Índice
- Los cambios hormonales
- Prólogo de Gwyneth Paltrow
- Introducción. La extraña en el espejo
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PARTE I
Suelta el equipaje y elimina los bloqueos- Capítulo 1. Los cinco cambios hormonales principales
- Capítulo 2. Las señales del cambio. Síntomas del desequilibrio hormonal
- Capítulo 3. Universidad de las Hormonas. Hormonas, estudios hormonales y terapia de reemplazo hormonal
- Capítulo 4. La ciencia de las emociones
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PARTE II
Súper poderosas. El enfoque oriental-occidental para el equilibrio hormonal- Capítulo 5. Modalidades curativas orientales y occidentales
- Capítulo 6. La conexión entre el tracto digestivo y las hormonas
- Capítulo 7. Hormonas y nutrición
- Capítulo 8. La lavandería hormonal. El entorno tóxico, las hormonas sucias y el hígado
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PARTE III
El Viaje hacia ARRIBA. Reinicia tus hormonas- Capítulo 9. El Reinicio hormonal de 30 días
- Epílogo. El Viaje hacia ARRIBA
- Apéndice
- Sobre este libro
- Sobre la autora
- Créditos

Prólogo
Hace tiempo hablé con la doctora Taz sobre cumplir 50 años. Me dijo que veía los 50 como la culminación de la primera parte de nuestras vidas y una oportunidad para reflexionar y decidir cómo queremos vivir la siguiente mitad. Taz describió ese capítulo de la vida como el viaje para convertirnos en quienes somos: descubrir nuestra verdadera alma, nuestra esencia, nuestro propósito de estar aquí.
El trabajo de Taz como doctora integral y experta en hormonas es brillante porque su enfoque adopta la idea de que, como ella dice, estamos ascendiendo hacia nuestro poder y hacia nuestra verdad. Y al mismo tiempo, entiende de manera profunda que necesitamos diferentes tipos de apoyo para atravesar las últimas fases de la vida con vitalidad. Muchas luchamos con los cambios hormonales que conducen a la perimenopausia y la menopausia (y durante ellas). No hay forma de evitar ese viaje, pero, por suerte, hay muchas cosas que podemos hacer para que sea más llevadero.
En El cambio hormonal, Taz te ayuda a entender cómo funcionan las hormonas y cómo optimizarlas para sentirte lo mejor posible. Su caja de herramientas es amplia y matizada, pero, por fortuna, las palancas que te enseñará a usar suelen ser sencillas. A veces (como ha visto una y otra vez), sólo un par de ajustes aquí y allá de verdad marcan la diferencia.
Pensando en aquella conversación que tuvimos hace años, recuerdo que Taz me dijo que no aceptaba la suposición de que las mujeres están acabadas a cierta edad porque todavía les queda mucho por hacer. Desde esa conversación, he llegado a los 50 y todavía tengo muchas cosas por hacer. Y, al igual que Taz y sus pacientes, mis amigas y muchas mujeres que conozco, todas queremos sentirnos vitales mientras hacemos eso, incluso cuando “eso” consiste en aceptar una invitación a relajarnos y bajar un poco el ritmo.
Taz y yo creemos que debemos deshacernos de la idea de que las mujeres caducan a los 50 (o a los 40, a los 60 o a cualquier edad). Y más aún, creemos que debemos aceptar el nuevo y emocionante potencial que existe dentro de cada una en las últimas décadas, un tipo de poder al que la mayoría no tuvimos acceso en los años de juventud.
Estoy muy agradecida de que Taz nos haya dado el regalo de este libro. Muchas hemos estado ansiosas y curiosas de hablar sobre las hormonas, el envejecimiento y la vitalidad. El cambio hormonal muestra la información sobre el cuerpo que todas las mujeres deberíamos saber mucho antes de llegar a la perimenopausia, para poder atravesar los primeros cambios hormonales con más facilidad e incluso esperar con ansias, en lugar de temer, los cambios posteriores.
Otra mujer sabia, 15 años mayor que yo, me dijo que el último tercio de la vida de una mujer es el momento en el que se da a luz a sí misma, cuando por fin se convierte en madre de sí. El cambio hormonal es una hermosa guía para ese digno esfuerzo, un manual que nos ayuda a entender cómo podemos cuidarnos, nutrirnos y mostrarnos amables con nosotras mismas. Y también es un brillante recordatorio del increíble impacto que podemos tener en nuestras relaciones (y en el mundo en general) cuando lo hacemos.
