
1 ¡ABRÁZALA, TOMI!
P¿Ves ese gran pájaro de hierro que está aterrizando en el aeropuerto de Pekín? Es el avión que ha llevado a los Cebolletas a China. Son las ocho de la mañana.
El vuelo ha durado doce horas, que a Tomi le han parecido un siglo, porque está impaciente por volver a ver a su amiga Eva. ¿Te acuerdas de lo que ha pasado?
El capitán y la bailarina se despidieron hace seis meses, después del viaje a Roma. Era verano. Han seguido en contacto gracias a internet. Ahora, en invierno, gracias a un número premiado de la lotería, pueden reencontrarse por fin.
El grupo de los Cebolletas está compuesto por los fundadores históricos del equipo: Tomi, Nico, Fidu, João, Becan, Dani, Sara y Lara. Los gemelos no han ido porque su padre había reservado hacía tiempo unas vacaciones en la montaña, pero han recibido su parte del premio... y quién sabe en qué la emplearán.
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¡GOL!
Además de Gaston Champignon y su mujer, Sofía, han desembarcado en China los padres de Tomi, los de Becan y João, la madre de las gemelas, el pequeño periodista Tino, Augusto y Violette. Está incluso el gato Cazo, mientras que Sartén se ha quedado en Madrid, al cuidado de los vecinos de Tomi.
¿Cómo dices? ¿El esqueleto Socorro? No se le ve por ninguna parte, pero pronto tendría que unirse al grupo...
Los Cebolletas bajan del avión con las mochilas a la espalda y se dirigen hacia la zona de control de pasaportes.
Dani estira los brazos hacia arriba y luego se inclina hasta tocarse las puntas de los zapatos.
—Tengo la sensación de haber pasado doce horas metido en una caja de galletas. No lo soportaba más. Tengo que moverme.
—Qué le vas a hacer si eres tan alto como una farola —replica Fidu—. Mira qué bien están las gemelas, que son minúsculas.
Sara se da la vuelta hacia el portero y le lanza una mirada de tigresa.
—Mira quién fue a hablar: el gigante...
—Sí, lo único que tiene de gigantesco es la barriga
—añade Lara.
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¡ABRÁZALA, TOMI!
Fidu les guiña el ojo a Tomi y a Nico, que sonríen divertidos.
Después de pasar el control, el grupo de vacaciones organizadas Cebolletas va a la zona de recogida de equipajes. Los chicos se reparten en torno a la cinta mecánica número 3 y recogen sus maletas, una tras otra.
—¿Está todo? —pregunta Gaston Champignon. —Todavía no ha salido la bolsa negra... —responde Armando.
Los Cebolletas, que ya habían cargado su equipaje sobre unos carritos, regresan junto a la cinta mecánica y observan el pequeño túnel por el que van asomando las maletas.
Ya no queda casi nadie esperando.
—¿Y si se ha perdido? —pregunta inquieto João.
—¡No, ahí está! —anuncia Becan, aliviado.
Armando agarra la bolsa, la deposita en el suelo, la
abre y saca de su interior al esqueleto Socorro, que aparece como una serpiente de la cesta de su encantador.
Una señora rubia, que sigue esperando su maleta, se queda mirándolo con la boca abierta.
—No le han dado nada de comer durante el vuelo —le explica Armando—. Se ha quedado en los huesos.
—Pero... pero si es un esqueleto —balbucea la señora.
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¡GOL!
—Se llama Socorro. ¡Socorro, saluda a la señora! —le ordena Armando, mientras levanta los huesos de un brazo del maniquí.
La señora, ligeramente turbada, estrecha la mano del esqueleto.
—Encantada...
Los Cebolletas sueltan una carcajada y empujan los carritos hacia la salida.
Al otro lado de las puertas de cristal de la zona de llegadas, se topan con la primera sorpresa: una muchedumbre de telecámaras y periodistas que sacan fotos sin parar.
—Se habrán enterado de que ha llegado a Pekín el mejor portero del mundo —comenta Fidu.
—El más gordo... —le corrige de inmediato Sara.
En realidad, los periodistas han acudido al aeropuerto por Violette, el máximo exponente de la «pintura a la verdura», que sonríe y contesta a la infinidad de micrófonos que tiene delante. Un representante de la Academia de Bellas Artes de Pekín le regala un espléndido ramo hecho de lechugas, que la hermana de Champignon coge con entusiasmo.
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¡ABRÁZALA, TOMI!
—¡Querido amigo, tienes una mujer famosa! —comenta con sorna el cocinero-entrenador.
—Ya lo sabía, pero no creía que fuera tan grave... —replica Augusto.
Tomi mira a su alrededor y, en cuanto distingue a Eva, siente como un pinchazo en el corazón. Está guapísima: viste un plumón blanco, una bufanda roja, pantalones de pana rosa y botas claras forradas de lana. Lleva de la correa a Bulldog, el perro del hocico aplastado.
¡HOLA, EVA!

BIENVENIDO,
CAPITÁN.
SE MIRAN UN POCO CORTADOS...
¿A QUÉ ESPERAS PARA ABRAZARLA?, ¡LLEVAS SEIS MESES DÁNDONOS
LA TABARRA CON ELLA!
LOS DOS CHOCAN. TOMI, ROJO COMO LA BANDERA
CHINA, LE DA UN SEÑOR BESO.
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¡GOL!
Lucía y Armando intercambian una sonrisa.
