Los novios

Alessandro Manzoni

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

Alessandro Manzoni, el mayor exponente del romanticismo italiano, nació en Milán el 7 de marzo de 1785, de una relación extraconyugal entre su madre, Giulia Beccaria —casada por entonces con el noble Pietro Manzoni— y el literato Giovanni Verri. Giulia se separó de su marido poco después, y el pequeño Alessandro se vio obligado a estudiar en distintos lugares. Para su formación fue decisiva una estancia en París, durante la cual se reunió con su madre, que vivía allí con el conde Imbonati. Todos estos pormenores biográficos pueden encontrarse en el magistral libro de Natalia Ginzburg La famiglia Manzoni, por desgracia todavía inédito en España, en el que la autora de Léxico familiar no solo investiga la larga vida de Alessandro, sino que ofrece un retrato de su entorno a través de los testimonios de quienes se cruzaron en su camino.

Con Los novios, Il Manzoni —como se le llama en Italia— ha pasado a la historia por haber dado carta de naturaleza al género novelesco en su país. La suya es una novela histórica orientada hacia una literatura moralmente comprometida, que se afirmó como la obra más representativa del Risorgimento italiano y sigue ocupando un lugar relevante en la literatura europea. La ambición de Manzoni era prestar testimonio de una comunidad que él ya imaginaba como pueblo y nación, y para ello buscó interpretar su presente en clave sociopolítica y ético-religiosa a través de las trágicas contradicciones del siglo XVII.

Ejemplo de bello scrivere en italiano, Los novios se remonta a la Milán de dos siglos antes y sitúa la acción durante la peste del siglo XVII, presentando la trama como si fuera contemporánea a su escritura. La novela es el resultado de una larga búsqueda. En el mes de abril de 1821, estando en la Villa di Brusuglio, dedicado a la lectura de obras de historia del siglo XVII, Manzoni decide escribir una «novela histórica». El término aparece definido en una carta al amigo filólogo Claude Charles Fauriel de fecha 3 de noviembre de 1821. Manzoni habla de «représentation d’un état donné de la société par le moyen de faits et de caractères si semblables à la réalité, qu’on puisse les croire une histoire véritable».[1] Se trata, pues, de la representación de la sociedad en un momento dado, que se manifiesta a través de hechos y caracteres tan cercanos a la realidad que pueden ser creídos como si se tratara de una historia verdadera. En la misma carta, Manzoni añade que el resultado debe verse como una exposición de costumbres verdaderas y reales por medio de hechos inventados.

Ese es el género elegido para dar la ilusión de lo verdadero centrándose en una época en la que encontraría ejemplos para concebir el argumento y dividir a los hombres en poderosos y humildes, buenos y malos, virtuosos y pecadores, así como le revela a Fauriel. Tratar los acontecimientos de la Lombardía del Seicento, en el momento de la dominación española, le sirvió al autor para aludir a lo que era su presente en el siglo XIX, cuando Italia se encontraba bajo la dominación austriaca, cumpliendo con su espíritu patriótico. Elegir un momento de decadencia italiana desde el punto de vista político, económico y moral, con especial atención a las consecuencias sociales de la crisis y las reacciones del Gobierno y de la gente, dio por resultado la que hoy, como señala el historiador inglés Peter Burke en un ensayo, llamaríamos historia social, cultural o sociocultural.[2]

De ese periodo podían surgir advertencias y enseñanzas éticas, políticas y morales para el lector italiano contemporáneo a Manzoni. El autor experimenta, además, una pujante exigencia de verdad y aspira a poder expresarla por completo en forma de novela histórica. Para lograr más verosimilitud, Manzoni imagina que encuentra un borrador del siglo XVI y que lo descifra con un trabajo de reescritura lingüística y estilística. Desde el comienzo, la preocupación principal es la elección de la lengua. Utiliza el expediente que se lee en el subtítulo: «Storia milanese del secolo XVIII scoperta e rifatta da Alessandro Manzoni» («Historia milanesa del siglo XVIII descubierta y reescrita por Alessandro Manzoni»), y empieza la redacción interrumpiéndose a menudo para terminar Adelchi, tragedia que trata de la caída de la dinastía que reinaba en la época de la invasión longobarda. Sin embargo, seguía consultando documentos e integrando el material para la novela. Volvió a ella en septiembre de 1822 y acabó la primera redacción el 17 de ese mismo mes de 1823, a la cual puso el título de Fermo e Lucia. La intención era sugerir, con una mirada general, hasta qué punto podía influir el elemento político sobre los mecanismos de la vida pública.[3] Entre 1824 y 1826 Manzoni opta por una drástica restructuración de Fermo e Lucia, modificando enredos y hechos principales. Vuelve a publicar la obra, esta vez bajo el título I promessi sposi —que en castellano se traducirá como Los novios— en junio de 1827, y esta edición se conocerá como la primera edición revisada. La segunda y última revisión de Los novios se hará a lo largo de los siguiente trece años, con profundos cambios lingüísticos que desembocarán en la edición definitiva de noviembre de 1840.

En Los novios la microhistoria de dos trabajadores de origen campesino de la zona de Como, Renzo Tramaglino y Lucia Mondella, empleados en una hilandería, se funde con la macrohistoria. Los prometidos se verán envueltos en algo que en principio los supera, mientras otras microhistorias se cruzan en su camino. Las vicisitudes sufridas por estos humildes personajes aparecen como el resultado concreto de causas que, representadas mediante una conexión tan íntima y lógica, se leen como una historia verdadera. Renzo y Lucia, y el mismo padre Cristoforo, ascienden a héroes positivos. Su condición conlleva una nobleza que los sitúa en un grado superior a los que ostentan el poder y quieren aplastarlos. Toda la trayectoria artística de Manzoni vela por la verdad absoluta, de la cual quería ser el portavoz en la literatura de la nuova Italia. Las vicisitudes de los dos campesinos cobran visos universales cuando Manzoni logra enfocar un microcosmos popular convirtiéndolo en exemplum de vicios y virtudes de todo ser humano. Página tras página, los personajes van intentando caminos, y Manzoni comprueba sus actitudes frente a las verdades elementales de Dios. Lucia es el personaje menos novelesco por su silencio, por su renuncia a contrastar la realidad. Su religiosidad y su manera de actuar son exactamente el polo opuesto de las de su antagonista más intensa: Gertrude, la rebelde monja de Monza.

Muchas son las fuentes de inspiración. La experiencia personal y la imaginación de Manzoni se unen a la fascinación por el pasado desde sus primeras obras. En sus dos tragedias, Il Conte di Carmagnola (1820) y Adelchi (1822), se había beneficiado de la lectura de Storia delle Rep

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