INTRODUCCIÓN
El sabio no sigue los mandamientos de las leyes, sino de la virtud.
CLÍSTENES
A medida que cumplo años y me acerco a la edad de la jubilación me convenzo más de dos cosas: la primera es que el ser humano, que tantos logros y descubrimientos está consiguiendo en todos los campos de la ciencia y de la tecnología, sigue cometiendo errores imperdonables en lo que se refiere a su primer objetivo que es vivir. ¡No sabe vivir! Él mismo se crea infinidad de problemas, labra sus desgracias, no aprende de sus errores y desde que nace no cesa de correr y de afanarse estúpidamente, sin saber adónde va ni qué es lo que busca en realidad.
La segunda cosa es que el secreto de saber vivir está en la humildad de considerarnos simples aprendices que intentamos, con mayor o menor éxito, despojarnos, librarnos de las ataduras de una docena de necesidades imperiosas y desmedidas que nos asfixian el alma y no nos dejan vivir en paz, sosiego y armonía con nosotros mismos y con los demás. Abordaré una por una cada necesidad agobiante e imperiosa y especificaré qué vacío del alma pretende llenar, cómo nos afecta en lo personal y en pareja, así como en las relaciones con los demás.
Aprendiz de sabio es en realidad lo mismo que «filósofo», amante de la sabiduría, pero en un tono y pretensiones más modestas. El lector no encontrará aquí nada que se parezca ni de lejos a un tratado de filosofía práctica. Lo único que se pretende en este libro es ofrecer una serie de sencillas reflexiones que ayudarán a vivir de manera más plena, gozosa y tranquila.
¿Qué diferencia hay entre inteligencia y sabiduría?
La inteligencia es la facultad o capacidad de entender, de comprender las cosas y profundizar en ellas. La sabiduría presupone esa facultad en grado notable para aprender de las experiencias cotidianas, sacar lo mejor de ellas, discernir lo que es bueno o malo, provechoso o perjudicial y obrar en consecuencia, con sensatez. Por eso la sabiduría es un todo compuesto de inteligencia, prudencia, moderación, circunspección, habilidades, experiencia, sentido común y buenas intenciones.
OBJETIVOS DEL LIBRO
Primer objetivo
Para convertirte en un aventajado aprendiz de sabio el primer objetivo es averiguar cuáles son los vacíos, las necesidades ocultas, insatisfechas, que te impulsan a adoptar posturas compensatorias, extremas o radicales. Esos vacíos del alma ponen al descubierto defectos, actitudes y creencias que debemos cambiar por otras cualidades más saludables, centradas y equilibradoras.
¿Cuáles son esas necesidades desmedidas e imperiosas que malogran la existencia del ser humano?
Yo he encontrado al menos doce, como los meses del año y que el aprendiz de sabio puede programarse para abordar una cada mes. Necesidad de buscar ansiosamente:
1 | Ser importante a cualquier precio. | enero |
2 | Tener siempre razón y a toda costa. | febrero |
3 | Amar y ser amado de forma captativa e insaciable. | marzo |
4 | Expulsar, descargar y proyectar la rabia y la ira. | abril |
5 | Estar preocupado por todo, pesimismo, fatalismo. | mayo |
6 | Encontrar a un chivo expiatorio, hacerlo pagar, venganza, atribuir las culpas a los demás. | junio |
7 | Sentirse superior a los otros, orgullo, arrogancia. | julio |
8 | Buscar compasión, ir de mártir por la vida. | agosto |
9 | Encontrar a un mecenas, adosarse a alguien, que otros tomen el mando. | septiembre |
10 | Criticarlo todo y a todos. Buscar defectos. | octubre |
11 | Tener y atesorar cosas, dominio y poder sobre los demás. | noviembre |
12 | Que todo esté y sea perfecto, ordenado y maravilloso. Tener éxito en cuanto se proponga. | diciembre |
Segundo objetivo
Consiste en pasar a la acción y cambiar lo que deba cambiarse tras haber explorado y analizado nuestro interior y sus vacíos y llenarlos de verdadero contenido. ¿Dónde encontrar el verdadero sentido, las vigas de contención, las columnas sólidas en que apoyarte?
En los principios o leyes universales que deben sustentar una vida llena de sabiduría. Son siete, como los siete días de la semana, porque deben formar parte de nuestra existencia cotidiana y el aprendiz de sabio puede ejercitarse en aplicarlos y vivir intensamente uno por semana. Son éstos:
1 | Principio de la unidad y de la potencialidad pura. | lunes |
2 | Principio de la interacción dinámica, del flujo de la energía del universo. | martes |
3 | Principio de la causalidad: toda acción engendra una fuerza de energía que vuelve a nosotros: «Lo que sembramos es lo que cosechamos». | miércoles |
4 | Principio de la armonía, del equilibrio, del mínimo esfuerzo, de lo natural. | jueves |
5 | Principio de la intención consciente, del deseo. | viernes |
6 | Principio del desapego, «sabiduría de la inseguridad». | sábado |
7 | Principio del propósito de la vida, del «porqué» y del «para qué» de la existencia. | domingo |
Tercer objetivo
Es saber llevar a la vida de cada día esa sabiduría esencial de los siete principios desgranada en formas concretas de pensar, sentir y obrar que deberás incorporar, poco a poco, a tu personalidad hasta que se conviertan en actitudes, en hábitos. Se trata de que el aprendiz de sabio se enseñe a sí mismo, se explique y lleve a la práctica, en la medida de lo posible, cada una de las lecciones que componen el curso de sabiduría elemental. Estas cien lecciones bien meditadas y aprendidas pueden convertirte en una persona distinta, más calmada, feliz, gozosa y plena.
Puedes aprender y practicar estas lecciones cuando y como desees, sin importar el orden. Eres tú quien debe trabajarlas y meditarlas como te apetezca. Tienes que saber adónde vas, qué es lo que quieres hacer en tu vida y con tu vida y todas las reflexiones, sugerencias y observaciones que te hago a lo largo del libro no tienen otro fin que ayudarte a construir un nuevo estilo de vida. Haciendo buenas las palabras de Montaigne, «que la principal ocupación de tu vida, a partir de hoy, consista en vivirla lo mejor posible», pero con inteligencia y bondad, sabiendo que tu felicidad, en buena medida, estará condicionada por la felicidad y el bien que procures a tus semejantes.
PRIMERA PARTE
LAS 12 NECESIDADES INSATISFECHAS, IMPERIOSAS, DESMEDIDAS, QUE SON CONSECUENCIA DE NUESTROS VACÍOS DEL ALMA Y NOS HACEN INFANTILES,
INSENSATOS Y DESGRACIADOS
ANTOÑITA LA FANTÁSTICA
Escalé la cima de la fama y no hallé albergue alguno en su altura estéril.
RABINDRANATH TAGORE
Necesidad imperiosa y desmedida de ser importante a cualquier precio
Esta necesidad, que convierte en seres patéticos a muchos individuos, tiene su origen en el vacío que produce la falta de autoestima, el no sentirse suficiente, capaz y con entidad propia. Por las circunstancias que sean una persona se siente insatisfecha y desgraciada con lo que es, lo que posee y lo que aparenta y con la imagen que tiene de sí misma y la imagen que piensa que han llegado a formarse los demás. Ese gran vacío, ese deseo de ser reconocido, estimado, valorado, se convierte en una idea fija, en una obsesión y ya sólo vive para procurarse momentos de gloria reales o imaginarios.
Quien padece esta necesidad imperiosa de ser importante busca caer bien a todo el mundo y para lograr este imposible no duda en mentir, deformar y disfrazar a cada instante la realidad de su vida, con tal de experimentar ese momento de gloria que necesita para vivir como el pez en el agua, para subsistir.
El hombre es de naturaleza un animal orgulloso que ama
por encima de todo el soplo de la fama que acaricia su vanidad
y lo adula con la admiración de sí mismo.
R. BLACKORE
¿Es negativo el deseo de ser persona importante y valiosa y que los demás admiren nuestras cualidades y logros?
En absoluto; es humano, natural y loable un deseo moderado de ser tenido en cuenta, valorado, considerado, y las personas con una autoestima alta aprecian y desean sentirse queridas y consideradas, pero sin que ese deseo se convierta en una necesidad imperiosa de aparentar.
En la mayoría de las necesidades desmedidas e imperiosas, seguramente en las doce mencionadas, nos encontramos con un denominador común: un ego inflado, de gran tamaño, de alguien que no es, y precisamente por ese no ser ni sentirse lo suficiente necesita compensar y llenar ese gran vacío, esa falta de autoestima y aparentar, y para lograrlo nada mejor que hincharse, arrogarse méritos, cualidades, éxitos, riquezas, fama y reconocimientos.
¿Qué hacer para librarse de la necesidad imperiosa de ser importante?
Aprender a ser tú mismo, a valorar lo que eres y tienes, a no compararte con nadie y empezar a descubrir que ya eres suficiente por ti mismo como ser único e irrepetible, trabajar el principio de la potencialidad pura (en el siguiente capítulo) y la autoestima, así como las lecciones del curso Aprendiz de sabio, que guardan relación directa con este tema.
TENER RAZÓN:
RESPIRACIÓN ASISTIDA
Que a quien la razón no vale, ¿qué vale tener razón?
PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
Necesidad imperiosa y desmedida de tener siempre razón
Es un deseo obsesivo y persistente de que los demás se muestren siempre de acuerdo con lo que pensamos, sentimos y decimos. Quienes padecen este síndrome discuten por todo de manera apasionada, incluso violenta, como si les fuera la vida en ello y es verdad; porque si los demás no le dan la razón, no se ponen de su parte, el adicto a tener razón se siente inseguro, como desnudo, desprotegido, sin entidad.
¿Por qué para tantas personas resulta imperiosa la necesidad de tener razón?
Porque tener razón les proporciona la estabilidad y seguridad que no tienen por sí mismas, por su personalidad, su criterio, sus conocimientos y experiencias.
Cualquier psicólogo experimentado habrá podido observar que, casi siempre, tras un adicto a tener razón se encuentra un niño inseguro y asustado que creció en una familia en la que equivocarse era peligroso y muy doloroso. Los padres hipercríticos y/o maltratadores físicos y psíquicos generan hijos con una necesidad obsesiva por seguir teniendo razón. Aprendieron a sentirse seguros como sus padres. Éste es el verdadero motivo por el que se que se empeñan en que los demás les den la razón, porque estar equivocados les produce ansiedad, inseguridad, miedo, vulnerabilidad.
¿Cómo se comporta el adicto a tener razón?
Existe siempre una gran cerrazón mental, falta de escucha atenta y de empatía, porque su autoestima está vinculada a la sensación de que lo que dice y piensa es verdad y nadie se lo discute, ya que no soporta las ideas contrarias, le sacan de quicio. Tras la necesidad de tener razón subyace el deseo permanente de tenerlo todo controlado, con el desgaste físico y psíquico que supone convivir con seres humanos normales, que defienden su criterio y su verdad ante alguien que no admite otros criterios, opiniones y verdades que los que coinciden con su verdad y le dan la razón.
Si quieres comprobar hasta qué punto alguien de tu entorno es adicto a tener razón, prueba a dársela; dile: «Admito que me he equivocado». ¿Sabes qué sucederá? Lo más probable es que tu contrincante no te escuche y prosiga su pelea verbal contra ti; si no es así, también puede ocurrir que, pasados unos minutos, te provoque y saque a relucir un tema controvertido en el que llevarte la contraria.
Mal medio es de atraer a un hombre a la razón el tratarle
como si no la tuviera.
CONCEPCIÓN ARENAL
Tener razón en las relaciones de pareja
Puede suceder que un miembro de la pareja no sea adicto a tener razón y admita con facilidad que se equivoca. Al principio de la relación las cosas pueden ir moderadamente bien, mientras el adicto a tener razón desempeña su papel de maestro, de autoridad, de controlador y el otro representa el papel de discípulo, de subordinado. Pero pronto la persona psicológicamente sana se percata de que no puede vivir de continuo alimentando el ego de un compañero de viaje con el que sólo es posible convivir dándole la razón siempre y en todas las circunstancias.
