Un apremio particular

Philip Roth

Fragmento

cap-13

ENTREVISTA PARA THE PARIS REVIEW[1]

 

 

¿Cómo empieza con un nuevo libro?

 

Empezar un nuevo libro es desagradable. Estoy totalmente inseguro acerca del personaje y el aprieto en que se encuentra, y debo empezar por un personaje en su aprieto. Peor que no conocer tu tema es no saber cómo tratarlo, porque en última instancia todo se basa en eso. Redacto comienzos y son terribles, una parodia más o menos inconsciente de mi libro anterior más que la escisión de este, que es lo que deseo. Necesito algo que me conduzca al centro de un libro, un imán que lo atraiga todo hacia él; eso es lo que busco durante los primeros meses cuando escribo una obra nueva. A menudo he de escribir un centenar de páginas o más antes de conseguir un párrafo que tenga vida. «De acuerdo —me digo—, este es tu comienzo, empieza aquí: este es el primer párrafo del libro.» Reviso los primeros seis meses de trabajo y subrayo un párrafo en rojo, una frase, a veces no más de una línea, que tiene vitalidad, y entonces mecanografío todos esos textos en una página. Normalmente no suele dar más de una página, pero si tengo suerte, ese es el comienzo de la primera página. Busco la vivacidad y establezco el tono. Tras el espantoso comienzo, llegan los meses de juego incontrolado, y después del juego llegan las crisis, el enfrentamiento con el material y el odio al libro.

¿Hasta qué punto tiene el libro en la cabeza antes de empezar?

 

Lo que más importa no está ahí. No me refiero a las soluciones de los problemas, sino a los mismos problemas. Cuando empiezas buscas lo que se te va a resistir. Buscas dificultades. En ocasiones, al comienzo la incertidumbre surge no porque la escritura sea difícil, sino porque no lo es en grado suficiente. La fluidez puede ser una señal de que nada sucede; de hecho, la fluidez puede ser la señal para que me detenga, mientras que estar en la oscuridad entre una frase y la otra es lo que me convence para seguir adelante.

¿Debe tener un comienzo? ¿No puede empezar nunca con un final?

 

Es posible que esté empezando por el final. Mi primera página puede acabar un año después como la página doscientos, si todavía se mantiene.

 

¿Qué ocurre con esas cien o más páginas que ha rechazado? ¿Las conserva?

 

En general, prefiero no volver a verlas más.

¿Trabaja mejor a alguna hora determinada del día?

 

Trabajo durante todo el día, por la mañana y por la tarde, un día tras otro. Si mantengo ese ritmo durante dos o tres años, al final tengo un libro.

¿Cree que otros escritores trabajan durante tantas horas?

 

No les pregunto a los escritores por sus hábitos de trabajo. En realidad, me es indiferente. Joyce Carol Oates dice en alguna parte que cuando los escritores se preguntan unos a otros a qué hora empiezan a trabajar, cuándo terminan y cuánto tiempo dedican a comer, lo que en realidad están tratando de descubrir es: «¿Está él tan loco como yo?». No necesito una respuesta a esa pregunta.

¿Afectan sus lecturas a lo que escribe?

 

Leo continuamente cuando trabajo; en general, por la noche. Es una manera de mantener los circuitos abiertos. Es una manera de pensar en mi línea de trabajo mientras descanso un poco del trabajo que estoy haciendo. Ayuda en la medida en que alimenta la obsesión global.

¿Muestra a alguien la obra que está escribiendo?

 

Es más útil que mis errores maduren y revienten a su debido tiempo. Yo mismo me procuro toda la oposición que necesito mientras estoy escribiendo, y la alabanza carece de sentido cuando sé que algo ni siquiera está medio terminado. Nadie ve lo que estoy haciendo hasta que no puedo seguir adelante de ninguna manera e incluso podría creer que he terminado.

¿Piensa en un lector de Roth cuando escribe?

 

No. En ocasiones pienso en un lector contrario a Roth. Pienso: «¡Cómo va a detestar esto!». Ese puede ser precisamente el aliento que me hace falta.

Ha dicho que la última fase de la escritura de una novela es una «crisis» en la que se vuelve contra el material y odia la obra. ¿Esa crisis se produce siempre, con cada libro?

 

Siempre. Después de varios meses mirando el manuscrito y diciéndome: «Esto está mal, pero ¿dónde me equivoco?», me pregunto: «Si este libro fuese un sueño, ¿de qué lo sería?». Pero cuando me formulo ese interrogante también estoy tratando de creer en lo que he escrito, de olvidar que ha sido escrito y decirme: «Esto ha ocurrido», aunque no sea cierto. La idea es percibir tu invención como una realidad que puede entenderse como un sueño. La idea es convertir la carne y el hueso en personajes literarios y a estos en carne y hueso.

¿Podría decir algo más sobre esas crisis?

 

En La visita al maestro la crisis tenía que ver con Zuckerman, Amy Bellette y Ana Frank. No era fácil ver que Amy Bellette como Ana Frank era una creación de Zuckerman. Solo trabajando en numerosas alternativas decidí que no solo era su creación, sino que también podría ser creación de ella misma, una joven que se inventa dentro de la invención de Zuckerman. Enriquecer esta fantasía sin confusión ni desorden, ser ambiguo y al mismo tiempo claro… bien, ese fue mi problema de escritura durante todo un verano y un otoño. En Zuckerman desencadenado la crisis era resultado de no ver que el padre de Zuckerman no debía estar muerto todavía cuando empieza el libro. Por fin comprendí que la muerte debía producirse al final del libro, supuestamente como consecuencia del blasfemo best seller del hijo. Pero al empezar lo veía al revés, y lo estuve mirando fijamente como un bobo durante meses, sin ver nada. Quería que el libro se apartara de Alvin Pepler… Me gusta avanzar con una fuerza arrolladora en una dirección y entonces dar de repente mi sorpresa… pero no podía abandonar la premisa de mis borradores anteriores hasta que vi que la preocupación obsesiva de la novela por asesinatos, amenazas de muerte, entierros y funerarias conducía a la muerte del padre de Zuckerman, en vez de apartarme de ella. La manera en que yuxtapones los acontecimientos puede atarte con nudos, y reorganizar la secuencia puede liberarte de repente para que encuentres la meta. El descubrimiento que hice en La lección de anatomía, tras haberme golpeado la cabeza contra la máquina de escribir durante demasiado tiempo, fue que Zuckerman, en el momento que emprende el vuelo a Chicago para tratar de hacerse médico, debería empezar a asumir la id

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