Introducción
Empezaré por el principio. Dado que este libro trata sobre sobre la orientación de la voz que nos guía, voy a comenzar definiendo lo que entiendo por orientación y a dar respuesta a las preguntas más frecuentes. ¿Qué es? ¿Puede recibirla cualquiera? La orientación es la dirección que nos marca una fuente de sabiduría superior a la habitual. Es la respuesta del universo a una pregunta: «¿Qué debería hacer respecto a X?». La orientación está al alcance de todos nosotros. No se restringe a unos cuantos privilegiados, sino que, por el contrario, cualquiera puede pedir consejo y recibirlo. Lo único que se precisa es tener amplitud de miras.
La orientación de la voz que nos guía es la cuarta herramienta esencial del camino del artista. Vivir el camino del artista es una ventana a mi vida y mi confianza en la voz que me guía en cualquier tesitura. Te invito a usar esta herramienta —tal como hago yo— con el fin de que te ayude a gestionar todos los aspectos de tu vida.
En libros anteriores he tratado la creatividad inherente en el arte de escuchar y rezar, y cómo se nos guía a través de estas prácticas y de las páginas matutinas. Ahora vamos a dar un paso más. Comprobarás cómo la oración allana el terreno hacia la orientación y cómo las páginas matutinas nos preparan para pedir orientación por escrito. A través de la intuición preguntamos sobre la página y recibimos respuestas sobre el papel. Te mostraré de qué modo esta práctica ha sido un pilar en mi vida y mis obras. Mi intuición y mis obras se han convertido en mi manera de pensar, en mi manera de entender el mundo. Escucho la voz que me guía en cada paso del camino.
A lo largo de estas páginas daré a conocer mi faceta más personal y vulnerable, explicando cómo uso los mensajes que recibo para encontrar respuestas a los interrogantes de mi vida. En definitiva, me valgo de la fe. Sin duda, el pedir orientación por escrito propicia una vida más feliz y llevadera. Nos reconforta, nos proporciona estabilidad y puede mitigar nuestras incertidumbres, inquietudes y temores. Conduce a la sabiduría interior y a la autenticidad.
Abrigo la esperanza de cautivarte y reportarte calma a través de esta obra. Espero que disfrutes plenamente con la profunda exploración y el enfoque práctico de esta herramienta esencial. Tal vez mi experiencia demuestre que la escritura, como medio para recibir orientación, puede ser una práctica meditativa y muy placentera.
A lo mejor pensamos: «Me pregunto si X…», y el mero hecho de planteárnoslo allana el terreno para que se nos guíe. Formulamos la pregunta: «¿Qué debería hacer respecto a X?», y encontramos la respuesta a nuestro interrogante. Algo o alguien nos responde. «Oímos» mensajes que solventan nuestras dudas. Las directrices son sencillas y directas, pero también poderosas.
Todo es válido a la hora de pedir orientación: sobre las relaciones sentimentales, las finanzas, los asuntos de negocios enmarañados… Lo que para mí comenzó siendo una iniciativa modesta, no tardó en convertirse en una aventura. Descubrí que la intuición es fidedigna y de gran trascendencia. A partir de entonces, las fuentes espirituales me proporcionaron de inmediato la sabiduría que anteriormente extraía de otras personas. Recuerdo bien mi emoción ante este descubrimiento. «O sea, ¿podría preguntar sobre cualquier cosa?», exclamé.
«Sí».
Así pues, lo hice. «¿Sobre qué debería escribir ahora?» pasó a ser una pregunta recurrente.
A lo mejor me llegaba la respuesta: «Escribe acerca de la oración» o «Escribe acerca de la amistad», y, en el caso de este libro, «Escribe acerca de la orientación. Llevas treinta años valiéndote de ella. Profundiza». La voz que me guía estaba en lo cierto. Después de tratar la orientación en El camino del artista, seguí escribiendo durante tres décadas sin volver a sacarla a relucir, si bien es cierto que en ningún momento dejé de valerme de ella. Llegué a considerarla la cuarta herramienta esencial, una suerte de red de seguridad que afianzaba las tres herramientas de las que ya disponía.
