Premio Clarín de Novela 2023
«Esta cuerpa mía», de Uri Bleier: el territorio cabe en una voz
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: nueve libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2025 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Uri Bleier escribe sobre «Esta cuerpa mía» (Alfaguara).
Por Uri Bleier

Uri Bleier. Crédito: Yaas Valdés.
El territorio cabe en una voz, se lleva en una voz, se encarna en una voz y se carga a cuestas queriendo o sin querer. El territorio está contenido en una canción, en un abrazo, en un bocado. Me gusta pensar que es un concepto más basto que un espacio delimitado. Mi madre es territorio. La comida de mi abuela fue mi patria. Sus manos suaves, sus ojos tranquilos, sus cachetes esponjosos. Su voz, su lugar en la mesa, sus modos de matriarca, sus brazos extendidos, el alcance infinito de sus manos que apapachan desde la muerte. Las recetas que dejó, las fotos que me aparecen en el teléfono un día como hoy. La idea absurda de que me mira desde allá, la tierra de los muertos. La poesía de saber que el universo me la devuelve con señales, la fantasía de pensar que me protege. El más allá como tecnología de consuelo ante la imposibilidad de volver a besar esos cachetes y hacerle cosquillas para escuchar su risa atragantada.
Mi abuela fue nación y es en el recuerdo que florece el presente. Mi abuela se reía en rumano arrastrando consigo otra tierra de erres guturales. Mi abuela decía te adoro y me preguntaba a dónde iba que me quisieran más. Mi abuela cocinaba para no olvidarse de su madre, enterrada en un cachito de tierra lejana, y lo hacía en cantidades ingentes para vencer las penurias de la guerra y batir, todos los días, a quienes negaron su existencia. Mi abuela me enseñó, sin quererlo, que ella pudo haber nacido en Bucarest, pero su patria eran sus amores. Mi abuela siguió adorando a mi abuelo aún después de muerto como un exiliado que no sabe olvidar. Nunca dijo que extrañaba su país porque supo construir uno propio, uno que no necesitara fronteras, banderas ni altares, uno que pudiera llevar consigo y en ese campo construyó un hogar.
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Así entiendo la literatura y así intenté crear la patria de Mónica: armando su genealogía musical y travesti, entendiendo que su habla viene de Iztapalapa, pero también fue herencia de su madre y de las otras putas que la arrimaron a su esquina. Que tan suyas han sido las calles como ella ha sido suya, que la voz travestí es una voz seseante que se vuelve aguja y lo mismo pica que cose, lo mismo cura que mata. La tradición de los barrios, de las tías, de las disidencias, del trabajo sexual, de hacer posible lo que no se permite, reorganizando el mundo en contra de lo establecido y construir, con cemento y lámina, la posibilidad de hacer literatura con lo supuestamente no literario, con la patria que reniega la academia, con todo menos la alta cultura: el lenguaje de la calle, la música popular, los dichos, los bares, el baile, la salsa, la cumbia, el olor a chela, cigarro barato y las drogas que apendejan.
Cuando le preguntaron a Chavela Vargas por qué decía que era mexicana si había nacido en Costa Rica respondió que los mexicanos nacemos dónde se nos da la chingada gana. Ella entendía que la patria no se impone, que la patria se construye con lenguaje y que ese lenguaje es de quién lo ocupa, no de quién lo reclama.
La búsqueda de esos territorios inmateriales son el motor de mi escritura. Al morir una persona muere una patria y la labor de quienes se quedan es cocinar sus huesos y beberse el caldo para sembrar un nuevo árbol en la tierra yerma. Me interesa la lengua como tecnología porque cuándo no queda nada quedan los rastros de una patria en el lenguaje. Yo creo en esa potencia.
Mapa de las Lenguas surge de la voluntad de querer pensar la literatura como un territorio común hecho de voces propias, fundamentada en el carácter universal del idioma que compartimos. En 2015 se inauguró en España con el fin de dar a conocer al lector español el enorme hervidero de talento latinoamericano. Entre 2016 y 2017, Colombia, Argentina, Chile, Uruguay y México se sumaron a este proyecto, creando cada uno de ellos un catálogo local, en el que fueron incorporando voces literarias provenientes del resto de territorios, y posteriormente también se unieron Perú y Estados Unidos. Hoy, muchos de estos autores han tenido múltiples reconocimientos y traducciones a otros idiomas, y el Mapa de las Lenguas se ha constituido como una ventana a la que se asoma el panorama literario internacional para conocer la mejor literatura en español.
Mapa de las Lenguas se consolidó en 2021 como un proyecto panhispánico global muy ambicioso para que nuestros libros sigan viajando. En 2025, a partir de una lista única de 9 autores que han tenido recientemente la relevancia y el reconocimiento en sus países de origen, se establece una fecha de publicación simultánea, una estrategia y gráfica comunes, y un trabajo coordinado de promoción entre todas las casas, que suman fuerzas desde lo local para situar a estos autores en «el mapa»: en la conversación internacional.
La selección de autores de Mapa de las Lenguas de 2025 abarca desde voces emergentes, como las de Pedro Carlos Lemus, Uri Bleier o Karina Sosa, hasta autores consagrados con una larga trayectoria que han recibido premios prestigiosos en sus países o han sido reconocidos por la crítica, como Karina Pacheco, Premio Nacional de Literatura en Perú; Luciano Lamberti, Premio Clarín de Novela 2023; Sabina Urraca, «una de las más originales y dotadas escritoras españolas actuales» (Zenda); o Miqui Otero, Premio Ojo Crítico de Narrativa.
Si bien el género que predomina entre los títulos elegidos es la novela, este año también se ha incluido un libro de cuentos (Niños de pájaro azul, de Karina Pacheco) y otro de periodismo narrativo (El humo, la patria o la tumba, de Emiliano Zecca). Desde la ficción más pura hasta la autoficción, estos libros exploran temas tan diversos como el cuerpo, la violencia, la familia, el amor, la enfermedad o el paso del tiempo.
Gracias a todos ellos por seguir reinventando y transformando el mapa cultural del español, enriqueciendo así el patrimonio de todos sus hablantes.