GWYNETH PALTROW,
fundadora y directora
ejecutiva de goop

Introducción
La extraña
en el espejo
¿Alguna vez te has visto en el espejo y no reconoces a la persona que ves ahí reflejada? La mujer que te devuelve la mirada puede resultar desconocida, con un cuerpo que parece diferente al que conoces y amas. O puede que su piel esté más opaca, el cabello más ralo, quizá tiene grasa abdominal que no habías visto antes. Tal vez esa visión hace que tu mente se sienta confundida y tus emociones inestables. Quizá sientes que tu energía no es tan alta como de costumbre o que no puedes recordar la última vez que dormiste toda la noche. Todo esto te deja preguntando…
¿Qué %@#!$ está pasando?
Y entonces te das cuenta… Ahhh… Debo estar envejeciendo.
Ésa es la mentira más grande que se le ha dicho a las mujeres y se necesitaron cientos, tal vez miles, de años para entretejer sus componentes. Y hoy todavía la creemos.
Me gustaría contar la cantidad de veces que me han dicho esas palabras (o una variación de ellas) durante los últimos 15 años de mi práctica médica. Todos los días escucho esas palabras en boca de las mujeres que conozco en mi consultorio en CentreSpringMD, las de mi comunidad y las del público que asiste a mis charlas. No importa si las mujeres tienen 30 o 50 años, usan la misma frase, el mismo lenguaje; es casi como si me estuvieran observando y esperando a ver cuánto tiempo me llevará ceder y asentir con la cabeza en señal de acuerdo. Debemos estar envejeciendo, ¿no? ¿De qué otra manera podemos explicar esa extraña que vemos en el espejo? Esa imagen que poco a poco se transforma en una versión irreconocible y más aburrida de nosotras. Es el envejecimiento; es normal. Es la adaptación a la perimenopausia y menopausia que vivió nuestra madre, el momento cuando nuestra ropa tiene que ser más grande y se espera que los músculos desaparezcan. Esos abdominales, bueno, son cosa del pasado, ¿cierto?
¡Falso! Ésa es la trampa que hay que evitar.
Nos enfrentamos a casi 250 años (o más) de condicionamiento cuando tratamos de luchar contra esa narrativa. La perimenopausia y la menopausia de tu madre, abuela y bisabuela no son tu historia. La verdad, tampoco debió ser la de ellas. Cuando la expectativa de vida promedio de una mujer era de 60 años, acercarse con cierta inquietud a la marca de los 50 años era comprensible. Pero cuando la mayoría vivimos más de 80, incluso 90… 50 no es vejez.
Durante demasiado tiempo, la perimenopausia y la menopausia fueron relegadas a las sombras. Hay algo en llegar a esa etapa de la vida que se observa como admitir la derrota o alcanzar la irrelevancia. No ayuda que los síntomas hormonales estereotípicos sean fáciles de ridiculizar, blanco de bromas constantes en los medios, incluso de los seres queridos. Como resultado, las mujeres tratan de ocultar esos síntomas porque no quieren que la gente sepa que ahora los están experimentando. Creo que, en sus cabezas, reconocer esos síntomas es una confesión de que, de hecho, podrían estar viejas.
La verdad: la edad es un número. Nuestras hormonas cambian a lo largo de la vida, como debe ser, y la forma en que manejemos esos cambios nos lleva a la alineación del alma. Hoy en día, muchas mujeres no son conscientes de que existen innumerables maneras de afrontar los cambios hormonales y de que hay formas de trabajar con tus hormonas para lograr el equilibrio y minimizar esos síntomas. Eso sólo es cierto si entendemos que los cambios hormonales son transiciones: transiciones que traen consigo un regalo y una lección que nos acercan a la consecución de nuestro propósito. ¿Y quién quiere mantener ese regalo y esa lección atrapados u ocultos?
Aunque todos los días, en el consultorio, atiendo a muchas mujeres que han caído en la trampa de la vejez, un número igual de mujeres exige una forma mejor. Y puedo ofrecerles eso. Con ayuda, emergen más fuertes, seguras y sanas. Se convierten en sus defensoras y dan testimonio del simple hecho de que, como lo demuestran las investigaciones, la edad es sólo un número.
Mi historia
Me apasiona reescribir esa historia de siglos de antigüedad porque yo también estuve ahí: en lo que llamo el Infierno Hormonal, sintiéndome como una sombra de mí misma. Sé cómo ese sentimiento puede afectar toda tu vida, incluida cada decisión que tomas. Si me hubiera quedado en ese espacio, seguro no habría tenido la vitalidad suficiente como para hablar en público, dirigir empresas, incluso tener relaciones enriquecedoras.
En 1997, tenía 28 años y era la típica adicta a la adrenalina. Tras terminar mis estudios en la Facultad de Medicina de Georgia, en Augusta, acepté un trabajo en la sala de urgencias de un hospital muy concurrido en Atlanta, donde me ocupaba de lesiones, infecciones y traumatismos graves, con un horario demencial que no diferenciaba el día de la noche. No había un “equilibrio entre el trabajo y la vida”; todo era trabajo, todo el tiempo. Y eso significaba una vida personal aún más difícil. Estaba abarcando demasiado y tratando de mantenerlo todo bien… o eso creía. Y entonces todo salió a la luz.