La voz que me guía me ha marcado direcciones provechosas desde hace más de treinta años: llegué a confiar en ella. Enseguida me di cuenta de que, cuando la usaba junto con las restantes herramientas, me proporcionaba un rumbo estable.
Por tanto, ahora es el momento oportuno para dar unas breves pinceladas de dichas herramientas. Cuando combinamos las cuatro, ganamos confianza en nuestro potencial creativo. El uso de estos recursos propicia una vida creativa.
Las cuatro herramientas esenciales
Las cuatro herramientas necesarias para facilitar el rescate de la creatividad son las páginas matutinas, las citas con el artista, los paseos y pedir orientación por escrito. Su uso combinado ha contribuido a que personas de todo el mundo desbloqueen su creatividad y sean más felices y productivas.
Te animo a que utilices todas y cada una de estas herramientas. Este manual analiza en profundidad la cuarta herramienta esencial: pedir orientación por escrito. A modo de diario, es una ventana a cómo me valgo de ella en todos los aspectos de mi vida cotidiana.
Páginas matutinas
Son tres páginas escritas a mano cada mañana nada más despertar. Recomiendo el papel de formato carta o el folio, pues si es de menor tamaño constreñirá tus pensamientos. Lo antes posible, escribe tres páginas por una cara sobre cualquier cosa. Si no se te ocurre nada, apunta: «No se me ocurre nada sobre lo que escribir». Sí, puedes poner la cafetera primero, pero no dediques tres cuartos de hora a preparar el café perfecto. Cuanto antes te pongas manos a la obra, mejores resultados te proporcionarán las páginas. Muy importante: son tan solo para ti, no para mostrárselas a nadie. Constituyen un espacio totalmente privado para dar cuenta de tus sueños, deseos, lamentos, reflexiones y retos. Sientan las bases para el rescate del potencial creativo.
Citas con el artista
Una vez por semana reserva unas dos horas para que tu artista interior —esa faceta infantil, juguetona y creadora que hay en ti— salga de aventura en solitario. No tiene por qué ser algo caro; la idea es pasar un tiempo a solas con tu yo artista para hacer algo lúdico y fuera de lo común. Podría ser visitar un museo, comer en un restaurante nuevo, pasear por un jardín botánico o ir al cine. Supera tu renuencia: lo fácil es esgrimir el argumento de «No tengo tiempo» para esta cita. Está demostrado que estas citas nos reportan sabiduría, inspiración y felicidad. Elige una actividad que deleite al artista que llevas dentro. Tu compromiso de realizarlas con regularidad mejorará tu suerte y aumentará las sincronías.
Paseos
Dos veces a la semana sal a pasear en solitario, sin música, sin teléfono, sin perro, sin amigos. Con veinte minutos es suficiente para elevar tu consciencia. Tal vez desees emprender la caminata con una pregunta para ver si regresas con una respuesta.
Con el uso de estas tres herramientas estamos preparados para pedir orientación. Puede hacerse a cualquier hora, de día o de noche, si bien muchas personas consideran que el mejor momento es justo después de escribir las páginas matutinas. La diferencia con respecto a estas, que pueden proporcionarnos información relativa a un asunto preocupante, es que se formula una pregunta directa: «¿Qué debería hacer respecto a X?». Es decir, se pide consejo sin rodeos, mientras que las páginas matutinas rara vez son tan específicas. Aquí, tú eliges: puedes pedir orientación en el mismo diario que usas para las páginas matutinas o, casi más conveniente, en un cuaderno específico para ese fin. Formulamos una pregunta tras otra y atendemos a las respuestas. Podemos pedir orientación para dilucidar un tema espinoso. Una simple frase puede desentrañar las claves. La voz que nos guía nos proporciona una amplia perspectiva de las cosas para esclarecer y resolver grandes dilemas. Yo, por ejemplo, pregunté: «¿Qué debería escribir?». Al oír la respuesta: «Da prioridad a tu estado sobrio», me di cuenta de que se trataba de una cuestión de fe. Las dudas que albergaba con respecto a mi oficio de escritora en realidad eran fruto de una falta de confianza.
Pedir orientación por escrito
Cuando escribimos para que se nos marque el rumbo, planteamos la pregunta por escrito y a continuación anotamos lo que «oímos». Atendiendo a los mensajes que recibimos, encontramos que se nos guía con prudencia por el buen camino. A medida que adoptamos el hábito de pedir consejo sobre el papel, comprobamos que lo recibimos cada vez con más facilidad. Es posible que los neófitos en esta herramienta cuestionen su efectividad. «¿Será solo cosa de mi imaginación?». No lo es, y, aunque fuera el caso, la imaginación es mucho más sabia y benevolente de lo que pensábamos. El mensaje fundamental de la voz que nos guía es la certeza de que todo está bien; que los problemas se solucionarán; que se nos marca el rumbo y que estamos a salvo y protegidos. La voz que nos guía se manifiesta, y llegamos a confiar en ella.
Introducción
En 1992 se publicó El camino del artista, en el que abordé la búsqueda de la orientación y la confianza en ella. Con el fin de preparar el terreno para que otros me siguieran, hablé sobre el hábito de simplemente pedir y recibir orientación. Mi estilo, en aquellos tiempos, era directo: por supuesto que era un acierto recurrir a la voz que nos guía y depositar nuestra confianza en ella.
En los años que han transcurrido desde entonces he tomado conciencia de la importancia de la confianza. Debemos esforzarnos en tener amplitud de miras. La voz que nos guía es fidedigna, pero es preciso cultivar la confianza. A medida que adquirimos el hábito de acudir a ella en busca de consejo, percibimos la sabiduría de sus mensajes en asuntos de escasa y gran trascendencia. Esto nos infunde confianza. Con la práctica, la afianzamos.
En 1992 escribí:
Cualquiera que sea constante en la escritura de las páginas matutinas llegará a conectar con la fuente de sabiduría que hay en su interior. Cuando estoy atascada en una situación dolorosa o con un problema que no sé cómo resolver, recurro a las páginas y les pido consejo. Para ello escribo «P. J.», las iniciales de «Pequeña Julia», y planteo mi consulta:
P. J.: ¿Qué debería decir sobre la sabiduría interior?
(Entonces atiendo a la respuesta y tomo nota).
RESPUESTA: Deberías decir que todo el mundo tiene línea directa con Dios.
Nadie necesita pasar por centralita. Ínstales a que pongan en práctica esta técnica para solventar algún problema, y lo harán.
Treinta años después continúo buscando orientación. La pido y —pese a mis dudas— confío en lo que se me transmite. A día de hoy, mis tres décadas de experiencia constatan que la intuición es fidedigna. Sin embargo, no he escrito acerca de esta herramienta esencial tanto como de las otras. Tal vez se deba a que en el fondo temo que me tomen por una «mística chiflada».
¿Y qué quiero decir exactamente con eso? Que temo haberme apartado del camino que, por lo general, se considera racional. Al fin y al cabo, la voz que nos guía allana el terreno de la espiritualidad, el terreno de la intuición, el que nos hace creer en lo que se escapa al intelecto. ¿Acaso es de extrañar que sintamos temor, a riesgo de parecer un poco «chiflados», un poco «locos»?
A lo largo de los años he ido atesorando amigos con buen criterio. Ellos no me toman por loca ni por una mística chiflada, sino que, al igual que yo, creen en la voz que nos guía y, más en concreto, en la mía.
«¿Qué te dice tu intuición respecto a eso?», me pregunta mi amiga Jeannette cuando saco a colación un asunto delicado.
«No lo sé. No he formulado la pregunta», respondo a veces con pesar.
«Bueno, pues será mejor que lo compruebes», me recuerda, con la confianza de que la voz que me guía es certera. Así pues, lo «compruebo».
Mi amiga Laura Leddy confía en mi intuición. Como cree en su propia intuición, también cree en la mía. Y, por tanto, con ella no mido las palabras. Le digo: «Mi intuición me dice…», y a continuación cito textualmente lo que se me transmite. Laura escucha con interés y sin escepticismo. Encuentro que su fe afianza la mía.
Jacob Nordby, otro buen amigo, también cree en la voz que me guía. Él busca orientación a diario y actúa en función de lo que escucha. A su modo de ver, mi intuición es un hecho indiscutible. Cuando, guiada por la intuición, persigo un rumbo, él da por sentado que me encamino en la dirección correcta. A menudo impartimos clases juntos y la voz que nos guía hace que cada experiencia didáctica resulte fácil, incluso natural. A pesar de que nos separan más de mil quinientos kilómetros, salvamos esa distancia por medio de la intuición.
Mi buena amiga Scottie Pierce también cree en mi intuición y la suya. «Estás muy conectada —me asegura—. La voz que te guía es certera, juiciosa y precisa». Cuando le pido que rece por mí, lo hace con gusto y a menudo señala que ya «voy encaminada».
Todas las noches hablo por teléfono con otro amigo, Scott Thomas. Un psicoterapeuta lakota de avanzada edad, invoca a la voz que le guía todos los días. Mientras escribo mis textos diarios, a menudo me llama. «Cuánto me alegro de que tu noche esté siendo creativa», comenta, en la confianza de que «se me guía» en lo que escribo. Con el deseo de no «interrumpir el flujo», sus llamadas telefónicas son breves.
Así pues, reafirmada en mi fe gracias a la fe de mis amigos, transcribo las directrices que recibo todas las noches. Invoco al Gran Creador, y también a las «fuerzas superiores». Mis peticiones para que se me marque el rumbo siempre son atendidas y sus mensajes guían mi vida.
Cuando enseño la herramienta de los consejos que se nos transmiten sobre el papel, la pregunta más habitual que suelen formularme es: «¿Y si es solo cosa de mi imaginación?», a lo cual respondo: «Bueno, entonces tu imaginación es mucho más provechosa y positiva de lo que pensabas».
Este libro es mi respuesta a esa pregunta frecuente: «¿Y si solo es cosa de mi imaginación?». Este libro pregunta: «¿Y si no lo es?».
Treinta años después de la publicación de El camino del artista, estoy aquí para dar testimonio de que cada día sigo pidiendo orientación por escrito sobre cualquier tema acerca del que necesite ayuda. Es una práctica en la que he depositado mi confianza, en la que creo y de la que me valgo en todos los ámbitos de mi vida. Vivir el camino del artista es una ventana a mi vida y a mi confianza en la voz que me guía en cada momento. A medida que en estas páginas explico cómo y cuándo usar esta herramienta, te invitaré, también, a aplicar la técnica que utilizo para que gestiones todos los aspectos de tu vida: desde las relaciones, pasando por el entorno, hasta el terreno profesional. Es una herramienta poderosa, positiva y al alcance de todos.
Te doy la bienvenida al acto creativo de pedir orientación por escrito.
Pedir orientación por escrito
Yo creo en reinos más elevados y en fuerzas superiores. A mi modo de ver, habitan nuestro mundo, tan solo es necesario darles nuestro consentimiento. Con abrir las puertas de par en par recibimos cualquier forma de ayuda espiritual con celeridad. Si las puertas se cierran a cal y canto de nuevo, la vida se vive sin faros delanteros. La orientación nos proporciona luces de carretera y llegamos a depender de ellas. Al pedir por escrito que se nos guíe, se nos guía. Cuando se nos marca el rumbo, la vida se vuelve más amable. El futuro deja de vislumbrarse adverso y misterioso. Cuando pedimos consejo, sentimos que una fuerza benévola nos guía, nos marca el rumbo mientras avanzamos. Esta fuerza nos «habla» en un tono sabio y amable. Las dificultades disminuyen cuando se nos concede el don para superarlas. «Estás bien y se te guía con prudencia. No hay errores en tu camino», se nos asegura. Oímos: «No pongas en duda mi bondad», y nuestros temores se mitigan. Cuando damos cuenta de nuestras preocupaciones por escrito, pierden importancia. Escribimos, y una mano divina «endereza» las cosas. Las desgracias dan paso a las oportunidades. Nuestra pluma se convierte en un instrumento de provecho.
«Pero ¿qué hago con respecto a X?», inquirimos, aún con expectativas pesimistas. Sin embargo, nuestra mano se imbuye de optimismo. No hay problemas irresolubles. Encontramos alivio para nuestras inquietudes, nuestras dudas y nuestra desesperación. Se nos augura un próspero futuro desprovisto de dramas. A medida que nuestra mano se desliza por la página, se nos brinda una vida hecha a medida. «Todo está bien», se nos transmite, y llegamos a esa convicción. Es una cuestión de confianza, y esta se forja con la práctica. Intentamos confiar en las pequeñas bondades, y nos damos cuenta de que confiamos en un bien mayor. «Todo está bien» se convierte en un mantra. Y llegamos al convencimiento de que todo está bien.
La orientación nos llega a través de nuestra propia mano. Formulamos preguntas por escrito y recibimos respuestas por escrito. Adquirimos la suficiente osadía como para plantearlas sin rodeos y se nos responde directamente. Las directrices son explícitas. Al preguntar «¿Qué hago con respecto a X?», se nos proporciona información acerca de X. Se nos transmiten muchas cosas que nos resulta imposible saber por medio del intelecto. La voz que nos guía escarba en recovecos y nos brinda una mayor perspicacia. Nuestros temores y nuestras preocupaciones se disipan. En la dimensión espiritual prevalece el bien. Gran parte de nuestros temores son infundados, fruto de nuestra imaginación. La voz que nos guía desarma los miedos y nos insta a confiar en un porvenir favorable.
Buscamos orientación en todos los ámbitos de nuestra vida: en el terreno amoroso, en el económico… Ningún tema es tabú. Pedimos consejo acerca de un asunto complicado, y ese asunto se esclarece sin dramas. Se pone freno a nuestras vívidas elucubraciones: seremos amados y prosperaremos. La voz que nos guía nos augura un futuro luminoso, no ensombrecido por el miedo. Despacio, poco a poco, tomamos conciencia de nuestra valía. La voz que nos guía nos tiene en alta estima y ponemos empeño en seguir su ejemplo. Con el tiempo, la pregunta: «¿Qué hago con respecto a X?» se despoja de dramatismo. De repente, nuestra voz interior se vuelve optimista y llegamos a confiar en ella. Tras anotar los mensajes que nos transmite, los releemos para afianzar nuestra convicción. «Oímos» los consejos que nos proporciona y su tono amable nos cala.
«Todo irá bien», manifiesta la voz que nos guía. Llegamos a confiar, al principio a regañadientes, en que esto es así. Aleccionados en ecuanimidad, lejos de reaccionar con hostilidad ante las señales que la vida nos proporciona, nos da por responder a ellas. «Eres una persona muy tranquila», comentan nuestros allegados. Nuestra serenidad es el resultado de la orientación. Se nos infunde una mayor templanza de ánimo que cambia nuestra visión de la vida. Dejamos de ver a la gente y los acontecimientos con una actitud hostil. No tenemos necesidad de levantar barreras de espino. El mundo no es un adversario.
Podemos rezar, por supuesto, para que se nos guíe sin necesidad de poner la petición por escrito, pero hay algo en el acto de escribir que de alguna manera imprime un cariz más «real» a los consejos que recibimos. Es nuestra mano la que se desliza por la página, pero nuestra mano es un instrumento que se encuentra en manos de Dios. Cuando escribimos para pedir consejo —y anotamos todos los mensajes que recibimos—, es posible que nuestras palabras nos sorprendan. Esta