La medicina de la energía

Fragmento

Introducción. ¿En qué consiste la medicina energética?

Introducción

¿En qué consiste la medicina energética?

Mi intención al escribir este libro es ofrecer al lector una nueva perspectiva sobre la salud, específicamente: por qué no nos curamos y cómo podemos conseguirlo. Quizá dé la impresión de que abordo el tema de la curación como si fuera secundario, puesto que dedico una gran parte del libro a los motivos que nos impiden sanar, pero creo que muchos de nosotros sentimos casi tanto miedo a sanar como a estar enfermos. Confío en que el lector, al percatarse de que el temor y otras emociones nos impiden sanar, identifique con más facilidad la forma en que dificulta, consciente o inconscientemente, el proceso de su curación.

Dar por sentado que todo el mundo desea curarse es a la vez erróneo y peligroso. Por ejemplo, la enfermedad puede convertirse en un potente instrumento para reclamar atención; como forma de influir en los demás, la enfermedad hasta puede resultar atractiva. Por otra parte, la enfermedad puede transmitir el mensaje de que la forma de vida debe modificarse drásticamente. Puesto que el cambio constituye uno de los aspectos más aterradores de la vida, quizás el temor al cambio sea mayor que el miedo a la propia enfermedad y, como consecuencia, los cambios necesarios son aplazados continuamente.

Uno de los errores de la cultura holista de hoy en día consiste en la creencia de que la enfermedad es el resultado de una actitud personal negativa, ya sea debida a trágicas experiencias pasadas que contaminan nuestras mentes y nuestros cuerpos, o al mal karma de una vida anterior. Pero la actitud negativa no es la única fuente de enfermedad. Ésta también puede ser la respuesta a una plegaria; y guiarnos físicamente hacia un camino de percepción y conocimiento que de otro modo nunca habríamos recorrido. La enfermedad puede convertirse en un catalizador que nos impulse a ampliar nuestra conciencia psíquica y comprender el profundo significado de la vida.

A pesar de ser aterradora, la enfermedad constituye, al mismo tiempo, una invitación a penetrar en la naturaleza del misterio. La vida está llena de misterios que tenemos que explorar pero que no debemos esperar resolver. Debemos vivir con las preguntas que nos formulamos sobre nuestra vida, incluso considerarlas nuestras compañeras y permitir que nos guíen hacia las regiones más recónditas de nuestro ser, donde descubrimos lo sagrado. Confío en que este libro le ayude a hallar nuevas formas de abordar el significado de la enfermedad y otros desafíos que se plantean en la vida, a profundizar en los misterios de su ser y a avanzar en el camino personal que conduce a las regiones de lo espiritual.

Si bien la enfermedad puede ayudarle a hallar su esencia sagrada, su unión con Dios, con la humanidad y con todas las criaturas, no es preciso que enferme para entrar en contacto con su espíritu y sanar su vida. He comprobado que las personas empiezan a comprender la naturaleza sagrada de su ser al investigar lo que yo llamo medicina energética. Existen siete centros de energía en nuestro cuerpo que, según el sistema hindú, se denominan chakras. Cada chakra corresponde, más o menos, a una zona de nuestro cuerpo. Yo concibo esos chakras como unos discos informáticos o unos bancos de datos «energéticos» en los que se almacena todo tipo de información. En el curso de mi trabajo, he constatado que esos siete centros de energía se corresponden con los diversos problemas y desafíos que nos plantea la vida, los mismos que los siete sacramentos del cristianismo y los diez sefirot del Árbol de la Vida de la tradición cabalística judía también nos ayudan a resolver.

Nuestro espíritu alcanza la madurez y comprensión de nosotros mismos en siete estadios de desarrollo espiritual. A medida que superamos esas etapas adquirimos distintas formas de poder interior. Los chakras —y sus homólogos en los sacramentos y el Árbol de la Vida— marcan una senda de evolución interior. Constituyen los hitos de nuestro camino personal, que nos conduce hacia una conciencia psíquica superior. Aprender el lenguaje de los chakras y fomentar estas cualidades espirituales refuerza nuestro cuerpo físico al mismo tiempo que nos ayuda a sanar o a conservar la salud.

