Índice
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Un prologuillo importantísimo
Introducción
1. El vaso medio lleno o medio vacío…
2. Optimismo: el primer paso para ser feliz
3. La felicidad y el prójimo. El respeto a los demás
4. Una vida sana
5. Alimentación
6. Alimentación macrobiótica: más que una dieta
7. Ejercicio
8. Cuidados cosméticos
9. La moda
10. Esa difícil combinación: vida personal, vida profesional
Algunos momentos para recordar mientras escribía este libro
Agradecimientos
Bibliografía clorática
Sobre la autora
Créditos
Grupo Santillana
«“Todo el mundo aspira a una vida dichosa, pero nadie sabe en qué consiste”.
No seré yo quien contradiga a Séneca».
CARLA ROYO-VILLANOVA
«¡Bichosa vida!».
DOCTORA CLORATA DE POTASA
Un prologuillo importantísimo
«Yo era un tonto y lo que he visto
me ha hecho dos tontos».
CALDERÓN DE LA BARCA
La doctora Clorata de Potasa es una mujer humildísima y modesta que gusta de esquivar los honores y está dotada de una corrección extraordinaria. Para no robar protagonismo a nadie, deja que el ejemplo predique por ella. Cuando el honrado pueblo de Madrid habla de Potasa se le saltan las lágrimas de la emoción. Todos sus habitantes sin excepción —desde el cerro de las Vistillas hasta más allá de San Chinarro— aman a Potasa. No solamente por su bondadoso corazón o su aire ingenuo y estrafalario, tampoco porque se haya hecho rica desde que se le ocurriera crear tendencia (que es algo que se lleva mucho), ni mucho menos por sus ensortijadas pelucas. Todos los psicólogos y pensadores que escriben libros de autoayuda —libros que te enseñan a aparcar el coche— desde Jorge Bucay hasta Eckhart Tolle acuden a la Villa de Madrid para pedir consejo a Potasa, y ella les complace enviándoles al Pardo a tomar conejo al ajillo, que allí lo ponen muy bueno. No hay que fiarse del conejo que nos dé cualquiera, porque es bien sabido que hay conejos venenosos que si le pican a uno producen la muerte instantánea. A la nobleza innata de Clorata de Potasa debemos unir una absoluta falta de rencor, que la lleva a olvidar enseguida las faenas que le hacen, por muy gordas que sean, aunque hay sospechas de que esto puede deberse a su absoluta falta de memoria. Como dice Carla, la felicidad no dura eternamente, pero tampoco la infelicidad. Lo que duran son los juanetes.
Los no informados podrían pensar que esta mujer se toma la vida a guasa, pero la labor que le ocupa de arremeter contra la farsa y el encorsetamiento es un trabajo muy serio. Tal vez podríase considerar locura en libertad vigilada, un punto intermedio entre no enloquecer de locura y no mediocrizarse de cordura. Imagínense escribir sobre una «fórmula femenina» cuando se vive luchando contra los formulismos convencionales y las tareas de una incluyen hacer una tortilla de patata sin patatas, ablandar ladrillos, relamerse ante un plátano con mostaza… Para todo esto hace falta una vocación desmesurada basada en conseguir que la pesadilla se muerda la cola, grite y le haga a una sentirse viva. Lo bueno es lo insólito, y lo contrario de lo insólito es lo común, es decir, una lata. El mundo no se cansará nunca de ver marionetas y aplaudir el espectáculo. «A la marioneta que se miente a sí misma también le crece la nariz y, cuidado, que en el guiñol termina viniendo el malo por detrás con el garrote».
El fin que persigue la doctora Clorata es superar las risas y las lágrimas basándose en que la apariencia es un error del entendimiento. Para conseguir llegar a la sonrisa mesurada propone cambiar el carácter de nuestros pensamientos. Así pues, como la ironía verbal está próxima a la paradoja fáctica, aun si entienden lo contrario de lo que intento expresar, y teniendo en cuenta el conflicto entre realidad y entendimiento, concluiremos que el no entendimiento es el mejor paso para entenderse.
Dolor, miedo y humor, tres elementos que unen a las personas. Clorata supera los dos primeros gracias al tercero, a la amistad y la familia, convirtiéndose en una profesional del vivir con toda la sumisión que demanda ese profesionalismo.
