Viaje a la memoria del desierto
Tumbas, ladrones de cuerpos y huesos sin descanso: la increíble historia de los fueguinos en Londres
El filósofo y escritor chileno Cristóbal Marín ha escrito uno de los libros más originales del año, un título que llega a España después de lograr el éxito en su país. «Huesos sin descanso» (Debate, octubre de 2024) combina historia, literatura y toda clase de personajes y aventuras inolvidables para narrar la peripecia de los indígenas de Tierra de Fuego que fueron llevados a Europa en el siglo XIX, expuestos sin pudor y cuyos restos aún reclaman hoy sus descendientes. Una intriga detectivesca que nos interpela sobre la reparación y la memoria.
Por Daniel Arjona

Cristóbal Marín. Crédito: D. R.
«Bendito sea el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos». El epitafio de William Shakespeare resuena en el frontispicio de uno de los libros más originales que los lectores españoles hayan podido leer en 2024. Se trata del inclasificable Huesos sin descanso: fueguinos en Londres (Debate), que tuvo un inesperado éxito en Chile hace unos años tirando hasta seis ediciones y que ahora por fin hemos podido disfrutar con asombro en nuestro país. Su autor, el escritor Cristóbal Marín, es profesor en la Universidad Católica de Chile y maduró esta obra durante casi tres décadas desde que aterrizó en la capital británica a principios de los noventa con el fin de investigar en archivos y museos para una tesis sobre Jeremy Bentham que se le fue de las manos.
¿Qué puede unir la historia de los indígenas de Tierra de Fuego que asombraron a la Inglaterra victoriana con los secretos de los cementerios de la época, oscuras historias de ladrones de cuerpos que inspiraron grandes clásicos literarios, museos bastardos de deformidades humanas, las aventuras de viajeros y héroes científicos y una enmienda a los abusos del colonialismo y a las dictaduras que hacen desaparecer a sus súbditos disidentes? De todo esto y más se ocupa el libro de Cristóbal Marín por el que transitan Charles Darwin y Robert FitzRoy, los siniestros John Hunter y Carl Hagenbeck, Eleonor Marx y Elisabeth Siddal, musa de los prerrafaelistas, Bruce Chatwin y Sir Baldwin Spencer, James Frazer y Ludwig Wittgenstein, el padre Martin Gusinde… ¡e incluso Augusto Pinochet!
«Sólo había que escuchar a sus huesos para reconstruir sus biografías. Si bien los huesos demoraban en hablar, nunca mentían, y más importante aún, nunca olvidaban». ¿Cómo es posible que existan aún cientos de restos de fueguinos desperdigados por Europa?, se pregunta aquí el autor. Además de los de otros indígenas dispersos por todo el continente. Y es que, en los tiempos en los que arde el debate sobre la restitución de obras de arte expoliadas, no solemos reparar en una usurpación emocional aún mayor sin resolver: la devolución de restos humanos indígenas.
Huesos sin descanso es una extraordinaria intriga detectivesca que nos interpela sobre la restauración y la memoria. Y forma parte además de una trilogía proyecta por Cristóbal Marín que en su país natal ha visto ya publicada su segunda entrega: Atacama fantasma: viaje a la memoria del desierto, una nueva y fascinante cartografía digresiva que reincide en «el despojo de restos humanos de pueblos originarios por museos internacionales entre otras inverosímiles y apasionantes historias».
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LENGUA: Llega a Londres en 1992 con el fin de investigar para su tesis sobre Bentham y se te cruzan los fueguinos. ¿Por qué ha necesitado más de treinta años para escribir este libro, Huesos sin descanso?
Cristóbal Marín: Porque me dediqué al mundo académico, a publicar papers y luego a la administración académica, decano, vicerrector y todas esas cosas. Nunca tuve tiempo para trabajar estos apuntes que había tomado en mis viajes. No sabía que forma podían tomar aquellas notas que mostraban la cara B de un doctorado que se ocupaba en realidad de Bentham como agente impulsor de la modernidad y de los procesos de independencia en América Latina. Pero cada vez me llamaban más para ocuparme de ellos todos estos personajes que aparecen en mi libro, estos chilenos por el mundo, como Andrés Bello. Y fue recorriendo las calles de Londres como me topé con la historia de los fueguinos.
LENGUA: ¿Y es en 2019 cuándo descubre por fin cómo contar todo aquello?
Cristóbal Marín: Eso es. Ese año escribí un artículo muy libre para El Mercurio de Chile sobre el diccionario fueguino inglés que es un monumento a la historia de estos pueblos que pude leer en el Museo Británico. Y entonces me di cuenta que la forma en la que había escrito ese artículo, combinando géneros, crónicas, memorias o mi propia autobiografía me daban la clave para expandirlo todo en un libro. Los huesos de mis antepasados tampoco encontraban descanso.
