Promesa cumplida

Fragmento

cambio-3

Índice

Portadilla

Dedicatoria

INTRODUCCIÓN

LA HISTORIA DE GILLION DE TRAZEGNIES Y DE DAMA MARIE, SU MUJER

PRESENTACIÓN Y DEDICATORIA POR LA OBRA MISMA

LA PROMESA

De cómo Gillion de Trazegnies desposó a la hija del Conde de Ostrevant, llamada Marie

De la hermosa vida que llevaron juntos Gillion de Trazegnies y Dama Marie, su mujer

De cómo Gillion, después de algunas conversaciones con su mujer, entró en su Capilla y elevó sus oraciones a Nuestro Señor, y del voto que hizo a Dios

De cómo Gillion fue a Mons, donde encontró al Conde de Hainaut a quien trajo a Trazegnies

De cómo Gillion emprendió el viaje de ultramar y de la revelación que hizo al Conde de Hainaut delante de todos sus barones

EL VIAJE A JERUSALÉN

De cómo Gillion partió de Trazegnies para hacer su viaje y del gran duelo de su mujer encinta

De cómo Gillion llegó a Roma y de ahí a Jerusalén, y del sueño que tuvo

De cómo Gillion dejó Jerusalén y se hizo a la mar donde fue capturado por los sarracenos y llevado al Cairo de Babilonia

De cómo la Dama de Trazegnies dio a luz a dos bellos hijos, uno de los cuales fue llamado Jean y el otro Gérard

De cómo el Sultán intentó desembarcar en Chipre, pero no pudo hacerlo por la gran resistencia de su Rey

PRISIÓN EN EGIPTO

De cómo Gillion, estando en prisión donde hacía sus lastimeras plegarias y presentaba sus quejas a Nuestro Señor, fue mandado llamar por el Sultán para hacerlo morir

De cómo Gillion mató al guardián y a otros tres sarracenos que habían venido a prenderlo y de cómo la muerte le fue postergada

De cómo la vida le fue respetada y Gillion fue devuelto a prisión

De cómo vino la bella Graciana a visitar a Gillion al calabozo en el que se encontraba y cómo tanto él como Hertán la amonestaban para que creyera en la ley de Jesucristo

LA BATALLA DE BABILONIA

De cómo el Rey Isor de Damasco vino a sitiar Babilonia y de la gran batalla que hubo

De cómo la doncella Graciana hizo salir a Gillion fuera del calabozo e hizo que se armaran él y Hertán para que fueran en ayuda de su padre el Sultán

De cómo el Sultán fue derrotado y llevado prisionero a la tienda del Rey Isor de Damasco

De cómo Gillion y Hertán llegaron hasta la tienda del Rey Isor de Damasco

De cómo Gillion y Hertán combatieron en el campamento de Rey Isor a quien Gillion (mató) y salvó al Sultán

De cómo Gillion y Hertán regresaron sigilosamente al calabozo en Babilonia sin que lo supiera el Sultán

LA REIVINDICACIÓN DE GILLION

De cómo el Sultán ordenó que le trajeran a Gillion que estaba en el calabozo y cómo Graciana lo hizo presentarse completamente vestido como lo estuvo el día de la gran batalla

De cómo varios Reyes sarracenos vinieron a sitiar Babilonia y de la gran batalla que ocurrió

De cómo la batalla fue ganada delante de Babilonia por las grandes proezas de Gillion de Trazegnies

LA TRAICIÓN

Aquí se habla de la Dama de Trazegnies y del caballero Amaury, quien quería casarse con ella

De cómo Amaury se puso en camino para buscar a Gillion y después se habla de los dos hijos de este

De cómo el desleal Amaury cruzó el mar y llegó a Babilonia donde encontró a Gillion y de lo que le hizo creer

De cómo Gillion de Trazegnies se lamentaba por las mentiras que Amaury le hacía creer

Aquí se habla de la gran batalla que tuvo lugar delante de Babilonia y de la muerte del desleal Amaury

PRISIÓN EN TRÍPOLI

Aquí se habla de otra batalla que sucedió delante de Babilonia donde el Rey Fabur de Moriena fue derrotado y de cómo Gillion fue llevado prisionero a Trípoli en Barbaria

De cómo Gillion fue encerrado en un calabozo y de las lastimeras lamentaciones que profería

De las conversaciones que sostenían la bella Graciana y Hertán, quienes no sabían dónde se encontraba Gillion

De cómo Jean y Gérard de Trazegnies participaron en el torneo de Condé sobre el Escaut, donde ganaron el premio y el honor

LA LIBERACIÓN

De cómo Hertán partió de Babilonia pintado de negro y llegó a Trípoli en Barbaria donde Gillion estaba prisionero y de cómo fue liberado

De cómo Hertán llevó a Gillion a Babilonia y de las grandes demostraciones de cariño que les hizo Graciana y el Sultán, su padre

