Ascenso y caída de los NFT: la estrella más fugaz del arte contemporáneo
Detrás del nombre críptico de «non fungible tokens» se forjó durante un tiempo la gran esperanza del mercado de arte digital: si las obras de arte siempre habían sido codiciadas y cotizadas por ser únicas e irrepetibles –existe un solo original del que puede hacerse una cantidad limitada de copias–, los NFT prometían hacer realidad esa singularidad también para las obras digitales que, en la práctica, son un archivo informático replicable infinitas veces. La invención, una suerte de firma digital que sirve como marca de propiedad, abrió un mercado inesperado: en 2021 se llegó a pagar 92 millones de dólares por una imagen digital que cualquier persona podía ver de forma gratuita en internet. Miguel Ángel Cajigal Vera (@elbarroquista) explica cómo creció un mercado en el que no hace falta ser artista para hacerse un nombre y por qué se ha pinchado la burbuja.

Crédito: Getty Images.
Es posible que hayas visto estas tres letras en titulares de prensa o hayas escuchado hablar de ello sin entender demasiado en qué consiste. Durante el último año y medio las siglas NFT han aparecido por todas partes, hasta convertirse en el centro de la noticia durante semanas. Parece indudable que ha sido la gran moda del mundo del arte desde 2021 e incluso empresas ajenas al mercado artístico han llegado a apostar por este sector «emergente».
Pero… ¿qué demonios son los NFT?
Como sucede con frecuencia cuando algún tema se vuelve tendencia global, se promociona y discute hasta la saciedad, pero en muchas ocasiones la mayor parte de la población no sabe exactamente en qué consiste. Si además sucede, como con los NFT, que detrás del asunto está una tecnología bastante vanguardista y un poco oscura de entender, la confusión está servida.
Aunque tendremos que simplificar un poco muchas cuestiones, especialmente en los aspectos técnicos que soportan esta tecnología, vamos a intentar explicar los NFT.
NFT son siglas en inglés, que se han traducido en castellano como «token no fungible», aunque se siguen usando de manera común las siglas anglosajonas también cuando hablamos del tema en español. Consiste en un mecanismo criptográfico digital que funciona como una especie de registro informatizado y que, simplificando mucho, sirve para identificar la autenticidad de un objeto digital. Hace un par de años que este concepto se asomaba al mundo del arte y a lo largo de 2021 se convirtió, sin duda, en el «personaje del año» en el ámbito artístico.
Un NFT se puede usar para representar algo único, por lo que sirve como marca de propiedad de un objeto digital. Precisamente por esta utilidad, en cuanto apareció esta tecnología se vio su potencialidad para el mercado del arte digital.
¿Y si no te gustan Las Meninas?
¿Para qué sirve exactamente la tecnología NFT en el arte?
Comencemos con un ejemplo. Un artista crea una ilustración digital, que no es otra cosa que un archivo informático. El artista puede comerciar con ese archivo, pero, dadas las características de la información digital, el archivo podrá ser copiado infinitas veces, con o sin su permiso. Lo sabemos perfectamente desde que vivimos en un ámbito digital: podemos tener cientos de copias de la misma foto de nuestras vacaciones simplemente copiando y pegando el objeto.
Si en vez de hacerlo con la foto de nuestras vacaciones lo hacemos con la ilustración digital del artista que hemos puesto como ejemplo, es fácil entender que su obra de arte digital no será única, como lo son el Guernica o la Gioconda.
Hasta ahora, las obras de arte físicas eran siempre únicas, porque no hay dos objetos iguales. Puedes tener en tu casa una postal del Guernica, puedes haberle hecho una foto digital al cuadro o, incluso, podrías encargar a alguien una réplica a tamaño real de la obra para tenerla en casa por capricho, pero nunca sería el Guernica original. Pero con el arte digital todas las copias del archivo son idénticas a la original, de manera que pueden existir «infinitos» originales. El problema se predice con facilidad: la creación de arte digital no es un mercado que se pueda controlar, ya que de una vez que el artista vende su ilustración digital pierde todo control sobre cuántas veces se va a copiar ese archivo. Mal negocio. Lo saben bien en el sector de la música, con las copias ilegales y la piratería que han sufrido desde hace años.