«Para mí, tanto viajar como caminar son una condición existencial pero también un método de investigación. En Londres esto funciona especialmente bien porque hay muertos por todas partes, y, por tanto, está lleno de historias».
LENGUA: Diría que el asombro de estas páginas se debe a algo que podríamos llamar el arte de la digresión. Cómo en torno al asunto de los huesos de los fueguinos en Londres brota un tesoro de historias.
Cristóbal Marín: Como dice Wittgenstein en la cita que incorporo en el libro, «comprender es ver conexiones». Al vagabundear por las calles de Londres, pero también cuando empecé a escribir, las historias se fueron conectando entre sí de forma sorprendente. Y todavía, una vez publicado Huesos sin descanso, sigo encontrado conexiones inéditas que no pude incluir como la relación de Kafka con los zoológicos humanos. De hecho, el promotor de aquel invento terrible, Hagenbeck, es citado en Informe para una academia.
LENGUA: Por cierto, la digresión parece muy apropiada para su actividad predilecta aquí. Pasear, explica en el libro, sobre un cementerio, porque Londres es como una tumba gigante. Pasear sin rumbo fijo, ¿tal es el arte del flaneur?
Cristóbal Marín: Es que para mí tanto viajar como caminar son una condición existencial pero también un método de investigación. En Londres esto funciona especialmente bien porque hay muertos por todas partes, como bien dice, y, por tanto, está lleno de historias. Como la historia de la hija de Marx, Eleonor, o la de Elizabeth Siddal, la musa de los prerrafaelistas que inspiraría a Polidori o el Drácula de Bram Stocker.

Páginas interiores de Huesos sin descanso. Arriba, desde la izquierda: Charles W. Furlong, (1910-11) The Vanishing People of the Land of Fire. © Rauner Special Collections Library, Dartmouth College. / La muerte del capitán Allen Gardiner (1851). Ilustración reproducida en: Jesse Page (1929), Captain Allen Gardiner of Patagonia. London: Pickering & Inglis, p. 124. / Tarjeta postal sobre la misión salesiana en isla Dawson. © Colección fotográfica del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna. Abajo: Retrato de Bruce Chatwin. © David Nash. / Ballena azul varada en el Estrecho de Magallanes. © Archivo del autor.
LENGUA: «Maldito sea quien mueva mis huesos», escribió Shakespeare. Y tú escribes: «Enterrar a los muertos es una dimensión fundamental de la evolución que nos convierte en humanos y a miles de familias no se les permitió siquiera enterrar a los suyos». ¿Qué ocurre cuando nuestros restos no quedan depositados en un sitio que poder honrar?
Cristóbal Marín: Es así, incluso aunque no creas en la trascendencia. Aquí me sirvió mucho Thomas Browne: «Nadie conoce el destino de sus huesos ni cuántas veces serán enterrados». La conexión con las dictaduras de Pinochet o Videla e inevitable y por eso me ocupo también de ello en el libro. Esos detenidos desaparecidos, cuyos restos nunca se han encontrado. Y cuya memoria por tanto vaga perdida. Huesos sin descanso.
LENGUA: ¿Es verdad que, de niño, le dio la mano a Pinochet?
Cristóbal Marín: Es cierto, y mucho tiempo después descubrí que cuando yo le estaba la mano a Pinochet en una visita que hizo a la hacienda de mis padres, más o menos al mismo tiempo, la dictadura estaba torturando y asesinando a un primo mío. Una sincronía terrible. Y aún más tarde, en mis correrías por Londres, coincidí con Pinochet. Quise buscarle por las calles pero no lo encontré. Él iba allí todos los años a tomarse un whisky con Margaret Thatcher. Hasta que fue detenido. Mi familia tuvo vínculo con la dictadura pero yo me di cuenta temprano de lo terrible que era aquello.
«La conexión con las dictaduras de Pinochet o Videla e inevitable y por eso me ocupo también de ello en el libro. Esos detenidos desaparecidos, cuyos restos nunca se han encontrado. Y cuya memoria por tanto vaga perdida. Huesos sin descanso».
LENGUA: ¿De dónde viene la obsesión decimonónica por exhibir y mirar al otro que encarna los zoológicos humanos o los museos de deformidades?
Cristóbal Marín: Tiene que ver con el imperialismo, claro, pero diría que es algo más complejo. Los extremos de la naturaleza como los hombres salvajes o los freaks te hacen preguntarte sobre el asombro de la condición humana.
LENGUA: Es fascinante la historia del Huntherian Museum y los ladrones de cuerpos y cómo inspiró clásicos como El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, Frankenstein e incluso Drácula. ¡Y llegó a provocar asesinatos! ¿Diría que este salvajismo inicial de la ciencia forma parte de su naturaleza? ¿La curiosidad humana es intrínsecamente inmoral y está bien que así sea?
