Introducción
El mundo ha sufrido transformaciones notables desde que escribí la primera edición de Salud perfecta hace casi una década. Diez años atrás, ideas como que la salud consiste en algo más que la ausencia de enfermedad, que los métodos naturales pueden avivar nuestro sistema curativo intrínseco, y que el cuerpo humano, más que una estructura anatómica inmutable, constituye una red de energía e información, parecían revolucionarias. Sin embargo, hoy en día estos conceptos han pasado a formar parte de la visión moderna de la salud y la enfermedad, de la vida y la muerte. Un estudio reciente publicado en el Journal of the American Medical Association revelaba que más del cuarenta por ciento de los estadounidenses acude con regularidad a profesionales de la medicina no convencional con un concepto del cuerpo humano que trasciende el materialismo. Más de dos de cada tres facultades de medicina ofrecen ahora a sus alumnos cursos de medicina alternativa y complementaria. Y, en respuesta a la demanda de una mayor libertad de elección y facilidad de acceso por parte de los pacientes, cada vez más compañías de seguros y organizaciones sanitarias cubren los costes de la asistencia médica holística.
La comunidad científica ha pasado del rechazo categórico y la ridiculización de los tratamientos alternativos a una investigación seria de los mismos. En la base de datos de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, figuran más de cuarenta mil artículos únicamente sobre las hierbas medicinales. La meditación, el yoga, los masajes y la terapia nutricional cada vez gozan de mayor aceptación como medios curativos. «Hierba de San Juan», «gingko biloba» y «equinácea» son palabras bien conocidas hoy en día, y casi todas las farmacias de Estados Unidos cuentan con su propia línea de medicamentos naturales. Gracias a la proliferación de revistas, libros y páginas web, la gente tiene a su disposición un volumen de información sin precedentes sobre la salud y empieza a asumir una mayor responsabilidad por lo que respecta a su bienestar. Aunque esto quizá suponga una amenaza para la comunidad médica establecida, en mi opinión la tendencia generalizada a tomar conciencia de las propias capacidades es un buen augurio para la salud personal y colectiva.
En el Centro Chopra para el Bienestar, sito en la hermosa localidad de La Jolla, California, hemos creado un entorno curativo para explorar directamente el poder del Ayurveda y de la medicina mente-cuerpo. Hemos desarrollado cursos con el fin de aplicar los principios y la práctica de la medicina holística a los problemas de salud más comunes. Nuestro programa Comienzos Mágicos proporciona información e inspiración a parejas que van a ser padres para que cuiden de su futuro hijo como si fuera un dios o una diosa en estado embrionario. Hemos capacitado a instructores de preparación al parto de todo el mundo para que impartan este programa, que contribuirá a crear una nueva generación de seres sanos y concienciados.
En todos los continentes hay educadores formados en el Centro Chopra que imparten el curso Crear Salud, sobre la medicina cuerpo-mente y el Ayurveda. Más de quinientas personas en todo el mundo son instructores certificados de Meditación del Sonido Primordial, nuestro programa de reducción del estrés que permite a la gente contactar directamente con su energía y creatividad interiores. Retorno a la Entereza, nuestro curso para personas que se enfrentan al cáncer, ha tenido un efecto transformador en quienes luchan contra esta agresiva enfermedad. Los programas para gente con fatiga crónica, mujeres en transición a la menopausia y personas que desean perder peso han ayudado a miles a desarrollar su potencial intrínseco para transformar su vida de forma consciente. En la última década he tenido la oportunidad de ver el profundo efecto que producen los métodos descritos en Salud perfecta sobre la vida de la gente.
Para mí ha sido muy gratificante presenciar los cambios que está experimentando la conciencia colectiva. Estamos viviendo una revolución que cambiará para siempre nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Tanto la sabiduría tradicional y milenaria del Ayurveda como las teorías más avanzadas de la física moderna apuntan a una realidad más profunda que nos lleva a ver el universo como un campo de potencialidad eterna e infinita para la curación y la transformación. Éste es el mensaje central de este libro.