Si los dos miembros de la pareja son adictos a tener razón, ninguno de los dos escucha ni se entera del punto de vista del otro. La ofuscación es total y mutua, y la relación se deteriora en poco tiempo. En las discusiones de pareja he observado que casi siempre se reproduce el mismo patrón de comportamiento: la mujer quiere dejar muy claro lo que siente, cómo le afectan las cosas y sigue la razón que asiste a sus sentimientos; el hombre suele centrarse más en los hechos y en su lógica, en los argumentos, deja a un lado los sentimientos o no les concede la debida importancia.
Ni que decir tiene que en situaciones como éstas es imprescindible la ayuda de un buen terapeuta de pareja que les enseñe a ver el punto de vista del otro y a razonar desde posiciones y campos distintos, los sentimientos por un lado y los hechos por otro. Tan aceptables son las razones de los sentimientos como las de la lógica de los hechos, cada uno tiene su parte de verdad.
El adicto a tener razón se librará de su adicción si:
• Aprende a escuchar y a ser empático.
• Pone fin a las discusiones eligiendo la paz y admitiendo al menos en parte algo del punto de vista del otro.
• Deja de esforzarse por cambiar al otro y empieza a cambiar él mismo.
• Es capaz de distanciarse del tema objeto de discusión y se observa a sí mismo como sujeto obcecado que reacciona de manera desproporcionada.
• Cae en la cuenta de que nadie está en posesión de la verdad total o absoluta, a lo sumo posee una parte de verdad o mejor su verdad, la manera en que ve y vive una determinada situación.
AMOR INSACIABLE,
PERSONA INSOPORTABLE
El primero y más fundamental derecho es el derecho al amor.
PHIL BOSMANS
Necesidad imperiosa y desmedida de amar y ser amado
Como afirmo en mi libro La fuerza del amor (Temas de Hoy, Madrid, 1999), el amor es la fuerza que más unifica los procesos de la personalidad. De la misma manera que buscamos la verdad no sólo con la cabeza, sino con todo nuestro ser, como decía san Agustín, también podemos decir que amamos con todo nuestro ser, ya que el amor moviliza nuestros recursos psicofísicos en beneficio de la persona amada y también en el nuestro propio. La fuerza del amor es tan evidente que, hasta para convalidar la verdad necesitamos de él y sin amor es imposible alcanzarla, como reconocía Platón al afirmar «el amor es filósofo».
Nadie puede poner en duda la necesidad del amor, como la necesidad del alimento, del aire que respiramos, de la luz, del agua y del sol que nos alumbra. El amor es un sentimiento espontáneo, natural y necesario que no puede imponerse a la fuerza ni por la fuerza puede decretarse su aparición. El componente emotivo del amor, como el de los demás sentimientos, hace que éste surja y desaparezca espontáneamente. Tan incoherente es quien prohíbe amar como quien exige por la fuerza ser amado, ya que todo amor es hijo de la espontaneidad y de la libertad interior.
Cuando amamos lo hacemos con todo nuestro ser; ama nuestra mente, nuestra inteligencia, nuestra voluntad; aman todas nuestras potencias y ama nuestro cuerpo con todos sus sentidos. Disponer desde el primer día de nuestra vida de un fuerte y seguro lazo afectivo, que los expertos llaman apego y que no es otra cosa que el amor y la seguridad que nos proporciona nuestra madre, determina y condiciona nuestro futuro.
La seguridad y confianza en nosotros mismos, el sentirnos valiosos y capaces de afrontar dificultades y con un buen nivel de autoestima guardan relación directa con la vinculación del niño con sus padres, con el amor incondicional que recibe en los primeros años y que le proporcionará esa gran seguridad que lo hará caminar hacia una pronta y segura maduración psicoafectiva.
La serena razón huye de todo extremismo y anhela
la prudencia moderada.
