La dictadura del amor propio

Nerea De Ugarte López

Fragmento

Si pudiese resumir este libro en una sola escena, esta sería la de Kat en el capítulo dos de la segunda temporada de Euphoria: ella tendida en su cama, sintiendo mucho malestar por diferentes situaciones que estaba experimentando en su vida, principalmente en relación con su imagen corporal, y la voz en off de la narradora enuncia: «Kat se odiaba a sí misma, pero el problema de odiarte es que no puedes hablarlo. Porque el mundo se unió a un culto de autoayuda y no deja de mencionarlo». Y de un minuto a otro comienzan a aparecer en escena diferentes mujeres —aludiendo al inconsciente colectivo de Kat— quienes le dicen cómo debe salir de esa situación de malestar emocional y físico en que se encuentra: «SOLO TIENES QUE AMARTE», «DEBES SER SEGURA DE TI MISMA», «DEBES CONVERTIRTE EN UNA GUERRERA», «TÚ PUEDES, DEBES PROPONÉRTELO», «ÁMATE», «TIENES QUE SOLTAR LOS PATRONES DE BELLEZA».

Kat se nota angustiadísima y les contesta a estas voces que no puede, que no es tan fácil como ellas se lo dicen, que ha luchado con su apariencia toda su vida (por no cumplir con los patrones hegemónicos1 de belleza), que sufre de problemas de salud mental, por lo que todo le cuesta muchísimo más, también que el tiempo en que la vieron segura de sí misma estaba fingiendo. Básicamente, en la escena queda en evidencia de forma muy nítida lo imprudentes que son estos bombardeos de autorresponsabilización que desde hace algún tiempo se han convertido en un nuevo mandato social —disfrazados de «empoderamiento»—, que han calado profundo en las subjetividades individuales y que se contagian viralmente a través del mantra colectivo del: «ÁMATE A TI MISMA».

Amo hacer doble clic a los temas, por lo que probablemente volveré una y más veces a la escena anterior, ya que efectivamente todo lo que tengo para comentar en las páginas que vienen en este libro es un análisis exhaustivo de este fenómeno mainstream2 que hoy se cuela —adaptado y mercantilizado— hasta en los mensajes del papel higiénico: «Amarte a ti misma comienza eligiendo la suavidad». Emoji de cabeza explotando.

Sin embargo, primero quiero darte la bienvenida a este libro, dedicarte este espacio para que lo vivas como seguro y propio, contarte las razones por las cuales lo he escrito y, a la vez, relatarte cómo llegué a estudiar y trabajar la autoestima desde la teoría y la práctica feministas (probablemente no lo haré en un metódico despliegue cronológico, pero sí te prometo que haré mi máximo esfuerzo en la narrativa de las próximas ideas).

Este libro lo escribo para ti, que has hecho de todo por mejorar tu autoestima, pero aun así te hacen sentir que no has hecho lo suficiente. También para ti, que llevas tanto tiempo cuestionándote de dónde viene esa sensación de insatisfacción permanente y generalizada. Para ti, que estás cansada de sentir que no perteneces por no cumplir con lo socialmente impuesto. Para ti, que llevas años presionándote por la exigencia de los estereotipos y roles de género —a los que hoy además se les suma la imposición «de amarte a ti misma»—. Y también para ti, que cada vez que abres las redes sociales te pasa que te sientes peor contigo misma. Es para ti, es para mí, es para todas, porque la verdad, a mis treinta y nueve años de edad y quince de experiencia clínica con mujeres, aún no conozco a una sola que no se haya sentido disconforme consigo misma en algún aspecto o en algún momento de su vida.

En este libro quiero abordar precisamente las causas que en todos estos años de trabajo profesional —inevitablemente transversalizados por mis experiencias de vida siendo mujer (sobre todo cuando abordo temáticas relacionadas con autoestima, imagen corporal y salud mental)— he podido observar, tratar y estudiar; causas por las que pareciera que «una mujer integralmente conforme consigo misma» fuese una especie de «fenómeno extraterrestre».

Si ya me conoces, seguro que lo tienes claro; si no, te lo explico desde ya: en este libro no encontrarás una receta universal, ni frases motivacionales ni un programa paso a paso para desarrollar tu amor propio. Al contrario, encontrarás un manifiesto de críticas a todo eso. Encontrarás muchas preguntas, reflexiones e invitaciones a entender este fenómeno desde un lugar colectivo, quitándote la responsabilidad de un proceso que es social, y buscando agenciar desde el fortalecimiento de la conciencia de género, a través de la lectura de estas páginas, una resistencia propositiva3 a toda una industria que lucra con sus imposiciones inalcanzables y que desintegra la posibilidad de organización social con el propósito de reducir procesos socioculturales a problemáticas individuales.

Tal como enunciaba la voz en off de la escena de Euphoria que relaté en el primer párrafo, «el problema de odiarte a ti misma es que no puedes hablarlo». ¿Por qué? ¿Cuál es la razón por la cual esto se mantiene en secreto, en lo personal, en lo privado y solo se manifiesta —si tienes el privilegio de hacerlo— en la consulta de tu terapeuta? Porque se ha generalizado la idea de que el «amor propio» es un ejercicio voluntario, de determinación propia, de motivación intencionada y de «proponértelo de verdad para lograrlo», que la frustración epidémica con la que muchas mujeres están viviendo el no poder «amarse» se transforma en culpa, vergüenza, sensación de incapacidad y de insuficiencia. Tal como me lo dijo una pacienta alguna vez: «Siento permanentemente que no he hecho lo suficiente para lograr amarme» (después de haber participado en talleres, cursos, estar suscrita a cuanta cuenta de autoayuda y amor propio existe en el mercado, haber leído libros de crecimiento personal y autoestima, y suma y sigue).

¿Qué es suficiente? ¿Cuánto es suficiente? ¿Cómo una sabe que lo logró? ¿Una sabe cuándo logra amarse? ¿Qué es amarse a sí misma? ¿Sabemos siquiera cómo se siente eso en esta cultura? En nuestra historia como mujeres, ¿hay algún registro en el que recordemos habernos amado alguna vez? Porque quizá lo hicimos. Quizá alguna vez nos miramos con amor absoluto sin juzgar nada de lo que reflejaba el espejo; quizá bailamos frente a muchas personas sin sentir que su juicio era más relevante que nuestra propia libertad; quizá sí gritamos nuestros límites a viva voz cuando nos sentíamos incómodas, sin cuestionarnos si a alguien le pudiera molestar nuestro «berrinche»; quizá sí «pataleamos» por eso que realmente deseábamos y no nos quisieron dar; quizá sí derribamos castillos de arena, rompimos témperas, rapamos muñecas y nos tiramos el pelo cuando estábamos enfurecidas porque nos quitaban un juguete que era nuestro y solo recibíamos de vuelta el típico «No se ponga así, que se ve fea. Las niñas lindas comparten sus cosas». Y no sabíamos... nunca supimos, TODO lo que eso, en TANTAS dimensiones, significaría hoy.

Entre los cinco y los siete años ya están instalados los roles y los estereotipos de género en nuestra identidad. Y, siendo más dura aún, la socialización de género comienza incluso antes, por lo que los mandatos

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos