Créditos
1.ª edición: junio, 2015
© Curro Serrano Giménez, 2015
© Ediciones B, S. A., 2015
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
DL B 12326-201
ISBN DIGITAL: 978-84-9069-111-3
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Contenido
Portadilla
Créditos
Todo empezó con un ¡bang!
Cómo no hacer más amigos de los necesarios y no dejar que nadie influya en ti
1. El camino hacia el Homo novus
2. Los otros
3. Estás equivocado (Y te lo voy a decir)
4. Orden o muerte
5. Racionalidad ante todo (La importancia de tener razón)
6. Relaciones pros y contras
7. El mal acecha
8. Zas, en toda la boca. Epílogo
Sheldonismos. Las mejores frases del doctor Cooper
Olvidando al homúnculo
1. El homúnculo
2. Mom Vader
3. La sombra de mamá es alargada
4. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
5. El duro golpe de la realidad
6. Durmiendo con su enemigo
7. ¿Y comieron perdices?
8. Levántate, anda
Sabiduría Hofstadter. Las frases que mejor definen a Leonard
Que nada te detenga
1. La fuerza de los sueños
2. Escrito en las estrellas
3. Forzudos, ebrios, sin trabajo y sin dinero
4. Cuidado con el lado oscuro
5. El remedio infalible
6. Mi desorden es mío
Pennywise. Penny la sabia. Sus mejores frases
Trucos infalibles para ligar
1. ¿Quién es Howard Joel Wolowitz?
2. Aquellos ¿maravillosos? años
3. El mal necesario
4. La excepción que hace que la regla sea un poco más desagradable
5. ¿Estudias, trabajas, o practicas el lanzamiento de bebidas en mi cara?
6. La imaginación al poder
7. Encontrar el amor
8. La clave para llevar un matrimonio exitoso
Las frases de Howard
Hable con ellas
1. Desde Oriente con dolor
2. El hombre con minúsculas
3. El arte de estar solo
4. Si te gusto es que hay algo raro en ti
5. Las amigas de mis amigos son mis amigas
Rajamantra. Proverbios de la filosofía de Raj
Extras. Tests
¿Sabías que...? Curiosidades de tu serie favorita
Gastronomía nerd. Los platos favoritos de los personajes
Notas
Todo empezó con un ¡bang!
Todo empezó con un ¡bang!
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo hemos hecho que un grupo de inadaptados sociales, lo contrario de lo que la sociedad considera como ganadores, acabe protagonizando una serie que ven millones de espectadores en todo el mundo? ¿Será porque todos nos sentimos identificados con ellos?
¿Yo? ¿Con ese grupo de empollones? ¡Ni de broma!
¿En serio? ¿Quién no ha sentido nunca miedo de acercarse a la persona que te gusta por si te iba a rechazar? ¿Quién no ha creído alguna vez que la sociedad está confabulada en su contra? ¿De verdad nunca te has sentido ridiculizado por tu madre delante de tus amigos? Ya no niegas tan categóricamente tu parecido con los personajes de The Big Bang Theory, ¿verdad? Y es que si de algo nos hemos dado cuenta en los últimos años es de que todos, a veces, llevamos un perdedor dentro. Claro que ellos hacen de esta forma de vida un arte, pero ese es otro tema.
Hace no muchos años (no muchos, ¿vale? Los nacidos a finales de los 70 o a principios de los 80 no somos tan viejos) era impensable que las historias que nos entretenían por la televisión estuvieran protagonizadas por los marginados de la clase. Por los empollones. En la mayoría de las películas y de las series estos eran representados como, en los mejores casos, secundarios al servicio de los protagonistas. Si nos acordamos de Screech Powers de Salvados por la campana o Steve Urkell de Cosas de casa, nos damos cuenta de que eran personajes que servían como contrapunto cómico a las historias de los personajes principales. Los «importantes». Los guapos y atractivos. A los que, al final, les acababa saliendo todo bien. Eran historias en las que, por grande que fuera el conflicto, este se solucionaba y el protagonista, y con él nosotros los espectadores, aprendía la lección. Eran, en definitiva, historias de ganadores.
Historias que, en la mayoría de los casos, son una mentira como una catedral. Porque en la vida no siempre acaban saliendo las cosas bien. Y eso es algo de lo que el espectador se da cuenta al comparar las realidades que ve en su día a día con las ficciones que le llegan desde la pantalla de su televisor. ¿No tenía que solucionarse todo ahora que me he dado cuenta de que he actuado mal y he pedido perdón? ¿No iban a salirme bien las cosas al final si me portaba bien? Nada más lejos de la realidad.