MOLIÈRE
Si el amor es tan importante, ¿por qué se convierte en un problema tener la necesidad imperiosa de amar y ser amado? Porque todas las cosas en demasía, hasta el amor, se convierten en un problema. ¿Cómo se comporta la persona con una necesidad imperiosa de amar y de ser amada? De forma completamente primaria, inmadura y egoísta, porque sólo piensa en sí misma. Ama de forma posesiva, exigente y hasta impertinente, como si exigiese el amor por decreto y a la fuerza. No entiende que el otro pueda no tener esos mismos sentimientos o con menor intensidad y exigencias. Las razones son siempre: «Es que yo te amo con locura y sólo vivo para ti», y con este argumento ya cree que el otro tiene la obligación ineludible de amarle con la misma intensidad, como si amar fuera un acto que dependiera de la voluntad.
Necesitar a cada momento pruebas de amor y preguntar constantemente al otro «¿me amas?» demuestra que hay un vacío en el alma, un deseo no satisfecho de ser amado y de ahí la insistencia en demandar amor y también en darlo a raudales con la confianza y la esperanza de ser correspondido.
Por mi consulta profesional han pasado bastantes personas con una imperiosa necesidad de amar y ser amadas y su principal problema, y mío como terapeuta, era que llegaran a entender que su ritmo acelerado y sin freno de demostrar y exigir amor no podía sincronizarse con el ritmo normal y a muchas menos revoluciones con que rodaban los sentimientos amorosos de su pareja. El motivo de la consulta, solicitada casi siempre por la persona con una necesidad desmedida de amar, era manifestar que su esposo/a no la quería.
En algunos casos y tras varias sesiones de terapia he obtenido buenos resultados, cuando el insaciable en amor ha reconocido que su forma de amar funcionaba a muchas más revoluciones y con más intensidad que la de su amado/a. Ello no significaba falta de amor, sino formas distintas de amar: una con mayor equilibrio y madurez, de forma menos ansiosa y posesiva, y otra más inmadura y desequilibrada, generadora de ansiedad y creando posiblemente graves problemas en la relación amorosa.
¿Qué hacer para superar la necesidad imperiosa de amar y de ser amado?
Además de solicitar ayuda profesional y visitar a un buen psicólogo es fundamental averiguar cómo se produjo el vacío del sentimiento de ser amado. Las carencias afectivas pudieron aparecer en la infancia, en la adolescencia o en las primeras relaciones, fruto de algún desamor. Como siempre, es importante valorar los niveles de autoestima, seguridad en sí mismo, sentimientos de competencia y de valía personal. En la medida en que la persona con necesidad excesiva de amor se ame a sí misma, se acepte, valore y se considere importante y suficiente notará una mayor tranquilidad y equilibrio y percibirá que esa necesidad no es tan imperiosa, impertinente y exigente con la persona amada. No se puede amar de forma madura si uno no se ama a sí mismo o está vacío de amor. Para amar a otro es necesario amarse uno mismo y a la vida, y con un mínimo de alegría, esperanza y ganas de vivir.
El que está hambriento de amor nunca podrá ser saciado por un amor que provenga de fuera, precisa unos niveles suficientes de autoamor, de valoración y de reconocimiento de sus valores y cualidades para que el amor que le venga de fuera, por parte de la persona amada, pueda dar sus frutos. El amor suficiente a uno mismo mezclado con el suficiente amor del otro produce como resultado el cóctel de un amor maduro y con esperanzas de futuro.
IRACUNDO CASCARRABIAS
Maximum remedium irae mora est (El mejor remedio para la ira es la dilación).
SÉNECA
Necesidad imperiosa y desmedida de descargar la ira, de mostrarse furioso e indignado de manera injustificada
Quien nunca se ha indignado no es humano. La ira, la indignación es una emoción justificada y normal en muchísimas ocasiones. Sentimos una indignación comprensible cuando nos enteramos de que una mujer ha denunciado varias veces que es maltratada y finalmente muere víctima de malos tratos a manos de su pareja. Sentimos una ira lógica cuando un miserable caradura explota a inmigrantes y les paga cuatro perras y experimentamos una indignación fundada ante terribles situaciones en que los seres humanos son privados de su libertad, masacrados, envilecidos y escarnecidos; al igual que existe una profunda indignación ante la injusticia, la televisión basura y tantas otras cosas.