De la nada (o eso pareció), se me empezó a caer el cabello. Engordé y me dolían las rodillas. Las interminables tazas de café no me ayudaban a vencer el cansancio que sentía todos los días.
¡¿Qué %@#!$ estaba pasando?!
Era la última persona que admitiría tener un problema (¡eso significaría vergüenza y culpa a plena vista!). Era joven, recién salida de la escuela, con un trabajo bien pagado (por fin); de ninguna manera dejaría que mi salud se interpusiera en mi camino.
Acabé aprendiendo de la peor forma que nunca, jamás, puedes ignorar tu salud. En aquel momento, salía con el hombre que se convertiría en mi esposo. Él, mi madre e incluso los pacientes de la sala de urgencias me hicieron entrar en razón. Por ejemplo, descubrí que algunos pacientes me miraban el cuero cabelludo, que ahora se estaba quedando calvo. Los más atrevidos me preguntaban qué enfermedad tenía o si ya había ido al doctor para recibir tratamiento. ¿Te imaginas? ¡Los pacientes que necesitaban mi ayuda en urgencias me decían que buscara ayuda!
Así que saqué algunas citas. Me embarqué en el viaje que miles de mis pacientes también han hecho. Médico tras médico me escuchó detallar los síntomas y luego, tras una evaluación, determinaron que estaba bien.
No hay nada malo.
Estás estresada.
Estás bien.
Una y otra vez recibí la despedida más condescendiente, la mentira más grande que nos dicen a todas las mujeres, ¡a pesar de que yo era doctora! Tras las primeras citas pensé: Bueno, tal vez sólo fue una mala experiencia. Lo intentaré de nuevo. Al final, el sexto especialista me miró y dijo: “Señorita, quizá se quedará calva por completo en unos años. Tome esta receta. Si no mejora, realmente no sé qué más hacer por usted”.
A esas alturas, estaba harta y furiosa. Furiosa con ese doctor con un trato similar al de Atila, el huno. Furiosa con todos los demás médicos que no se molestaban en intentarlo. Y furiosa conmigo por no tener ninguna solución. Pero no sabía qué más hacer, porque mi formación era en pediatría y urgencias. Además, no tenía tiempo (o eso creía) para investigar a fondo mi salud.
Sabía que debía encontrar la causa de mis síntomas, pero todos los doctores me ofrecían curitas. Mientras tanto, se me seguía cayendo el cabello.
Así que tomé el medicamento, que sabía que provocaba un descenso de la presión arterial. Ya tenía la presión arterial baja de forma crónica, pero ninguno de los seis especialistas consultados se molestó en preguntar al respecto. Sí, soy doctora. Sí, debí leer la letra pequeña de la caja para ver si tenía contraindicaciones, pero ya estaba de mal humor y no pensaba con claridad. Tras la primera dosis del medicamento por la mañana, fui al gimnasio, hice ejercicio, me subí al coche y me fui. Me bajó la presión, me desmayé y destrocé el coche. Estuve a punto de atropellar a otras personas y ponerlas (y a mí) en peligro.
Eso fue todo. Fue suficiente. En retrospectiva, agradezco a esos seis doctores condescendientes, porque su indiferencia e incapacidad para tratarme, más mi decepción con el sistema en el que me formaron, alteraron por completo mi actitud y transformaron mi práctica.
Me di cuenta: debía solucionar eso yo sola. Empecé a investigar para encontrar respuestas. En aquella ocasión estaba sola, impulsada por la frustración y la determinación de curarme. Tras tomarme un tiempo para comprender la nutrición de manera más profunda, me sumergí en la medicina ayurvédica y la tradicional china. Pronto descubrí que quizá mis síntomas debilitantes eran causados por un desequilibrio hormonal que se desencadenaba por el estrés emocional, el trauma, la mala nutrición y los malos hábitos de vida.
En resumen, la medicina convencional y el enfoque farmacéutico unitalla me habían fallado; necesitaba un enfoque más holístico. Empecé con los recursos que ofrecía la Asociación Estadounidense de Salud Holística y mi mente se abrió a una forma de pensar nueva por completo. Me interesé aún más por los sistemas de medicina oriental y me certifiqué en acupuntura y ayurveda. Estudié nutrición y completé los requisitos para convertirme en especialista en nutrición certificada. Pero lo que de verdad me dio la confianza para practicar ese estilo diferente de medicina fue una beca de medicina integral con el doctor Andrew Weil. La beca me abrió la mente al concepto de combinar diferentes ideas y sistemas médicos, en lugar de confiar en una sola filosofía para todas las respuestas.
