡Ladrón de wifi detectado!

—¿Me robas el internet? —enarcó una ceja.

—¿Quieres la verdad o una mentira? —respondió Dean con nerviosismo.

Zachary tenía razón. ¿Qué estaba pensando? ¿Que conectaría el internet sólo porque él se lo pedía? ¿Que no se daría cuenta de que él era un ladrón de wifi? Al fin había comprendido que estaba haciendo una estupidez, nunca debió subir ahí.

—Con razón la señal a veces se alenta —dijo Nicole enfurecida.

Si ya le caía mal el chico, terminó por detestarlo, primero por saber que era su vecino, después por haberle coqueteado, y por último, por ser un idiota que dice algo y luego lo evade.

—Lo sé, y como buen vecino que soy, vine a decirte eso… —trató de buscar una justificación—. Porque ¿sabías que cada vez que desconectas el internet un perrito muere?

Ella cruzó los brazos.

—¡Deja de robarme el internet, delincuente!

A Dean no le dio tiempo de pensar, se sobresaltó por la fuerza con que su vecina empujó la cerradura, retrocedió un poco y tambaleó hasta llegar al borde del tejado. Cayó al césped y terminó con un fuerte dolor de cuerpo; muchas punzadas en la espalda y la cabeza.

Tirado en el suelo, miró el cielo nocturno y notó que había estrellas, quizás eran reales o quizás eran alucinaciones por su caída.

La chica ni siquiera se tomó el tiempo para verificar si se encontraba bien el ladrón de wifi, apagó la luz e intentó conciliar el sueño. Le avisaría a su madre al amanecer.

Dean permaneció recostado en el césped un rato más, pensando que se había equivocado en todo con ella. Luego recordó que, si no conseguía internet, tampoco volvería a hablar con Laila Miller.

Tabla de puntuación: Nicole [1] Dean [0].

¡No desconectes el internet!

3

Palomitas y contraseñas

Nicole se encontraba en la ca

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