CIA Airlines

Matías Vallés
Felipe Armendáriz
Marisa Goñi

Fragmento

cap-7

Prólogo

La guerra sucia de la CIA

En los primeros días de noviembre de 2005, el periodista Iñaki Gabilondo me invitó a participar en varios números cero —ensayos— de su programa de noticias de las nueve de la noche en la cadena de televisión Cuatro. En uno de ellos, el correspondiente al 2 de noviembre, acordamos analizar una noticia espectacular de la portada del periódico norteamericano The Washington Post de esa fecha. La periodista Dana Priest revelaba allí la existencia de una red global de cárceles secretas fuera de Estados Unidos —algunas de ellas en Europa del Este— en la cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA) mantenía a numerosos prisioneros de la llamada «guerra contra el terror», siguiendo instrucciones cursadas por el presidente George W. Bush tras los atentados del 11-S. Poco antes de iniciarse el programa, como es habitual, hicimos un repaso de los hechos.

—Me parece bien que comentemos esta noticia. Es muy relevante. Pero ¿por qué somos tan paletos? Porque hay un diario español que está siguiendo el tema de los aviones de la CIA que han hecho escala en Palma de Mallorca antes o después de secuestrar a gente y no ha tenido repercusión alguna. Y solo cuando The Washington Post saca el tema de las cárceles nos despertamos…Voy a mencionar la investigación del Diario de Mallorca

—Muy bien, yo no lo sabía…

Llegado el momento de analizar la noticia, apunté:

—Es una información de gran importancia. Dana Priest es responsable de temas de seguridad nacional en The Washington Post y es una periodista muy respetada. La administración Bush ha sembrado una red de cárceles secretas en todo el mundo, algunas de ellas en países de Europa, para poder violar clandestinamente los convenios internacionales, como es el caso de la Convención contra la Tortura de Naciones Unidas… Pero a veces pecamos de paletos. Porque aquí, en nuestro país, un periódico, el Diario de Mallorca, viene publicando informaciones desde hace largos meses sobre los aviones de la CIA que aterrizan en el aeropuerto de Son Sant Joan y nadie, ningún medio de comunicación, parece estar interesado.

Fue un reconocimiento interior, sin escaparate. Porque el programa era un «número cero» y, por tanto, no saldría al aire. En las semanas siguientes, insistí en el diario El País, que hasta entonces tampoco había reflejado la investigación, en que era necesario unir todos los eslabones de la cadena. La revista norteamericana Newsweek, The New York Times, The Washington Post habían hecho un buen trabajo, pero también estaban las informaciones del Diario de Mallorca que debían citarse.

El 7 de noviembre de 2005, el Diario de Mallorca reveló detalles de un informe de la guardia civil del 23 de marzo de 2005. En él se daba cuenta al Tribunal Superior de Justicia de Baleares de diez vuelos operados presuntamente por la CIA a través de empresas fantasma. Los aviones habían realizado escala de uno a tres días en el aeropuerto de Son Sant Joan. El citado informe había sido encargado por la fiscalía de Baleares a raíz de una denuncia de un grupo de ciudadanos encabezados por el abogado mallorquín Ignasi Ribas, que se habían basado en los datos aportados por el diario.

Al describir a la tripulación del Boeing 737 matrícula N313P que había hecho escala en Mallorca el 22 de enero de 2004 y partido el 23 hacia Skopje, Macedonia, el informe citaba a trece personas, y reproducía fotocopias de algunos pasaportes.

Esa tripulación estaba integrada por: James Fairing, Jason Franklin, Michael Grady, Lyle Edgar Lumsden III, Eric Matthew Fain, Charles Goldman Bryson, Kirk James Bird, Walter Richard Greesbore, Patricia O’Riley, Jane Payne, James O’Hale, John Richard Deckard y Héctor Lorenzo.

Los esfuerzos de José Manuel Romero, redactor jefe de España en El País, permitieron al diario tener acceso al documento como tal, cuyos datos ya había anticipado el Diario de Mallorca. Casi nueve meses después de que el citado periódico iniciara la historia, El País abría en portada su edición del 15 de noviembre de 2005 con la noticia, reconociendo el lugar estelar que se había ganado a pulso el periódico mallorquín. No pocos periodistas se preguntaron por qué razón la noticia ocupó un lugar destacado el 15 de noviembre y no durante los meses anteriores, habida cuenta de que nada nuevo había ocurrido el día anterior, 14 de noviembre.

La verdad es muy sencilla: hay un momento en que una constelación de hechos te impide seguir mirando hacia otro lado. Y en este caso, las revelaciones de la prensa norteamericana hicieron imposible dejar de destacar el valor de lo que un periódico local, el Diario de Mallorca, había hecho durante los meses previos. La confirmación del informe de la guardia civil había permitido afirmar la convicción de que se estaba ante una noticia relevante. Todos los diques de contención que habían reprimido las investigaciones del Diario de Mallorca se rompieron y la noticia inundaba el espacio informativo nacional.

Quizá la palabra «paleto», analizados los hechos retrospectivamente, fuera una manera superficial de calificar la falta de interés de los medios de comunicación nacionales por la investigación del diario mallorquín.

En realidad, si bien se mira, esa actitud reflejaba un proceso más amplio. Por una parte, estaba la ignorancia como típica reacción competitiva malsana de los grandes medios frente a los más pequeños; en segundo lugar, desnudaba que el provincianismo estaba presente en los poderosos medios de comunicación de la metrópoli, y por último, y no por ello menos grave, delataba el adormecimiento de los grandes medios y de sus periodistas en esta época, su indiferencia ante una historia de alcance mundial que más pronto que tarde llegaría a la opinión pública.

La punta del ovillo de toda la investigación fue un reportaje publicado por la revista norteamericana Newsweek en su edición del 28 de febrero de 2005. Un mes antes, en enero de 2005, The New York Times reveló el secuestro de un ciudadano alemán de origen libanés llamado Khaled el-Masri en Macedonia el 31 de diciembre de 2003. El-Masri fue objeto de una operación llamada «entrega extraordinaria» (extraordinary rendition), por la cual los policías del citado país lo pusieron en manos de un equipo de la CIA. Fue este grupo quien se encargó de trasladarle en un avión Boeing 737 a Afganistán. Allí, en una prisión secreta situada a las afueras de Kabul, le sometieron a tratos crueles y degradantes durante casi cinco meses, para luego, el 28 de mayo de 2004, trasladarle a Albania, donde le dejaron en libertad.

El caso es que ahora, a finales de febrero de 2005, el semanario norteamericano, bajo el título «A bordo de Air CIA. La agencia mantiene un servicio de chárter secreto que traslada detenidos a centros de detención en el mundo. ¿Es legal? ¿Y ahora qué?», decía: «Newsweek ha obtenido planes de vuelo que no se habían hecho públicos hasta ahora, en los que se indica que la CIA ha estado operando un Boeing 737 como parte de un servicio global de chárter para los centros clandestinos de interrogación utilizados en la guerra contra el terror. Y la información sobre el vuelo, con todos los detalles del día, parece confirm

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