Por ejemplo, aprendí que cuando se combina la medicina occidental tradicional con otros sistemas de medicina se obtiene una fórmula poderosa no sólo para comprender cómo cuidarse, sino también para abordar todos los diferentes aspectos de nuestros múltiples cuerpos: emocional, mental, espiritual, físico y energético. La fusión de sistemas de medicina reúne nutrición, estilo de vida, factores emocionales y considera cómo influyen en la biología humana (hormonas, salud gastrointestinal y mucho más). Y conforme seguí trabajando con pacientes, me di cuenta de que el papel de la disfunción hormonal en la salud general era profundo: afecta a casi todos los demás sistemas del cuerpo, pero de manera rutinaria se pasa por alto en la práctica médica. Y ese desdén (esa indiferencia o como quieras llamarla) hace que las mujeres se sientan confundidas, derrotadas y… viejas. A todas ellas les recuerdo con delicadeza: no eres tú, ¡son tus hormonas!
La forma en que nos sentimos físicamente afecta de manera directa a nuestras comunidades (a nuestros seres queridos y a las personas en las que influimos). Es decir, si nos involucramos en las relaciones, en la crianza o en los entornos laborales desde ese lugar de sentirnos inferiores, habrá consecuencias devastadoras no sólo en nuestras vidas, también en las de todas las personas con las que nos relacionamos. Piénsalo: ¿cuántas relaciones sufren la crisis de los siete años o el bajón de los 18? A menudo, ésos son momentos de cambios hormonales cruciales que ocurren en la familia. Les sucede a las mujeres con niños pequeños, por lo general entre los 30 y 40 años (los años perimenopáusicos) o a las mujeres entre los 40 y 50 años (en la menopausia). ¿Coincidencia? No lo creo.
Por suerte, las mujeres de hoy están hartas de esa historia trillada de la “mujer hormonal”. Veo a adolescentes y mujeres embarazadas hablar con franqueza con sus amigas sobre sus sentimientos, las primeras menstruaciones, los cambios corporales durante el embarazo y los cambios de humor o estado de ánimo. Pero aún no existe esa misma apertura cuando atraviesan la perimenopausia y la menopausia. En cambio, muchas mujeres sienten que necesitan ocultar o mantener en secreto lo que están atravesando durante esas fases (algo que han guardado y no han dejado salir).
He aprendido que el camino hacia la curación siempre comienza contigo, la paciente, y en dónde te encuentras en el viaje de la vida. Al comprender las hormonas y la forma en que cambian a lo largo de tu vida, también puedes entender los años de la perimenopausia y la menopausia por lo que son: sólo dos de los muchos cambios que ocurren. No hay que temer o avergonzarse de eso, sólo es algo que necesitas entender mejor sobre tu cuerpo y salud.
Es momento de agradecer las lecciones, los triunfos y los éxitos, el viaje que nos trajo a todas a un lugar de plena realización. Es tiempo de celebrar a las mujeres por retomar su poder, por recibir (por fin) su corona y asumir su ascenso al trono como reinas. Es tu coronación, por así decirlo.
Así que imagínate alcanzando tu máximo potencial. Todo lo demás ha sido un ensayo general o quizá has estado al margen. Pero tras audicionar una, dos y tal vez hasta tres veces, consigues el papel de protagonista en la película de tu vida (o al menos así debería ser).
Ésta es tu oportunidad de reclamar ese poder y emprender el Viaje hacia ARRIBA. Pero eso sólo pasará si entiendes tu historia hormonal y la influencia de esas hormonas en todos los aspectos de tu salud. Este libro está diseñado para ayudarte a hacer justo eso: lograr la expresión completa de tu poder, sentirte increíble en tu piel, tener el mejor sexo de tu vida e irradiar confianza.
Juntas enterraremos las tonterías que te molestaban antes. Y si has llegado a un punto en el que no eres feliz, eso también está bien; este libro te dará el poder para superar lo que te frena. He visto a muchas mujeres alcanzar su máximo potencial, aunque habían asumido que el telón estaba abajo y el espectáculo había terminado. He observado con el orgullo de una mentora y la energía de una animadora cómo mujeres, alguna vez derrotadas, encontraron la fuerza para crear empresas, escribir libros, crear pódcast, terminar relaciones insatisfactorias o marcar una diferencia en sus comunidades o áreas desatendidas. Y no tiene por qué ser difícil ni complicado, te lo mostraré en el Reinicio hormonal de 30 días.
Un enfoque holístico
para la salud de la mujer
Estoy aquí para cambiar el diálogo, la percepción y la conversación sobre la salud de la mujer y los cambios hormonales que experimentan todas las mujeres, en especial las que se acercan a la perimenopausia y la menopausia. Este libro no trata sobre finales, sino sobre nuevos comienzos. Hay un enfoque médico que se alinea con esa mentalidad, y es mucho mejor que lo que te ofrecen en la actualidad.