El rostro de Javier Cercas
¿Qué empuja a Javier Cercas a ser escritor? ¿Qué preocupaciones han vertebrado su obra? ¿Cuál es su forma de entender la literatura? ¿Qué ética late detrás de su escritura? Al hilo de su último libro, «El loco de Dios en el fin del mundo» (Random House, abril de 2025), radiografiamos la personalidad, trayectoria, filosofía y constantes detrás de uno de los novelistas españoles más leídos y premiados de las últimas décadas. Borges decía que la obra completa de un autor terminaba dibujando su rostro, y aunque al autor de «El impostor» sigue en primera línea de fuego, he aquí un retrato posible (por avanzado).
Por Antonio Lozano

Instituto Cervantes de Madrid. 31 de marzo de 2025. Javier Cercas durante un momento de la presentación pública de El loco de Dios en el fin del mundo (Random House). Crédito: Getty Images.
Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) estuvo entre los pioneros a la hora de detectar un interés interno por volver a la guerra civil española y debatir críticamente sobre ella a través de la literatura con Soldados de Salamina (2001), la novela que lo situó en el primer plano de la narrativa española. Desde entonces no ha dejado de interrogarse acerca de los grises de nuestra historia reciente y, a un nivel más genérico, por analizar la tensión entre realidad y leyenda, interrogándose por el camino acerca de la naturaleza profunda de las personas. Ya sea poniendo el foco en la Guerra de Vietnam (La velocidad de la luz), la Transición (Anatomía de un instante y Las leyes de la frontera), los campos de concentración (El impostor), y de nuevo sobre la guerra civil (El monarca de las sombras) sus libros han adquirido la forma de investigaciones activadas por turbios y complejos interrogantes morales que no tienen una respuesta fácil (y muchas veces ni siquiera tienen respuesta). Creyente en la idea de que escribir es practicar el salto sin red y que no es oficio para pusilánimes, en última instancia siempre ha ido en busca de su propia identidad, practicando una suerte de arqueología íntima.
Todo esto ha cristalizado con más fuerza que nunca en su último libro, El loco de Dios en el fin del mundo, donde una sorprendente oferta del Vaticano de acompañar al Papa en un viaje a Mongolia lo arrojaron a una suerte de aventura entre espiritual y detectivesca -a la par que misión filial- donde al misterio de la personalidad del Pontífice se une el de la naturaleza de la fe y la vida eterna.
Si como ha señalado Cercas, «todo escritor conforma una geografía e incluso en sus trabajos menos inspirados siempre hay pistas, aportaciones, destellos… que ayudan a explicarla», este artículo es un intento por trazar un mapa que permita navegar su figura y su obra.
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Vida (o Javier antes de Cercas)
El escritor ha compartido en diversas ocasiones un momento vívido en su memoria que en cierto modo anticipa la futura capacidad de subyugación de sus títulos.
«Me acuerdo de una tarde de hace siglos, en la montaña de El Far, en Susqueda, encerrado en una tienda de campaña mal montada mientras afuera caía un aguacero salvaje y leía con mis dos mejores amigos de entonces –y de todavía- un cuento o un ensayo de Borges donde se habla de una torre en el confín del universo cuya estructura es malvada… Debíamos de tener 15 o 16 años, pero no recuerdo haber leído con tanta intensidad en toda mi vida».
En El loco de Dios en el fin del mundo Cercas explica su vocación literaria como resultado de un doble desarraigo: terrenal (o geográfico) y espiritual (o religioso). La pérdida del hogar y de la fe -leyendo a Unamuno- están en el origen de su pulsión por la escritura. Asimismo, el autor gusta de invocar la sentencia de Cesare Pavese según la cual la literatura es una defensa contra las ofensas de la vida.