Un hombre llamado Ben, que asistió a uno de mis talleres terapéuticos mientras seguía un tratamiento contra un cáncer de próstata, reaccionó de inmediato cuando le expliqué la correspondencia entre los chakras, los sacramentos y el Árbol de la Vida. Para él, constituían un nuevo lenguaje de curación. Ben comenzó a usar el lenguaje simbólico que enseño en mis talleres —y que explico en este libro— para su curación. Cada vez que iba a visitar a su médico para recibir tratamiento, pronunciaba antes una oración o mantra, mediante la cual invocaba el poder de los chakras, los sacramentos y el Árbol de la Vida a fin de «activar» su cuerpo. Al cabo de seis meses su cáncer remitió.

Como «intuitiva» médica, describo a las personas la naturaleza de sus enfermedades físicas y las disfunciones energéticas que presentan en su cuerpo. A partir de la observación de los campos de energía que impregnan y rodean el cuerpo, obtengo información sobre experiencias importantes de la infancia, comportamiento y supersticiones, todo lo cual incide de forma decisiva en la salud física de la persona. Basándome en la información que percibo intuitivamente en sus campos energéticos, inclusive los chakras, les recomiendo la forma de tratar su dolencia tanto física como espiritualmente.

El propósito de utilizar la medicina energética es tratar simultáneamente el cuerpo y el espíritu. A medida que usted se adentre en el lenguaje de los chakras, aprenderá a identificar los factores emocionales, psicológicos y espirituales estresantes que afectan a su salud de un modo negativo y que se corresponden con sus síntomas físicos. Asimismo, en su salud incide su grado de autoestima y su relación con los demás, su respuesta a experiencias o recuerdos traumáticos y la forma en que administra su energía en las situaciones cotidianas.

La medicina energética es una ciencia muy antigua; sus principios y sus técnicas eran conocidos por los antiguos hindúes, los chinos y los sanadores chamanes. Lo que representa una novedad es la correlación que he establecido entre las ideas espirituales orientales de los chakras y la ética y las verdades espirituales occidentales, a fin de crear un nuevo lenguaje de la energía. La palabra energía ha asumido recientemente distintos significados, pero yo la utilizo para referirme tanto a la energía física como espiritual. La metafísica oriental y la teosofía occidental han descrito una serie de envoltorios o capas energéticas que rodean e interactúan en el cuerpo. Cuando los místicos nos dicen que somos infinitamente más vastos de lo que nos imaginamos, en parte se refieren a este campo energético. Todos lo poseemos y en él se halla valiosa información sobre nuestras circunstancias y necesidades físicas, psicológicas y espirituales.

En mi calidad de intuitiva, interpreto este campo y veo la relación entre, pongamos por caso, una pérdida de energía en el páncreas y la aparición de diabetes o hipoglucemia. Asimismo, puedo observar la evolución de determinados aspectos de la vida de una persona, por ejemplo, el estrés debido al exceso de responsabilidad o al temor a ésta. Al aprender el lenguaje de los chakras, usted podrá darse cuenta de la interacción entre la energía física y la energía espiritual, y utilizar esa percepción para prevenir o curar una enfermedad realizando ciertos cambios en su vida.

Asimismo, puede aprender a utilizar la visión simbólica a fin de interpretar intuitivamente los símbolos de poder en su vida, averiguar en qué ha invertido su energía personal, descubrir el auténtico significado de los desafíos que se plantean en su vida, al margen de los hechos tangibles, y comprender de qué forma incide todo ello en su salud.

Este libro le ofrece una guía del lenguaje de los chakras, más breve que mi libro anterior, Anatomía del espíritu, a fin de que se familiarice con el lenguaje de la energía y emprenda su propio proceso de curación. Si ha leído Anatomía del espíritu o The Creation of Health, puede utilizar esta revisión de los chakras para refrescar la memoria.