EN CHIPRE

De cómo Jean y Gérard de Trazegnies llegaron a Chipre y de la gran recepción que les hizo el Rey

De cómo el Rey de Esclavonia vino a sitiar a Nicosia en Chipre y de las proezas que hicieron los dos jóvenes de Trazegnies

Aquí se habla de la gran batalla que hubo delante de Nicosia y de cómo los jóvenes de Trazegnies rescataron al Condestable a quien los sarracenos querían colgar

De cuando el Condestable de Chipre fue a Rodas a buscar al Gran Maestre para lograr su ayuda y lo trajo a Chipre

De cómo el Gran Maestre de Rodas y el Condestable vinieron juntos a Nicosia en Chipre y de la gran batalla que ahí tuvo lugar, donde todos los sarracenos quedaron muertos

LA SEPARACIÓN DE LOS HERMANOS

De cómo los dos hermanos abandonaron Chipre y cómo fueron capturados en el mar y llevados uno a Esclavonia y el otro a Barbaria y de sus lastimeras lamentaciones

Aquí se habla de la bella Nathalie, quien se enamoró de Gérard mientras este se encontraba prisionero en Ragusa

De cómo el Rey Morgant fue coronado y sobre la forma como la bella Nathalie salvó la vida a Gérard de Trazegnies

De cómo Jean de Trazegnies fue encerrado en el mismo calabozo en que lo había estado antes Gillion, su padre, y de las lamentacionesque hacía

De cómo Gérard combatió contra Lución por el amor de Nathalie y lo derrotó

De cómo Hertán combatió al Rey Haldin y lo desbarató y de la gran batalla que hubo delante de Babilonia donde Gillion desbarató a los sarracenos

REENCUENTROS COMPLICADOS

De cómo el Rey Morgant de Esclavonia vino a sitiar al Rey Fabur de Moriena y de la batalla de los dos hermanos

De cómo los dos reyes se pusieron de acuerdo y vinieron a sitiar Babilonia y de la batalla que hubo

Aquí se habla de la gran batalla que hubo delante de Babilonia donde los hijos de Gillion fueron capturados por Hertán y de las maravillas que ellos hicieron

De cómo los jóvenes de Trazegnies conversaron con su padre y del regreso que hicieron a Hainaut

LA MUERTE DE GILLION

El fin

Fin de la Historia de Gillion

COMENTARIOS DESDE EL SIGLO XXI

El origen del romance

Detalles del final de la historia

Pretendidas influencias

Atribuciones familiares

LOS ENTRETELONES DE LA NOVELA

La obra como producción literaria

Detrás de la novela

El espíritu de la novela la coincidentia oppositorum en la Historia de Gillion

APÉNDICE - NOTAS HISTÓRICAS

Por orden de aparición en el texto

Índice alfabético de las notas históricas

Bibliografía

Notas

Sobre este libro

Sobre el autor

Créditos

dedicatoria

A mi padre, quien me enseñó a tomar la tradición como punto de partida, a acostumbrarme a ella y a asumirla como la obligación de ir más allá; que me hizo comprender que no somos sino un eslabón de una larga cadena y que cada uno recibe un legado de sus ancestros —ricos o pobres, buenos o malos, nobles o comunes— que tiene que entregar mejorado a sus descendientes. A mis hijas y a mis hijos, a quienes me gustaría transmitirles la enseñanza que recibí de mi padre y entregarles, con algún añadido personal, el legado de superación que he recibido de mis mayores. A mis hijos Ferdinand-Gillion-Auguste y Gilles-Othon, en particular, quienes tendrán la grave responsabilidad de perpetuar el apellido con honor.

promesa-1

INTRODUCCIÓN

promesa-2

Este libro contiene ciertamente una novela. Pero esa novela no se llama Promesa cumplida ni tampoco ha sido escrita por quien aparece como autor del libro. En realidad, se trata de una novela, o romance de caballería, difundida en el S. XV, pero cuyos orígenes como historia contada oralmente se remontan al S. XIV.

Mi papel ha sido el de traducir al español este romance de caballería escrito en francés antiguo; y agregarle algunas reflexiones así como muchas notas para explicar lugares, conceptos y usos que están hoy en día fuera del alcance del lector común. Es en esta forma que soy el autor del libro que reúne esos elementos nuevos, teniendo en cuenta además que se trata de la primera traducción que se hace de esa novela al español.

Al libro, como se le ofrece al lector, lo denominé Promesa cumplida porque toda la trama de esta novela medieval gira en torno de una promesa que debe llevarse a cabo.

Las canciones de gesta y los libros de caballería han sido aplaudidos, vituperados, ridiculizados, olvidados, redescubiertos, alabados, despreciados, desde múltiples puntos de vista. Nacidos originalmente como relatos orales destinados a entretener a un auditorio simple al calor del fuego de los mesones medievales o en el animado ambiente de la plaza pública, se han convertido posteriormente en lectura de eruditos que han aprendido a través de ellos las viejas formas de las lenguas en que fueron transmitidos y han reconstruido en sus páginas la historia de la novelística occidental con sus temas clásicos, sus influencias orientales y sus desarrollos originales.