«Provengo de un sitio muy protegido de Cáceres y de una familia enorme. Mi padre, veterinario, nos trajo a Catalunya siendo yo niño. Me sentí un poco huérfano porque no tenía aquella seguridad, no era mi sitio, no hablaban mi lengua, no estaban mis abuelos ni mis tíos. Sufrí una sensación de agresión de la realidad. Tenía que defenderme de alguna manera y por esto quizás empecé a escribir. Como la realidad es tan mezquina y te trata tan mal, te vengas de ella inventando cosas que pudieron haber ocurrido y no lo hicieron. La literatura fue una herramienta para ganar confianza, pues por entonces aún me sentía más torpe e idiota que hoy, por lo que me llenaba de orgullo poder hacer algo por mí mismo. El manejo de las palabras me infundía seguridad, a través de ellas podía protegerme de mis propias estupideces y de lo que ocurría a mi alrededor. Como no soy alto, guapo, rico y rubio pues me pongo a hacer esto donde puedo imaginar que lo soy».
Las dos siguientes citas marcan un arco de la fantasía -doble, por cuanto se refiere tanto a la idea del escritor como a la posibilidad de convertirse en uno- a la realidad:
«Recuerdo que un día un hermano marista nos dijo que los escritores se pasaban el día en su casa, imaginando historias en el sofá y bebiendo cocacolas. La verdad: me pareció el mejor oficio del mundo, sobra decir que por el sofá y por las cocacolas».
«Si el chaval de 16 años que soñaba con ser escritor me viera ahora le parecería un extraterrestre. Si es que yo venía de una familia sin interés en la literatura, me instalé en provincias, escribía en castellano en un ambiente de predominio del catalán, no tenía amigos escritores… Es un tópico pero no se lo habría imaginado ni en el más loco de sus sueños».
Cercas dio clases de lengua española en Estados Unidos, una estancia que inspiró en parte su novela La velocidad de la luz, y aunque descartó echar raíces ahí, prolongó la etapa docente en la Universidad de Girona. El paso de una universidad de provincias en Estados Unidos a una universidad de provincias en España fue lo mejor que le pudo pasar, según confesión propia, ya que lo mantuvo en una situación de marginalidad absoluta respecto a los círculos literarios hasta rebasados los cuarenta años: «Al acabar la mili, y ante la falta de mejores perspectivas, me planté de profesor en Urbana, un agujero de Illinois dudosamente célebre por ser el destino abortado de la alocada troupe musical de Con faldas y a lo loco, Estaba aislado, en medio de ninguna parte, aquello era la América profunda. Nunca volveré a trabajar tanto, no había ninguna distracción, solo un calor o un frío espantosos. Me pasaba el día leyendo los títulos que me llevaba a carretadas de la biblioteca. Salí corriendo porque era una trampa, el destino natural era hacer una tesis doctoral, conseguir un empleo en Arkansas u Oklahoma y quedarte para siempre. Era una forma digna de ganarse la vida, pero yo no tenía ni la pretensión ni la vocación de hacer carrera académica».
El vuelco: Soldados de Salamina (2001) lo sacó con fórceps de los círculos minoritarios y del calificativo «escritor de escritores». El medio millón de ejemplares vendidos, las más de veinte traducciones, los elogios de Mario Vargas Llosa, Susan Sontag y J.M. Coetzee y la adaptación cinematográfica de David Trueba convirtieron su cuarta novela en un fenómeno colosal. Nada sería ya igual, pero mantuvo la cabeza fría. «Si hay algo que estimula el espíritu autodestructivo que todos llevamos dentro es el éxito porque te entran unas ganas enormes de gritar que esto es una farsa absoluta. Hay subidón pero hay que ser idiota para creerse el rey del mambo. Mi novela no era mejor ni peor tras el boom que cuando tenía dos mil lectores. Lo fácil es perder de vista esto, pero entonces estás acabado. Tampoco hubo grandes cambios en mi vida, sino precisamente un deseo de no querer cambiar o de que los cambios fueran los indispensables, una cuestión de estricta supervivencia».

Madrid, 24 de noviembre de 2024. El escritor Javier Cercas durante su acto de ingreso como miembro de número de la Real Academia Española para ocupar la silla R, vacante desde el fallecimiento de Javier Marías el 11 de septiembre de 2022. Crédito: Getty Images.
