La orgía perpetua

Mario Vargas Llosa

Fragmento

PROLOGO

Prólogo

Leí Madame Bovary pronto hará medio siglo y no exagero al decir que esa novela cambió mi vida. Me descubrió a Flaubert, que ha sido uno de mis maestros y mis autores de cabecera desde entonces y de alguna manera difícil de explicar me ayudó a descubrir qué clase de escritor aspiraba a ser. Además, cada vez que la he releído, de principio a fin o fragmentos, he gozado infinitamente, por la solidez de su construcción, la limpieza y eficacia de su estilo y las interminables sugerencias y ramificaciones que despierta la intensa y trágica historia de esa campesinita normanda que quiso vivir todas las aventuras que cuentan las novelas y lo pagó tan caro.

Nunca me hubiera atrevido a escribir sobre una novela que tiene tan abundante y rica bibliografía, si no hubiera sido por la nueva traducción al español —magnífica— que hizo de ella, a comienzos de los años sesenta, Consuelo Berges. Su editora, Alianza Editorial, me pidió un prólogo y así nació este libro. Debía haber sido apenas un texto de pocas páginas, pero, lanzado en el proyecto, fui llenando fichas y cuadernos y de pronto me encontré embarcado en un empeño que me tomó muchos meses de trabajo y me hizo vivir muchos momentos de gran felicidad.

Escribí este libro en un piso del barrio de Sarrià, en Barcelona, en una época en que esta ciudad fue algo así como la capital cultural de España y el lugar donde escritores españoles y latinoamericanos reanudaron una relación que se había interrumpido por cerca de cuatro décadas. Nadie hizo tanto para que ello fuera posible como mi gran amigo, el poeta y editor Carlos Barral, y por eso se lo dediqué.

MARIO VARGAS LLOSA

Sagra, julio de 2006

A Carlos Barral, el penúltimo afrancesado.

Le seul moyen de supporter l’existence,

c’est de s’étourdir dans la littérature

comme dans une orgie perpétuelle.

Carta a Mlle. Leroyer de Chantepie,

4 de septiembre de 1858

Hay, de un lado, la impresión que Emma Bovary deja en el lector que por primera (segunda, décima) vez se acerca a ella: la simpatía, la indiferencia, el disgusto. De otro, lo que constituye la novela en sí misma, prescindiendo del efecto de su lectura: la historia que es, las fuentes que aprovecha, la manera como se hace tiempo y lenguaje. Y, finalmente, lo que la novela significa, no en relación a quienes la leen ni como objeto soberano, sino desde el punto de vista de las novelas que se escribieron antes o después. Desarrollar cualquiera de estas opciones es elegir una forma de crítica. La primera, individual y subjetiva, predominó en el pasado y sus defensores la llaman clásica; sus denostadores, impresionista. La segunda, moderna, pretende ser científica, analizar una obra de manera objetiva, en función de reglas universales, aunque, cl

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