El espectador poco a poco va madurando y va pidiendo historias que reflejen también esa parte de la vida. La parte que, todavía, no nos estaban enseñando. Y es aquí cuando entran en escena los perdedores. Con sus rarezas, sus peculiaridades y sus fracasos. Sobre todo sus grandes fracasos.
Si dicen que la historia la escriben los vencedores... estos chicos deberían ser un apunte en un margen.
Y eso nos hace sentirnos acompañados. Porque cuando estamos acostumbrados a ver que al protagonista de una historia al final siempre le sale todo bien, no podemos evitar compararlo con nuestra vida. Y eso es un error. Gigantesco. Porque a nadie le acaba saliendo todo, siempre, bien. Antes o después nos vamos a llevar un desengaño amoroso o laboral o familiar o con los amigos... o todos a la vez. Y ver continuamente a gente que acaba triunfando en la vida cuando nosotros no lo conseguimos es muy frustrante. ¿Por qué no me sale nada bien? ¿Por qué fulanito o menganita no me hacen el caso que quiero que me hagan? ¿Por qué no me dan ese puesto que me merezco?
Porque así es la vida. Y verlo, por fin, en las historias que nos llegan por televisión (o en la pantalla del ordenador, para qué vamos a engañarnos) nos alivia. Le quita peso a nuestros errores y pequeños fracasos cotidianos.
Porque tranquiliza ver que no eres el único en el mundo que no consigue que la persona que le gusta le haga caso. Porque nos sentimos acompañados cuando vemos a alguien meter la pata y pensamos que «algo parecido nos pasó a nosotros». Y si bien es cierto que mal de muchos consuelo de tontos, también es verdad que saber que no somos los únicos en equivocarnos o meter la pata o quedar en ridículo delante de la persona que nos gusta, nos ayuda a ver la vida con un poco más de humor. Al final de eso es de lo que se trata, de ser capaces de reírnos de nosotros mismos...
Y por eso nos gusta más ver a Sheldon, Leonard, Penny, Howard y Raj que al capitán del equipo de fútbol del instituto o al guaperas que se las lleva de calle. Porque todos tenemos un poquito de ellos en nuestro interior y porque nos reímos con sus meteduras de pata y sus miserias. Y porque nunca JAMÁS vamos a llegar a su nivel de patetismo, y eso, también ayuda. Saber que hay alguien, aunque sea en la ficción, que está peor que tú, para qué nos vamos a engañar, alivia. Sí, es un poco mezquino, pero ¿qué le vamos a hacer?
Si estás leyendo esto es porque les conoces de sobra. Disfrutas viendo las peculiaridades de Sheldon, la desesperación de Leonard, el desorden de Penny, el patetismo de Howard y los fracasos de Raj. Te gusta verles errar (porque es mucho más cómico ver a alguien fracasar que ver a alguien triunfar, qué le vamos a hacer) y te enterneces con sus historias también.
Os presentamos aquí los consejos de vida de estos cinco personajes. Este es el libro que escribirían si tuvieran que enseñarnos a solucionar los problemas de la manera que ellos los solucionan... que no es muy exitosa.
En vuestra mano está hacerles caso o no. Vosotros veréis.
Cómo no hacer más amigos de los necesarios y no dejar que nadie influya en ti
Cómo no hacer más amigos
de los necesarios y no dejar
que nadie influya en ti
(Un ensayo de autoayuda del
doctor Sheldon Cooper)
1. El camino hacia el Homo novus
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El camino hacia el Homo novus
En el mundo de hoy las relaciones personales se ven mitigadas cada vez más por la creciente influencia de las redes sociales. Estas actúan como una barrera entre las personas, nos separan los unos de los otros y nos hacen cada vez ser más extraños al contacto humano.
Para Sheldon Cooper esta es la definición de la felicidad.
Para este estudioso de la teoría de las cuerdas, la mejor amiga es la tecnología. Solo puede tener palabras de agradecimiento hacia algo que le ayuda a evadir el trato con el resto de la humanidad. Y es que las personas, para él, son peligrosas. Hablar con ellas nos expone a contraer alguna enfermedad contagiosa de tipo vírico, por el aliento o si te hablan de muy cerca, incluso por la saliva. El término usado comúnmente es «Felipos» o «Sputniks» en clara referencia a su similitud con los satélites que orbitan alrededor del planeta. (Aunque seguro que a Sheldon no le haría gracia que un hallazgo científico como es un programa de satélites espaciales se vea relegado a la categoría de chiste burdo.)
Sheldon, podemos deducir, sueña con el día en que, en un futuro, seamos seres medio robóticos, cyborgs que se relacionan solo mediante el pensamiento. Sin necesidad de mirar a otros seres a la cara o de aguantar los fallos que conlleva el hecho de ser humano. Es la siguiente etapa de la evolución en la que él está seguro de haber entrado ya. Está seguro de haber dejado atrás al Homo sapiens. Él es el primer miembro de una especie nueva que él mismo ha bautizado como Homo novus y que, espera, pueda llegar a vivir durante millones de años. Una raza de hombres superrevolucionados, que solo necesitarán pensar para vivir y contarán con una flota de servomáquinas que harán por ellos todo el trabajo físico. Como consecuencia los pulgares irán desapareciendo, pues al dejar de usarlos, ya que no tendremos que agarrar nada, solo utilizaremos nuestra mente. ¿Locura? Para Sheldon no lo es, es el siguiente paso de la evolución... El doctor Sheldon Lee Cooper tiene un coeficiente intelectual de 187 puntos, memoria eidética y, además, oído vulcaniano. Como para llevarle la contraria cuando dice que está más evolucionado que el resto. Además, él no está loco. Su madre le hizo pruebas.
Pero todavía estamos muy lejos de alcanzarlo y hay que tener paciencia hasta que llegue el día. Aunque empezamos a poder suplir todo, o casi todo, el contacto humano con las facilidades que nos da Internet, Sheldon se da cuenta de todo el camino que queda por delante. Y, mientras espera a que llegue el siguiente paso evolutivo (probablemente el desprendimiento del pulgar, que no es más que una reliquia del Homo habilis), sabe que hay que mantener el contacto con el resto de semejantes. Aunque, siendo sinceros, para él el resto de seres humanos no son semejantes, no le llegan a la suela de los zapatos.
Con resignación y mucho trabajo Sheldon ha cultivado un grupo de amigos que pasan el tiempo con él, le acompañan durante sus horas de asueto y, más importante, le llevan y le traen cuando tiene que hacer recados. De esta manera sus amigos son, en muchos casos, y sobre todo Leonard, herramientas para conseguir una finalidad, normalmente que le hagan recados, le lleven al peluquero o escuchen sus infinitas teorías.
Pero las relaciones humanas no son inofensivas. Si no tenemos cuidado pueden acabar llenando todo nuestro tiempo y exigiéndonos una gran cantidad de nuestra energía. Como un virus, poco a poco, se irán extendiendo y acaparando más atención de la necesaria y corremos el riesgo de acabar siendo una persona popular, con infinidad de amigos y seres queridos que se preocuparán por ti y querrán saber de ti en todo momento... El infierno en la tierra, si eres un poco parecido a Sheldon.
Por eso él tiene mucho cuidado a la hora de relacionarse. Siendo un hombre dedicado al pensamiento como es él, lo tiene todo muy controlado y estudiado para que no se le vaya de las manos. Su grupo de amigos es un reducido conjunto de personas que desempeñan cada uno una función. Sheldon sabe cómo controlar su vida social para que no se le vaya de las manos. Y tú, si eres de los que creen que el resto de las personas son un estorbo para tu vida, si piensas que se está mejor solo que acompañado (ni bien ni mal) y ves frustrante la obligación de tener en cuenta las opiniones, sentimientos y emociones del resto de las personas, te podemos ayudar. Observando detenidamente el comportamiento del doctor Sheldon Cooper podemos extraer una serie de consejos que te ayudarán a mantener a la molesta humanidad a una distancia prudencial y a ser un poco más como él.
Si es eso lo que quieres... tú verás.
2. Los otros
2
Los otros
¿Y siguiendo estos consejos voy a conseguir lograr el respeto de los demás? ¿Que las mujeres me adoren y los hombres me envidien? ¿Voy a lograr ser, por fin, un triunfador?
Rotundamente no.
Pero si eso es lo que estás buscando deja de leer ahora mismo. O no has entendido el propósito de este capítulo o eres de los que, como Leonard, Howard y Raj, ansían el contacto humano y están dispuestos a intentar cualquier cosa para lograrlo. Si a ti, como a ellos, lo que te interesa es conseguir la admiración de los hombres y el deseo de las mujeres, te recomiendo que vayas a leer las otras partes de este libro. Ninguna de ellas te va a ayudar a conseguirlo, ninguno de los tres amigos de Sheldon triunfa en esas materias, pero a lo mejor te sientes un poco más acompañado en tu fracaso.
El error que estás cometiendo, vulgar Homo sapiens, es identificar a los demás como el objeto que hay que satisfacer. Como el baremo con el que medirte. Lo más importante que hay que aprender de la filosofía sheldoniana es que los demás no importan, lo que importas eres tú. Ese es el primer mandamiento. El principio sobre el que se basa toda la filosofía de nuestro personaje favorito. De esta manera lo únic