Teoría sobre la literatura y la escritura
Desenmascarar la realidad
«La escritura, como el arte en general, debería servir para para quitarle a la realidad el velo que la costumbre le impone. Estamos acostumbrados a mirarla como si fuera algo corriente, y el artista muestra lo sorprendente que es eso que damos por sentado. Velázquez te pinta una silla y te revela la maravilla de su unicidad. El formalista ruso Víktor Shklovski llamaba a esto la "desautomatización de la realidad". Esto no es fácil desde el punto de vista moral porque siempre estamos viendo lo que nos interesa, duele aceptar la crudeza detrás de la mentira y el embellecimiento que aplicamos por sistema. Por instinto de supervivencia no queremos saber cómo somos realmente nosotros ni cómo son los otros, ni de lo que somos capaces».
¿?
«Para mí un libro es la formulación de una pregunta para la que no existe más que una respuesta ambigua, sustancialmente irónica y contradictoria».
Forma
«Un escritor es aquel tipo que cree que, a través de la forma, se puede llegar a una verdad inaccesible de otro modo. En la literatura, al contrario que en el ensayo histórico o el periodismo, lo esencial es la forma, en ella la forma es el fondo».
Un juego de máscaras
«Escribir consiste en fabricarse una identidad, creas una imagen pública que te permite vivir tu faceta privada con total libertad. Recurriendo a un narrador que tiene elementos míos soy más libre que inventando uno por completo, es la estrategia más pudorosa que hay. Todos creemos que Woody Allen es el protagonista de sus películas, pero no es verdad. Las novelas son experimentos con tu propia biografía».
Siempre Faulkner
«Los escritores debemos proponernos libros imposibles porque a lo máximo a lo que podemos aspirar, como decía Faulkner, es a fracasos honorables. Sólo intentando escribir un libro imposible puedes llegar a escribir el mejor libro posible, llegar adonde no te habías imaginado que podías».
«La mejor definición de novela es la que dio William Faulkner: "La literatura sirve para ver nuestra propia oscuridad
Cuando despertó, aquella historia seguía ahí
«Yo como persona me considero razonablemente cobarde, pero como escritor no puedo serlo. De igual forma un torero puede ser un cobarde en su vida personal pero no en la plaza. Debo dar la cara e ir hasta el fondo con todo lo que tengo. Como decía Gabriel Ferrater, "los escritores no elegimos nuestros temas, son los temas los que nos eligen". Es que se te imponen, caen por su propio peso, te despiertas cada mañana y siguen ahí, dentro de tu cabeza. Tú tienes una determinada experiencia de la vida que te lleva a que determinados temas te atraigan y otros no, porque en los que sí te atraen esa determinada experiencia de la vida puede cristalizar. Cuando cristaliza surge la literatura».
Puntos fuera
«Me gusta poner a combatir la verdad del mito con la verdad de la Historia. Cuando la una consigue iluminar a la otra y viceversa, surge una tercera verdad, pero la verdad factual siempre se escapa, es un pez escurridizo, quien crea poseerla es un tonto o está mal de la cabeza».
¿? (II)
«Todas las obras maestras se construyen a partir de un punto ciego [Cercas le dedicó todo un ensayo a esta teoría, titulado precisamente El punto ciego], un punto a través del cual no se ve pero que permite ver, un punto sin explicación, un silencio elocuente. Don Quijote es carne de sanatorio y el mayor sabio del mundo. Moby Dick puede ser Dios o el Diablo. ¿De qué diantres acusan a K en El proceso?».
Nada más libre que una novela
«Soy el último tonto del bote por creer que la novela tiene un gran futuro. Cervantes la creó como un género libérrimo donde cabe todo, por ello ha sido como un monstruo que ha ido alimentándose de la historia, la poesía, el ensayo… Si hace apenas 150 años era un entretenimiento para niñas tontas y señoras ociosas… ¡Por Dios!».
