La magia de tu ser (Saga de los Malory 4)

Fragmento

 

Título original: The Magic of You

Traducción: Graciela Jáuregui Lorda

1.ª edición: septiembre 2005

© 1993 by Johanna Lindsey
 © Ediciones B, S.A., 2005
 Bailén, 84 - 08009 Barcelona (España)
 

www.edicionesb.com

Publicado por acuerdo con Avon,
 un sello editorial de HarperCollins Publishers, Inc.

 

Diseño de cubierta: MRH
 Diseño de colección: Ignacio Ballesteros

Depósito Legal:  B.15634-2012

ISBN EPUB:  978-84-9019-124-8

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Londres 1819

 

La cantinera suspiró una y otra vez, ya que los tres elegantes caballeros, todos jóvenes lores, sólo le habían pedido bebidas, a pesar de sus esfuerzos por brindarles otra clase de favores. Aun así, ella revoloteaba alrededor de la mesa, con la esperanza de que alguno de ellos cambiara de opinión, especialmente el rubio, de ojos verdes y sensuales, ojos que prometían incalculables placeres si podía ponerle las manos encima. Derek, así oyó que lo llamaron, y su corazón se habían entrelazado en el instante en que él entró. Ella nunca había visto un hombre tan apuesto... hasta que entró el más joven del trío.

Era una verdadera vergüenza que alguien fuera tan joven, ya que su experiencia con muchachos de esa edad había sido tristemente insatisfactoria. Por otra parte, este joven tenía un brillo diabólico y picaresco en la mirada, por lo cual se preguntaba si sabría cómo complacer a una mujer, a pesar de su corta edad. En realidad era más alto y corpulento que sus compañeros, con el cabello oscuro y ojos celestes muy claros, era tan atractivo que a ella le hubiera gustado averiguarlo.

El tercer miembro del grupo, que parecía ser el mayor, no era tan buen mozo como sus dos amigos, aunque, en realidad, también era un prototipo de buen aspecto, sólo superado por los dos rompecorazones. La muchacha volvió a suspirar, esperando, preocupada porque pensaba que iba a sentirse decepcionada, ya que a ellos sólo les interesaban sus bebidas y sus conversaciones.

Ajenos de los lascivos pensamientos que se dirigían hacia ellos, nada nuevo para los tres, repentinamente cambiaron el curso de su amable conversación ante tan ávida observación.

—¿Cómo lo hace, Derek? —se quejó Percy, con un poco de desprecio en sus palabras. Se refería a Jeremy, el primo de Derek y el más joven de los tres—. Ha bebido igual que nosotros, y, sin embargo, ahí está sentado y sin un indicio de borrachera.

Los dos primos Malory se hicieron una mueca. Lo que Percy no sabía era que un puñado de piratas le había enseñado a Jeremy todo lo que sabía sobre bebidas y mujeres. Pero eso era algo que la familia no ignoraba, como tampoco el hecho de que el padre de Jeremy, James Malory, vizconde de Ryding, había sido el líder de aquellos mismos piratas, en la época en que era conocido como el Halcón. A Percival Alden, o Percy, como le llamaban sus amigos, nunca se lo habían contado. El bueno de Percy era incapaz de guardar un secreto ni para salvar su alma.

—Mi tío James me advirtió de que le aguara las bebidas —le mintió Derek, con el rostro serio—. De otro modo al jovencito no le permitirían salir conmigo.

—¡Dios mío! ¡Qué horrible! —Percy cambió su tono compadeciéndose, ahora que le habían asegurado que un joven de dieciocho años no estaba bebiendo a escondidas.

Después de todo, Percy tenía veintiocho años y era el mayor del trío. Era lógico que resistiera mejor el licor que sus compañeros. Aunque Derek, a los veinticinco, siempre le había avergonzado cuando se trataba de beber seriamente. Pero el joven Jeremy les estaba superando a ambos... o por lo menos eso era lo que pensaba Percy. Qué deplorable era tener un libertino reformado como padre, que no le perdía de vista, e incluso le pedía al resto de la familia que le ayudara a cortarle la diversión.