Los oyentes medievales se entusiasmaban ingenuamente con los combates de sus héroes, sufrían por las románticas vicisitudes de las doncellas y se inflamaban a tal punto con el riesgo y los peligros de la vida caballeresca, que —balanceándose entre la epopeya y la pantomima— gustaban de esas historias a fin de calmar su sed de aventuras.

Actualmente, ese público de la novela de caballería ha sido sustituido por estudiosos de rostros serios que, científicamente libres de toda identificación con el objeto estudiado, realizan la autopsia del cadáver constituido por una forma literaria caduca. La emoción ha dejado paso a la erudición.

Y, sin embargo, pareciera que entre las cenizas de los relatos de caballería quedan aún brasas encendidas, hay todavía un halo de calor que de alguna manera nos alcanza: podemos reconocer en ellos una melodía extrañamente familiar que trasciende el pintoresquismo de sus formas históricas, pero cuyo origen no logramos establecer. Tenemos frente a ellos una sensación de dejà vu que no es simplemente la poza de una tradición cultural sino algo que intuimos, que de alguna forma nos habla de algo íntimo, de algo nuestro y de todos los hombres: no es solo la historia social o literaria que está en juego sino, de algún modo, nuestra historia personal; o, quizá mejor, hay en todo ello algo que escapa de la Historia y que renace en lo profundo de cada uno de nosotros.

Es así como, si nos despojamos de los refinamientos (a veces algo pedantes) de nuestra cultura literaria y adoptamos una sana actitud infantil, encontramos que los libros de caballería todavía nos entretienen. No es tampoco irrelevante el hecho de que los relatos de aventuras de los S. XX y XXI, inspirados en la conquista de los espacios interestelares y en la existencia de civilizaciones extraterrestres, reproduzcan los temas y a veces hasta los atuendos y las armas medievales: las armaduras se han convertido en corazas magnéticas, los yelmos contienen transmisores de radio y las espadas están hechas de rayos láser.

Es así como, disfrazados de modernidad (y a veces muy burdamente), los viejos modelos están presentes. Las «guerras entre galaxias» ofrecen también sus imperios y sus reyes, sus conflictos entre la civilización de los «buenos» y la civilización de los «malos», sus princesas y sus héroes, sus combates entre campeones. El mundo mágico-religioso que nutre los relatos de caballería con sus magos y encantadores, sus espadas invencibles y sus jinetes misteriosos, se reencuentra en los relatos espaciales bajo un ropaje tecnológico, sin haber perdido totalmente su carácter mágico.

Estas reminiscencias de otros tiempos no pueden obedecer simplemente a una falta de imaginación del mundo actual, que obliga a repetir lo ya sabido. En realidad, el hombre moderno quiere recibir algo que también era anhelado por el hombre medieval; y es en esta medida que, ya sea de modo sutil o como resultado de una comprensión profunda de esta necesidad, surge una forma más anecdótica, como repetición de temas que gustan sin que se sepa por qué. Sin embargo, cabe pensar que reproducen los trazos de una Gran Aventura que trasciende la Historia porque es revivida en cada hombre de cualquier época que haya pretendido responder al llamado interno.

De modo que es posible que todo ello nos interese porque nos habla de una aventura interior, de una gesta que se desarrolla en la Terre gaste01 del alma, con su necesidad de superación, sus pruebas, el encuentro con lo «otro» (simbolizado por el mito del Islam en el caso del caballero cruzado o en el mito de los mundos de otras galaxias para el hombre moderno), la necesidad de vivir como un espíritu libre y el redescubrimiento del sentimiento religioso como apertura hacia lo Trascendente.

Este trabajo quiere presentar en español una de las clásicas novelas de caballería de origen franco —la Historia de Gillion de Trazegnies y de Dama Marie, su mujer— que, al decir de Johan Huizinga, es la biografía del perfecto caballero, convertido en figura legendaria02. Con este objeto he traducido lo más fielmente posible una de las versiones conocidas del texto (escrita en francés antiguo), tratando de conservar en castellano su estilo y sabor de época. He incluido al final del libro un Apéndice con «Notas Históricas» vinculadas al texto, con sus respectivas llamadas que permitan al lector contemporáneo comprender los personajes, valores, lugares, costumbres, vestimentas, armas y otros aspectos de la época.

El protagonista de la novela Historia de Gillion de Trazegnies no ha existido nunca: es un personaje de ficción. La novela no es una biografía ni una alabanza a una persona histórica, sino una obra de creación literaria en el más pleno sentido del término. Es así como constituye un hito en la evolución de la literatura francesa.