Es decir que está justificado el enfado cuando cualquier persona buena y en su sano juicio se enfadaría; pero no sólo está justificado el enfado en tales circunstancias sino que es digno de alabanza y de reconocimiento, porque gracias a esa santa y noble ira necesaria de tanta buena gente el mundo ha mejorado en infinidad de cosas.
Dejemos claro, por tanto, que hay determinadas reacciones de ira que han permitido que el mundo, las personas y las cosas vayan a mejor. En el ámbito laboral, de la política, de la convivencia humana, de los derechos humanos, la ira nos llevó a reaccionar ante algo que considerábamos injusto, inhumano o innoble y gracias a ella se hizo algo por mejorar esas cosas.
¿Cuándo la ira y la indignación se convierten en un problema?
Cuando se utiliza la indignación como tapadera de nuestros descuidos, fallos, injusticias y acciones innobles. Entonces la furia se desata con toda su virulencia para acallar la propia conciencia, negar la evidencia, atemorizar o confundir al contrario; todo menos enfrentarse a la verdad y a las propias emociones incontroladas.
La indignación ya no tiene como propósito responder o reaccionar ante una injusticia, una traición, sino que se monta en cólera para obtener cualquier objetivo y alimentar el propio ego a expensas del bien de los demás. Las personas con una necesidad imperiosa de descargar la ira se exasperan y llegan a un alto grado de indignación sin tener verdaderos motivos, por nada. Han observado que con su furia desmedida les sube la adrenalina, alimentan su ego, se imponen más fácilmente a los demás y casi siempre logran lo que desean; de ahí que hagan de la furia una necesidad.
Del contratiempo al arrebato de ira en breves instantes. Cualquier persona normal pasa de manera gradual desde el simple contratiempo, contrariedad o fastidio a unos niveles de mayor irritabilidad, y no siempre se llega a la indignación y a la explosión de ira porque ha habido tiempo para la reflexión y para enfriar la mente y razonar. De no ser así, el proceso normal desde una simple contrariedad hasta el arrebato de ira es como sigue:
a) Algo nos molesta, nos fastidia, se interpone en nuestro camino y nos contraría.
b) Según nuestra capacidad de reflexión, autocontrol y aguante, según el momento y la situación personal en que nos encontramos y las características de la situación o de la persona que nos fastidia, la contrariedad se convierte en frustración más o menos soportable. Si el grado de frustración y de malestar interno nos produce desazón y juzgamos que es injusto e intolerable lo que nos está sucediendo, pasamos al nivel c.
c) Irritabilidad, verbalizaciones violentas y subidas de tono que casi siempre nos conducen al nivel d.
d) El arrebato de ira, con o sin violencia verbal y física.
Diríamos que éste es el proceso que va in crescendo desde el simple contratiempo a la explosión iracunda; pero ¿qué les sucede a las personalidades explosivas sin control sobre sus emociones? Que pasan en breves instantes del simple contratiempo al arrebato de ira, se disparan como si en su interior existiera un interruptor que se activara por sí mismo. Seguramente el lector recordará a alguien cercano que ante una simple contrariedad y en un instante se ha convertido en un energúmeno, en una fiera incontrolada, lleno de furia y de rabia y sin control sobre sus palabras y actos.
Piensa cuánto más dolorosas son las consecuencias
que las acciones que la han originado.
MARCO AURELIO
El remedio está en aprender a ser empáticos, a calmarse, a respetar a los demás y ver si la ira está justificada o por el contrario se utiliza para obtener lo que deseamos, acallar nuestra conciencia y alimentar nuestro ego a expensas de los demás. Aprender a controlar en alguna medida nuestras emociones, ser conscientes de nuestros arrebatos de ira y por qué y desde cuándo nos dominan puede ayudar al ser humano violento a lograr unas mínimas cotas de calma y de sosiego.