Pero la escena romántica dura poco, porque Cazo salta de los brazos de la señora Sofía y cae al suelo. Bulldog trata de echársele encima. El gato huye maullando, el perro se escapa del control de Eva y, arrastrando la correa, se lanza en persecución de Cazo.
—¡Bulldog! —grita Eva.
—¡A por ellos! —aúlla el capitán.
«¿Será posible que cada vez que piso un aeropuerto
tenga que perseguir a un gato?», se pregunta abatido
Fidu mientras corre resoplando en pos de sus amigos y
los dos animales.
El hotel donde se alojan los Cebolletas se encuentra en la zona central de la ciudad, no lejos de la plaza de Tiananmen y la Ciudad Prohibida, el corazón de Pekín. Desde ahí iniciarán su exploración los Cebolletas, después de instalarse en sus habitaciones, descansar un poco y comer. A las tres de la tarde están alineados en el vestíbulo esperando a Eva para iniciar el descubrimiento de esta ciudad fascinante.
Como imaginaréis, Nico ha leído una pila de libros sobre Pekín y está listo para hacer de cicerone, como ha
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¡ABRÁZALA, TOMI!
hecho en todos los viajes de su equipo. Pero esta vez nuestro sabelotodo contará con la ayuda de una colaboradora de primera. A las tres llega Eva al hotel, acompañada por una chica china que lleva unas gafas redondas y dos trenzas sujetas por lazos rojos.
—Cebolletas, aquí tenéis de nuevo a la célebre Chen —anuncia la bailarina.
—¡Nubes Armoniosas! —exclama Nico. —¡¿Cómo te acuerdas de que mi nombre significa «Nubes Armoniosas del Alba»?! —salta Chen, sonriente.
—Pero si ya hablas español mejor que
Fidu... —comenta Becan sorprendido.
—En nuestra escuela se estudian muchas lenguas —aclara Chen—. Yo he escogido el español porque me encantan vuestro país, su historia y su moda. Cuando sea mayor me gustaría estudiar en España y ser diseñadora, como los grandes modistos españoles...
—¿Sabías que nosotras también diseñamos ropa? —dice Sara.
—¿En serio? —responde Chen—. Entonces estos días me tendréis que dar algún consejo, y a cambio yo os contaré cosas de mi ciudad, ¿de acuerdo?
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CHEN
¡GOL!
—¡Genial! —aprueba Fidu—. Habrá que ver si Nico también está de acuerdo. Como sabes, es un lumbrera y si no hace de profesor no está contento.
—Me parece perfecto —tercia Nico—. Con dos profesores habrá más posibilidades de que te entre algo en esa cabeza tan dura que tienes...
El grupo de vacaciones organizadas Cebolletas llega a la gigantesca plaza de Tiananmen.
—Señoras y caballeros, ante ustedes se encuentra la plaza más grande del mundo, la «Plaza de la Puerta de la Paz Celestial» —anuncia Nico.
—Si los campos de fútbol fueran tan grandes, no podría cubrir toda la banda —comenta João.
—En esta plaza cabrían ocho campos —explica el sabelotodo—. Este rectángulo de cemento tiene más de ochocientos metros de largo. Para que te hagas un idea, la plaza Mayor de Madrid solo tiene ciento veintinueve metros de largo por noventa y cuatro de ancho.
—En China todo es grande, porque somos muchos —sonríe Chen—. Hay casi cuarenta y seis millones de españoles, y aquí somos mil trescientos millones.
—¡Qué suerte tienes de vivir en España, Lucía! —comenta Armando—. Imagínate lo que te costaría llevar el correo a tanta gente...
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¡ABRÁZALA, TOMI!
Carcajada general.
Chen les propone visitar dos torres con sus típicos tejados curvados que hay en la parte sur de Tiananmen y luego atravesar la enorme plaza.
—Estas dos torres —explica— formaban parte de la antigua muralla de la ciudad, que fue demolida.
—Esa es la Torre de las Flechas, ¿verdad? —pregunta Nico, señalando una de las dos.
—Sí —confirma Chen—. Tiene casi cuarenta metros de alto y noventa y cuatro ventanas por las que los arqueros podían disparar sus flechas.
—A tu amiga Adriana le habría gustado esta torre —dice Fidu al capitán.
—Es verdad —asegura Eva—. Perdona, Tomi, ¿por qué no te has traído a tu italianita? ¿Se ha quedado para dar de comer a los peces de colores del estanque de El Retiro?
Las gemelas sonríen con malicia y se alejan con la bailarina hacia el centro de la plaza. Tomi, que lleva su inseparable balón bajo el brazo, mira a Fidu como si se le acabara de colar en la portería una pelota entre las piernas.
—¡Tendrías que abrir la boca solo para comer, mamarracho!
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¡GOL!
—Perdona, capitán... —se excusa el portero rascándose el cabezón.
Los demás Cebolletas sonríen divertidos.
Chen señala los grandes edificios que rodean la plaza: el Museo Nacional de China y el Gran Palacio del Pueblo, donde se elaboran las leyes del país. En el centro de la plaza hay una especie de templito cuadrado.
—Ese es el mausoleo de Mao Zedong, donde se conserva su cuerpo embalsamado —aclara Nubes Armoniosas.
—¿Quién es ese Mao? —inquiere Dani.
—El fundador de la República Popular China —responde Nico—. Ese de ahí al fondo es su retrato, ¿verdad?
—Sí —replica Chen—. Está colgado de la antigua puerta que cierra la plaza.
El grupo llega al fondo de Tiananmen y observa el gran cu