Un NFT se puede usar para representar algo único, por lo que sirve como marca de propiedad de un objeto digital.
Justamente ahí es donde entran en acción los NFT. Si el artista asocia su ilustración digital a un NFT, como si lo firmase digitalmente, ese archivo pasa a tener un registro único, online y público, que identifica esa ilustración como única. En cierto modo, la tecnología NFT permite emular los dos valores fundamentales que hacen que el arte físico se pueda coleccionar: su singularidad (este objeto es único) y su escasez (este objeto no se puede replicar hasta el infinito).
¿Significa eso que el NFT impide que el archivo se copie? Realmente no. El archivo identificado con un NFT se puede copiar exactamente igual que se copia cualquier otro archivo digital, pero solamente una persona es la dueña certificada del NFT que lo autentifica y, por lo tanto, solo una persona es la propietaria real de la obra. Por poner un ejemplo un poco ligero, es parecido a tener la propiedad de un prado en el campo sin vallar: la gente puede pasar por tu prado, pero solamente tú tienes su propiedad.
Esta tecnología recién nacida permitía de repente a los artistas digitales la posible venta de su obra con una nueva tecnología que replicaba la singularidad y la escasez de un objeto artístico tradicional. Así nació el mercado del arte que emplea NFT como respaldo, en el cual lo que realmente se compra y vende es la propiedad de la obra digital, ya que el archivo en sí mismo sigue siendo replicable, como vimos antes.

Crédito: Getty Images.
A partir de ahí, se desató la locura. El 25 de febrero de 2021 el artista digital Beeple subastó en Christie’s un NFT de su autoría que alcanzó el precio de 69 millones de dólares. Recordemos que lo que realmente adquirió el comprador con esos millones es el NFT que identifica ese archivo como el único auténtico. En ese momento mucha gente señaló que había algo de absurdo en la compra, porque se pagaba una millonada por una imagen que cualquier persona puede ver también cuando quiera. De hecho, la obra subastada está colgada en Internet. Y es cierto. Si volvemos al símil del prado, qué sentido tiene la propiedad del terreno cuando cualquiera lo atraviesa sin limitaciones.
Pero también se pagan millones por cuadros que todo el mundo ve en foto en la Wikipedia y en Google. Sobre el papel, el NFT emula el fetiche de la posesión de un objeto único y asocia esa idea a los archivos digitales. Un fetiche que ha sido clave para el mercado del arte tradicional durante más de un siglo.
Había nacido oficialmente la burbuja de los NFT.
En cierto modo, la tecnología NFT permite emular los dos valores fundamentales que hacen que el arte físico se pueda coleccionar: su singularidad (este objeto es único) y su escasez (este objeto no se puede replicar hasta el infinito).
Entonces… ¿esto de los NFT es positivo?
Hay gente que ha vendido esta tecnología como la salvadora del mercado del arte. Se ha anunciado a bombo y platillo como una nueva era, una salvación para artistas digitales porque «protege» su trabajo como si fuese físico. Una vez que los medios de comunicación se hicieron eco glocal de esta «revolución» (no siempre de manera rigurosa o desde la comprensión del fenómeno) la bola de nieve comenzó su aceleración.
Como suele ocurrir, esto ha creado una burbuja de dimensiones colosales. A finales del año pasado una simple imagen digital de tres esferas blancas sobre fondo negro fue dividida en más de 300.000 fragmentos que, en total, fueron vendidos por casi 92 millones de dólares a casi 30.000 coleccionistas diferentes. Y claro, personas de todo el mundo, no siempre artistas, se lanzaron a crear sus NFT tras la promesa del dinero fácil.
Evidentemente, esto ya no tenía demasiada relación con el arte y sí mucho que ver con la especulación. Se estima que a lo largo del año pasado el valor del arte digital creció hasta un 299%. Todo el mundo quería su trozo de este pastel. El creador de Twitter, Jack Dorsey, vendió un NFT del primer tuit de la historia por 3 millones de dólares. Famosos de diferentes ámbitos han lanzado sus propios NFT. Algunos museos han empezado a vender NFT de sus obras, como el Hermitage o la National Gallery, como manera de hacer caja. Incluso empresas sin relación con el arte o el diseño vendieron NFT de sus logotipos o de cualquier cosa que se les ocurría.
