1.ª edición: abril, 2015
© 2015 by Antonio Rittscher
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Requiem para Dios
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Requiem para Dios
Vivir duele, vivir duele mucho. Esta vida es un infierno abominable y truculento. Schopenhauer tenía razón cuando afirmaba que el Infierno de Dante era mucho más sugestivo que el Paraíso, porque el vate obtuvo el material para su Infierno de este mundo. En cambio, el Paraíso de Dante es aburrido, muy aburrido, porque es mucho más complicado imaginar un placer duradero. A mí me fascina el Infierno de Dante, me gusta ver y hacer sufrir a la gente, es el único paraíso posible. Schopenhauer tenía razón cuando adoctrinaba que esta vida es un infierno de angustias atroces. Schopenhauer tenía razón cuando denostaba a la fuente maligna de la vida: la sexualidad. Eso sí, yo no estoy de acuerdo con Schopenhauer cuando sentenciaba que la muerte no remedia nada. Yo considero que la muerte es el gran remedio, la muerte es la única redención que tiene este infierno dantesco al que llamamos vida.
Esta vida es un infierno dantesco, esta vida es el peor infierno posible. Vivir duele, vivir acongoja mucho, esta vida abruma sobremanera. Yo preferiría no haber nacido nunca. Yo hubiera preferido permanecer en la Nada, en el Limbo, antes que nacer en este mundo de mierda, en este nido de inmundicias al que llamamos Tierra. Maldigo el día en que nací, maldigo la cópula abominable de mis padres, maldigo la cópula repugnante que me engendró. La procreación es una tiranía infame, la procreación es una maldición infernal. Los padres son unos tiranos que condenan a muerte a un ser inocente, en medio de jadeos placenteros y de convulsiones epilépticas. Maldigo la cópula depravada que me concibió. Maldigo a los padres que me engendraron por medio de un placer asqueroso y obsceno. Todos los padres son unos tiranos de mierda. Un emperador romano que observaba la muerte de varias personas inocentes (condenadas por él), mientras se deleitaba en un banquete copioso, mientras se solazaba con bellas mujeres, parece una blanca paloma comparado con los padres. Los padres también se solazan de lo lindo, al tiempo que condenan a muerte a una persona inocente. Nacer es empezar a morir, afirmaban los estoicos. Quevedo, quien era más estoico que los estoicos, escribió que aún no ha nacido el pie, pero ya camina hacia la muerte. Mi padre me condenó a muerte gozando de esa cópula maldita. Por unos segundos de placer aborrecible, yo he tenido que sufrir en esta vida de mierda desde hace treinta y siete años. Maldigo la cópula inmunda que me engendró. Maldigo a mi padre. Si pudiera, lo mataría. Lo torturaría hasta matarlo. No sabes cuánto me apetece vengarme de mi padre, vengarme de la facultad de vida y muerte que mi padre ejerció sobre mí por medio de esa cópula detestable.
Mi nombre es Fabrizio Madrid Satrústegui, soy un asesino profesional. Nací hace treinta y siete años, en Gijón, Asturias. Mi padre era asturiano, mi madre era de origen vasco. El puñetero País Vasco. Mi madre era prima de Jesús María Satrústegui, el famoso delantero centro que jugó en la Real Sociedad de San Sebastián. Aquel equipo que fue campeón de España durante dos temporadas seguidas. Tengo otro primo que también es muy famoso: Íñigo Satrústegui. Es uno de los etarras más sanguinarios. Los Satrústegui tenemos este don de los killers.
Como todos los niños, yo tenía una relación de amor y de odio hacia mi padre. Me fascinaba contradecirlo. Si él decía blanco, yo decía negro. Lo hacía sólo para fastidiarlo, para que se enfadara. Y sí se enfadaba mucho. Yo me alegraba sobremanera. Mi padre ya falleció, murió cuando yo tenía siete años de edad. Murió dentro de una mina. Mi padre murió junto con diez mineros más. Estaban apuntalando unos túneles de una mina, cuando dicha mina se derrumbó, se vino abajo, sepultando a mi padre y a sus compañeros. No pudieron hacer nada por ellos, no pudieron rescatarlos. Recuerdo que mi madre lloró mucho la muerte de mi padre. Parece que fue ayer cuando veía a mi madre, en nuestra casa de Gijón, llorando como una magdalena, recibiendo las condolencias de los familiares, de los amigos de mi padre, de los jefes de mi padre, del alcalde de la ciudad. Recuerdo vivamente el funeral de mi padre, recuerdo sobre todo el momento en el que varios mineros depositaron el féretro de mi padre dentro de la fosa. Nunca podré olvidar esos momentos. Ocurrió hace treinta años, pero esos episodios quedaron tan grabados en mi mente, que aún hoy los recuerdo como si los estuviera viendo frente a mí.