Esta versión actualizada contiene algunas modificaciones importantes. He introducido nuevas técnicas curativas que han dado buenos resultados en pacientes del Centro Chopra. Presento asimismo visualizaciones y meditaciones que proporcionan una experiencia directa de una conciencia expandida, la clave para cambiar la percepción sobre el propio cuerpo. Expongo métodos sutiles mente-cuerpo para conectar conscientemente con las células, los tejidos y los órganos. Aprender a influir en las funciones denominadas «autónomas» es esencial para alcanzar y mantener la salud perfecta. He puesto al día las secciones de nutrición y hierbas medicinales, haciendo hincapié en los beneficios de una dieta sana y equilibrada. En estos tiempos en que muchos se afanan en tomar complementos nutricionales para cuidarse la salud, es importante no pasar por alto las ventajas fundamentales de un programa alimenticio equilibrado. La dieta ayurvédica que proponemos en se caracteriza por su sencillez, su elegancia y su eficacia. Me he basado en fuentes nuevas y actualizadas que beben del corpus de la investigación científica sobre las interacciones del sistema mente-cuerpo con la salud y la enfermedad. Resulta sumamente satisfactorio encontrar documentación objetiva sobre principios y prácticas de salud que se remontan a miles de años atrás. Se exploran medios innovadores de fortalecer el cuerpo a través de los cinco sentidos y aprovechar la farmacia interior del organismo. Consciente de que el entorno es una extensión del cuerpo, he incluido ejercicios divertidos para avivar el vínculo entre nuestros mundos interior y exterior. En líneas generales, esta edición de Salud perfecta está concebida como un libro práctico, accesible y fácil de consultar.
Tras una larga y continua exploración de las técnicas curativas, he llegado a la conclusión de que la auténtica salud es mucho más que la ausencia de un resultado anormal en un análisis; algo más, incluso, que una integración óptima de la mente y el cuerpo. Durante miles de años los grandes profetas védicos han afirmado que el propósito de cuidar del cuerpo es mantener el estado conocido como iluminación. En dicho estado, nuestro punto de referencia interior pasa del ego al espíritu, y percibimos que el saber, el proceso de adquirirlo y la persona que lo adquiere forman una unidad. Los límites en el tiempo y el espacio se vuelven fluidos cuando recordamos que somos seres infinitos que se hacen pasar temporalmente por individuos. El estado de integridad constituye la base de toda curación. Éste es el estado de perfecta salud. Me alegro de contar con la oportunidad de acompañarle a ese lugar tan cercano a donde usted reside.
PRIMERA PARTE
UN LUGAR LLAMADO
SALUD PERFECTA
1
Invitación a una realidad más elevada
Existe para cada persona un lugar libre de enfermedades, en el que nunca siente dolor, en el que no puede envejecer ni morir. Cuando alguien va a ese lugar, las limitaciones que todos damos por sentadas desaparecen. No cabe considerarlas siquiera como posibilidad.
Ése es el sitio llamado salud perfecta.
Las visitas a ese lugar pueden ser muy cortas o durar muchos años. Sin embargo, hasta la más breve de ellas instila un cambio profundo en quienes la llevan a cabo. Mientras uno permanece allí, las suposiciones válidas para la vida ordinaria se ven alteradas, y empieza a florecer la posibilidad de una nueva existencia, más elevada e ideal. Este libro es para aquellos que deseen explorar esa nueva existencia, incorporarla a la propia vida y convertirla en permanente.
La causa de la enfermedad suele ser sumamente compleja, pero hay algo que se puede afirmar con certeza: nadie ha demostrado que enfermarse sea necesario. En realidad, ocurre lo contrario: constantemente estamos en contacto con millones de virus, bacterias, alérgenos y hongos, pero sólo una ínfima parte de ellos acaba por provocar enfermedades. No es extraño que los médicos se encuentren con pacientes cuyas vías respiratorias contienen grupos de meningococos virulentos que viven allí sin causar daño. Sólo en raras ocasiones se manifiestan como meningitis, infección grave del sistema nervioso central, a veces con consecuencias letales. Muchos de nosotros somos portadores del virus de la varicela, que permanece latente en nuestros nervios desde que contrajimos la enfermedad de pequeños, pero sólo rara vez, en situaciones de presión, se reactiva en forma de un doloroso herpes. ¿Qué origina ese ataque? Nadie lo sabe con exactitud, pero aparentemente interviene un factor misterioso denominado «resistencia del huésped», que consiste en que nosotros, huéspedes de los gérmenes, de algún modo les abrimos o cerramos la ventana. Esas ventanas están cerradas durante más del 99,99 por ciento del tiempo, lo que parece indicar que cada uno de nosotros está mucho más cerca de la salud perfecta de lo que pensamos.
