Introducción
¿Sabes por qué tu problema no es el tiempo? Porque si ahora te dieran un bonus de tres horas más diarias, las ocuparías. Y si tu día tuviera diez horas más, también las ocuparías. El tiempo es como un trastero, metes, metes, metes, hasta que revienta. Pero no sacas.
Cuando presento un libro, o cuando los lectores me escriben en privado, siempre hay dos preguntas que se repiten. Una de ellas es qué hago para tener la piel tan bien. Sinceramente, ahí no tengo mucho mérito. Creo que es cuestión de genética; no hay más que ver que la foto que más comentarios tiene y más «me gusta» ha recibido en mi Instagram es la que colgué en julio de 2023 de la pierna de mi padre, en la que se había tatuado las fechas de nacimiento de mis hermanos y yo. La mitad de los comentarios hacían alusión a que esa pierna y esa piel no podían ser de un hombre de ochenta y dos años. Pero lo son. También es cierto que cuido mi genética con buenos hábitos, duermo para que mi sueño sea reparador, hago ejercicio de forma regular, suelo comer de manera saludable, no he fumado nunca, apenas bebo alcohol y a partir de los cuarenta empecé a echarme alguna cremita que otra, recomendaciones de mi querida Cristina Mitre.
La segunda pregunta recurrente es: «¿Qué haces, Patri, para llegar a todo? ¿Cómo te organizas?». Por eso este libro va sobre mi gestión y organización del tiempo, que puede que no encaje con tu estilo de vida o con tu escala de valores. A lo largo de estas páginas, además de la parte teórica y práctica de cómo gestionar el tiempo general, te ofrezco un relato de lo que es mi día a día, de las actividades que realizo (muchas de ellas desde que era pequeña), de lo que ha sido mi vida y de cómo he aprendido a tener tiempo para todo. Ha sido un aprendizaje a largo plazo. Me gusta justificar mi organización con el hecho de que estudié en el Colegio Alemán y la mitad de mi familia es alemana. Supongo que todos los que hayan estudiado en el Colegio Alemán no habrán salido así de organizados, como tampoco lo son todos los alemanes, pero sí creo que mi etiqueta de «medio alemana» me ha condicionado para comportarme como lo que se espera de este gentilicio: con orden, método y disciplina. Ya lo ves, en la mayoría de las ocasiones las etiquetas restan, pero algunas veces suman. Mi madre ha sido muy metódica, disciplinada y organizada. Y a pesar de que no hemos convivido mucho tiempo, creo que algo he heredado. Es una fortuna heredar valores positivos en lugar de dinero.
Bueno, hay una tercera pregunta que se repite: «¿Cómo has conseguido llevarte tan bien con tu hija y tener tanta complicidad?». Esto lo dejaremos para otro libro.
Esta no es una guía para que hagas todo más rápido y puedas llegar a más cosas, ni para que organices tu agenda como el Tetris y aproveches mejor el tiempo. Este es un libro para que aprendas a honrar tu tiempo, para que lo disfrutes y lo aproveches en beneficio de tu salud física y mental. Sé que encontrarás consejos que no te apetecerá leer o poner en práctica porque te sacarán de tu zona de confort. Sí, te apartarán de esa prisa que has convertido en confortable pero que daña seriamente tu salud física y mental. Pero ya te digo que no hay otra. Y es que tener tiempo pasa por cambiar de estilo de vida.
Aquí no encontrarás consejos del tipo «Tips infalibles para ser más rápido». Todo lo contrario. Para mí, las palabras «rápido», «deprisa» y «ya» las carga el diablo. Son necesarias para describir situaciones de urgencia, tipo «Necesita un trasplante ya», «Corre prisa tomar medidas contra la sequía», pero no pueden describir tu día a día.
Siento decirte que lo que vas a leer en este libro quizá no te guste. Porque tener tiempo implica realizar cambios drásticos en tu vida que tal vez no desees hacer. O igual sí deseas hacerlos pero piensas que es imposible. Lo que es imposible es seguir viviendo a este ritmo, a contracorriente de la salud mental, que llevas desde hace tantos años. Así que aquí tienes el método de Patri Psicóloga para llegar a todo: empieza por llegar a menos. Porque tu menos es tu todo.
Este libro está estructurado en doce capítulos. En cada uno de ellos encontrarás la justificación de por qué es importante el tema, herramientas para cambiarlo en tu vida y cómo lo gestiono yo.
Vamos al lío.
1
GESTIÓN DEL TIEMPO
Y ESCALA DE VALORES
El tiempo es oro, y quien lo pierde pierde el tesoro.