Derek nunca decía una palabra cuando Jeremy desaparecía, de noche, con una criada de buen ver en los brazos; así que no toda la diversión del muchacho se veía coartada. Percy no recordaba una sola vez, del último año, desde que Derek había tomado a su primo bajo su protección, en la que Jeremy no hubiera encontrado a una dama con quien compartir algunas horas muy privadas, o en la que los tres hombres no hubieran terminado en una alegre taberna, en una costosa casa de Eros, o en una de las muchas reuniones sociales. El muchacho tenía mucha suerte cuando se trataba de mujeres. Mujeres de todas las edades, prostitutas y damas, consideraban irresistible a este joven Malory.

En ese aspecto, se parecía a su padre, James, y a su tío Anthony Malory. Esos dos hermanos Malory, los menores de cuatro, habían convulsionado la ciudad en sus días con los escándalos que generaron sus amoríos. Derek, el único hijo del hermano mayor de los Malory, también tenía la misma suerte cuando se trataba de mujeres, aunque era mucho más discreto y juicioso para elegir sus aventuras, de manera que los pocos escándalos en los que se había visto involucrado no tenían nada que ver con mujeres.

Después de pensarlo, Percy llamó a la cantinera y le habló al oído. Mientras le observaban, los dos primos sabían exactamente qué estaba haciendo: ordenando la próxima ronda... y dando consejos, supuestamente con disimulo, de que no le pusieran agua a la bebida de Jeremy. Los primos casi no pudieron evitar reírse. Pero Derek, al ver que la muchacha frunció el entrecejo, y que estaba a punto de decirle al joven caballero que ninguna de las bebidas que había servido tenía agua, la miró y le guiñó un ojo para que supiera que estaban bromeando y le siguiera la corriente. La muchacha lo hizo, e hizo una mueca mientras se retiraba.

Derek tendría que encargarse de que la bella jovencita fuera recompensada, aunque no como a ella le hubiera gustado. Cuando llegaron ella le había desplegado todos sus encantos, pero, como él ya tenía otro compromiso, no le había correspondido.

Esta era una taberna que frecuentaban a menudo, pero esta joven era nueva. Eventualmente probaría con ella; todos lo harían si se mantenía durante un tiempo suficiente en su trabajo, pero esta noche no, ya que todos estaban invitados a la fiesta de inauguración anual de los Shepfords.

A él y a Jeremy les habían ordenado que fueran a esa fiesta, ya que en ella haría su presentación oficial en sociedad su prima más joven, Amy. Ésta ya había acudido a algunos pocos encuentros desde que cumplió dieciséis años, pero no a fiestas como esta, y mucho menos vestida de gala como lo había hecho esa noche. La jovencita les había asombrado con sus galas, por lo menos a los hombres de la familia, y todo el clan Malory estuvo allí. ¿Cuándo habría el diablo convertido a la dulce y traviesa Amy en una belleza sensual y arrebatadora?

Era una buena pregunta para formularle a Percy y distraer su mente de su confabulación con la camarera. Conociendo a Percy como le conocía, y Derek le conocía bien, ya que eran compinches desde hacía años, era probable que el buen muchacho contara lo que había hecho, ya que Percy simplemente no podía guardar un secreto, aunque fuera propio.

Así que, para distraer a Percy, Derek le mencionó el asunto a Jeremy.

—Últimamente Amy te elige como acompañante, cuando sus hermanos no pueden hacerlo. ¿Por qué nunca nos dijiste que la jovencita había florecido así de la noche a la mañana?

Jeremy se encogió de hombros.

—¿Quién dijo que fue de la noche a la mañana? Esa ropa que la tía Charlotte insiste en ponerle a Amy oculta lo que estaba allí, pero ha estado allí desde hace un tiempo. Sólo hay que tener un ojo sagaz...

Derek casi se sofoca para contener la risa.

—¡Santo cielo, hombre! ¡Ella es tu prima! Se supone que no debes observar esas cosas en una prima.

—¿Y tú no lo haces? —Jeremy estaba realmente sorprendido—.Bueno, por las campanas del infierno, ¿dónde está escrito...?

—Probablemente en el libro de tu padre —le respondió Derek con una mirada sugestiva.

Jeremy suspiró.

—Supongo que sí. Causaba un escándalo cada vez que admiraba a Regan más de lo que él consideraba que fuese necesario.

Regan era también su prima, y la sobrina que los hermanos Malory mayores habían criado, aunque sólo Jeremy y su padre la llamaban Regan. A Derek no le molestaba que la llamaran así, pero sí a su padre y a sus otros dos tíos. El resto de la familia la llamaba Reggie, aunque su verdadero nombre era Regina, y la joven se había casado hacía varios años con Nicholas Eden, uno de los mejores amigos de Derek.