Cristóbal Marín: Fíjese que el mismísimo Darwin fue testigo de como una turba intentó linchar a unos ladrones de cuerpos, crimen decimonónico muy extendido. Para evitarlo, Bentham legó su cuerpo a la ciencia y exigió que todos lo hicieran, evitando así el robo de cuerpos. En fin, la ciencia moderna muestra, desde sus inicios, la misma ambigüedad intrínseca a la condición humana. Por eso, la deliberación de los límites de la ciencia no puede competer solo a los científicos sino a la sociedad en su conjunto.
LENGUA: El propio Darwin, con lo admirable que fue en su humanismo, exhibe su racismo a propósito de los fueguinos que conoció en su viaje en el Beagle.
Cristóbal Marín: Es raro lo de Darwin, conoció bien a fueguinos célebres como Jimmy Button, viajó con ellos muchas jornadas, bromeaban… Pero cuando vio a los primeros fueguinos salvajes en una roca, como cuenta en su autobiografía, o en El origen del hombre, le impresionó muchísimo que existieran salvajes así, casi un eslabón perdido. También es verdad que señaló nuestra naturaleza común «aunque a muchos no les iba a gustar». No en vano, Darwin fue enemigo de la esclavitud. Muchos años más tarde llegó a pensar que se había equivocado con el salvajismo de los fueguinos y a pensar que sí podían ser civilizados.

Páginas interiores de Huesos sin descanso. Desde arriba a la izquierda y en el sentido de las agujas del reloj: Retrato de Alfred Russel Wallace. © Wellcome Collection. / Los resucitadores William Burke y William Hare (1829). © Wellcome Collection. / Los habitantes de Tierra del Fuego en el Jardín de Aclimatación de París, La Nature (1881). © Conservatoire numérique des Arts et Métiers. / Hablot Knight Browne, Resurrectionists (1847). En: Camdem Pelham (1887), The Chronicles of Crime. London: T. Milles & Co. /
LENGUA: Esta también es una historia de racismo y exterminio. ¿El imperialismo es el reverso tenebroso del proyecto ilustrado?
Cristóbal Marín: Sí, el ángel de la historia de Walter Benjamin que va viendo como el llamado progreso acumula ruinas sobre ruinas. Nada se puede hacer, como dijo también Benjamin, no podemos despertar a los muertos. Pero sí se puede buscar una reparación a través de la memoria. Contando, por ejemplo, su historia.
LENGUA: ¿Diría que su libro es un acto de restitución?
Cristóbal Marín: Yo aporto lo que puedo. Pero el papel protagonista es de las propias comunidades indígenas, las tres etnias fueguinas que todavía existen y reclaman especialmente los cuerpos de sus antepasados, más de cien, que siguen errante por Europa. En la Universidad de Zúrich, por ejemplo, unos investigadores chilenos encontraron los restos de cinco de los fueguinos que habían sido exhibidos en un zoológico humano en Berlín. Regresaron a Tierra de Fuego y fueron enterrados con los ritos ancestrales. Se cumple así el ciclo de la restitución.
«Si una comunidad indígena pide que le sean devueltos los restos humanos de sus antepasados, en fin, no cabe discusión. Debemos entregarlos. Los museos no acaban de entender esto y en Nueva York o en el propio Chile se siguen negando».
LENGUA: ¿Cómo trata el Chile actual con la memoria de los pueblos indígenas?
Cristóbal Marín: Ahora hay más conciencia y el estado chileno practica una política más adecuada de devolución de tierras y restitución de restos. Como ha ocurrido recientemente con las momias atacameñas. Lo cuento en mis siguiente libro, Atacama fantasma. ¡En Madrid hay treinta momias atacameñas en el Museo de Antropología en el museo de Anatomía de la Complutense?
LENGUA: Recientemente aquí cundió la polémica a propósito del asunto de la descolonización de los museos. ¿Es una tarea necesaria?
Cristóbal Marín: Como mínimo, sí creo que habría que descolonizar, y devolver, los restos humanos. Los tesoros diría que también pero entiendo que ahí todavía hay margen para la discusión y la negociación. Pero si una comunidad indígena pide que le sean devueltos los restos humanos de sus antepasados, en fin, no cabe discusión. Debemos entregarlos. Los museos no acaban de entender esto y en Nueva York o en el propio Chile se siguen negando.
LENGUA: En realidad, el libro no llega a una resolución definitiva y eso es lo mejor. Leemos al final: «Sólo había que escuchar a sus huesos para reconstruir sus biografías. Si bien los huesos demoraban en hablar, nunca mentían, y más importante aún, nunca olvidaban».
Cristóbal Marín: Sí, y sirve para los huesos de los fueguinos pero también para los huesos de las víctimas de las dictaduras militares. Podemos reconstruir la historia a partir de los huesos y por eso los huesos son tan importantes.
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