(Sobre este apartado: Cercas ha defendido en multitud de ocasiones que la gran virtud de la novela es su carácter omnívoro, su flexibilidad absoluta, y reiterado que el mensaje de Cervantes fue «hagan con la novela lo que les salga de las narices. Métanlo todo, como en un cocido, el problema es que no nos tomamos muchas libertades, seguimos muy encorsetados por el modelo del XIX». El loco de Dios en el fin del mundo posiblemente sea el título en el que el autor ha llevado más lejos la invitación del autor del Quijote, donde la hibridación de géneros -ensayo, crónica, memoria personal... y la idea de juego transfronterizo son más expansivas. En una de sus páginas leemos que se sentía impulsado a «escribir un libro distinto, tan extravagante como fuera posible, un experimento alegre y chiflado». La metaficción, la reflexión sobre las cuitas del creador mientras avanza con su obra, vuelven a hacer acto de presencia. «Siempre digo que escribo novelas de aventuras sobre la aventura de escribir novelas»).
Siempre alerta
«Hay que ser paciente con la realidad. Si demuestras que puedes, ella te recompensará con su generosidad. Creo que un final debe llegar de forma natural, el impulso de todo el libro te debe brindar un cierre orgánico, si no ocurre es señal de que hay algo que has hecho mal».
(Sobre este último apartado: No revelaremos el final de su último libro, sólo diremos que parece que en él interviniera la Providencia (lo cual resulta pertinente dado el trasfondo religioso). Ateo furibundo, Javier Cercas no piensa que Dios le ofrendara un final perfecto, sino que siempre es la realidad, caprichosa e impredecible, la que crea formas y significados que se antojan imposibles. «Lo real tiene un orden secreto de lo real, que está ahí pero que has de poder verlo. La realidad es caótica -como escribía Faulkner, es un cuento lleno de ruido y de furia, y contado por un idiota- y por eso la literatura le da un orden, es decir, un sentido (las ficciones generan principios y finales coherentes y simétricos). Sin embargo, la novela de no ficción no te lo permite, has de hacer una maniobra que consiste en esperar a que la realidad cobre forma, que te entregue un sentido, has de ser paciente y estar atento»).

Instituto Cervantes de Madrid. 31 de marzo de 2025. Javier Cercas durante un momento de la presentación pública de El loco de Dios en el fin del mundo (Random House). Crédito: Getty Images.
Claves de su obra
Humanidad compartida
Pese a su complejidad o exigencia aparentes, sus títulos acaban siendo superventas y conectando con el gran público porque el escritor sabe enfocarlos desde su propia biografía, dotándolos de fibra emocional y pulsando a través de ellos preocupaciones muy humanas. Su caso desmiente pues la asociación de un best seller con temas ligeros y prosa fácil. «Hacer libros fáciles de leer y difíciles de entender» es uno de sus mantras. Al respecto de El loco de Dios en el fin del mundo, donde su madre, enferma de Alzhéimer, tiene un papel tutelar, ha declarado que «las novelas se ocupan de los seres humanos, no de las grandes abstracciones. Si hablo de la vida eterna solo es porque le interesaba a mi madre. No soy Santo Tomás de Aquino. Mi instinto es el narrativo, el personal».
Una dimensión del noir
Cercas procede al modo de un detective que parte de la investigación de un asunto macro para acabar explicándose a sí mismo por el camino e interpelándonos a todos. «Es que lo íntimo y los histórico están unidos -ha apuntado-. El pasado es una dimensión del presente. Y lo colectivo es una dimensión de lo individual. Lo que me pasa a mí es una parte de lo que nos pasa a todos». Por consiguiente, en la mayoría de sus libros hay un misterio o una duda profundos que requieren de una indagación o invitan a elucubraciones mentales (la escritura como método que permite fijar lo que uno piensa de verdad). «Creo que, como la mayoría de los escritores, escribo para averiguar, para saber, por esto todos mis libros son como una investigación, al modo de thrillers en cuyo centro hay una pregunta -quién delató a la banda del Zarco, quién es Enric Marco, por qué Suárez no se movió de su asiento el 23F, por qué un soldado republicanos salvó la vida de un fascista…- y avanzar con ellos es intentar ir en busca de una posible respuesta. El escritor no es una persona necesariamente más inteligente que otra, sólo alguien que, a base del esfuerzo de escribir, de ese ejercicio de espeleología, llega donde otros no lo hacen».