En Estados Unidos, la principal causa de muerte son las enfermedades cardiovasculares, en la mayor parte de los casos causadas por depósitos de placas que obstruyen las arterias coronarias, encargadas de llevar oxígeno al corazón. Cuando el colesterol y otros residuos comienzan a taponar estas arterias, la falta de oxígeno amenaza con afectar al funcionamiento del corazón. Sin embargo, la evolución de la enfermedad cardíaca varía mucho según quien la padece. Una persona con una sola placa, bastante pequeña, puede sufrir angina de pecho, un dolor opresivo, sintomático de la enfermedad de las arterias coronarias. En cambio, es posible que otra persona, con varios depósitos de placas lo bastante grandes para bloquear la mayor parte del flujo de oxígeno al corazón, no sienta nada. Hay quienes, con el ochenta y cinco por ciento de las arterias coronarias obstruidas, han podido correr maratones, mientras que otros mueren como resultado de un ataque cardíaco pese a tener los vasos completamente limpios. Nuestra capacidad física de rechazar las enfermedades es sumamente flexible.
Además de la inmunidad física de nuestro cuerpo, todos poseemos una fuerte resistencia emotiva a la enfermedad. Una de mis pacientes, de cierta edad, lo expresaba así: «He leído lo suficiente sobre psicología para saber que un adulto equilibrado debe resignarse a la idea de enfermar, envejecer y, a su debido tiempo, morir. Una parte de mí lo ha comprendido, pero desde el punto de vista emocional e instintivo, no me lo creo en absoluto. Enfermar y deteriorarse físicamente me parece un error terrible, y siempre he albergado la esperanza de que se presente alguien para corregirlo.»
Esta mujer frisa en los ochenta años y está en excelentes condiciones físicas y mentales. Cuando se le pregunta qué planes tiene, ella responde: «A usted le parecerá una locura, pero mi actitud es que no voy a envejecer ni a morir.» ¿Tan poco razonable es eso? Las personas que se consideran «demasiado ocupadas para enfermar» gozan de mejor salud que la media de la población, según se ha comprobado; por el contrario, quienes se preocupan excesivamente por las enfermedades caen presa de ellas con mayor frecuencia. Otra persona nos contó que le atraía la idea de la salud perfecta, porque le parecía una solución creativa (quizá la única solución) para los abrumadores problemas a los que se enfrenta la medicina actual. Este hombre, un próspero ejecutivo de la industria electrónica, comparaba la salud perfecta con esa especie de «pensamiento revolucionario» que transforma las empresas.
El pensamiento revolucionario es un sistema muy especial para resolver problemas: consiste en elevar las expectativas hasta un punto que cualquiera crea inalcanzable, para luego buscar el modo de hacer realidad esa visión. «Si la gente continúa pensando y actuando como de costumbre (comentaba esta persona), puede lograr una mejora en el rendimiento del cinco al diez por ciento, esforzándose más. Pero para conseguir un progreso de dos a diez veces mayor es preciso fijarse metas tan ambiciosas que la gente diga: “Bueno, si quiere llegar tan lejos, tendremos que hacer esto de un modo totalmente distinto.”»
El pensamiento revolucionario se aplica desde hace algún tiempo en las empresas de software avanzado de Silicon Valley. Por ejemplo: si se tardó cuarenta y ocho meses en desarrollar la última versión de determinado programa, se fija un plazo de sólo veinticuatro meses para la próxima. Si los defectos de fabricación se han reducido al cinco por ciento, se adopta la política de «defectos cero» para el futuro. Así es como funciona exactamente la salud perfecta: se fija la meta de eliminar todos los defectos, y después se busca la manera de alcanzar ese objetivo. En el mundo de la alta tecnología puede costar entre ocho y diez veces más reparar un producto con defectos que fabricarlo libre de ellos desde un principio. Por ese motivo, perseguir la «calidad de origen» (es decir, hacer las cosas bien de entrada) es más rentable que conformarse con resultados «pasables».
Lo mismo ocurre en la medicina: la prevención sale mucho más barata que el tratamiento, tanto en costes humanos como económicos. Una encuesta reciente demuestra que los norteamericanos temen, más que a cualquier otra cosa, las enfermedades graves. Este temor no se debe al dolor y al sufrimiento, sino a los gastos exorbitantes derivados de una hospitalización y un tratamiento prolongados. Ni siquiera la muerte asusta tanto como la posibilidad de dejar a la familia en la miseria. Es obvio que necesitamos un enfoque médico que se concentre en la «calidad de origen» y que sepa promoverla en el público.