—Pero yo no dije que estuviera interesado en Amy —aclaró Jeremy mientras continuaba—, sólo que advertí que se ha rellenado bien en los lugares adecuados.

—Yo también lo noté —comentó Percy de manera inesperada—. Esperando el momento oportuno, esperando que creciera. Pensando en cortejarla.

Al escuchar estos comentarios, ambos primos se inclinaron hacia adelante, ya que en eso se parecían a sus padres, algo misterioso, según parece. Entonces fue Derek el que exclamó:

—¿Por qué querrías hacer una tontería semejante? Junto con Amy tendrías la desaprobación de mis tíos. No lo dudes. ¿Realmente, quieres que Anthony y James te escupan a la cara, por no mencionar a mi padre?

Percy palideció un poco.

—¡Dios mío, no! No había pensado en eso. Realmente, no lo había hecho.

—Piénsalo.

—Pero... creí que sólo tomaban a Reggie, la esposa de Nick, como algo personal. A ellos no les importan ni Clare ni Diana, las hermanas mayores de Amy.

—Clare no atrajo a rufianes como tú, Percy, así que no había que preocuparse por ella. Y el tío Edward aprobó la primera elección de Diana, por lo cual se casó tan pronto como se desarrolló. A diferencia de Reggie, ellas tienen un padre que se preocupa por su bienestar, así que los tíos creyeron que no debían involucrarse.

Percy se irguió al escuchar esto.

—Bueno, entonces conseguiré la aprobación de lord Edward, y eso será todo, ¿verdad?

—No cuentes con eso. A diferencia de Claire y Diana, Amy se parece mucho a Reggie para que Tony y James no la vigilen de cerca, como lo hicieron con Reggie antes de que se casara con Nick. —Derek hizo una mueca y miró a Jeremy—. ¿Les viste las caras esta noche? Les impactó. Creo que nunca había visto cómo tu padre se quedaba mudo.

Jeremy se rió.

—Yo sí, pero tienes razón. Creo que tendría que haberle avisado.

—Y a mí —reiteró Derek.

Jeremy arqueó una ceja imitando a la perfección una de las costumbres de su padre, y dijo:

—No creí que fueras tan cerrado como para no advertir el desarrollo de Amy. Mi padre tiene la excusa de que su nueva esposa le mantiene ocupado, pero ¿cuál es tu excusa?

—Casi no veo a la muchacha —respondió Derek en su defensa—. Es a ti a quien llama para que la acompañes cuando no tienes clases, no a mí.

Al ver que estaba por comenzar una seria discusión, Percy decidió hacer una sugerencia:

—Me gustaría cumplir con esa tarea si fuera necesario.

—Cállate, Percy —le dijeron ambos primos automáticamente.

Pero Derek fue el primero en recordar que estaban tratando de disuadir a Percy de su inesperado interés en la joven Amy; así que volvió rápidamente al tema que encaminaría a Percy, y le preguntó a Jeremy:

—Pero el tío James estaba sorprendido del cambio de Amy, ¿verdad? Jeremy cayó en la cuenta.

—¡Oh!, sí. Oí que papá suspiraba antes de decirle a Tony: «Aquí vamos otra vez».

—¿Qué respondió el tío Tony a eso?

Jeremy sonrió al recordar la escena que había presenciado.

—Lo que uno hubiera esperado. «Te dejaré esto a ti, viejo, ya que ahora no tienes otra cosa mejor que hacer durante la noche, en tu cama, más que dormir.»

A Percy le pareció divertido y se rió. Por su parte, Derek realmente se sonrojó. Ambos comprendieron lo que quiso decir, ya que en este momento, Georgina, la joven esposa de James Malory, tenía un embarazo muy adelantado, y esperaba dar a luz en esa semana. Jeremy le había contado a Derek que el médico de George le advirtió a su esposo de que, por el momento, no la tocara. En aquel momento Derek también se sonrojó, pero el hecho era que conoció a su nueva tía en las afueras de una taberna, cerca del muelle, cuando ella corrió a sus brazos, y él tenía la intención de que aquella noche terminara en su cama, hasta que Jeremy le informó que a quien estaba tratando de seducir era a su nueva tía.