La figura central puede haber sido inspirada de alguna manera en Gilles de Trazegnies, llamado «el Moreno» (le Brun)03, que estuvo en el Medio Oriente y tuvo dos esposas. Sin embargo, si se lee el texto de la novela que sigue a continuación se advertirá que las diferencias con la historia de Gilles le Brun son notables. El verdadero Gilles de Trazegnies (le Brun) acompañó al Rey San Luis de Francia a las Cruzadas y fue nombrado por este como Condestable de Francia en Tierra Santa, cargo que ocupó hasta el final de su vida. Por otra parte, no tuvo dos mujeres a la vez sino que enviudó y se volvió a casar, por lo que fue enterrado entre los cuerpos de sus dos esposas. Ninguna de ellas fue egipcia.

Podríamos decir de la Historia de Gillion de Trazegnies y de Dama Marie, su mujer, que es algo más que una novela entretenida. Es un eslabón en la Catena Aurea04, que va mostrándole al ser humano las vinculaciones y las oposiciones que conforman la vida, conduciéndolo a través de contradicciones.

promesa-3

LA HISTORIA DE GILLION DE TRAZEGNIES
Y DE DAMA MARIE, SU MUJER

promesa-4

La presente traducción ha sido hecha del manuscrito del S. XV que se encuentra en la Universidad de Jena (Alemania), según la transcripción de O. L. B. Wolff, Doctor en Filosofía y Profesor de dicha Universidad (Leipzig, 1839. J. J. Weber, librero-editor).

El manuscrito original presenta los capítulos que siguen a continuación, sin enumerarlos. Para facilidad del lector, hemos dividido el romance en secciones en las que hemos reproducido los capítulos originales asignándoles un número.

Los números entre corchetes dentro del texto corresponden a referencias a las «Notas Históricas» explicativas que constan a continuación del texto del romance de Gillion. Se ha incluido un índice alfabético de las «Notas Históricas» para facilitar su búsqueda.

Las ilustraciones que aparecen en esta traducción han sido tomadas de la biblioteca personal del autor.

promesa-5

PRESENTACIÓN Y DEDICATORIA
POR LA OBRA MISMA

PRESENTACIÓN POSIBLEMENTE DEL S. XV

promesa-6

Los elevados y valientes hechos de las personas nobles y virtuosas son dignos de ser contados y escritos, tanto para inmortalizar su nombre gracias a su fama y a la excelsa alabanza, como también para conmover e inflamar los corazones de quienes leen y escuchan el relato, a fin de orientarlos a evitar y huir de los hechos viciosos, deshonestos y vituperables, y de entusiasmarlos a realizar hechos honestos y gloriosos, que merezcan vivir en la perpetua memoria.

Es así que hace dos años viajaba por el Condado de Hainaut [1], país que ha tenido y tiene todavía una muy noble y valiente caballería [2], como aparece de las crónicas y antiguas historias. Al pasar, conocí una abadía muy antigua, donde había tres tumbas levantadas sobre el suelo; se llamaba la Abadía de la Oliva [3]. Y como desde mi primera juventud he estado deseoso —y sigo todavía— de conocer los importantes hechos que protagonizaron los nobles y virtuosos personajes del tiempo pasado, averigüé los nombres de aquellos que yacían bajo las tres tumbas.

Fui informado por el Abad y por los monjes del convento que las tumbas contenían los cuerpos de dos nobles y valerosas damas, y que su marido estaba sepultado entre ellas. Me dijeron sus nombres y apellidos y yo también los pude ver escritos en sus tumbas. Cuando vi y leí los epitafios, me enteré de que ahí yacía el muy valeroso caballero Gillion de Trazegnies, en medio de dos nobles y virtuosas damas que en vida fueron sus compañeras y sus esposas [4], una de las cuales era la hija del Sultán de Babilonia [5].

¡Cómo no me iba a maravillar! Les pedí inmediatamente al Abad y a los monjes del monasterio que me contaran más ampliamente la historia y me dijeran cómo el tal Señor de Trazegnies se había casado con la hija del Sultán y la había traído a Hainaut. Entonces el Abad hizo que uno de los monjes trajera un pequeño libro en pergamino, escrito en italiano con letra muy antigua y muy difícil [6]. Y luego de haber leído y escuchado la historia, me pareció muy hermosa y digna de ser oída; por eso me he tomado el esfuerzo y he hecho el trabajo de traducir el contenido del librito en lengua francesa. De esta manera, los importantes hechos que hizo y cumplió el muy valeroso y esforzado caballero Gillion de Trazegnies y sus dos hijos, y sus grandes proezas, no se extinguirán sino que serán conocidas cada vez más para que sean objeto por siempre jamás de perpetua memoria [7].

