Prólogo
Cuando en 2004 empecé a trabajar en la revista Ser Padres, el doctor Carlos González ya era una institución. Recibía todos los días tal cantidad de cartas que parecía imposible contestarlas todas. Y a mí, profana en la materia, además de la cantidad, me sorprendía la variedad de preguntas sobre un solo tema: la lactancia. ¿Cómo era posible que un acto natural generara tantísimas dudas?
Hemos seleccionado las preguntas que se incluyen en este libro por temática y, por supuesto, solo están algunas de las miles que nuestra revista ha recibido a lo largo de los últimos años y que nuestro doctor (sí, en Ser Padres lo consideramos un poquito nuestro) ha respondido a un mismo problema y a una misma lectora. Porque Carlos González no se contenta con enviar una respuesta estereotipada ante un mismo problema; en la mayoría de los casos, las soluciones vienen a través de larguísimos correos electrónicos con datos, referencias a estudios científicos, links a webs, ejemplos, notas… y una invitación a retomar el diálogo para asegurarse de que se ha solucionado el problema. Y en ocasiones, la réplica de la madre es casi igual de interesante, si no más, que la primera consulta.
Creo sinceramente que estas son dos de las claves del éxito de Carlos: sus amplios conocimientos y la constante búsqueda de información veraz, además de su implicación con la madre y, sobre todo, con el niño. De hecho, su respeto apasionado por el bebé fue lo que descolocó a la redacción de Ser Padres en la primera consulta que le enviamos. Corrían los tiempos de «10 minutos en cada pecho», «lactancia cada 3 horas», «al nido para que mamá descanse» o «no le cojas que se acostumbra», y Carlos González vino a echar por tierra todas estas creencias. Había llegado a la revista recomendado como «un pediatra con mucho sentido común». La colaboración de este médico aún desconocido gustó tanto que se le volvió a llamar al recibir una consulta de una madre desesperada porque su hijo no quería comer. Aunque no era una consulta sobre lactancia, enviamos la pregunta a Carlos. Y él, con ese absoluto respeto hacia los niños, dio una respuesta que nos fascinó. Venía a aconsejarle algo así como que dejara al pequeño en paz. La respuesta no era una simple llamada a la libertad del niño a decidir, también estaba llena de datos, de estudios y análisis… que corroboraban todos sus argumentos. Y todo, escrito con ironía y cariño.
Nos descolocó, nos encantó y nos dirigió hacia una nueva línea editorial: la de intentar entender al niño (también al bebé), la de no imponer, la de no obligar… en definitiva, la de respetarle como ser humano. Sin dramas, sin exageraciones. Abría el tiempo a una nueva maternidad centrada en el disfrute, en el sentido común, en la felicidad de madre e hijo, en el r