Brenda Lozano: un poquito sobre «Brujas»
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: trece libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de esta edición exponen su geografía literaria. Aquí, Brenda Lozano sobre su novela «Brujas».
Por Brenda Lozano
Brenda Lozano. Crédito: Ana Hop.
En México nuestros cuerpos -los cuerpos de las mujeres, las mujeres trans, los cuerpos feminizados- son territorios vulnerables y vulnerados. Escribir Brujas para mí fue abrir una puerta en este territorio que son nuestros cuerpos y las violencias que los cruzan. Antes de escribir la novela anotaba frases, apuntaba algunas preguntas para seguir dándoles vueltas. Quería responderme desde la ficción, como tal vez sea la única forma de responder a las grandes preguntas. Leí un ensayo de Silvia Federici sobre la persecución de las brujas en Europa que me trajo claridad y solté una novela que no me correspondió y volví a empezar. Me interesaba crear una curandera que fuera una mujer muy poderosa, pero no desde el poder económico, sino desde la palabra. Me interesaba que estuviera en las fronteras del ideal de la mujer occidental, que es una medida que ha hecho mucho daño. Buscaba que fuera una mujer mayor, en una edad en la que no se nos sexualiza. También quería que ella no dependiera de un hombre, que tampoco participara de la lógica del mercado, que no hablara un idioma oficial y que fuera de piel morena nacida en un pueblo de México. Así se me empezó a aparecer Feliciana.
Tenía ganas de que ocurriera hoy, en tiempos de Instagram y Twitter, que pudiera buscar su nombre en Google y salieran un montón de imágenes de ella con Prince, Thom Yorke, Cerati o Patti Smith abrazándola en su milpa o con un cerro de fondo. Me imaginaba que lingüistas de diversas partes del mundo iban intrigados a sus ceremonias, que cineastas, fotógrafos, académicos, todo tipo de gente iba a las ceremonias del lenguaje con ella. Me emocionaba cada vez más imaginarme cómo sería un mundo en el que fuera posible curar enfermedades, historias y narrativas desde la palabra.
Estaba de vacaciones en la playa y una tarde, en un Walmart, entre las papas y las cervezas en el carrito, eché dos cuadernos escolares y un paquete de plumas. Escribí la primera versión del tirón en dos cuadernos con una cuadrícula grande para aprender sumas y restas, y fue una auténtica luna de miel. Llegó la cruda realidad en la que casi nada de esos cuadernos quedó, hice muchos cambios, borré muchas cosas. Escribiendo ese primer borrador aparecieron las voces de las mujeres y los espacios en los que transcurren sus historias. Zoe es la periodista que entrevista a Feliciana, está casada y tiene un hijo pequeño. Digamos que su trabajo con la palabra es más convencional y racional que el de Feliciana. Zoe tiene una hermana que se llama Leandra, es lesbiana y su descubrir adolescente fue un dolor de cabeza para su familia, incendió los basureros de su secundaria para hacerse escuchar y si algo no le gusta para todos es muy claro. Paloma, por otro lado, es una mujer trans muxe que inicia a Feliciana como curandera. Por lo general, buscaba que sus palabras fueran, en contraste con la sabiduría de Feliciana, más festivas, más ligeras. Mientras gente de todas partes del mundo visita a Feliciana por sus conocimientos, Paloma se los quiere llevar de fiesta y acostarse con alguno que otro.
Mujeres y palabras
En el camino de escribir varias veces me preguntaba qué significa ser mujer en una sociedad violentamente heteropatriarcal como esta, cómo podrían vivirse esas violencias en el campo, cómo podrían vivirse desde una ciudad, cómo se relacionan los espacios, pero, sobre todo, cómo se relacionan también esos territorios que son nuestros cuerpos y sus narrativas.
Este año, en un mundo que está cerrando sus fronteras, asomarnos a otros territorios a través de la palabra cobra más relevancia que nunca. Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por trece de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo del 2021, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas trece voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.