No podemos olvidar que la agresividad está presente en todas las especies del planeta, que la utilizan como medio de protección y de supervivencia, pero la especie humana es más destructiva que cualquier otra especie. Hemos avanzado en todos los campos de la ciencia, pero apenas hemos dado un paso en el arte de saber calmarnos, serenarnos y tener control sobre nosotros mismos.
Gracias a nuestro neocórtex (cerebro nuevo) estamos aprendiendo a ser empáticos, a que los problemas y las necesidades de los demás no nos dejen impasibles y nos vamos humanizando, aunque muy lentamente. Todavía está demasiado presente en nuestras vidas y reacciones el paleocórtex (cerebro antiguo), el que nos hermana con el tiburón y la piraña, que jamás pueden calmarse y cuya herramienta para sobrevivir y lograr alimentos es su implacable furia.
El iracundo, un niño que tiene mucho miedo
Quiero decir que tras la ira desmedida, injustificada y descontrolada siempre se encuentra un niño (ser inmaduro e irreflexivo) frustrado y temeroso que para liberarse de su propio miedo, darse ánimos a sí mismo y asustar al contrario, utiliza la indignación, la furia y la violencia destructiva.
Da igual que se trate de unos niñatos irresponsables de dieciséis o dieciocho años que todo lo ensucian y destrozan («para dar trabajo a los barrenderos», decía un mentecato de diecisiete años, al ser entrevistado en televisión) o que sea un adulto de cincuenta o sesenta años que explota y se enfurece por una nimiedad, con el rostro desencajado y fuera de sí, lanzando toda clase de amenazas e improperios. Su falta de consistencia interna, sus miedos y neuras les lleva a comportarse como niños de tres o cuatro años, caprichosos y temerosos, que rabian, patalean y montan un circo porque les han quitado un juguete o no se les compra un chupachups.
¿Cómo se siente el iracundo compulsivo?
Es consciente de su anomalía, de su trastorno y sabe que no es una persona normal. Es bueno hacerle ver que conocemos su defecto, su anomalía y descontrol, así como su inmadurez e infantilismo, pero esto les pondrá fuera de sí porque sabemos su secreto.
El iracundo vengativo utiliza su ira como calmante de su propia rabia y odio contra sí mismo. Por eso algo sin importancia se convierte en motivo suficiente para pasar en unos instantes de cero a cien en agresividad y furia. Es un ser débil, inseguro y acobardado, y su ira es un grito desesperado pidiendo fuerzas y ayuda. Se sabe que no pocos iracundos fueron niños maltratados que padecían la ira y la violencia de sus progenitores.
En su mente retorcida subyace la idea de que quien es mejor o más fuerte que alguien tiene derecho a tratarle mal o si soy capaz de maltratarte es porque soy mejor que tú. Ser maltratado en la infancia ha podido producir un deterioro psicológico tan grande que utilizan la furia y la ira como una prueba de su fuerza y de su superioridad sobre los demás.
La espiral de la violencia verbal psíquica y física en la pareja
El violento compulsivo hará todo lo posible para tener motivos (aunque no los necesite) que justifiquen su furia, su violencia y agresividad contra su pareja. Para tener motivos y poder atacarle tiene que considerarle un ser malvado y por eso busca defectos, fallos y miserias, y si no existen los inventa. Su actitud será de alerta continua, permaneciendo a la caza de cualquier fallo, descuido o error, por imperceptible que sea, para echárselo en cara al instante e iniciar su ataque implacable de acoso y derribo.
¿Vives con una persona a la que no se le escapa ninguno de tus fallos, lapsus y pequeños errores y que, además, durante años no te ha reconocido ningún mérito o valor ni te ha alabado privada o públicamente?
Si respondes afirmativamente ten por seguro que tienes a tu lado a un ser iracundo compulsivo; cumple a rajatabla los consejos que te doy a continuación sobre cómo convivir con alguien que monta en cólera por lo más mínimo. No esperes reconocimiento alguno de tu parte ni alabanzas ni buen trato: no puede, o mejor, no sabe dártelo, porque es como si estuviese programado para enfurecerse, para criticar y no para controlarse y admitir las cualidades o méritos de quien tiene a su lado.
