Mujer soltera cocinera busca...

Fragmento

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Prólogo

 

 

Has quedado y no lo sabes. Tranquilo, no llegas tarde y no necesitas ponerte guapo, pero estás a punto de tener una de las mejores citas de los últimos diez años. ¿Qué por qué lo sé? Porque vas a disfrutar de una conversación sincera, sin falsas apariencias (cosa que es de agradecer en los tiempos de Tinder) y que hará que te sientas identificado desde el primer momento. Un encuentro íntimo y cercano, en el que tu cita te confiará sus secretos como solo los mejores amigos hacen mientras esperan, de madrugada, a que abra el metro para volver a casa. Sonará buena música, Iván Ferreiro, Lori Meyers, Love of lesbian... ¡Ah! Y por supuesto, no faltará la cena, que si no es de estrella Michelin, sin duda hará que tu michelín se sienta como una estrella ya que estará tan deliciosa como sana. En definitiva, has quedado con Celia.

 

La primera vez que hablé con ella fue a través de un mensaje directo de Instagram en el que me dijo: «Yo también formaré parte de las escritoras/ilustradoras amorosas que hay en el mercado» (cómo no quererla). Lo que no sabía era la maravilla de libro que tenía entre manos.

 

Abrirlo fue como quedar a la salida del metro de Tribunal con ese amigo que hace mucho que no ves, o con esa persona que quieres conquistar (aunque en este caso el conquistado vas a ser tú), para ir a disfrutar de una buena comida en un restaurante con encanto, y terminar en el Ocho y Medio bailando el mejor indie del panorama... Bueno, no te entretengo que al final vas a llegar tarde a tu cita.

 

Sexo, amor, comida y rock & roll.

 

 

ÁLEX DE MARCOS @mundopiruuu

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CAPÍTULO 1


El primer amor... casi nunca es el último

 

Dártelo es mi privilegio,
y como te lo doy te lo podré quitar,
un corazón no es para siempre,
a veces tienes que devolverlo.

«Tristeza», IVÁN FERREIRO

 

 

Un día de finales de octubre de 2011 estaba en mi cocina. Todo era nuevo porque la reforma de nuestra casa había terminado solo hacía unos meses. La encimera, la barra americana y los taburetes eran color verde lima y los muebles, negro brillante. Fue una decisión de mi pareja, pero la verdad es que me gustaban mucho aunque tuviera que limpiar nuestras huellas dactilares con frecuencia. Recuerdo un momento en el que miré por la enorme ventana que daba al jardín y estados como la melancolía, la apatía y la desidia me invadieron. No podía seguir engañándome. Lo quería mucho, pero como se quiere a un amigo, o a un hermano.

 

Nuestro octavo aniversario había sido en septiembre. Para celebrarlo fuimos (igual que los dos años anteriores) al restaurante vegetariano que hay cerca de Príncipe Pío... Ese año no me puse tan guapa. Mientras cenábamos, empezó a sonar «Yo quería recorrer» de Nena Daconte. Solo deseaba que se acabara esa letra que me mostraba lo que no quería ver. Pero yo seguía con una sonrisa congelada en mi cara, mientras fingía que todo estaba bien y quería con todas mis fuerzas que solamente fuera una crisis pasajera. Otra más.

 

Mientras todos estos recuerdos acudían a mi mente, me fui preparando el almuerzo porque tenía que ir al hospital a trabajar en el turno de tarde; en aquel entonces trabajaba como técnico especialista en radioterapia y trataba a diario a pacientes oncológicos, lo cual me hizo replantearme mi propia salud desde bien joven y cuidar mi alimentación al máximo, pero de esto ya hablaremos más adelante...

 

Ese día me preparé unas enormes tostadas de pan casero de cerveza, con aguacate untado, tomatitos cherry, albahaca fresca, un buen chorro de aceite de oliva virgen extra y unas escamas de sal negra. ¿Quieres que te cuente la receta del pan? La tienes en “Pan de cerveza, sin leudar y sin panificadora”.

 

El 4 de noviembre de 2011 finalizamos nuestra relación. Me costó muchísimo hacerlo, porque lo quería como a nadie, pero no lo amaba. Y cuando se es tan joven, una relación de pareja cuesta mucho mantenerla solo con cariño.

 

Él fue mi primer novio, mi primer todo, y ese puesto no se lo va a quitar nadie en la vida. Pero el primer amor no siempre es el mejor, ya que se vive con una intensidad de telenovela y con mucha inexperiencia. El primer amor casi nunca es el último. Aún hay que descubrir muchas cosas maravillosas junto a otros compañeros de viaje... ¿Me acompañas?

Pan de cerveza, sin leudar y sin panificadora

 

Ingredientes (1 pan tamaño plumcake):

 

•  485 g de harina de trigo y otro tanto más para el amasado (si quieres hacerlo integral, usa mitad blanca, mitad integral; si deseas hacerlo entero integral, quizá necesitarás añadir un poquito de agua en tu receta, según te pida la masa)

•  1 cucharada de levadura en polvo

•  1 cucharada de azúcar moreno

•  1 cerveza (yo he usado un botellín de 355 ml)

•  1 cucharadita de sal

•  Glaseado de agua con sal: una pizca de sal por dos cucharadas de agua

 

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CAPÍTULO 2


Electra se enamora

 

Tengo la razón en un bolsillo 
y el corazón pidiendo a gritos: quiéreme.

«Quiéreme», MÄBU

 

 

Cuando terminó la relación con mi ex lo pasé fatal. El sentimiento de culpa me perseguía aunque sabía que había tomado la mejor decisión para los dos. Aun así, también sentía una liberación muy grande, como si me hubiera quitado un peso de la espalda. Me di cuenta de que era completamente libre para poder hacer cualquier cosa: salir, viajar, conocer gente nueva y... a un nuevo compañero.

 

Ya antes de terminar con él tenía muchas ganas de volver a sentir el amor, bien fuerte. De esos amores que salen en las películas o en las series. Sí, de ese amor «ideal» que nos venden. Y no tardé mucho en enamorarme hasta las trancas de nuevo.

 

Por aquel entonces estaba fascinada por el shiatsu, una terapia manual basada en la medicina oriental. Iba a clases una vez a la semana y para mí era un medio para conectar con mi bienestar personal y conocer a gente nueva afín a mí. Así fue como conocí a El Patillas. Tan alto, tan moreno, tan guapo, tan soltero, tan solo. Ay..., y encima cocinaba bien, tocaba la guitarra y teníamos un montón de gustos en común.

 

Lo agitamos todo bien en una coctelera y tenemos una Celia enamorada en 3, 2, 1...

 

¿Qué más tenía este chico? Pues... tenía treinta y nueve años como treinta y nueve soles. Y yo veinticinco primaveras, y más verde que un campo de trigo. A mí me importaba bien poco la diferencia de edad y no tardé en declararle mi amor. Así, tan pancha. Yo, que tenía una idea aún bastante adolescente del amor, pensaba que si un chico me mandaba un par de mensajes es que estaba enamorado de mí y poco menos estábamos ya a puntito de salir juntos.

 

Un día, después de clase, me acercó en su coche hasta la puerta de mi casa. Como siempre, nos dimos un abrazo superbonito y más largo de lo que yo estaba habituada. Yo no estaba muy acostumbrada al contacto físico con personas que no fueran muy de mi entorno y mis abrazos solían ser tipo dinosaurio, es decir, con los bracitos encogidos y dando palmaditas en la espalda, como mucho. Los abrazos con él eran de otra categoría. Eran de verdad. Apretaos. Largos. Sin palmadas en la espalda. Y así como estábamos, me vine arriba y le besé. El pobre se quedó a cuadros escoceses y no sabía ni dónde meterse. Hablamos... y me llevé mi primer gran chasco amoroso. Digamos que no era correspondida (él usó el viejo truco de «no he superado mi última ruptura», pero más tarde me contaría que el motivo principal era que le gustaba otra persona). Aun así, nuestra relación no terminó ahí. Él se portó como un caballero conmigo en todo momento y me ofreció su más sincera amistad. Tanto es así que días más tarde de mi declaración fallida me invitó a comer a su casa el mejor arroz al horno que he tomado en mi vida. Valenciano tenía que ser...

Arroz con setas al horno

 

Ingredientes para dos personas:

 

•  Medio vaso de arroz tipo bomba

•  1 vaso de caldo de verduras

•  200 g de setas variadas

•  1 pimiento verde

•  1 cabeza de ajos entera

•  1 cucharada de tomate rallado

•  Pimentón picante

•  2 hebras de azafrán

•  Una pizca de sal

 

Lo que no he contado es que mi compañero de shiatsu era un clon de mi padre.

Mi padre murió con treinta y siete años de edad cuando yo era pequeñita. Según algunas ramas de la psicología y algunos escritores como Alejandro Jodorowsky, las mujeres a las que nos ha faltado el padre (o han notado su carencia en la infancia por cualquier motivo) luego, en nuestras relaciones afectivas, buscamos una especie de figura paterna. No es de extrañar, entonces, que cuando me separé de mi ex buscara el cuidado de un «papá». Esto no quiere decir que todos los casos sean iguales, ya que cada persona es un mundo y cada relación de pareja un universo. Pero a mí sí que me pasó esto. Yo sentía que quería una relación de pareja, pero en realidad lo único que deseaba era que me cuidaran, me protegieran y que me abrazaran bien fuerte. Como justamente hacía El Patillas.

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CAPÍTULO 3


El chico de Facebook. Primera cita por Internet

 

Como loco,
baile mucho,
que las cosas duran poco
que las cosas son caprichosas.

«Como loco», DELAFÉ Y LAS FLORES AZULES

 

 

Llevaba ya cuatro meses de nuevo en el mercado cuando decidí poner Internet en casa y conectarme de una vez a las redes sociales. Por aquel entonces yo ni siquiera tenía Facebook y, a petición de mis amigos, me abrí una cuenta un sábado. Ya que iba a estar todo el finde en cas

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