LA PROMESA DE UNA MEDICINA NUEVA: EL AYURVEDA
El primer secreto de la salud perfecta es que hay que elegirla. Sólo se puede estar tan sano como se estime posible. La salud perfecta no consiste en una mejoría de sólo el cinco o el diez por ciento respecto de la buena salud. Requiere un cambio total de perspectiva, que haga inaceptables la enfermedad y la invalidez de la edad avanzada.
¿Se puede, en realidad, creer que el objetivo de «cero defectos» es asequible en algo tan complejo como el cuerpo humano? Según el National Institute on Aging (Instituto Nacional del Envejecimiento), no se ha demostrado que existan dietas, ejercicios, vitaminas, fármacos o cambios en el estilo de vida que alarguen la vida con toda seguridad. Estamos más cerca que nunca de evitar las dolencias degenerativas que afligen a los mayores (enfermedades cardíacas, apoplejía, cáncer, arteriosclerosis, artritis, diabetes, osteoporosis, etcétera), pero aún no lo hemos conseguido. Aunque los investigadores médicos hacen optimistas declaraciones sobre avances muy notables en la lucha contra el cáncer y las otras enfermedades importantes de difícil curación, entre sí se muestran mucho más pesimistas. Aspiran, en el mejor de los casos, a un lento gradualismo, es decir, a avanzar paso a paso hacia la solución. (Por ejemplo, bajar los niveles de colesterol reduce estadísticamente los ataques cardíacos en un grupo numeroso de personas, pero no garantiza que se salve una persona individualmente.)
Para lograr una salud de dos a diez veces mejor se necesita un nuevo tipo de conocimientos, basados en un concepto más profundo de la vida. Este libro presenta una fuente inigualable de dichos conocimientos, un sistema de medicina preventiva y cuidado de la salud llamado Ayurveda. El Ayurveda se practica en India desde hace más de cinco mil años; su nombre deriva de dos palabras de raíz sánscrita: Ayus, «vida», y Veda, «conocimiento» o «ciencia». Por tanto, se suele traducir Ayurveda como «la ciencia de la vida». Una interpretación alternativa, más exacta, sería «conocimiento de la duración de la vida».
El propósito del Ayurveda es enseñarnos a influir en nuestra vida, a darle forma, prolongarla y, finalmente, controlarla sin interferencias producidas por la enfermedad o la vejez. El principio rector del Ayurveda establece que la mente ejerce una influencia profunda sobre el cuerpo, y que para vernos libres de enfermedad debemos conectar con nuestra propia conciencia y equilibrarla, para luego extender ese equilibrio al cuerpo. Este estado de conciencia equilibrado se traduce en un estado de salud superior al que proporciona cualquier tipo de inmunidad física.
El Ayurveda reúne en sí la sabiduría de maestros que iniciaron su tradición muchos siglos antes de que se construyeran las pirámides y la trasmitieron de generación en generación. En el Centro Chopra para el Bienestar hemos desarrollado un sistema modernizado que integra las verdades eternas de esta antigua filosofía de la curación con los principales adelantos de la ciencia moderna.
En los últimos quince años, mis colegas y yo hemos tratado a más de diez mil pacientes, y hemos instruido a casi tres mil profesionales de la salud en la teoría y la práctica del Ayurveda. Al adoptar el Ayurveda, no hemos renegado de nuestra formación convencional anterior: la hemos ampliado. Fusionar el Ayurveda con la medicina occidental implica amalgamar la sabiduría antigua con la ciencia moderna, que han resultado ser plenamente compatibles. Los médicos del Centro Chopra siguen realizando historias clínicas, practicando reconocimientos físicos a sus pacientes y basándose en análisis objetivos para determinar si una persona está enferma. Además de ello, sin embargo, orientan a sus pacientes para que dirijan la mirada a su interior y encuentren esa conciencia equilibrada de importancia capital.
EL CUERPO HUMANO MECÁNICO CUÁNTICO
Para comprender cómo es posible alcanzar este objetivo, debemos ahondar en el propio cuerpo. Para el Ayurveda, el cuerpo físico es la puerta a lo que llamamos «el cuerpo humano mecánico cuántico». La física nos dice que la estructura básica de la naturaleza se encuentra en el nivel cuántico, mucho más allá de los átomos y las moléculas. Un cuanto o quantum, definido como unidad elemental de la materia o la energía, es entre diez millones y cien millones de veces más pequeño que el más minúsculo de los átomos. En este nivel, materia y energía se tornan intercambiables. Todos los cuantos están compuestos por vibraciones invisibles (sombras de energía) que aguardan el momento de adquirir forma física. Según el Ayurveda, lo mismo vale para el cuerpo humano: primero toma la forma de vibraciones intensas, pero invisibles, llamadas fluctuaciones cuánticas, que más tarde se fusionan en impulsos de energía y partículas de materia.