Los chakras están alineados verticalmente desde la base de la columna hasta la coronilla, para indicar que ascendemos hacia lo Divino a medida que aprendemos a dominar el influjo seductor del mundo material. En cada estadio, adquirimos una mayor comprensión de nuestro poder personal y espiritual, puesto que cada chakra representa una lección espiritual o un desafío común a todos los seres humanos. Aunque el sistema de chakras se desarrolló en Oriente y constituyó la base para ciertas enseñanzas hindúes, budistas y taoístas, los tipos de energía que describen se corresponden con la energía definida por los sefirot cabalísticos y por los sacramentos cristianos.

Al principio del libro, y de forma más exhaustiva al final, reviso el lenguaje de los chakras. Describo diversas formas de utilizar su energía para sanar, y técnicas para el desarrollo de la visión simbólica. Asimismo, presento un contexto simbólico más amplio orientado a la curación. Aunque no he escrito antes sobre este concepto, lo utilizo desde hace tiempo en mis talleres. Dicho en pocas palabras: veo la historia de nuestra evolución espiritual como una sucesión de culturas de poder (o energía) que se corresponden aproximadamente con diferentes eras astrológicas. Una era astrológica dura unos dos mil años, durante los cuales la conciencia humana se desarrolla de nuevas formas. En cada una de esas eras existió un determinado tipo de energía dominante, la cual influía en la vida, la salud y la espiritualidad de las personas. Cada era ha aportado al conocimiento humano determinadas concepciones sobre la naturaleza de la realidad y el poder del espíritu, unas concepciones que aún hoy influyen en nuestra salud y en nuestra alma. A fin de ayudar al lector a comprender el tipo de poder o energía característico de cada una de esas eras, recurro al simbolismo de la astrología.

La era de Aries se extendió aproximadamente desde el 2000 a. C. hasta el nacimiento de Jesús, que inició la era de Piscis. Y como cualquiera que conozca la obra musical Hair! sabe, estamos entrando en la era de Acuario. Aries, un signo de fuego, representa el fuego que se enciende, la creación inicial, el comienzo del zodíaco y, a mi entender, el despertar de numerosas culturas y civilizaciones. Durante la era de Aries se inició una unidad tribal de culturas, pensamiento y leyes que reemplazó al tribalismo más primitivo de la precedente era de Tauro. La de Aries fue la era del dominio del medio físico por parte del hombre, de las leyes —desde el Código de Hammurabí hasta las tablas de Moisés—, de la colocación de los cimientos sociales y culturales sobre los que se basó el desarrollo emocional, psicológico y espiritual de la siguiente era.

La era de Piscis fue una época de dualismo en que la conciencia humana se polarizó radicalmente entre la cultura occidental y la oriental, la iglesia y el estado, el cuerpo y el espíritu (en una división que tuvo en el maniqueísmo su máximo exponente), la ciencia del magnetismo, incluso la polaridad entre la izquierda y la derecha. Al mismo tiempo, nos alejamos de la mentalidad tribal para desarrollar un claro sentido del yo: el Renacimiento ensalzaba al individuo, los artistas y los compositores comenzaron a firmar sus obras y la gente empezó a escribir diarios. El concepto de ley pasó de basarse en códigos tribales a basarse en los derechos del individuo, representados por la Carta Magna, la Constitución norteamericana y otras leyes más recientes destinadas a suavizar las restricciones sociales y religiosas.

Mientras entramos en la era de Acuario, a finales del siglo XX, nos estamos alejando de eras astrológicas representadas por peces y animales, y avanzamos hacia una era representada por un ser humano: el aguador. Si el tema de Piscis era la división, el tema de Acuario es la integridad, en la cual aspiramos a descubrir una unidad espiritual. Las religiones del mundo han comenzado a tratar de adaptarse unas a otras en formas sin precedente, y hemos desarrollado un mercado global, una tecnología global, y una conciencia global de la justicia social y de la necesidad de preservar el medio ambiente, pese a las evidentes violaciones de ambos. El cántico que se dejó oír por primera vez en la convención democrática de Chicago en 1968: «¡Todo el mundo nos observa!», se ha convertido en un canto tan profético como la descripción de Marshall McLuhan de la cultura mundial emergente como una «aldea global». Esta nueva unidad tribal mundial suplantará el tribalismo, mucho más limitado, de la era de Aries.