Así nació el mercado del arte que emplea NFT como respaldo, en el cual lo que realmente se compra y vende es la propiedad de la obra digital, ya que el archivo en sí mismo sigue siendo replicable.
La cara oscura de la tecnología NFT
El mercado de NFT se disparó con la promesa aparente de hacer dinero rápido, pero esto proyectaba también muchísimas sombras sobre una burbuja que, como todas las anteriores, prometía desde el principio un predecible estallido catastrófico. Desde el nacimiento del fenómeno se señalaron abundantes puntos oscuros, entre los cuales destacaban tres cuestiones muy preocupantes.
En primer lugar, aunque los titulares se centraban siempre en los casos de NFT que se vendían por millones de dólares, la realidad es que la inmensa mayoría del producto creado con esta tecnología no se vendía. Si nadie paga por ellos, no se venden. De manera que la idea de que es un mercado nuevo y mejor es falsa: los artistas y marcas conocidas conseguían buenos precios por sus NFT, pero la gran mayoría no ganaba un céntimo.
En segundo lugar, esta tecnología que se ha vendido por sus partidarios como un medio de que los artistas digitales finalmente cobren por su trabajo se está convirtiendo en un nido de piratería... contra los propios artistas digitales. Ha hecho crecer el robo de arte y cada vez más artistas han denunciado que otras personas han vendido NFT de sus obras sin permiso. Como cualquier imagen digital vale para un NFT, en realidad no hace falta ser artista para crearlos y venderlos. Solamente manejar la tecnología implicada en ello.
Por último, hay que recordar que los NFT dependen de la tecnología blockchain, igual que las cryptomonedas. Una tecnología que requiere cantidades masivas de computadores de alta potencia con un consumo de energía disparatadamente alto que se ha convertido en un gran problema medioambiental por su crecimiento desmesurado. Digamos que la sostenibilidad energética no es una característica de esta tecnología, al menos por el momento.
Como cualquier imagen digital vale para un NFT, en realidad no hace falta ser artista para crearlos y venderlos. Solamente manejar la tecnología implicada en ello.
2022: estalla la burbuja NFT
Si hace apenas un año parecía que los NFT se iban a comer el mundo y que quien no se subiese al tren quedaría obsoleto, ahora mismo el panorama es el opuesto. La burbuja ha pinchado, tal como se preveía, y ha dejado a muchas personas sin el dinero que «invirtieron» en ella. Según datos recientes, el mercado de NFT ha caído un 85% desde hace un año y su valor se ha desplomado un 80%. Ha llegado el momento en que muchos «cryptoartistas» reconocen que gran parte del fenómeno respondía a la pura especulación, con todo tipo de marcas comerciales e incluso programas de televisión lanzando su NFT solamente para ganar dinero fácil y subirse al carro.
Como ha ocurrido con tantas burbujas, mucha gente se pregunta cómo fue posible una bola de nieve semejante sin que nadie diese la voz de alarma. Aunque, en realidad, las voces de alarma eran numerosas y las acusaciones a este mercado de pura estafa especulativa fueron constantes desde el inicio de su éxito.
En el estallido de esta burbuja ha influido mucho el desmoronamiento de las cryptomonedas, a las cuales está directamente vinculado el mercado de NFT, puesto que la compra y venta de estos títulos de propiedad se realiza en el mercado crypto. Por otra parte, la inestabilidad económica derivada de la actual situación bélica ha hecho que especular con un producto digital sea ahora mucho menos atractivo y que los inversores prefieran el refugio de valores menos volátiles. Todos estos factores, reunidos, han precipitado el pinchazo de la burbuja en apenas un año de vigencia.
El resumen de todo lo que ha sucedido no difiere demasiado de cualquier otra burbuja de mercado. La tecnología NFT en sí misma no es negativa y, desde luego, seguirá existiendo y se seguirá utilizando. Quizás el descalabro de este mercado sirva como advertencia y esto provoque que, en lo sucesivo, se emplee de manera más prudente esta tecnología. En todo caso, ya parece indudable que NFT ha sido el concepto del año en el mundo del arte y probablemente escucharemos hablar de él de nuevo en el futuro.
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