Proverbio japonés
¿Y si estuviéramos perdiendo parte de nuestro valioso tiempo en cosas que en realidad no tienen importancia? Perdemos tiempo en lo que no es importante porque andamos por la vida como autómatas repitiendo comportamientos heredados. Puede que pierdas tiempo zurciendo algún calcetín o medias porque tu madre o abuela también lo hacían, pero antes las medias eran carísimas y ahora se han abaratado mucho. O quizá sigues hirviendo el arroz en una olla normal durante veinte minutos, cuando en la olla a presión se cocina en solo dos minutos. Y sale igual de sabroso. Y como estos ejemplos, cientos. Repetimos conductas y, por no plantearnos alternativas, seguimos en esa zona confortable que muchas veces nos roba tiempo. Pero también nos perdemos en asuntos sin importancia porque no tenemos ni un momento para pensar cómo de importante es eso que hacemos. ¿Esa actividad a la que dedicas tanto tiempo está en el top ten de tu escala de valores?
En las redes sociales, cuando hablo de valores, muchas personas me preguntan cómo pueden descubrir cuáles son los suyos. Los valores son tu guía. Son esos códigos, esas reglas éticas, morales, sociales, sobre los que deseas asentar tu estilo de vida, tu forma de relacionarte con los demás y contigo. En definitiva, tus principios. Para mí los valores son nuestros cimientos. Y sobre ellos construimos nuestro modelo de familia, nuestro estilo de vida, la manera de relacionarnos con otras personas, con el entorno, con el trabajo.
Hagamos una reflexión para ayudarte a identificar tus valores. Antes de cambiar nada en tu vida es recomendable que decidas qué es importante para ti. Así sabrás a qué deseas dedicarle tiempo. Esto implica un ejercicio de reflexión que no siempre nos llena de orgullo y satisfacción, porque solemos descubrir que nuestra vida no está alineada con los valores que deseamos honrar o que, a pesar de tenerlos claros, no estamos dedicando tiempo a las personas, actividades o cosas que son importantes en nuestra vida. Pero, como en toda práctica de reflexión, este solo es el primer paso para que tomes medidas y generes un cambio.
A continuación te propongo varios ejercicios que te ayudarán a conocer tus valores, a comprobar si tu tiempo está alineado con ellos y a cambiar aquello que decidas.
EJERCICIO 1
Hazte las siguientes preguntas en los distintos apartados que te facilito a continuación. Tus respuestas son parte de tus valores.
Valores personales:
• ¿Qué necesitas en tu vida para vivir con bienestar emocional? ¿Actividad física, quedar con amigos, cuidar de tus plantas, meditar, el silencio, dormir más horas…?
Valores sociales:
• ¿Cómo te gusta relacionarte con otras personas? ¿Con honestidad, naturalidad, solidaridad, generosidad, con límites, con distancia…?
Valores del trabajo:
• ¿Qué esperas de la empresa en la que trabajas? ¿Ética, productividad, ambición, responsabilidad medioambiental, libertad de horarios, teletrabajar, creatividad, dinero…? ¿Cómo te gusta que sea la relación con tus compañeros? ¿Cómo te gusta relacionarte con tu trabajo?
Valores de pareja y familia:
• ¿Qué necesitas o esperas de tu pareja? ¿Sobre qué valores te gustaría asentarla? ¿Fidelidad, poliamor, transparencia absoluta, cuentas compartidas o separadas, hijos, animales, vivienda propia o de alquiler…? ¿Cómo te gustaría educar a tus hijos? ¿Dónde te gustaría vivir? ¿Qué necesitas de tu vivienda para que se convierta en un hogar?
Valores universales:
• ¿Cómo te gusta que sea el mundo en el que vives? ¿Diverso, justo, ecológico, animalista, pacífico, sencillo, minimalista, consumista…? ¿Cómo deseas que te traten? ¿Cómo deseas tratar a otras personas, conocidas o desconocidas?
Te propongo estas áreas generales que suelen abarcar la vida de las personas, pero quizá tengas otras que te gustaría destacar, como «valores espirituales», «valores políticos», «valores animalistas» o «valores deportivos», si te dedicas al deporte de forma profesional. Lo mío solo son ideas que pueden ayudarte a concretar esa guía.
Es muy importante que a la hora de contestar estas preguntas te dejes llevar más por el corazón que por la razón. Las respuestas racionales atienden más a la deseabilidad social, es decir, a lo que los demás esperan de ti. Por ejemplo, puede que, con relación a los valores del mundo, contestes «consumo mesurado» porque contestar «consumista» podría ser objeto de crítica por parte de los tuyos; aunque no vayan a leer tus respuestas, está demostrado que pensar cómo las juzgarían las personas a las que quieres cambia la respuesta. Nadie desea quedar mal, ni siquiera de pensamiento. Si tú interpretas que los demás esperan que seas mesurado con tus compras, lo más probable es que señales ese valor en tu vida como importante, a pesar de que te guste gastar.
A continuación te propongo un segundo ejercicio. Puede que este te resulte más sencillo. Es compatible con el anterior. El primero requería una mayor reflexión y profundidad, pero ambos son igual de importantes.