Sin embargo, este tema había sorprendido a Percy, ya que sólo se le ocurrió preguntar:

—¿Será esa la razón por la cual el nombre de tu padre figura en el libro de apuestas de lo de White’s?

Cuando formuló la pregunta, Jeremy le contestó:

—No sabía que hubiera apostado.

—Él no —le aclaró Percy—. Están apostando a que iniciará o será directamente responsable de no menos de tres peleas antes del fin de semana.

Al escuchar estas palabras, Jeremy comenzó a reírse. Derek cortó disgustado:

—Eso no es divertido, Jeremy. Cuando el tío James interviene en una pelea, por lo general, la pobre víctima no sale caminando. Mi amigo Nick lo averiguó en su origen, y casi no se casa con Reggie, ya que tu padre lo mandó a la cama durante una semana.

Jeremy se puso serio, porque el bueno de Nick había enviado a su padre a la cárcel por aquel incidente, y fue un momento en el que los ánimos estuvieron alterados y que él había olvidado muy pronto.

Percy, sin saber que había sacado a la luz algunos recuerdos desagradables para los primos, deseaba saber.

—¿Esa es la razón por la cual tu padre está de tan mal humor, porque él y Georgie no pueden... tú sabes...?

—En realidad, yo no tengo nada que ver con eso, Percy —le respondió Jeremy—. Mi padre sabía que tendría que abstenerse durante algún tiempo. ¿Su hermano Tony no pasó por lo mismo hace dos meses? No, lo que le hace que despedace a todo al que tiene cerca es la carta que recibió George de sus hermanos la semana pasada. Al parecer van a regresar todos para el nacimiento, y pueden aparecer en cualquier momento.

—¡Dios mío! —exclamaron Percy y Derek al unísono.

Derek agregó:

—Ahora me explico por qué ayer casi me saca los ojos sin razón.

—Nunca vi a un hombre que detestara tanto a sus cuñados como James Malory detesta a ese regalo que recibió de América —comentó Percy.

—Le agradan menos que Nick, y Nick nunca le agradó —agregó Derek.

—Exactamente —dijo Jeremy—. George sólo puede tratar de evitar que se enfrenten en peleas cada vez que están en la misma habitación.

Todos estaban exagerando... un poco. La verdad era que James había acordado una semipaz con sus cuñados antes de que regresaran a América, pero no le había agradado; sólo lo hizo por el bienestar de Georgina, y sólo porque pensó que no les volvería a ver.

Ellos no eran tan terribles. Derek y Jeremy habían salido con los dos hermanos Anderson menores mientras estaban en Londres. Y se habían llevado muy bien, por lo menos con Drew Anderson, el hermano más revoltoso. Boyd, el más joven, era demasiado serio y no se divirtió tanto como los demás. Pero había un hermano en particular a quien James realmente objetaba, aquel que había querido colgarle cuando el año anterior tuvieron a James a su merced en América. Ese nunca le agradaría a James, sin importar lo que sucediera.

—Me alegro mucho de no tener que vivir en tu casa el mes que viene —le señaló Derek a Jeremy.

Jeremy le hizo una mueca a su primo.

—¡Oh! no lo sé. Si me permites decirlo, va a estar muy interesante por allí. Yo no tengo intenciones de perderme un minuto de todo eso.

 

2

 

En el otro extremo de Londres, en su casa recién comprada en Berkeley Square, Georgina y James Malory se habían puesto de acuerdo para dejar de lado el tema de la inminente llegada de los hermanos de Georgina, por lo menos durante el resto de la noche, ya que era un tema sobre el que no podían ponerse de acuerdo, y era dudoso que alguna vez pudieran hacerlo. Georgina comprendía los sentimientos de su esposo. Después de todo, sus hermanos le habían derrotado y le habían encerrado en una celda. Warren, el más enojado de todos, le hubiera colgado alegremente, utilizando la excusa de que James era el pirata que había atacado a dos de sus barcos Skylark, lo cual era verdad, pero no venía al caso.

Sin embargo, Warren había usado eso como su explicación, cuando la verdadera razón por la que hubiera querido terminar para siempre con James Malory era porque se había comprometido con Georgina y anunciado públicamente ese acontecimiento en una reunión en la que estaba la mitad de su ciudad natal de Bridgeport, Connecticut.