Con cada era astrológica, la conciencia espiritual ha madurado y se ha producido una mayor toma de conciencia de nosotros mismos, del espíritu inherente a otra vida y del gran poder que nos rodea. Es preciso que examinemos el papel que cada una de esas eras ha desempeñado a fin de comprender cómo hemos asimilado sus actitudes y criterios y de qué manera éstos están obstaculizando nuestros esfuerzos para curarnos individual, física y espiritualmente. Con el paso de las diferentes eras astrológicas, se han sucedido diversas mentalidades y distintos tipos de poder físico y espiritual. A estas actitudes y poderes, yo los he denominado tribal, individual y simbólica. La comprensión de las características del poder propio de cada era astrológica nos permite reconocer que poseemos múltiples capacidades de percepción: la percepción tribal es sensorial, la individual abarca interpretaciones emocionales y psicológicas, y la simbólica penetra en los dominios impersonales de la visión arquetípica. El poder tribal, característico de la era de Aries, es esencialmente una conciencia de grupo, la cual tiene su manifestación más importante en la pertenencia a una familia, grupo étnico, religión y nación. Los puntos fuertes del poder tribal: seguridad, orden, lealtad, sentido de la identidad, se convierten fácilmente en sus debilidades: rigidez, conformismo, patriarcalismo, xenofobia. La conciencia tribal se centra en los elementos externos con exclusión de numerosos imperativos individuales y espirituales internos, y, por tanto, es un sistema de percepción esencialmente sensorial.

El poder individual, por el contrario, está relacionado con nuestra identidad emocional y psicológica, simbolizada por la era de Piscis, durante la cual la ciencia y las artes florecieron, y el valor del genio individual aumentó. Los puntos débiles del poder individual son un foco excesivo en el yo, el narcisismo y la tendencia a polarizar el bien y el mal, lo masculino y lo femenino, Oriente y Occidente, el conocimiento y la intuición, el hemisferio cerebral izquierdo y el derecho.

Por último, el poder simbólico nos permite ver las cosas en términos impersonales; contemplar la historia y nuestras vidas bajo la visión global y unificadora característica de la era de Acuario, la cual nos impulsa a descubrir el poder interior de la conciencia. La energía de esa era astrológica emergente nos conduce hacia la creación de una cultura en la que el espíritu y la energía ocupan un lugar prioritario frente a la materia y el cuerpo, y a la comprensión de que la energía que anida en nuestra mente, cuerpo y espíritu es la misma que la energía de Dios o de una divinidad superior. Sin embargo, mientras entramos en la era de Acuario, mantenemos la conexión con la energía evolutiva contenida en todas las eras anteriores.

La capacidad de entender el poder y la energía de esas tres formas nos facilita una nueva percepción de las elecciones que hacemos a lo largo de nuestra vida, comprender cómo éstas influyen en nuestro espíritu y nuestra salud, y cómo podemos ayudarnos a recobrar la salud y a recuperar nuestro espíritu.

En el desarrollo de la historia vemos un reflejo de nuestra propia evolución espiritual y nuestra necesidad de adaptarnos al cambio. Las dificultades y la enfermedad forman una parte integrante de nuestro desarrollo espiritual. De igual forma que, al analizar la historia del mundo, creamos un significado a partir de unos hechos aparentemente inconexos, también podemos crear un significado a partir de los problemas y los desafíos de nuestra vida cotidiana.

Mi intención, y esperanza, es que toda esta información procure al lector un medio a través del cual abordar la enfermedad sin temor y afrontar los cambios con coraje. Espero que este libro le ofrezca unos métodos novedosos y útiles de verse a sí mismo, los factores que amenazan su salud y su capacidad de sanar. Mi deseo es que se vea a sí mismo en el contexto de la cultura actual, a fin de desarrollar la visión simbólica. De este modo, confío en que logre encender el fuego sanador que reside en lo más profundo del espíritu humano, el cual le guiará a lo largo del camino de su curación.

El fuego sanador, que se ha apoderado de nosotros como individuos, se halla también presente en todos los rincones del planeta; una fuerza mucho más poderosa que nosotros nos impulsa a curarnos a nosotros mismos, nuestra cultura y nuestro entorno; a convertirnos, en definitiva, en u

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