En su último libro el reto investigador alcanza su paroxismo ya que la pregunta final es si existe la vida eterna, si veremos cumplida la promesa de Jesucristo de la resurrección de la carne, ergo, el enigma «en torno al cual se ha construido nuestra civilización y el que han creído algunas de las inteligencias más extraordinarias (Newton, Kant, no hablo de san Agustín)».
Desmitificador
Cercas se ha dedicado sistemáticamente a coger un mito, es decir, algo en lo que se mezcla la verdad de la historia y las mentiras de la fabulación -léase Enric Marco, Manuel Mena, el 23F, el Zarco, la Iglesia- y desmontarlo. El objetivo es siempre entender. La literatura, antes que nada, como instrumento de conocimiento. Después de ir detrás de grandes mitos colectivos para darles la vuelta -la guerra civil, el 23F, los quinquis…-, Javier Cercas encontró en Enric Marco, el hombre que engañó al mundo haciéndose pasar por deportado en un campo de concentración nazi, la más radical expresión de la auto mitificación personal. En El loco de Dios en el fin del mundo suben las apuestas pues quien está en su centro es el Santo Padre, el individuo más escurridizo, laberíntico y complejo que jamás haya analizado. ¿Cuál es su naturaleza profunda? ¿De qué pie calza? ¿Qué nos queda si le despojamos de la santidad y de las leyendas negras? ¿Cuál es su verdad? Todos estos interrogantes, además, pueden extrapolarse a la Iglesia en su conjunto. Y a ti, por descontado.
«Mis libros, como quizás los de la mayoría, hablan aparentemente de una cosa para hablar de otra. "De te fabula narratur" dice Horacio, "la fábula habla de ti". Todos representamos un papel. Todos somos y no somos lo que somos. Todos somos actores. La vida consiste en pelear para llegar a vivir una vida auténtica, para ser quien eres de verdad. Sin la ficción no podemos vivir, la vida es aburrida, no nos gustamos, no queremos vernos como somos y nos inventamos cosas, por esto necesitamos el cine y la literatura, pero también las ficciones que nos creamos a nosotros mismos. Sin embargo, al final tampoco podemos vivir sin realidad, sin enfrentarnos a lo que somos y eso es la vida auténtica: descubrir quién eres de verdad».
Sobre el futuro
«Yo escribía cuando nadie me leía y sigo escribiendo cuando la gente me lee. No sé hacer otra cosa. Supongo que es un vicio. A lo mejor es que no he escrito nada que me satisfaga por completo y sigo intentando escribirlo. A lo mejor el día en que lo escriba dejaré de escribir».
Curiosidades
Cerramos con un apartado más personal para conocer aspectos extraliterarios del autor:
Cercas sale a correr tres cuartos de hora cada mañana. «Es una gozada. Provoca que mis ideas entren en ebullición. Yo escribo para poder pensar y el ejercicio me ayuda una barbaridad».
«El mayor bulo que ha circulado sobre mí es que soy un loco de los coches y que poseo una colección de bólidos con los que recorro España a toda mecha. Juro que se ha dicho».
Cercas viaja cada jueves a Madrid para asistir a las reuniones de la Real Academia de la Lengua, como miembro de la sección de Ciencias Sociales. Formado en Filología, el escritor asegura que «me lo paso en grande discutiendo y definiendo palabras sin parar» y que se trata de un «organismo de una envergadura descomunal y muy complejo, con muchísima gente trabajando a tiempo completo y unos académicos brillantísimos».
El escritor huye de las redes sociales. «Me sobran relaciones. Como soy muy sociable no puedo atender a todos los amigos que poseo, de modo que para qué quiero más. Además, a partir de los 40 años apenas se hacen ya nuevos amigos. Además, me horroriza entrar en internet y ver cómo tanta gente vuelca su amargura, rencor, mala leche... Antes sabíamos obviamente que existían todos estos sentimientos tóxicos pero manteníamos una distancia de seguridad. Ahora los encontramos por todas partes. Como se me revuelven las tripas, intento poner tierra de por medio».
No perdona la siesta, a la que considera «una forma de mandar a la mierda al mundo en pleno día».
Su antídoto contra la estupidez: «De no haber tenido un hijo ahora sería cien mil veces más burro de lo que ya soy».
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