Por lo que sé, estoy seguro de que esta historia será escuchada con mucho placer por el Muy Alto, Muy Excelente y Muy Poderoso Príncipe, mi Muy Respetado Señor Philippe, por la gracia de Dios, Duque de Borgoña, de Brabante, de Lotharingia y de Limburgo, Conde de Flandes, de Artois y de Borgoña, Palatino de Hainaut, de Holanda, de Zelandia y de Namur, Marqués del Santo Imperio, Señor de Frisia, de Salins y de Malinas [8]. Sé que no existe letrado ni persona alguna capaz de poner por escrito esta historia, adornando el lenguaje como se merece. Por eso, muy humildemente suplico a mi Muy Respetado Señor que acepte mi simpleza como excusa [9].

promesa-7

LA PROMESA

promesa-8

CAPÍTULO 1

DE CÓMO GILLION DE TRAZEGNIES DESPOSÓ A LA HIJA DEL CONDE DE OSTREVANT, LLAMADA MARIE

Por los tiempos en que reinaba en Francia el noble Rey [Childebert] y en Hainaut el Conde [Baudouin, primero de ese nombre] [10], sucedió que en el Castillo de dicho Conde [11] se encontraba un joven caballero, valiente y hábil con las armas.

En diferentes lugares importantes había mostrado su escudo [12] y realizado tantas proezas que su fama se había extendido por varios reinos. Hizo tanto que, por su valor, el noble Conde a cuyo servicio estaba le dio en matrimonio a una pariente cercana llamada Marie, hija del Conde de Ostrevant [13].

El joven caballero a quien quiero mencionar aquí se llamaba Gillion y era Señor de Trazegnies. La belleza y la bondad que existía en él y en la Dama Marie, verdaderamente no sabría describirla. Porque Dios y la naturaleza habían obrado tan excelsamente que ningún mortal sabría describir los resultados. Estaban tan bien adornados de buenas virtudes, costumbres y condiciones que no podría agregar nada.

Las nupcias se realizaron en el Castillo de los Avesnes [14], que pertenecía al Conde. El Conde de Hainaut y la Condesa, su mujer, reunieron con ese motivo a toda su corte. Las fiestas y solemnidades duraron ocho días. No quiero hacerles el cuento largo respecto de los grandes regalos y larguezas que les hicieron el Conde y la Condesa, ni de las justas, fiestas y torneos en los que participaron todos los barones y caballeros del lugar; baste decir que la fiesta fue tan grande que se hubiera deseado que no tenga fin.

Pasados los ocho días, los barones y caballeros, las damas y damiselas, retornaron a sus residencias. Monseñor [15] Gillion de Trazegnies y la Dama Marie, su mujer, se despidieron del Conde y de la Condesa —aunque estos querían guardarlos con ellos— y se dirigieron a su Castillo y señorío de Trazegnies [16]. Ahí fueron recibidos con gran alegría por sus súbditos, amigos y vecinos, quienes estaban muy contentos de su regreso. Todos los querían mucho y les tenían en mucho aprecio por la bondad y la gran humildad que veían en su Señor y en su nueva Señora. Fueron amados y respetados por todos, incluso por los que no los conocían personalmente sino que únicamente oían de la bien arreglada vida que llevaban.

Mucho tiempo pasó sin que tuvieran descendencia. Por ello, los dos juntos presentaron a Nuestro Señor muchas piadosas quejas y rezaron muchas devotas oraciones solicitando que se les concediera la gracia de tener un hijo varón que después de ellos pudiera heredar la tierra y el señorío y que engendrara una línea de descendientes al servicio de Dios.

CAPÍTULO 2

DE LA HERMOSA VIDA QUE LLEVARON JUNTOS GILLION DE TRAZEGNIES Y DAMA MARIE, SU MUJER

Así como oís, el Señor de Trazegnies y la Dama Marie, su esposa, diariamente elevaban sin cesar sus devotas plegarias a Nuestro Señor. Todos estaban apenados por el hecho de que no pudieran tener linaje, dada la bondad y belleza de ambos. Gillion era muy grande, corpulento y de buena talla en todos sus miembros. Su mirada era tan fiera como la de un león. Era muy apreciado y querido por el Conde. Sabio de espíritu y bien hablado, de él se podía recibir muy buen consejo. Detestaba a los aduladores y halagadores. Estuvo siempre listo para servir a su Señor. Con su buen sentido había apaciguado muchas controversias y tensiones. No tenía enemigos y era respetado y querido por grandes y pequeños.

Sucedió que un día él y Dama Marie, su mujer, estaban apoyados en la ventana de la sala desde donde se divisaban muchas cosas. Después de un tiempo de estar ahí, la Dama se puso a ver el foso que rodeaba al castillo, cuya agua era bella y clara. En ella nadaban grandes peces. Entre ellos, la Dama vio una gran carpa[17] alrededor de la cual nadaban muchas pequeñas carpitas. Unas iban delante de la carpa madre, avanzando a través de la vegetación, otras giraban sus vientres, otras abrían la boca para recibir aire. Lo que le hizo pensar a la Dama que la carpa debía estar muy contenta con sus vástagos. La Dama se puso a observarlos muy atentamente. Pero pronto las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y lanzó un suspiro profundo.

Su señor, que estaba sentado al lado de ella, advirtió esto y tuvo una gran pena cuando la vio llorar así. Le preguntó muy dulcemente cuál era la causa de esta pena y le rogó que se lo hiciera saber. La Dama, a quien tanto amaba, le respondió de esta manera:

«Sire, dado que así lo queréis, hay razón para que os lo diga. A vos no puedo ocultar nada. No le diría aquello que puede dolerle. Pero, ya que queréis saberlo, os lo contaré.

«La verdad es que, estando apoyada en esta ventana, a vuestro lado, mirando hacia abajo, vi en el foso un gran pez al que rodeaban muchos peces pequeños. Pensé que el pez grande era la madre, pues los pequeños peces jugaban y nadaban con ella. Advertí que esta les hacía grandes fiestas a los pequeños, como el derecho natural enseña a amar lo que se ha procreado.

«Yo, al ver el amor tan grande que la madre tiene por sus hijos, me he acordado de vos a quien Dios ha otorgado tantas gracias como ningún otro hombre que conozco, de tal manera que no ha ahorrado ninguna belleza, ni en fuerza como en contextura, ni en la proporción de todos vuestros miembros. De otro lado, Dios me ha hecho tan bien y me ha formado tan perfectamente que no sé qué cosa pueda tener otra mujer que yo no tenga. Además, Dios nos ha provisto magníficamente de oro y plata, de tierras y señoríos, que no tenemos razón alguna de quejarnos. Por todo eso estamos obligados a darle las gracias y rendirle alabanzas, salvo en que la naturaleza se ha olvidado de nosotros porque no podemos tener descendencia. No importa cuál de los dos es responsable de ello, en la medida de que es así como lo quiere Nuestro Señor».

CAPÍTULO 3

DE CÓMO GILLION, DESPUÉS DE ALGUNAS CONVERSACIONES CON SU MUJER, ENTRÓ EN SU CAPILLA Y ELEVÓ SUS ORACIONES A NUESTRO SEÑOR, Y DEL VOTO QUE HIZO A DIOS

Cuando el Señor de Trazegnies oyó de su mujer la causa por la cual sufría, pensó un poco y luego le dijo: «Dama, sabed que, en verdad, aun cuando la mejor simiente que hoy día es posible encontrar fuera sembrada sobre tierra fértil que abunda en el mundo, hay veces en que a duras penas se podría recuperar nueva semilla de tal siembra. Ciertamente no es mi culpa que no tengamos hijos, sino que es la voluntad de Nuestro Señor que así lo quiere. Porque cuando Él lo quiera, los tendremos. Debemos agradecerle y alabarle por todo lo que hemos recibido y desear que Su voluntad se cumpla».

Se asomó Gillion a la ventana y, mirando hacia abajo, vio el pez que se alejaba nadando. Dejó la ventana pensativo y entró en su Capilla, donde se colocó delante del Crucifijo. Muy humildemente, con las dos rodillas en tierra, rogó una y otra vez que se le concediera la gracia de tener con su mujer un hijo varón que heredara después de él su tierra y señorío.

Prometió a Dios que si esta gracia le fuera otorgada, tan pronto como sucediera atravesaría el mar e iría a visitar y besar el Santo Sepulcro, donde Dios estuvo muerto y vivo [18]. La oración del buen caballero fue atendida con creces, como después podréis escuchar. Porque Dios jamás rechaza la oración devota de quienes le sirven lealmente.

Hecha esta promesa a Nuestro Señor, Gillion de Trazegnies dejó la Capilla y retornó a la sala donde encontró a Dama Marie, su compañera. La mesa fue puesta y la comida estuvo lista. Se sentaron y fueron servidos con todo cuanto pudieron desear.

Después de comer y luego de un rato de conversación, fueron hechas las camas y preparada la habitación. Fueron a acostarse juntos. Tanto se esforzaron, con la aprobación de Nuestro Señor, que esa misma noche engendraron dos hijos muy hermosos que después fueron dos valientes y audaces caballeros y que mucho sufrieron grandes penas y trabajos antes de que su padre pudiera reunirse con ellos, como lo podréis escuchar más ampliamente después.

CAPÍTULO 4

DE CÓMO GILLION FUE A MONS, DONDE ENCONTRÓ AL CONDE DE HAINAUT A QUIEN TRAJO A TRAZEGNIES

Después de esa noche en que Gillion de Trazegnies yació con su noble mujer, llegó la mañana. Se levantaron y fueron a oír el servicio divino. Después regresaron como de costumbre al Castillo de Trazegnies. Luego de desayunar fueron también, como de costumbre, a retozar en el campo. Y es así como Gillion pasó una temporada en su Castillo con Marie, su noble mujer.

Sucedió que una noche en que yacían juntos y conversaban de sus asuntos, la Dama comenzó a quejarse un poco. Después le dijo a su marido: «Sire, sucede que estoy encinta. Porque ya han pasado dos días desde que lo he sentido por primera vez. Gracias y alabanzas debemos rendir a Nuestro Señor y rogarle que me vaya bien en el parto y que pueda asistir al bautismo». El Señor de Trazegnies, habiendo oído decir a su mujer lo que más deseaba escuchar, levantó las manos al Cielo agradeciendo a Nuestro Señor y rogándole en su corazón que le permitiera cumplir con la promesa que había hecho. Después se tornó hacia su Dama y le dijo que era una gran cosa que Dios no los hubiera olvidado.

Conversaron de muchas cosas. Pasó la noche. Cuando llegó el día siguiente, se levantaron. Gillion ordenó y alistó a su gente y les dijo que después del desayuno iría a ver al Conde de Hainaut, su Señor, a quien esperaba encontrar en Mons. Fueron juntos a oír Misa. Después regresaron a tomar desayuno. Una vez que hubieron comido y bebido a su gusto, se levantaron de la mesa.

Los caballos fueron alistados. Después Gillion se despidió de su Dama y él y su gente montaron a caballo. No se detuvo hasta que llegó a Mons donde encontró al Conde de Hainaut, su Señor, quien lo recibió muy alegremente, lo mismo que la noble Condesa y los barones que ahí estaban y que habían sido reunidos por mandato del Conde.

Gillion de Trazegnies fue a ver al Conde y le dijo: «Sire, os suplico humildemente que, si queréis hacer algo por mí, vengáis a Trazegnies. Veréis nuestro nuevo hogar y mi muy respetada señora. Creo que no me negaréis este favor». El Conde le respondió: «Sire de Trazegnies, vuestro pedido os sea concedido. Nos han dicho que en torno a Trazegnies, en vuestros bosques, hay grandes ciervos; por lo que podríamos entretenernos cazándolos». «Sire», dijo Gillion, «podréis entreteneros sin duda porque hay un gran número de ciervos, corzas, gamos y venados». El Conde, que todavía era un hombre joven, deseando complacer a Gillion, ordenó que se preparase su saco de viaje para partir en la mañana siguiente; lo que fue hecho así.

Cuando llegó el día, las damas estaban listas. Con grandes demostraciones de júbilo, subieron a los coches y hacaneas [19]. Pero antes de que ellas retornen, la Condesa y toda su compañía mudarán esta alegría en llanto y tristeza, como podréis oír.

CAPÍTULO 5

DE CÓMO GILLION EMPRENDIÓ EL VIAJE DE ULTRAMAR Y DE LA REVELACIÓN QUE HIZO AL CONDE DE HAINAUT DELANTE DE TODOS SUS BARONES

Cuando el Conde vio que las damas habían partido, él y todos sus barones montaron a caballo; porque fueron pocos los barones que no habían acudido a ver al Señor de Trazegnies en esa ocasión. Estaba el Señor de Havret, el Señor de Anthoing, el Señor d’Enghien, el Señor de Ligne, el Señor de la Hameide, el Señor de Bossus [20] y varios otros caballeros y escuderos [21] que acompañaban al Conde y a la Condesa.

Tanto se esforzaron que todos llegaron al Castillo de Trazegnies, donde fueron recibidos con gran júbilo por el Señor del lugar y por la Dama Marie. Si quisiera contarles la cantidad de platos y entremeses que se sirvieron ese día, ciertamente les aburriría. Pero sabed que de todo lo que en el país se podía obtener, no se ahorró en lo menor; al punto que lo que sobró fue después abandonado a los que libremente quisieran tomarlo. Pasaron cuatro días de fiesta y alegría. Cada día salían a entretenerse cazando ciervos y aves.

El quinto día, cuando el Conde y la Condesa estaban sentados a la mesa, el Señor de Trazegnies pensó que había llegado la hora de contar al Conde, su Señor, la causa principal por la que lo había hecho venir y decidió hablarle después de la comida.

Acercóse al Conde y le dijo: «Monseñor y vos también Señora, os ruego perdonadme si alguna falta he cometido como anfitrión que pudiera haceros pensar que no habéis estado bien recibidos como lo hubiera querido. Pero nuestra ignorancia puede ser considerada una excusa. Es sabido que los recién casados jamás están bien enterados de la forma de agradar a un huésped como los que hace ya tiempo forman matrimonios». «Sire de Trazegnies», dijo el Conde volviéndose hacia la Dama Marie, «veo bastante bien que no solo mi bella prima, vuestra mujer, sino que ambos no han escatimado esfuerzo para ser buenos anfitriones». En cuanto ella vio a quien se dirigían estos comentarios, quedó tan azorada que enrojeció de vergüenza; lo que no le sentó mal tampoco, porque en toda la fiesta no había otra dama más bella.

Cuando el Conde terminó de cenar y se levantaron de la mesa después de haber dado gracias a Nuestro Señor, Gillion de Trazegnies vio que era el momento de hablar.