Sí, Warren tenía mucha de la culpa de la animosidad que aún existía entre su esposo y sus hermanos. Pero James también tenía parte de la culpa; en realidad él había instigado la hostilidad original con su ácida lengua. Y después de que la hubiese llevado a Inglaterra, ella descubrió que todo había sido deliberado de su parte para que sus hermanos la obligaran a casarse con él, lo cual hicieron rápidamente, pero eso no puso fin al tema de la horca, por lo menos no para Warren.

Y ella también comprendía la posición de Warren. Sus hermanos habían despreciado a los ingleses incluso antes de la guerra de 1812, debido al bloqueo europeo de Inglaterra que le había costado a la línea Skylark tantas de sus rutas comerciales establecidas. También estaban los numerosos barcos Skylark que habían sido detenidos y abordados cuando los ingleses estaban buscando arbitrariamente desertores para sus filas. Warren tenía una pequeña cicatriz en su mejilla izquierda de uno de esos abordajes forzados, cuando los ingleses insistieron en confiscar a varios de su tripulación y él trató de impedirlo.

No, ninguno de sus hermanos quería a los ingleses, y la guerra sólo había empeorado esos sentimientos. Así que no era extraño que sintieran que James Malory, un vizconde inglés, y en otra época el más notorio libertino de Londres y un ex pirata, no fuera lo suficientemente bueno para su única hermana. Si ella no hubiera amado a su esposo con locura, ellos nunca la hubieran dejado a su cuidado cuando por fin los localizaron en Londres. Y James estaba al corriente de dicha circunstancia, lo cual era otra razón por la cual nunca sería completamente amigable con sus hermanos.

Pero esta noche ella y James ya no hablarían del asunto. Era un tema muy delicado, y James y Georgina habían aprendido a dejar los temas delicados fuera del dormitorio. No porque no pudieran tener una animada pelea en esa habitación o en cualquier otra. Pero en el dormitorio trataban de distraerse, lo cual quitaba la vehemencia de una buena discusión.

Habían terminado de divertirse, y James aún tenía a Georgina en sus brazos y le mordisqueaba la piel, lo cual presagiaba que muy pronto se volverían a divertir. A ella le parecía atrozmente divertido que James y su hermano Anthony, ambos libertinos reformados de la peor clase, y a quienes les habían indicado que se abstuvieran de hacer el amor en los últimos meses de embarazo de sus esposas, consideraran una broma encantadora que los amigos y familiares creyeran que estaban siguiendo las indicaciones del médico, pero que odiaban la prohibición.

Hasta Jeremy, el hijo de James, había sido engañado, y le oyeron decir: «Bueno, ¿qué son dos semanas comparadas con el tiempo que pasábamos en alta mar cuando íbamos de puerto en puerto?»

Lo más divertido del asunto era que Jeremy, quien seguía rápidamente los pasos de su padre, tendría que haberse dado cuenta. Tendría que haber advertido que dos maestros de las cosas sensuales como eran James y An-thony, sabrían cómo evitar el mandato del médico para satisfacerse y satisfacer a sus esposas de otras maneras.

Sin embargo, James había disfrutado de la farsa de sentirse muy sensible, como Anthony lo había estado antes, hasta que llegó la carta de América. Ahora no había ninguna farsa en el mal humor de James, al cual nadie estaba inmune, no cuando su satírico ingenio podía lacerar tan indiscriminadamente y con tanta precisión. Georgina había sentido algunos coletazos, pero hacía tiempo que había encontrado la manera perfecta de desquitarse, lo cual enloquecía de furia a su querido esposo.

Ahora no estaba furioso. Ni siquiera estaba pensando en la inminente llegada de sus cuñados, lo cual hubiera destruido completamente su disposición tierna y melosa. James era el hombre más feliz y contento cuando su pequeña George estaba cerca, y en este momento ella se encontraba perfectamente accesible. Sus manos y sus labios se deslizaban ociosamente, mientras recordaba la noche y la fiesta a la que habían acudido.

Una maldita fiesta, algo en lo que no le hubieran atrapado ni muerto antes de casarse, aunque suponía que debiera hacer algunas concesiones al estado matrimonial. Los mayores, como él y Anthony llamaban a sus hermanos mayores, insistieron en que tenía que acudir, aunque eso no habría resuelto el problema, ya que nunca había obedecido sus dictados, y no iba a comenzar ahora precisamente. Pero Georgina también había insistido, y eso fue todo lo que se necesitó. Lo hizo para complacerla.

