«La campana de cristal» fue publicada un mes antes de la muerte de su autora: treinta años tenía Sylvia Plath cuando su única novela —convertida ya en un clásico moderno— vio la luz; treinta también cuando, hace ahora seis décadas, se quitó la vida. Dejó como legado eterno a Esther, protagonista de la obra y álter ego de la escritora, una mujer enferma al descubrirse víctima de un mundo que amalgama y confina su identidad en el cajón del género. Aisladas ambas en una prisión invisible, respirando el aire viciado de una parcela vital sin escapatoria, Esther y Plath se asfixian. En el aniversario de su muerte, el 11 de febrero de 1963, rendimos tributo a la lucidez de la poeta estadounidense con este prólogo de Aixa de la Cruz (titulado «Una terapia de choque», es la carta de presentación de la edición a cargo de Random House), un texto en el que la escritora española imagina siempre a una Sylvia «colosal y retadora». Huimos de la leyenda negra de la escritora suicida y nos regocijamos en el ingenio y la ironía del mito perenne.