Potasa ha sido descrita por su vecino —que la suele denunciar por cantar en la ducha— como un perfecto cúmulo de imperfecciones, el orden dentro del caos cuya alegría innata es el maná que alimenta sus ilusiones como motor de una vida que —acaso— nada nos debe.
Hemos preguntado a la doctora:
¿Es usted feliz?
No soy lo bastante boba como para ser feliz, así que lo intento, pero para hacerse bien la tonta una tiene que ser muy lista y yo tampoco lo soy tanto…
Entonces ¿nos puede dar su fórmula personal femenina?
Mi fórmula personal es masculina y no por el tópico del «más culina», relacionado con el tamaño de mis posaderas, es que me funciona mejor romper esquemas a que me rompan los nervios. Llámeme tránsfuga. Un día cualquiera llegué a la conclusión de que, de tanto ver llorar, había aprendido a llorar por mi cuenta, no me hicieron falta las instrucciones para llorar de Julio Cortázar. Hubo un tiempo que fui loca de dolor entre las locas de dolor, aunque no me gustaba presumir de ello; de hecho la compasión me resultaba humillante. Me encontraba loca de dolor entre las locas de dolor cuando el humor iluminó mi vida con la misma ilusión con que se recibe el sol en Reikiavik, ese humor que no tiene ni sexo ni horario. Desde entonces lo considero la mejor herramienta para decir la verdad sin tapujos, que en el fondo es lo que todos saben y pocos cuentan. Bueno, me ayudaron el humor y el orujo de hierbas.
Pero ¿de verdad tiene usted una fórmula?
Por supuesto, todo puede ser de otra manera y no ser lo que es o ser lo que no es. Me explico: cuando una desconcentra al personaje absoluto que cree ser saliendo de una misma para verse de lejos, es decir, de cerca, descubre que, después de haber pensado toda la vida que una es gorda, resulta que lo es, pero que no pasa nada. Vive y deja vivir.
¿Me puede dar una síntesis con símbolos de dicha fórmula?
Mire que es usted pesada. Sinceramente, la idea de una fórmula es una fanfarronada que queda muy bien, basta combatir la pereza del razocinio y del calzoncillo de la imaginación para encontrar la razón de cuanto nos rodea. Sí, yo mantengo que podemos hacer algo para que todo vaya mejor, sólo hay que estar atento y no culpar a unos y otros. Combatamos la queja y el desaliento confiando en nuestra fuerza de voluntad para llegar a la felicidad que trae consigo el esfuerzo. Si quiere un símbolo, mire a la vaca que ríe. ¿Por qué me mira así?
Pero en eso de la voluntad usted no predica con el ejemplo, precisamente…
¿Quién le dice a usted que no me cueste horrores fumarme dos cajetillas de tabaco al día? Concretamente me cuesta 8,50 €… y su insolencia.
¿Va a utilizar hechos reales para explicar sus teorías?
Como socióloga expondré realidades sociales documentadas y contrastadas, como escritora exageraré los hechos para que el lector pueda decir «¡Qué exageración!» y así lo pase mejor.
Como piedra en un estanque, Clorata cayó en la Villa de Madrid y las ondas se propagaron entre dimes y diretes hasta más allá de los Urales (valga decir que se habla de ella más de lo que es menester). Enredadora sin intención, curiosa como una gata, Potasa tira de la manta como Pinto en Valdemoro, embellece los defectos, cura con ilusión, ama lo malicioso hasta hacerlo desistir. Para ella el buen humor es un deber sagrado para con el prójimo que comienza en uno mismo.
Pudiera ocurrir que entre lo que expone Carla Royo-Villanova y lo que deconstruye la doctora Clorata de Potasa la gente se haga un lío de mil demonios, pero en realidad las dos están diciendo lo mismo. Así explica Clorata su forma de exponer las cosas o, como ella lo llama, su Método del no discurso:
Una vez descartado el Discurso del método, de Descartes, expondré mi no fórmula con un Discurso del no método o Método del no discurso, esto es, predicando con el no ejemplo. A lo largo del libro intentaré ser neutral en mis modestas opiniones, el problema es que cuando soy neutral nunca sé a favor de quién serlo, aun así me he esforzado al máximo a fin de hacer comprender al lector que lo más incomprensible del mundo es que éste sea comprensible.