Luego advirtió que realmente se había divertido, aunque eso estuviera relacionado con el hecho de ver a Anthony inclinarse y reírse y hacer comentarios con menosprecio sobre cada damisela de las que habían acudido a la fiesta de su sobrina Amy, especialmente después de que Anthony le dijera más temprano: «Esta te la dejaré para ti, compañero, ya que no estuviste cerca cuando Reggie hizo su debut. Después de todo, lo justo es justo, y Reggie me dio suficientes preocupaciones, particularmente después de que se hubiese enamorado de ese presuntuoso de Eden. Ni siquiera me hubiera dejado dispararle al tipo, lo cual es una lástima, y ahora es demasiado tarde, ya que se casó con él.»

James tenía otras razones por las cuales no le agradaba Nicholas Eden además del hecho de que Reggie se hubiera casado con él; pero esa era otra historia. Ella aseguró que se había enamorado de él porque le recordaba a sus queridos tíos Anthony y James, lo cual sólo empeoraba las cosas, ya que nadie que se pareciera a ellos era bueno para su Reggie. Pero ni James ni Anthony pudieron encontrar una falta en la forma en que trataba a Reggie, por lo menos no ahora, aunque durante el primer año de matrimonio no se había comportado tan bien. Ahora, Nicholas era el esposo ideal. Que a ellos no les agradara el tipo, era una cuestión de principios.

Y ahora, otra de sus sobrinas hacía su debut, y aunque James y Anthony no habían intervenido en la crianza de ninguna de las hijas de Eddie, como lo hicieron con Reggie, quien perdió a sus padres cuando tenía sólo dos años, la hija más joven de Eddie, con su cabello negro y ojos celestes, se parecía tanto a Reggie que podían haber sido hermanas. Esto había despertado los instintos protectores de Anthony, aunque él tratara de negarlo. Y a James no le agradó lo que sintió al ver a esos pequeños caballeros atropellándose para conquistar la atención de Amy. En realidad, había cambiado rápidamente de idea sobre su esperanza de que Georgina le diera una hija tan adorable y preciosa como Judith, la pequeña de Anthony y Roslynn.

—¿Estás despierta, George? —le preguntó James con un tono perezoso.

—Yo y el bebé.

James se sentó y le colocó ambas manos sobre el abdomen para darle masajes. Cuando se produjo la siguiente patadita, le dio directamente sobre la palma. Se miraron y sonrieron. A James lo conmovió hasta el alma sentir que su bebé se movía adentro de su esposa.

—Esa fue suave —le explicó George.

La sonrisa de James se amplió.

—Entonces él estará listo para la sortija aunque sea pequeño.

—¿Él? Creí que querías una niña.

—Esta noche cambié de idea. Le dejaré todas las preocupaciones sobre las hijas a Tony y al muchacho de Eddie.

Georgina sonrió, ya que conocía tan bien a su esposo que sabía exactamente lo que estaba pensando.

—Amy estaba excepcionalmente encantadora esta noche, ¿verdad?

Él no le respondió a eso, pero le dijo:

—Lo que quiero saber es cómo no lo advertí si últimamente estuvo más aquí que en su propia casa.

—Lo que no advertiste es lo encantadora que es —le respondió Georgina—. Como su tío, se supone que no debías advertir cómo se estaba rellenando en los lugares adecuados, especialmente porque Charlotte la tenía envuelta en esos vestidos de niña, con cuellos altos y que tapan todo.

Abrió más grandes sus ojos verdes ante otro pensamiento.

—¡Dios mío! ¿Crees que Jeremy lo notó y por eso se ha sentido tan complacido de tener que darle escolta?

Georgina se rió y trató de darle una palmada, pero no pudo alcanzarlo por el tamaño de su abdomen.

—Eres terrible, James. ¿Por qué insistes en atribuirle esas inclinaciones lujuriosas a ese dulce muchacho? Por el amor de Dios, sólo tiene dieciocho años.

James levantó una de sus cejas rubias, una costumbre que ella detestaba, pero que ahora le caía bien.

—¿Dulce? ¿Mi hijo? Y lo que tiene ese bribón son dieciocho años que parecen treinta.