No olvides que tu pareja necesita imperiosamente reaccionar de manera furiosa y violenta para darse seguridad y afirmar su ego. En consecuencia no debe extrañarte de que esté tan atenta a llevar bien en cuenta todos tus fallos y defectos para convertirte en diana de todos sus ataques y dardos envenenados. ¿Verdad que desde que convives con una persona como la descrita sientes como si pretendiera convertirte en un ser malvado?
Para soportar la convivencia con un iracundo compulsivo
Lo más aconsejable, desde cualquier punto de vista que se mire, es poner tierra de por medio si se estás convencido de que eres la diana de todas las iras de un furibundo compulsivo, pero si por los motivos que fueran tienes que soportar a un ser iracundo compulsivo te sugiero que tomes las siguientes medidas:
1. Fija tú mismo un tiempo para ser objeto de sus iras, pero no permitas que se tome la libertad de atacarte cuando le venga en gana. Dile sin temor: «No voy a estar disponible para que lances tus dardos de rabia y de ira con menosprecio e insultos contra mí en cualquier momento y lugar, porque me iré de tu lado, desapareceré, si así lo haces. Propongo fijar media hora por día para que te dediques a echarme en cara lo que te plazca». (Pongamos por ejemplo de 8 a 8.30 de la tarde.) Obrando así dispondrás del resto del día para estar tranquilo/a. Debes ser tajante e implacable en no consentirle que pueda descargar su ira cuando le plazca.
2. No pierdas tu tiempo en contradecirle, darle razones o defenderte de sus ataques, porque malgastas tus energías, alientas y atizas su ira y deseos de ataque, acoso y derribo. Como bien dice el gran filósofo Julián Marías: «Es inútil tratar de contentar a quien no se va a contentar». Tú sencillamente escucha impertérrito sus ofensas, menosprecios y ataques, como la roca del acantilado soporta incólume los trallazos de las olas encrespadas de un mar embravecido.
3. Recuerda que tú eres el fuerte, y quien grita, se enfurece y pierde el control es débil. No adoptes jamás la actitud de debilidad, de temor, de fragilidad, pero tampoco de prepotencia. El secreto de tu fuerza es que tú sabes que estás ante un iracundo compulsivo, alguien controlado por sus propios miedos y temores, que pretende darse seguridad poniéndote nervioso y provocando tu ira hasta amargarte la vida. Tú conoces los mecanismos de su conducta patológica. ¿Vas a ser tan estúpido como para seguir siendo de por vida el blanco de sus iras?
4. Prométete no ser por más tiempo la presa de sus garras, el objeto de sus ataques y dile con firmeza que se busque otra diana sobre la que seguir lanzando sus dardos envenenados.
5. Deja que el iracundo y violento pague las consecuencias de sus malas formas, de su impulsividad, de su falta de respeto. Someterse al iracundo, dejarse pisar es tanto como reafirmarle en que debe seguir machacando al prójimo. Todo aquel que se va de rositas tras una mala acción volverá a repetirla, pero con más saña y virulencia y crecido en su interior.
6. Recurre al stop, al tiempo muerto y corta en seco al iracundo, déjale con la palabra en la boca, con la furia rabiosa en su corazón y dile: «Sólo volveré a hablar contigo si estás calmado y me tratas con respeto», y cumple siempre con esta afirmación. Recuérdale que ya se fijó un tiempo para que lance sus iras contra ti. (Apartado 1.)
Dejo para tu reflexión estas palabras del viejo filósofo Aristóteles: «Cualquiera puede enfadarse, eso es fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en la medida correcta, en el momento oportuno, con el propósito adecuado y la manera conveniente, eso no está al alcance de cualquiera ni resulta fácil».
EL RIGOR DE LAS DESDICHAS
La razón de que la preocupación mate a más gente que el trabajo es que hay más gente que se preocupa que gente que trabaja.
ROBERT FROST