EJERCICIO 2
Elige diez valores, cosas o actividades de gran importancia para ti, independientemente del área a la que pertenezcan. Con «área» me refiero a la clasificación que hemos usado en el ejercicio anterior para dividir los valores: familia, trabajo, relaciones personales, etc.
Te muestro un ejemplo:
1. Compasión
2. Justicia
3. Honestidad
4. Hijos
5. Montar en bici
6. Silencio
7. Bailar salsa
8. Viajar
9. Feminismo
10. Autenticidad
No necesitas ordenarlos de más importante a menos. Siendo solo diez, entiendo que todos tienen una importancia similar para ti.
Ahora elige un valor con el que desees trabajar. El que más eches en falta en tu vida, el que no tenga presencia en tu día a día. Y define estrategias o comportamientos que te ayuden a implementarlo.
Te facilito un ejemplo. Imagina que elegimos el valor «silencio», entendido como «tener más silencio en mi vida».
Puede que tu vida atraviese un momento ruidoso: ruido en casa con niños pequeños, una oficina de trabajo diáfana con ruido de compañeros, notificaciones de correos, el caminar de los trabajadores, ruido en la calle, ruido en las clases guiadas del gimnasio o ruido en la tele porque tu pareja la pone a todas horas.
Escribe tres momentos de tu vida en los que te gustaría cultivar el silencio para ayudarte a conectar con este valor. Por ejemplo:
• «Cuando llegue a casa me tomaré un ratito para realizar una rutina de belleza a puerta cerrada. Le pediré a mi pareja colaboración para que respete esa media horita y se ocupe de los niños».
• «En el trabajo saldré a comer a un parque o cafetería externa en lugar de quedarme en el comedor de la empresa. Así podré comer sola y tener ese momento para mí».
• «Saldré a pasear media hora sola, sin móvil, sin música, sin estar pendiente de lo interesante que pueda ser un pódcast. Saldré temprano, cuando la ciudad todavía está en silencio, antes del desayuno familiar».
Revisa una vez a la semana tus propósitos relacionados con el valor del silencio. ¿Son fáciles de conseguir? ¿Tendrías que redefinirlos, ajustarlos, simplificarlos? ¿Te sientan bien, estás a gusto durante esos ratitos? ¿Te ayudan a conseguir lo que deseas?
Y ahora te estarás preguntando: «Pero, Patri, ¿de dónde saco yo tiempo para mis momentos de silencio?». El ejercicio sobre valores que comparto a continuación te ayudará a hacer un hueco para lo importante. En muchos libros de coaching encontrarás ejercicios parecidos a este; se llama «la rueda de la vida».
EJERCICIO 3
Te invito a anotar en una hoja aquellas actividades, obligaciones, aficiones, personas y momentos a los que dedicas tiempo diariamente, sean de tu agrado o no. Incluye en la lista puntos como las labores domésticas, las aficiones, el trabajo, las llamadas varias, los recados, la colaboración con una ONG, el tiempo que dedicas a las redes sociales y a chats varios, las series, la lectura, las horas de sueño y descanso, a pasear al perro, etc.
Ahora apunta detrás de cada actividad el tiempo medio diario que le dedicas. Por ejemplo: «Cocinar (2 horas), trabajo (9 horas y media), running (40 minutos), pasear al perro (1 hora), arreglarme y rutinas de higiene y belleza (1 hora), redes sociales (2 horas)», etc.
A continuación escribe una segunda lista en una hoja aparte. Anota qué es importante para ti en tu día a día, qué tiene valor, qué te hace sentirte bien, orgulloso, productivo… Puede que esta lista coincida en algunos puntos con la anterior, pero otros no estarán recogidos en la primera, sencillamente porque no tienes tiempo para ellos. Es decir, quizá en esta segunda lista se conserven valores como el trabajo o el running, pero falten actividades de mucho valor, como quedar con amigos, ir al cine o pasar más tiempo con tu padre o tu pareja.
Ahora vuelve a anotar el tiempo que te gustaría dedicar a esas actividades. Puede que desees ajustar el que destinas a actividades importantes, pero en las que estás demasiado comprometido, como el trabajo. Tal vez tu trabajo te llene y te guste, pero termine por saturarte cuando tienes que dedicarle nueve horas y media diarias. La lista podría quedar así: «Trabajo (8 horas), correr (40 minutos), desayunar tranquila (20 minutos), leer (30 minutos), cenar con amigas (una noche a la semana), ver documentales (30 minutos), hablar con mi abuela (15 minutos tranquilos), entrenar escalada (2 horas a la semana)», etc.
Este ejercicio nos ayuda a tomar conciencia de la cantidad diaria de tiempo que dedicamos a actividades poco relevantes que aportan muy poco a nuestra vida, como las dos horas en las redes sociales. Y sumergidos dentro de nuestras rutinas diarias no somos conscientes del tiempo que perdemos. No te sientas mal, no te agobies, no te juzgues si este ejercicio te revela cosas importantes que tienes que cambiar. Caminar hacia delante pasa por tomar conciencia de estas reflexiones. Si