Georgina admitía que Jeremy parecía mayor, ya que había alcanzado la altura de su tío Tony, lo cual le situaba en unos centímetros más arriba que su padre, y tenía una contextura mayor que la de James, lo cual le daba un aspecto formidable comparado con otros jóvenes de su edad. Pero ella no le iba a mencionar esto a su padre, el cual estaba muy orgulloso del muchacho.

—Bueno, no necesitas preocuparte por Jeremy y Amy. Sé que se han hecho muy buenos amigos. Tienen casi la misma edad. Dentro de pocas semanas ella también cumplirá dieciocho años. Me sorprende que Charlotte no la haya hecho esperar estas pocas semanas para su presentación oficial.

—Eso debe de haber sido cosa del muchacho de Eddie. Él es muy blando cuando se trata de sus niñas, lo cual no es lo que Amy necesita ahora.

Georgina levantó las cejas.

—¿También te vas a ocupar personalmente de esa sobrina?

—De ninguna manera —respondió con uno de sus tonos más fríos—. Ya sabes que mi especialidad son los muchachos, y estaré disfrutando mucho de nuestro nuevo hijo como para preocuparme por la hija menor de Eddie.

Georgina dudaba sobre ello, ya que había oído algunos comentarios sobre la seriedad con que se había ocupado de la educación de Reggie; y en sus épocas de pirata, cuando le prohibieron estar con ella en sus momentos libres, raptó a la muchacha y la llevó a alta mar durante varios meses, razón por la cual sus hermanos le habían repudiado durante años. Pero Reggie era la sobrina preferida, ya que era como una hija para todos ellos; así que, probablemente, James y Anthony dejarían que el padre de Amy se ocupara de ella, ya que Edward se había arreglado bastante bien con sus otros cuatro hijos.

—Y ahora que has cambiado de opinión sobre el hecho de tener una hija, ¿qué sucederá si, de cualquier manera, tenemos una?

Le dio un beso en el medio del abdomen y le sonrió, y le respondió con tono jocoso:

—Seguiré intentándolo, George. Depende de ti.

Ella pasaría mucho tiempo en la cama mientras él se esforzaba para lograrlo la segunda vez, eso sí dependería de ella.

 

3

 

En una calle más al norte de Berkeley Square, Amy Malory se preparaba para acostarse. Estaba sentada frente al espejo de su tocador, cepillándose su largo cabello negro, y observando cómo Charlotte ayudaba a Agnes a ordenar su vestido, sus calcetas alquiladas, sus zapatos desgastados, sus guantes rosas sucios.

Tenía intenciones de hablar con su padre para tener su propia criada. Claire y Diana, sus hermanas mayores, disponían de ellas, y se las llevaron con ellas cuando se fueron a vivir con sus esposos. Pero Amy siempre tuvo que compartir la criada de otro, y, en este momento, la única que quedaba era la vieja Agnes, que estaba con Charlotte desde que ella era una niña. Amy quería a alguien que no fuera tan autoritaria, que no le regañara tanto ni le diera tantas órdenes. Ya era hora y... y Amy no podía creer que estuviera pensando en menudencias después de haber tenido el día más emocionante de su vida.

En realidad, hubo otro día más emocionante, un día que nunca iba a olvidar, un día que recordó una y otra vez durante estos seis últimos meses desde que ocurrió. Fue el día en que conoció a los hermanos de Georgina Malory y tomó la auspiciosa decisión, aunque bastante desvergonzada, de casarse con uno de ellos. Desde entonces, no había cambiado de idea. No se imaginaba cómo iba a poder cumplir con su cometido, ya que el hombre que quería había regresado a América y no le había vuelto a ver.

Era irónico que lo que había convertido su día en especial, aparte del hecho de que esperaba desde hacía tiempo poder incorporarse al mundo de los adultos, y de que su presentación había sido un rotundo éxito, había sido el hecho de oír cómo discutían su tía George y su tío James sobre la carta que les informaba de que los cinco hermanos de su tía regresarían a Inglaterra para el nacimiento de su primer hijo. Esa noticia realmente había coronado el día de Amy.

¡Iba a regresar!

Esta vez tendría la oportunidad de deslumbrarle con su inteligencia y su encanto, de hacer que se fijara en ella, porque seguramente no lo había hecho cuando la conoció. Probablemente no recordaría haberla conocido, pero, ¿por qué iba a hacerlo? Ella se sintió muy abatida por lo que sentía por él, así que, seguramente, no había estado muy vivaz.

El hecho era que Amy había madurado en cuerpo y mente hacía un par de años, así que esta espera para ser tomada seriamente por el mundo de los adultos había sido una frustración para ella, y la paciencia no era una de sus virtudes. Cuando elegía algo podía ser bastante audaz y perversamente directa. No era para nada tímida o recatada, como se suponía que debía ser. Y era protectora de su familia, al mantener su desvergonzada naturaleza atrevida más o menos para sí misma con el fin de no decepcionarles con su descaro. El comportamiento descarado estaba bien para los libertinos de la familia, y los Malory mantenían a un número suficiente de ellos; pero eso no era algo apropiado para las damas. Jeremy comenzó a sospechar, pero a ella le agradaba desmedidamente ese primo en particular, y como se convirtieron en grandes amigos, ella no siempre le ocultaba su verdadera naturaleza.

Tampoco le iba a ocultar su naturaleza al hermano de la tía George, al menos no esta vez. Sería muy audaz cuando se tratara de él, si no volvía a quedarse muda por esos sentimientos perturbadores otra vez, por el factor del tiempo involucrado. Él no regresaba a Inglaterra para quedarse; sólo se trataba de una visita; así que ella no tendría muchas oportunidades de llevar a cabo sus ardides con él; tendría muy poco tiempo, y, por lo que sabía de él, necesitaba cada minuto de su tiempo.

Hacer averiguaciones sobre su futuro esposo, y Amy estaba segura de que sería su esposo, sólo requirió intimar con su tía George, que era sólo cuatro años mayor que ella. Comenzó a visitar a Georgina cuando ella y el tío James aún vivían con el tío Tony en Picadilly. Luego, cuando llegó el momento de comenzar a amueblar su nueva casa en Berkeley Square, Amy se ofreció para ayudarla con eso. Y en cada visita Amy desviaba sutilmente la conversación hacia los hermanos de Georgina, y Geor-gina hablaba sobre ellos sin que Amy tuviera que formularle ninguna pregunta.

No quería que descubrieran su interés personal, no quería que le dijeran que era demasiado joven para el hombre con el cual había resuelto casarse. Quizás en aquel momento lo era, pero ya no. Y Georgina, que echaba de menos a sus hermanos se sintió encantada de hablar sobre ellos, y le contó incidentes de la infancia y las travesuras que hacían, así como también las aventuras y desventuras en las que habían participado cuando se convirtieron en hombres.

Amy se enteró de que Boyd era el más joven de los hermanos, que tenía veintisiete años y que era tan serio como un anciano. Drew, que tenía veintiocho años, era un pícaro y el seductor de la familia. Thomas tenía treinta y dos años y la paciencia de un santo. Nada le desordenaba las plumas, ni siquiera el tío James, que había hecho con él su mejor intento. Warren, que acababa de cumplir los treinta y seis años, era el arrogante y cínico de la familia. Georgina decía de él que era un jactancioso y era un grosero cuando se trataba de mujeres. Y Clinton, el jefe de la familia con los cuarenta y un años, era severo y juicioso, y se parecía mucho a Jason Malory, quien era el cabeza de la familia Malory y el tercer marqués de Haverston. En realidad, estos dos se habían llevado muy bien cuando se conocieron, obviamente porque tenían mucho en común al tener tantos hermanos menores que cuidar y mantener a raya.

Amy se sintió deprimida durante un tiempo al enterarse de que, de los cinco hermanos Anderson, y todos eran muy buenos mozos, el que había elegido era el menos adecuado para ella. Él le provocó sentimientos que le aseguraron que era para ella. Ninguno de los otros hermanos le hizo sentirse de esa manera ni ningún otro hombre, ni siquiera esta noche cuando tuvo a todos los jóvenes elegibles de la alta sociedad clamando por su atención. Y al escuchar a sus tías George y Roslynn recordar lo que sintieron al conocer a sus esposos, Amy supo lo que significaban esos sentimientos.

Esto no tenía remedio. Y ella era lo suficientemente optimista y confiada, en especial después de su aplastante éxito de esta noche, como para sentir que no tendría problemas... bueno, quizás algunos, pero todos se superarían en la medida en que tuviera acceso al hombre, y ahora lo tendría.

—Ya está —le dijo su madre, mientras se acercaba a

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