El cuerpo humano mecánico cuántico es la base que sustenta todo lo que somos: pensamientos, emociones, proteínas, células, órganos... cualquier parte visible o invisible de nuestra persona. En el nivel cuántico, el cuerpo emite todo tipo de señales invisibles, esperando que uno las reciba. Tenemos un pulso cuántico por debajo del pulso físico, así como un corazón cuántico que lo marca. En realidad, el Ayurveda sostiene que todos los órganos y procesos del cuerpo poseen un equivalente cuántico.
El cuerpo humano mecánico cuántico no sirve de mucho si uno no sabe detectarlo. Por fortuna, la conciencia humana es capaz de percibir esas leves vibraciones, gracias a la increíble sensibilidad de nuestro sistema nervioso. Un solo fotón de luz, al incidir en la retina del ojo, impacta con mucha menos fuerza que una simple mota de polvo al caer en un campo de fútbol. Sin embargo, las terminaciones nerviosas especializadas de la retina, los conos y bastoncillos, pueden captar hasta un solo fotón, enviar un mensaje al cerebro y lograr de este modo que uno vea su luz. Los conos y los bastoncillos son como gigantescos radiotelescopios, estructuras enormes capaces de captar señales en el límite mismo de la existencia física, para después amplificarlas de modo tal que nuestros sentidos puedan procesarlas directamente.
Al influir en el propio cuerpo mecánico cuántico subyacente, el Ayurveda puede producir cambios que exceden ampliamente el alcance de la medicina convencional, que está confinada al terreno de la mera fisiología. Esto se debe a que el poder disponible en el nivel cuántico es infinitamente mayor que el que se encuentra a escalas más grandes. La explosión de una bomba atómica, un suceso cuántico gigantesco, no es más que un ejemplo de ello. Otro más constructivo es el láser, que utiliza la misma luz emitida por una linterna y la organiza en vibraciones cuánticas coherentes, aumentando su potencia a tal grado que puede atravesar el acero.
En estos casos opera el principio cuántico, lo que revela que los niveles más sutiles de la naturaleza contienen la mayor energía potencial. La negra vacuidad del espacio intergaláctico, pese a ser mero vacío, alberga cantidades casi inconcebibles de energía oculta; en cada centímetro cúbico hay la suficiente para alimentar una estrella. Sólo cuando efectúa el salto cuántico, la así llamada «energía virtual» estalla, generando calor, luz y otras formas de radiación visible.
Todos sabemos que un trozo de leña, al arder, libera mucha menos energía que la fisión de sus átomos por medio de una reacción nuclear. Pero hemos pasado por alto el aspecto creativo de la misma ecuación: en el nivel cuántico, la creación de algo nuevo sería tan potente como la destrucción. Sólo la naturaleza crea rocas, árboles, estrellas y galaxias, pero nosotros nos dedicamos todos los días a la creación de algo indiscutiblemente más complejo y precioso que una estrella: un cuerpo humano. Consciente o inconscientemente, cada uno de nosotros es responsable de la creación del cuerpo en el que vive. Hace varios años se publicó en titulares la noticia de que el doctor Dean Ornish, cardiólogo de San Francisco, había demostrado que cuarenta pacientes con enfermedades cardíacas avanzadas podían reducir, literalmente, la placa de depósitos grasos que les obstruía progresivamente las arterias coronarias. A medida que las arterias de estos pacientes empezaban a despejarse, el oxígeno fresco llegaba al corazón, aliviando así los alarmantes dolores en el pecho y reduciendo el riesgo de infartos mortales.
En lugar de recurrir a los fármacos convencionales o a la cirugía para desbloquear esas arterias, el grupo del doctor Ornish utilizaba simples ejercicios de yoga, la meditación y una dieta vegetariana estricta. Recientemente, el doctor Ornish ha confirmado que estos cambios básicos y saludables en el estilo de vida resultan beneficiosos a largo plazo para combatir las dolencias cardíacas. ¿Por qué se consideran tan notables estos descubrimientos? Porque la corriente dominante en medicina nunca había reconocido que es posible revertir una enfermedad cardíaca ya declarada. La tesis oficial del estamento médico consiste en que una arteria enferma sigue su propia evolución: con independencia de lo que uno crea, piense, coma o haga, esas arterias avanzan implacablemente hacia su sombrío destino, degenerando de forma gradual todos los días hasta quedar obstruidas y estrangular el músculo cardíaco.
Sin embargo, en el nivel cuántico no hay una sola parte del cuerpo que viva separada del resto. No hay cables que mantengan unidas las moléculas de las arterias, del mismo modo que no hay lazos visibles entre las estrellas de una galaxia. Sin embargo, las arterias y las galaxias conservan perfectamente su integridad, en un diseño perfecto y sin fisuras. Los vínculos invisibles, que no se pueden examinar con un microscopio, son de naturaleza cuántica; sin esa «fisiología oculta», la fisiología visible no existiría. No sería más que un conjunto desordenado de moléculas.
Según el Ayurveda, el revolucionario avance de Ornish en el tratamiento de las dolencias cardíacas sería válido para cualquier otra enfermedad, siempre y cuando uno haya aprendido a aprovechar el cuerpo humano mecánico cuántico. Un depósito de colesterol puede parecer sólido, como el óxido que recubre el interior de una tubería vieja, pero en realidad la placa es algo vivo y cambiante, al igual que el resto del cuerpo. Nuevas moléculas de grasa entran y salen, y se desarrollan nuevos capilares que transportan oxígeno y alimento. La auténtica novedad introducida por el estudio de Ornish radica en que todo lo que construimos en nuestro cuerpo también puede ser desbaratado. El hombre que muere de un ataque al corazón a la edad de cincuenta años ha tenido innumerables oportunidades de construir arterias nuevas. Una mujer de setenta años, que padece osteoporosis de la columna vertebral, ha tenido innumerables oportunidades de conseguir una columna sana. (En realidad no podemos contar las oportunidades, pues el proceso de cambio es constante; sin embargo, es posible curar una arteria dañada o un hueso defectuoso en pocas semanas o en meses. Todos renovamos y rehacemos nuestro cuerpo constantemente. ¿Por qué no construir una arteria sana, una columna sana, una persona completa y saludable?
Según la antigua tradición védica de India, la fuerza básica que subyace a toda la naturaleza es la inteligencia. Después de todo, el universo no es «sopa de energía»; no está sumido en un caos absoluto. La increíble precisión con que encajan entre sí los elementos que componen nuestro mundo (y, sobre todo, la asombrosa existencia del ADN, el ácido desoxirribonucleico) respalda la idea de que existe una inteligencia infinita en la naturaleza. Tal como lo expresó un astrofísico, la probabilidad de que la vida surgiese de forma fortuita es más o menos la misma de que un huracán, al atravesar un depósito de chatarra, cree un Boeing 707.
Uno de los cambios más cruciales que ha traído consigo la ciencia contemporánea es la súbita aparición en escena de modelos que contemplan la inteligencia como fuerza vital del universo. (En física, por ejemplo, existe el llamado principio antrópico, según el cual toda la creación, desde el Big Bang, fue concebida expresamente para hacer posible la existencia del hombre.)
¿Por qué nos interesa esto? Porque el Ayurveda, en su contexto más amplio, es nada menos que una tecnología que nos permite entrar en contacto con el nivel cuántico de nuestro interior. Para ello se requieren técnicas especiales (que ya expondremos en detalle), ideadas para despojar al cuerpo físico de su máscara; por otra parte, es preciso trascender (o ir más allá de) la actividad constante que llena la mente, como el ruido de una radio que no se apaga. Más allá de esas causas de distracción, se extiende una región silenciosa, que parece tan vacía como el campo cuántico entre las estrellas. Sin embargo, al igual que el campo cuántico, nuestro silencio interior encierra generosas promesas.
El silencio de nuestro interior es la clave para acceder al cuerpo mecánico cuántico. No se trata de un silencio caótico, sino organizado. Tiene forma y designio, propósito y procesos, como el cuerpo físico. En vez de ver el propio cuerpo como un conglomerado de células, tejidos y órganos, se puede adoptar la perspectiva cuántica para considerarlo un silencioso flujo de inteligencia, un burbujeo constante de impulsos que dan forma al cuerpo físico, lo controlan y se convierten en él. El secreto de la vida en este nivel estriba en que cualquier parte del cuerpo se puede cambiar con el destello de una intención.
Sé que esto es difícil de creer, de modo que presentaré el ejemplo de Timmy, un niño de seis años, de aspecto absolutamente normal, que sufre de uno de los síndromes psiquiátricos más extraños: el de personalidad múltiple. Timmy tiene más de doce personalidades distintas, cada una con sus propias pautas emocionales, inflexiones vocales, preferencias y aversiones. Sin embargo, las personas con personalidad múltiple no son simplemente casos psicológicos: cuando abandonan una personalidad y asumen otra, pueden producirse cambios notables en su cuerpo.
Por ejemplo, es posible que una de las personalidades sufra diabetes, y que la persona sea insulinodeficiente mientras esa personalidad sea la dominante. En cambio, otras personalidades pueden estar completamente libres de diabetes y presentar niveles de insulina normales. Del mismo modo, una personalidad puede padecer hipertensión arterial, y las otras no; en ocasiones incluso aparecen o desaparecen verrugas, llagas y otras imperfecciones de la piel con el cambio de personalidades. Se han documentado casos de pacientes con personalidad múltiple capaces de alterar instantáneamente el modelo de las ondas cerebrales del electroencefalograma o de cambiar el color de sus ojos de azul a castaño. Una mujer tenía tres períodos menstruales al mes, uno por cada una de sus personalidades.
El caso de Timmy es especialmente asombroso, pues una de sus personalidades (y sólo una) es alérgica al zumo de naranja y sufre urticaria cuando lo bebe. Daniel Coleman, escritor especialista en temas de salud, informaba en el New York Times: «La urticaria aparece incluso cuando, una vez que Timmy ha tomado el zumo de naranja, se manifiesta otra personalidad mientras él todavía está digiriendo lo que ha bebido. Más aún: si Timmy vuelve cuando la reacción alérgica aún no ha remitido, el escozor de las ronchas cesa inmediatamente y las ampollas llenas de agua empiezan a desaparecer.»
Éste es un ejemplo perfecto del modo en que las señales del cuerpo mecánico cuántico provocan cambios instantáneos en el cuerpo físico. Lo más sorprendente de lo que le ocurre a Timmy es que las alergias no suelen ir y venir a capricho de la mente. ¿Cómo iban a hacerlo? Los glóbulos blancos del sistema inmunitario, recubiertos de los anticuerpos que causan la reacción alérgica, esperan pasivamente el contacto de un antígeno. Cuando se produce dicho contacto, se activa automáticamente una serie de reacciones químicas.
Sin embargo, en el caso de Timmy, da la impresión de que, cuando las moléculas de zumo de naranja se aproximan a sus células blancas, se toma una decisión en cuanto a reaccionar o no. Esto implica que la célula en sí es inteligente. De hecho, esa inteligencia reside en un nivel más profundo que el molecular, pues los anticuerpos y el zumo de naranja entran en contacto directo con átomos muy comunes de carbono, hidrógeno y oxígeno.
La afirmación de que las moléculas pueden tomar decisiones está en contradicción con los postulados de la física actual; es como si el azúcar tuviera ganas de ser dulce unas veces, y otras no. Pero no es sólo la notable fuerza del caso de Timmy lo que nos deja atónitos. Una vez aceptado el hecho de que él elige ser alérgico (de otro modo, ¿cómo podría activar y desactivar su urticaria?), hemos de contemplar la posibilidad de que nosotros también estemos eligiendo nuestras propias enfermedades. No tenemos conciencia de esta elección, pues se produce en un nivel inferior al de nuestros pensamientos cotidianos. Pero si poseemos tal capacidad, deberíamos poder controlarla.
EL CUERPO ES UN RÍO
Todos tendemos a ver nuestros cuerpos como «esculturas congeladas» (objetos sólidos e invariables), cuando en realidad son más bien como ríos, pautas de inteligencia fluidas y en perpetuo cambio. El filósofo griego Heráclito declaraba: «No es posible bañarse dos veces en el mismo río, pues siempre un agua distinta fluye en torno a ti.» Esto es válido también para el cuerpo. Si pellizcamos un «michelín» de nuestra cintura, la grasa que estrujamos entre los dedos no es la misma que estaba allí el mes pasado. El tejido adiposo (las células de grasa) se llena y se vacía de grasa constantemente, de manera que se renueva por completo al cabo de tres semanas. Cada cinco días se forma una nueva pared estomacal (las células estomacales de la capa interior son sustituidas por otras en cuestión de minutos mientras digerimos la comida). Mudamos la piel cada cinco semanas. El esqueleto, de apariencia tan sólida y rígida, se renueva enteramente cada tres meses. En conjunto, el flujo de oxígeno, carbono, hidrógeno y nitrógeno es tan veloz que bastarían unas semanas para reconstituir todo el organismo; sólo los átomos de hierro, magnesio, cobre, etcétera, más pesados, demoran el proceso. Aunque uno conserva el mismo aspecto por fuera, en realidad es como un edificio cuyos ladrillos se ven continuamente reemplazados por otros. De año en año, el noventa y ocho por ciento de la cantidad total de átomos que hay en el cuerpo se renueva; así lo han confirmado los estudios de radioisótopos realizados en los laboratorios de Oak Ridge, California. El dominio de este torrente constante de cambio radica en el nivel cuántico del sistema mente-cuerpo. Sin embargo, la medicina aún no ha sacado partido de ello; todavía no ha dado el salto cuántico.
Para cambiar el output del cuerpo, hay que aprender a reescribir el software de la mente. En los capítulos siguientes, me gustaría guiar al lector en un viaje de autoexploración. Le mostraré cómo el Ayurveda puede darle un mayor control de su salud, desde ese nivel cuántico que es la próxima frontera de la medicina. Este sistema se divide en tres partes, correspondientes a las tres divisiones de este libro.
PARTE I: UN LUGAR LLAMADO SALUD PERFECTA
Primero analizaremos la posibilidad de gozar de una salud perfecta, para luego pasar a asuntos prácticos. El Ayurveda enseña que la naturaleza proporciona a cada persona un proyecto propio y único, denominado prakruti, o tipo físico. Al responder al simple cuestionario del capítulo 2, usted descubrirá a cuál de los diez tipos físicos básicos se ajusta su cuerpo. Éste es el paso más importante para alcanzar un estado de salud superior, pues nuestro prakruti nos indica cómo pretende la naturaleza que vivamos. Según el Ayurveda, nuestro cuerpo sabe qué le conviene y qué lo perjudica; la naturaleza nos dota desde que nacemos de los instintos correctos. Una vez que el lector comience a captar y seguir esas tendencias innatas, descubrirá que su fisiología es capaz de alcanzar el equilibrio por sí sola, con un esfuerzo mínimo por su parte.
Tal como explicaremos en profundidad, algunos desequilibrios extremadamente pequeños en el organismo siembran el germen de enfermedades futuras; mantener el equilibrio, en cambio, puede ser garantía de una salud óptima. Enumeraremos los puntos fuertes y débiles de cada tipo físico, para posibilitar al lector la elección de su propio método específico para evitar las enfermedades. La dolencia que usted debe tratar de prevenir es aquella a la que es más propenso, y eso es lo que indica su prakruti o tipo físico.
PARTE II: EL CUERPO HUMANO MECÁNICO CUÁNTICO
En esta sección ahondaremos en el nivel cuántico interno y estudiaremos el modo en que la mente encamina el cuerpo hacia la enfermedad y la salud. Miles de años antes de que la medicina moderna descubriera el vínculo entre mente y cuerpo, los sabios del Ayurveda habían logrado dominarlo: desarrollaron una «técnica interior», que opera desde los niveles más profundos de nuestra conciencia. El secreto de la salud perfecta reside en la práctica de estas técnicas. Analizaremos el papel de la meditación en la tarea de remover los obstáculos del camino hacia la salud; exploraremos la manera de servirnos del cuerpo humano mecánico cuántico para influir en el cuerpo físico, con mayor eficacia que con fármacos, dietas o ejercicios.
En esta sección tratamos una amplia diversidad de temas, desde las adicciones y el cáncer hasta la eliminación de las toxinas físicas y mentales; todas las áreas de la medicina que se cubren en el Centro Chopra para el Bienestar. Si el lector se ve a sí mismo a través de los ojos de un médico ayurvédico y lee los casos de personas que han seguido nuestros programas, comprenderá mejor por qué la «curación cuántica» representa un gran avance en nuestra comprensión de la mente y el cuerpo.
PARTE III: PARA VIVIR EN ARMONÍA CON LA NATURALEZA
Después de presentar el gran designio del Ayurveda, concluyo con el consejo práctico que he cosechado en los últimos quince años. Alcanzar el ideal de la salud perfecta requiere un equilibrio perfecto. Cuanto comemos, decimos, pensamos, hacemos, vemos y sentimos afecta a nuestro estado general de equilibrio. Parece imposible controlar al mismo tiempo todas estas influencias diferentes. Sin embargo, mediante dietas, ejercicios y rutinas diarias y estacionales, específicamente ideados para su tipo físico, usted podrá corregir gran parte de los desequilibrios que ahora presenta su fisiología y evitar que surjan otros en el futuro.
EL REENCANTAMIENTO DE LA NATURALEZA
Es fascinante constatar que la salud perfecta encaja en un movimiento intelect