Sí, mi padre murió dentro de una mina asturiana, cuando yo tenía siete años de edad. Jamás olvidaré esos días aciagos, jamás.
Mi nombre es Fabrizio Madrid Satrústegui. Nací hace treinta y siete años en Asturias, pero vivo en Nueva York desde hace quince años. Soy un asesino serial, a serial killer, soy un sicario. Me dedico a matar gente, me dedico a asesinar gente por encargo de hombres muy poderosos de los Estados Unidos. Soy un asesino profesional, pero también mato por placer. Porque la única felicidad posible en este mundo de mierda es matar, asesinar, hacer sufrir a la gente. Es el único placer posible. Dante lo sabía, el muy ladino.
Mi nombre es Fabrizio Madrid Satrústegui, soy un asesino profesional, soy un sicario. Esta palabra, sicario, aunque parece moderna, en realidad es muy antigua. Proviene del latín, sicarius, así se llamaban los asesinos a sueldo en el Imperio romano, debido a que los asesinos profesionales de aquella época utilizaban una pequeña daga para asesinar, la cual podían esconder fácilmente entre sus túnicas. Dicha daga se llamaba sica, por ende, a los que portaban esa daga los llamaban sicarios. Fue tal el auge de los sicarios, que los romanos establecieron una ley contra los sicarios, la Lex Cornelia de sicariis et veneficis (Ley Cornelia contra los sicarios y envenenadores). Se especula que Judas, el apóstol que supuestamente traicionó a Jesús, era un sicario. Se especula que Iscariote era una deformación aramea de la palabra sicario. Se especula que Judas el Iscariote era un sicario, que pertenecía a los zelotes, aquella secta de judíos que se conjuraron para vencer a los romanos, para expulsarlos de Judea. Una rebelión que finalmente estalló en el año sesenta y seis y que fue sofocada con mucha truculencia por los romanos, destruyendo el Templo de Salomón.
La palabra asesino también tiene su historia, tanto más interesante. Proviene del árabe hashashiyyín, así llamaban los árabes a una secta ismaelita de musulmanes chiítas que fueron dirigidos por Hasan al-Sabbah, llamado el Viejo de la Montaña, quien guió a su grupo hasta la fortaleza de Alamut, al sur del Mar Caspio. Esta secta era considerada herética por la mayoría de los musulmanes, puesto que se apartaban mucho de algunas obligaciones del Corán, como ayunar durante el Ramadán. Los asesinos creían que el Corán contenía palabras ocultas que debían descubrir, algo así como lo que ocurre con la Kabbalah judía. Pues bien, dicho grupo odiaba a Saladino, el famoso Saladino, y varias veces estuvieron a punto de matarlo. Los asesinos estaban entrenados para asesinar, para perpetrar asesinatos selectivos; su jefe les administraba hachís (hashish, en árabe significa hierba). Como sabes, el hachís es una droga psicoactiva derivada del cannabis, pues bien, dichos guerreros mataban bajo la influencia de dicha droga, razón por la cual los llamaban hashashiyyín, de donde se origina la palabra asesino.
Es muy interesante la historia de estos asesinos. Puesto que odiaban a Saladino, fueron aliados de los Cruzados. Incluso estuvieron a punto de convertirse al cristianismo, persuadidos por el rey Amalarico I de Jerusalén, sin embargo, los asesinos finalmente no se convirtieron al cristianismo por culpa de los caballeros templarios.
Mi nombre es Fabrizio Madrid Satrústegui, soy un asesino profesional. Pero antes de ser un asesino, estudié Astronomía, aquí, en los Estados Unidos. Fui el mejor estudiante en una carrera que sólo estudian los genios. Mi cociente intelectual es de doscientos veinte puntos, por ende, soy tan inteligente como Leonardo da Vinci. Trabajé unos años en la NASA, pero me aburrió mucho estudiar el Universo. Necesitaba una actividad más emocionante, más placentera. Desde el fallecimiento de mi padre, siempre me he sentido atraído hacia la muerte. Me encanta la muerte, me fascina la muerte. Me gusta sobremanera escuchar los réquiems, he escuchado más de mil réquiems, me deleita escuchar réquiems mientras asesino a mis víctimas. Recuerdo que yo escuchaba el Réquiem de Mozart, desde la muerte de mi padre. Recuerdo que escuchaba dicho réquiem, siempre, todas las noches, y pensaba en la muerte. Todas, absolutamente todas las noches, escucho algún réquiem. Como queda escrito, he escuchado más de mil durante toda mi vida. Me fascina la muerte, la muerte es mi compañera entrañable. Siempre que cojo un avión, me imagino que dicho avión se desplomará, matándonos a todos los que viajamos dentro de él. Siempre que viajo en avión, llevo conmigo mi iPod, en el que tengo grabados los réquiems que más me gustan. Siempre que vuelo en avión, voy escuchando esos réquiems, por si acaso el avión se desploma, quiero morir escuchando una de esas misas para difuntos que tanto me embelesan.