Una persona puede tener innumerables virtudes, pero por lo general, y a excepción de su abuela, todos le mirarán por el lado defectuoso. Decía Churchill que cuando hablaban mal de él a sus espaldas, su trasero contemplaban. Cuando a uno le intentan minar la autoestima lo mejor es ponerse el gabán, bajar a la calle y esperar el autobús silbando un cuplé como La chica del 17.
En cualquier caso si servidora disgusta a unos y a los otros, están ustedes empatados. Concedido entonces el permiso y los perjuicios daltónicos hacia mi persona, allá me lanzo a ofrecerles la particular mirada a través del calidoscopio clorático, algo que intentaré hacer incluyendo cierta verdad, cierta graceja y ciertas alusiones. No me castiguen por decir a todo trance mi sentir, no es sátira ni ironía, es el cloratismo, cuya única intención es arrancarles una sonrisa. Tampoco castiguen a los que no piensan lo que dicen o piensan demasiado. Céntrense en ustedes mismos, sin prisas se anda el camino (yo una vez me quedé atrás por correr demasiado, las demás fue por lenta). Lo importante es vivir con humor, un género de vida muy agradecido. Tengan en cuenta que sin sentido del humor uno está a la merced de los demás, y no lo confundan con el pitorreo y la guasa. Hasta que uno no comprende que esto de la vida va en serio, no se puede vivir con humor.
Como bien dicen Carla, Groucho Marx, Václav Havel y otros tantos, el humor empieza por reírse de uno mismo.
Friedrich Nietzsche, que era un hilandero muy famoso, hilaría más fino diciendo que «el humor nos consuela de lo que somos». A mí me sale más a cuenta reírme de mí misma que de mi amiga Juanita, porque cuando me río de ella hace por darme un guantazo; en cambio cuando me río de mis varices diciendo que estoy echando raíces en la villa, ella lo encuentra muy gracioso y hasta permite que me ría de su vecina, porque de ella sólo deja que se ría su tía. Dejando a la tía de Juanita, que siempre me lía, y volviendo al humor, los escritores William Rotsler y Edgar Neville lo relacionarían directamente con la potencia intelectual, mientras que Cándido lo consideraba elemento fundamental para conformar un espíritu (tomen nota los de Cuarto Milenio) y para el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela el humorismo «piensa, sabe, observa y siente». (¡La madre que le parió!, ya podría también reproducirse, que falta hace). El que tampoco se reprodujo fue Oscar Wilde, para quien el humor era «la gentileza de la desesperación». A esto añado que si uno se acostumbra a convivir con el humor, de tanto practicarlo les aseguro que llega un día que desaparece la desesperación. Y es que no puede uno preocuparse, sino ocuparse y, si no puede ocuparse, entonces sólo nos queda reírnos de lo poco que somos, que no es moco de pavo.
Háganme caso o no me lo hagan, pero el que sonríe mejor también sonríe el último.
CLORATA DE POTASA
Introducción
La búsqueda de una fórmula de la felicidad es algo tan viejo como la humanidad misma. Todas las civilizaciones han tratado de alcanzarla. Pero la idea de lo que constituye la felicidad varía con la sociedad, cambia con cada época y por tanto su búsqueda parece no terminar nunca.
La felicidad está hecha de emociones, buenas y malas, positivas y negativas, de cuya suma dependerá que nos acerquemos más o menos al bienestar. De ahí que las emociones y la sensación de felicidad se modifiquen con la evolución del hombre, pues también lo hace el concepto de bienestar. Incluso en una misma época el término «bienestar» tiene diferentes significados según dónde nos haya tocado vivir. A nuestro Estado lo hemos llamado «Estado de bienestar» y hemos desarrollado leyes que lo favorecen y lo protegen. Pero el bienestar está también dentro de cada uno de nosotros. Somos nosotros los verdaderos responsables de nuestra satisfacción y de la de quienes nos rodean. Y gran parte de la felicidad que experimentemos dependerá de nuestra actitud ante la vida, ante el día a día, ante las situaciones adversas y, desde luego, también ante las placenteras.
Este libro no aspira a ser un estudio exhaustivo sobre la felicidad. Tan sólo quiere ofrecer algunas ideas sobre ella y además —por qué no— argumentar una vez más que la felicidad está en cada uno de nosotros. Su propósito no es resolver el misterio de la felicidad, sino aportar algunas pistas que nos ayuden a sacar el máximo partido de aquello que nos rodea en nuestra búsqueda de una vida dichosa. Como bien decía un proverbio anónimo: «El regalo de la felicidad pertenece a quienes saben sacarlo de su envoltorio».
La felicidad no dura eternamente porque no es un estado absoluto, sino que se compone de muchos momentos. A estos momentos yo los llamo «momentos para recordar». Y cada uno de nuestros días, desde el mismo despertar, puede estar formado por muchos de estos pequeños grandes momentos, pequeños placeres a nuestro alcance, pequeños detalles de cada día y que con demasiada frecuencia pasamos por alto, inmersos como estamos en ese intento desesperado por alcanzar la felicidad absoluta. Discrepo del humanista Erasmo de Rotterdam, quien decía que ser feliz consiste en resignarse a la suerte de cada uno, con querer ser lo que se es. Una cosa es estar contento con lo que uno tiene, sin codiciar ni desear lo de los demás. Este punto sin duda es importante para sentirnos satisfechos y felices y disfrutar de lo que tenemos, que casi siempre es mucho. Con lo que no estoy tan de acuerdo es con la palabra «resignarse». El conformismo implica cierta dosis de pasividad y de falta de lucha o de esfuerzo. Y creo que el trabajo y el esfuerzo por conseguir nuestros objetivos, retos y proyectos también es parte de la felicidad.
No esperéis, sin embargo, un libro lleno de consejos; nunca me ha gustado darlos, aunque sí recibirlos. Comodidad pura, es posible, pero creo que también reflejo de una norma que aplico continuamente en mi vida y que consiste en aprender de los demás. De ahí que la mayor parte de las sugerencias que encontraréis en estas páginas provengan de profesionales en la materia en cuestión. Así, la experta en pilates Susana Guerrero Parra nos aconseja sobre el tipo de ejercicio físico más adecuado para cada edad, María Garrigues, experta en gimnasia facial y creadora del método Walkernine, recomienda esta técnica como una herramienta idónea y además divertida para mantener las arrugas a raya y los expertos en cocina macrobiótica de la Sha Wellness Clinic nos explicarán los beneficios que para el cuerpo tiene este tipo de forma de vida y alimentación. Asimismo recordaré las enseñanzas del (valga la redundancia) gran doctor Francisco Grande Covián, uno de los primeros científicos de nuestro país en hablar de la relación entre alimentación y salud.
Tampoco Clorata de Potasa, cuyos comentarios satíricos aparecerán al final de cada capítulo, dará consejos. Las dos queremos contar nuestra filosofía de vida, una fórmula muy especial cuyo ingrediente principal o principio activo es la satisfacción personal basada precisamente en saber disfrutar con los demás, de las sensaciones de cada momento y, por supuesto, en el sentido del humor. De esta parte tan importante se ocupará, con el ingenio que le caracteriza, la doctora Clorata de Potasa. De su mano aprenderemos algo tan fundamental en la vida como es reírnos hasta de nosotras mismas.
Por mi parte, el único consejo que me atrevo a dar es que intentemos, en nuestro fugaz paso por el mundo, disfrutar del día a día en la medida de nuestras posibilidades, que nos esforcemos por extraer algo positivo hasta de la situación más triste, penosa o desagradable. Cuando las cosas van bien todo es siempre más fácil, pero cuando se tuercen es cuando descubriremos realmente quién nos quiere de verdad. En estos momentos duros es cuando más aprenderemos, en todos los sentidos. Y cuando las cosas vayan bien, disfrutémoslas, que a veces pasan sin pena ni gloria momentos que podrían ser mágicos y que nos harían, sólo con recordarlos, un poquito más felices.
Ésta es mi única recomendación. El resto son ideas para intentar llevar una vida más equilibrada y feliz.