Fue donde se encontraba el Conde, la Condesa y los barones y dijo en alta voz para que todos pudieran oír: «Mi muy respetado Señor, damas y vosotros señores, parientes y amigos, que me habéis hecho el honor de venir a ruego mío a mi morada y habéis tenido paciencia de nuestra humildad, aceptando de buen grado lo poco que hemos podido daros, aunque ha sido todo lo que estaba a nuestro alcance. Todos vosotros, vos Monseñor, vos Señora, vosotros todos, parientes y amigos aquí reunidos, sabéis que mi mujer y yo hemos pasado un tiempo sin haber podido concebir un hijo. Por ese motivo, ella y yo teníamos mucha pena ante Nuestro Señor. Y es a causa de este infortunio que hace poco más o menos cuatro meses rogué a Nuestro Señor que nos enviara un heredero, sea hijo o hija, que pudiera recibir en su día nuestras heredades y señoríos; y le prometí que tan pronto me diera cuenta de que esta gracia me había sido concedida, partiría de inmediato para un viaje largo, sin pasar jamás en ciudad ni castillo más de dos días seguidos, hasta que hubiera visto y hubiera estado en la ciudad de Jerusalén y besado el Santo Sepulcro donde Dios estuvo muerto y vivo. Y por ello, a vos Sire, que sois mi Señor natural y que yo soy vuestro vasallo [22], y a vos mi Señora que estáis aquí y a vosotros todos, monseñores, parientes y amigos que estáis presentes, os encomiendo mi mujer, mis bienes y todo lo que vendrá de mí, sea hijo o hija, según lo que Dios ordene. Porque las promesas deben ser cumplidas y más aún si son hechas a Nuestro Señor de quien nos viene todo lo bueno».

promesa-9

EL VIAJE A JERUSALÉN

promesa-10

CAPÍTULO 6

DE CÓMO GILLION PARTIÓ DE TRAZEGNIES PARA HACER SU VIAJE Y DEL GRAN DUELO DE SU MUJER ENCINTA

Cuando el Conde oyó lo dicho por Gillion y apreció lo inconmovible de su decisión, estuvo muy confundido y maravillado, lo mismo que la Condesa y que los barones y todos los que ahí se encontraban, con mucha molestia de corazón. La Dama Marie, su mujer, que quedó completamente abatida y pensativa por el gran dolor que sintió al oír la decisión de su Señor, cayó desmayada en la sala y parecía más muerta que viva. El Conde, la Condesa y las damas la levantaron y la reconfortaron lo mejor que pudieron.

Luego de escuchado el propósito de Gillion y visto el dolor de su prima, dijo el Conde muy perturbado: «Gillion, sucede que esta promesa que habéis hecho aún puede ser postergada. No es que la debáis incumplir sino que podría ejecutarse después de que vuestra mujer haya dado a luz al hijo que lleva en su seno. Si partís ahora, bien pudiera suceder que ella resultara afectada. Os aconsejo esperar hasta que hayáis visto al hijo que ella os proporcionará. Una vez que hayáis visto que todo ha resultado bien, podéis partir y cumplir vuestra promesa». «Sire», dijo Gillion al Conde, «la cosa sería muy grave si vos rehusáis, pero mi partida no puede ser postergada porque así lo he prometido a Dios. Os encomiendo mi mujer y os suplico, así como a la Señora, que la tengáis en buena gracia y como recomendada hasta mi regreso, que será lo más pronto posible».

Cuando el Conde vio que era conveniente que Gillion partiera y que nada podría hacerle cambiar de idea ni desviarlo de su propósito de hacer el viaje, las lágrimas le cayeron de sus ojos a lo largo de sus mejillas.

Es entonces que comenzó el duelo tan grande de todos los que ahí estaban. La Dama Marie, su mujer, toda bañada en lágrimas, se colocó de rodillas delante de Gillion, su marido, y le dijo: «Mi muy querido Señor, os suplico postergar vuestra partida hasta después del parto [23] para que conozcáis, desde antes de dejarnos, al heredero que Nuestro Señor nos habrá enviado. Después me quedaré incluso contenta por vuestra partida, porque conviene que hagáis el viaje. Si no me concedéis este pedido, tengo mucho miedo y temor de que me suceda algo muy malo». «Dama», le dijo Gillion, «os ruego que no me habléis más de ello. Tened confianza en Nuestro Señor y en la Virgen María. Ahí están nuestro buen Señor y su Dama que os visitarán y confortarán. Por otra parte, aquí están nuestros buenos Señores, parientes y amigos, a los que yo os encomiendo».

Entonces la Dama, viendo que toda súplica era inútil, se puso a llorar muy tiernamente; y la Condesa y las damas la reconfortaron lo mejor que pudieron.

Si la alegría había sido grande a la llegada de todo el cortejo, mayor fue l

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos