Índice
Otra idea de Cataluña
Justificación
Cataluña en cifras
1. Ser o no ser «una nación»
2. «Països Catalans»
3. ¿Oasis? ¡No sé de qué me habla!
4. «Venim de lluny...»
5. Los bandoleros, el conde-duque y el Corpus de Sang
6. 11 de septiembre de 1714
7. En el siglo XIX tampoco estalló la paz
8. Las nubes oscuras del siglo XX
9. República y Guerra Civil
10. «Diguem no!»
11. La larga noche
12. ¿Catalanofobia?
13. Entre Wagner, la sardana, el virolai
14. Barça: entre la espera y la esperanza
15. El encaje
16. «Terra de pas»
17. Cataluña, beneficiaria de la inmigración
18. Razones más o menos confesables: visión electoralista de la inmigración interior
19. ¿Todos son burgueses en Cataluña?
20. «Vora voreta la mar...»
21. Otro viaje iniciático
22. Barcelona
A modo de epílogo. Algo sobre el arte del buen comer
Bibliografía
Sobre este libro
Sobre Ignasi Riera
Créditos
Notas
A Andreu Mayayo, de Montblanc,
historiador y, a pesar de ello, amigo.
A Carmen, castellano-manchega, experta
en desiertos, que me ha convertido en madrileño.
Justificación
Si nací en Cataluña cuando incluso el nombre estaba prohibido y en los manuales se hablaba de «región levantina», en enero de 1940, lo catalán, como identidad o como estigma, me ha perseguido siempre. Diría que incluso «le ha dado sentido a mi vida», aunque matizo con el Arcipreste: «Los hombres sienten por las mujeres a veces gran amor». Lo mismo me ha ocurrido con «mon pays natale», donde no vivo desde mayo de 2003, año en que me instalé en Madrid.
Me ha costado poco convertirme, ya en tiempos otoñales, en neomadrileño. A pesar de que la meteorología política anunciaba tormentas de todo tipo, situaciones de emergencia, terremotos y cambios bioclimáticos repentinos (y altamente peligrosos). Porque, en efecto, en los últimos años hemos asistido a un pesadísimo bombardeo mediático que giraba en torno a la experiencia política catalana del llamado Tripartito (suma de socialistas, independentistas y ecosocialistas) y en torno al debate, discusión, elaboración y aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, visto por algunos —la Conferencia Episcopal Española y sus becarios políticos del PP— como un atentado contra la unidad de España, dogma, al parecer, intocable y sancionado por la infalibilidad de la Santa Madre Iglesia, más española que romana y que católica y/o universalmente ecuménica.
Antes de dedicarme a la vida municipal, como concejal en el ayuntamiento de Cornellà de Llobregat (sólo a seis kilómetros de la ciudad en que nací, Barcelona), y a la política autonómica, como diputado en el Parlamento catalán, había trabajado como profesor de adultos y como técnico editorial, ambos oficios me han estimulado a divulgar qué era Cataluña, qué sucedía en ella, en qué coordenadas de espacio y tiempo habían vivido mis antepasados y vivían mis coetáneos. Lo subrayo para aclarar que mi exposición, aunque infectada por el virus de lo político, pretende ser, por encima de todo, pedagógica, más basada en los datos que en las profecías o en las interpretaciones más o menos tendenciosas. Con menos rodeos: habiendo superado ya etapas antiguas de catequista o de predicador de la Idea, cada vez me apasiona menos el proselitismo y quisiera volver a la curiosidad que nos imponía, cuando todavía éramos clandestinos aunque ya sí militantes antifranquistas, en los años setenta, Ignacio Fernández de Castro con su libro La demagogia de los hechos. El tópico de que el serial de nuestra vida es más apasionante que la mayoría de los culebrones con los que las televisiones pretenden emocionarnos tiene base real. Lo visto y oído nos convierte en mejores evangelistas que los catecismos de todos los signos —desde los católicos de infancia a los comunistas de juventud— que nos han tratado de inyectar, bajo siglas más punzantes que los rejones de la muerte.
Voy al grano: inicialmente, trataré de definir a qué me refiero cuando hablo de Cataluña. Comentaré las definiciones «oficiales» y trataré de indicar por qué la primera enmienda a la totalidad, a la hora de hablar de Cataluña, tiene raíces en la semántica. Pertenezco a una tribu que le da mucho valor a la historia o a las sentencias en ocasiones estereotipadas por una pretendida fidelidad a la historia.
En segundo lugar hablaré de geografía física y humana, para tratar de dibujar y de delimitar tanto la orografía como los paisajes (físicos y humanos) de Cataluña, área que ha sufrido cambios básicos durante el siglo XX.
En tercer lugar, trataré de dinamitar uno de los tópicos que peor describen nuestra realidad: el del «oasis catalán». Si el tópico me exaspera es porque creo que sólo se pueden entender algunas de las dinámicas catalanas si analizamos el conflicto como eje vertebrador de la sociedad catalana. Como subcapítulo, hablaré de los conflictos sociales (obreros y vecinales, pero también en batallas básicas como las de la defensa del agua o algunas reivindicaciones ecológicas de mucho peso).
Cuarto: trataré de analizar, dialécticamente (y pido perdón si el término huele a pedante), definiciones básicas para nuestro futuro inmediato, como procesos migratorios, conciencia nacional, solidaridad, relaciones con el resto de España, con Europa y con lo global extracomunitario.
En quinto lugar: escaparate de tópicos, desde el para mí increíble de la laboriosidad catalana hasta el del espíritu de ahorro («l’avara povertà dei catalani»), la presunta vocación cultural catalana, la pasión por el Barça o el asociacionismo.
El libro, aunque necesariamente inacabado, pretenderá ofrecerle a quien lo lea pistas para un debate posterior: amor y odio tienen que saber con qué elementos cuentan para cocinar el menú final en su relación con Cataluña.
P.S.: Aunque haya enumerado diacrónicamente los temas del libro, anuncio que será, en todo caso, y por limitaciones congénitas de su autor, un libro sincrónico: la historia nos permitirá hablar de la geografía, el arte de las herencias religiosas... y la teología de lo gastronómico.
Cataluña en cifras
Creo que puede ser interesante situar en las coordenadas de tiempo y espacio las reflexiones sobre Cataluña. Me remito al Institut d’Estadística de Catalunya y a la publicación (en papel y en DVD) Figures of Catalonia 2005.
Cataluña tiene 32.000 km2, frente a los 505.000 de España. Con una población de casi siete millones de habitantes (6.984.000) frente a los cerca de cuarenta y cuatro millones (43.975.000) de España. La densidad de habitantes es de 212 habitantes por km2 frente a los 86 de España y los 117 de la Europa de los 25. Con una pirámide de edades semejante —el 40 por ciento de la población tiene de 25 a 49 años y el 12 por ciento, de 65 a 79— y una natalidad de 11,4 por cada mil habitantes y una mortalidad de 6,5. El proceso migratorio en Cataluña es superior al del resto de España (el 22,2 por ciento frente al 16,2).
Puede ser de interés comparar cifras básicas entre los años 1980 y 2004. Si en 1980, cuando Jordi Pujol accedió al gobierno de la Generalitat, podía anunciar: «Som 6 milions!», porque la cifra de habitantes de Cataluña era de 5.956.000, Pasqual Maragall, cuando es elegido presidente de la Generalitat, puede afirmar que «som 7 milions!», porque el total de habitantes es de 6.984.000, a pesar de que la natalidad ha bajado: de 13,4 por mil habitantes a 11,4.
La población activa ha pasado de 2.249.000 a 3.440.000, de los cuales 3.107.000 tenían empleo. (La cifra porcentual de desempleo pasaba de 12,6 a 9,7.) Y el consumo eléctrico de 2.905 kW/h a 6.065. Y de 370 vehículos por mil habitantes a 653.
En las entidades de crédito, los depósitos han pasado de 14.863 millones de euros a 130.545. Y la exportación, de 2.073 millones de euros a 39.303.
Y si los que visitaban Cataluña pasaban de 11.823.000 a 22.229.000 (en este caso, con cifras de 2003), los estudiantes universitarios pasaban de 96 a 221 por mil. Las camas hospitalarias son 4,8 por mil habitantes frente a las 3,6 de España y las 6,4 de la Europa de los 25. Frente a los 28.427.000 pasajeros en los aeropuertos catalanes, los 163.889.000 de toda España.
Cataluña consume 25.948.000 toe en energía, frente a los 132.637.000 de España. Es interesante constatar que el 24,7 por ciento de la energía que consume Cataluña es nuclear frente al 12,2 por ciento de España y el 14,6 por ciento de la Europa de los 25. Y en cuanto a la producción ganadera, si en Cataluña es de 1.653.000 toneladas, el 67 por ciento de la misma corresponde a los cerdos.
Finalmente, el gobierno catalán cuenta con un presupuesto (datos de 2005) de 21.517.000 euros, de los que una tercera parte van destinados a sanidad y el 17,5 por ciento a enseñanza.
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Ser o no ser «una nación»
Durante el curso político 2005-2006, nos hemos enterado de la importancia que algunos conceden al término «nación», que equiparan, de hecho, al de «padre-madre-patria». Si hice campaña a favor del sí, en el referéndum sobre la Constitución europea, era porque pensaba que el nuevo marco, Europa, nos libraría de viejos fantasmas. Porque si me siento europeo activo desde 1956, cuando no era más que un adolescente que participaba en un «Europa-Lager», de signo religioso (ignaciano), y si sé que mi DNI y mi carnet de conducir (y hasta hace poco, la moneda de curso legal) me confirman que pertenezco al «Reino de España», sentimentalmente me siento más europeo y más catalán que español, y ello a pesar de estar empadronado en la capital del Reino, que es Madrid.
Josep M. Puigjaner fue jesuita antes de ser periodista. Dirigió en Madrid la revista Mundo Social, con sede en la calle Pablo Aranda, 3. Allí conoció a una mujer y decidió cambiar la Compañía de Jesús por la compañía de Adriana López Garrido. Se casaron, tuvieron hijos y se trasladaron a vivir a Barcelona. En 1984 publicaron a dúo un libro realmente útil, Ser catalán, ¿qué es eso? Se trata de un texto cargado de sentido común y de voluntad de entendimiento entre dos comunidades que algunos han creído, o querido, antagónicas. El libro analiza la asunción, en la democracia posfranquista, de la realidad nacional de Cataluña: «Parece bastante claro que nacionalidad y nación son dos términos que designan prácticamente la misma cosa. En conclusión, el Estado español está formado por varias naciones. Es un Estado plurinacional». Porque «una nación existe con independencia del entramado jurídico-político que le sirve de marco ... Cataluña ha tenido la categoría de nación a lo largo de varios siglos de historia. Eso que ha tenido en el pasado, lo ha retenido hasta el presente y espera conservarlo en el futuro». La melodía de todo ello suena distinta a la del debate mediático o a la del debate parlamentario del curso político aludido. Pero tiene la ventaja didáctica de expresar llanamente lo que piensan la mayoría de las personas que viven y trabajan en Cataluña, sea cual sea su origen o su lengua vehicular. Ya hemos visto que el nuevo Estatuto catalán se hace eco de esta mayoría de crey