Mi nombre es Fabrizio Madrid Satrústegui, soy un asesino profesional, fui entrenado por los mejores asesinos. Pero antes de dedicarme a esta actividad tan encomiable, trabajé para el Servicio Secreto de los Estados Unidos durante la primera presidencia de George Bush. El ex presidente de los Estados Unidos es uno de los hombres más estúpidos que he conocido. Es realmente un idiota. Yo me pregunto cómo es posible que semejante idiota llegara a la presidencia de los Estados Unidos. Yo trabajé para él, mi labor era proteger a ese deficiente mental. Pero me pagaban muy bien. Poderoso caballero es don Dinero.
Sí, yo me dediqué a proteger la vida de uno de los hombres más poderosos e idiotas del mundo. Varias veces platiqué con él, a solas, y la verdad es que su capacidad intelectual dejaba mucho que desear. Yo me burlaba mucho de su estupidez, le hablaba con mucha ironía, pero él ni se enteraba. Es tonto de remate. ¿Sabes a quién se parece George Bush? Algunos dicen que se parece a Nicolás Maquiavelo, pero es falso. No, George Bush se parece mucho a un actor que interpretaba un papel protagónico en una serie americana de los años setenta. ¿Sabes a quién me refiero? Pues al Agente 86. ¿Lo recuerdas? Pues sí, George Bush se parece mucho a Maxwell Smart, el Agente 86. Claro que el Agente 86 era más listo que Bush, mucho más inteligente. Nunca entenderé por qué los ciudadanos de los Estados Unidos eligieron como su presidente, como su comandante en jefe, a un individuo tan idiota como George “Maxwell Smart” Bush.
Sí, durante dos años de la primera presidencia de George “Maxwell Smart” Bush trabajé como asesor de seguridad para el Servicio Secreto. Yo estuve en Florida aquel día once de septiembre del dos mil once. Jamás olvidaré el rostro de George “Maxwell Smart” Bush, cuando escuchaba que dos aviones se habían empotrado contra las Torres Gemelas. Su rostro era un retrato vivo de la Estupidez. Su rostro era la idea platónica de la Estupidez.
En una ocasión yo estaba platicando con el presidente Bush sobre una visita muy importante, estábamos solos en el salón oval; era una mañana fría de invierno, a principios de enero, razón por la cual yo estornudé varias veces. El presidente de los Estados Unidos me dijo que debía cuidarme para no coger un resfriado. Yo le respondí al señor presidente George “Maxwell Smart” Bush que estaba estornudando tanto porque era alérgico a la estupidez, acto seguido me quedé callado, quizá había cometido una imprudencia que podía costarme mi empleo, y tal vez algo más. Pero el presidente de los Estados Unidos me preguntó si de verdad era alérgico a la estupidez, si existía tal alergia… Es tonto de remate. Yo le respondí muy serio que sí, que sí existía la alergia a la estupidez, que yo era alérgico a la estupidez, razón por la cual estaba estornudando tanto. Añadí que el doctor me había recomendado que antes de entrar al salón oval, debía tomarme unos antihistamínicos, pero que aquel día los había olvidado, por lo que estaba estornudando tanto, a causa de mi alergia a la estupidez. George “Maxwell Smart” Bush me vio con su rostro tan estupefacto como estúpido. Estaba en la inopia, no se enteraba de que lo estaba llamando estúpido en sus narices.
En otra ocasión, para burlarme del presidente de los Estados Unidos, le pregunté si podía hablar por teléfono con su zapato (como hacía el divertidísimo Maxwell Smart). Pero Bush no se enteró de nada, me preguntó si de verdad se podía llamar por un zapato. Es tonto del culo.
Sí, yo trabajé durante dos años para el Servicio Secreto de los Estados Unidos, trabajaba para proteger la vida del hombre más poderoso del mundo. Era un trabajo fascinante, no obstante, yo siempre he preferido asesinar antes que proteger la vida de un hombre, aun cuando esa vida sea la más importante. Pues a mí me gusta mucho asesinar, me deleita mucho hacer sufrir a la gente, me encanta mi trabajo como asesino serial, me fascina.
Mi nombre es Fabrizio Madrid Satrústegui. Soy un asesino profesional. Tengo dos alias: el “Camaleón”, ya que puedo camuflarme por cualquier persona. Puedo suplantar a cualquier persona, ya sea para asesinar a alguien, o para extraerle información confidencial a una persona importante. Mi otro alias es “La Mantis Religiosa”, porque como ese insecto, me gusta asesinar a las mujeres, después de copular con ellas. Amén de que una de mis armas letales es una técnica de kung-fu, muy parecida al ataque de