Capítulo 1
La apuesta
Manu se estaba dando los últimos retoques para llegar a la fiesta de verano del hospital, dispuesta a hacer realidad su fantasía erótica, ya no tan secreta. Durante el fin de semana y cargada de chupitos del señor Cuervo, se había confesado, igual que lo habían hecho sus amigas. Pero ella y su hermana Rocío siempre tenían que llevar las cosas al extremo, y por culpa de eso, se encontraba en la situación actual. En un alarde de valentía había aceptado la apuesta que planteó Ro. Antes de las doce de la noche del 24 de junio del año en curso —2018— debía cumplirla o pagarle un viaje de fin de semana a Ibiza. Su amiga Mar había confesado su afición a la masturbación en todas sus vertientes y, aunque no habían profundizado en el tema, ella sospechaba que tenía algo que ver con un ex. Por su parte, Nuria soñaba con hacerlo con una mujer, una sola vez, por probar, y ella… ella estaba a punto de cumplir la suya. Su hermana Ro les había contado esa misma mañana que ya había cumplido su parte al hacerlo en un sitio público con su novio de toda la vida.
Por nada del mundo se iba a dejar ganar. Esa noche, sí o sí, la haría realidad. Mientras se ponía el último toque de Rouge Chanel calculó mentalmente las horas que le restaban para conseguirlo. En ese momento eran las cinco de la tarde, por tanto, tenía aún tiempo. Se puso sus zapatos de Balenciaga, que habían vuelto a estar de moda, con su punta cuadrada y tiras blancas chapeadas. Desde hacía un tiempo llevaba el cabello rapado, exceptuando el tupé afilado y desordenado; para la ocasión se lo había peinado levantado y hacia atrás. Se cambió el piercing de la nariz, sustituyéndolo por un pequeño brillante en forma de margarita. Tras colocarse el escote, agarró su bolso de mano y la pequeña chaqueta de piel y salió en busca de su as ganador.
Apagó la música justo cuando los Strike Cats comenzaban su «Rock This Town».
Sabía que era atractiva, tenía una estatura buena y un cuerpo con tendencia a la redondez, pero perfectamente trabajado gracias a su afición al deporte, el cabello llamativo y los ojos azules y vivos. El corto vestido azul eléctrico con finos tirantes y toda la espalda al aire resultaba de lo más atrevido.
A pesar de que la fiesta se haría en el Acta Arthotel, situado en Andorra La Vella, que quedaba muy cerca del hospital, se decidió por tomar un taxi, eran muchas las horas que tendría que lidiar con sus maravillosos zapatos y no iba a machacarse los pies más de lo debido; después de todo, ella era más de botas que de elegantes zapatos.
Había quedado con sus amigas en el bar del hotel para tomar un primer cóctel a solas las cuatro. Esta vez, cosa muy rara, era la última en llegar. Enseguida se dio cuenta de que su hermana lucía resplandeciente y reía sin parar. Mar y Nuria la miraban con cara de asombro y admiración. Era evidente que les estaba contando su aventurilla.
En los altavoces alguien le pedía a algún otro que bailara como un mono. Le gustaba esa canción, le daban ganas de bailar sin parar.
Antes de sentarse se dio un momento para absorber la escena y prepararse mentalmente para ganar. Se fijó en Nuria, fibrosa y delgada, llevaba el cabello cobrizo recogido en un moño, sus ojos verdosos brillaban con la determinación que la caracterizaba, los labios rosados hacían un conjunto digno de admiración. Mar se había dejado la melena oscura suelta, en su cara de rasgos pequeños destacaban como un cielo envolvente sus ojos grises. Y Ro, su hermana del alma, a pesar de ser dos años menor que ella, era un calco físico al suyo, pero completamente distinta en carácter y con una melena larga y ondulada que era la envidia de cualquier mujer. En lo que más se parecían era en que ambas eran muy competitivas.
Todas trabajaban en el Hospital Florence Nightingale. Mar era matrona, Ro enfermera, Nuria neurocirujana y ella, que adoraba sus helicópteros, era piloto en el turno dos pero, además, como dueña de la empresa que les proporcionaba los helicópteros y pilotos, era la jefa; los sanitarios que la acompañaban respondían ante el hospital, pero ella solo lo hacía ante sus niños, que era como llamaban a los dos aparatos de más de dos mil kilos, que prestaban sus servicios en el centro médico: Margarita y Rico, le gustaba llamarlos.
Respiró hondo tres veces y se acercó a la mesa. Las chicas la saludaron con vítores y aplausos, como si no se hubiesen visto esa misma mañana en el hospital. Tras sentarse le hizo una señal al camarero para que le sirviera el mismo cóctel que tomaban sus amigas. Le serviría cualquiera con tal de que tuviera mucho alcohol.
—Bueno, querida hermana, cuéntanos cómo piensas hacerlo —la instó Rocío levantando su copa e insinuando un brindis antes de beber.
—Primero quiero las pruebas que verifiquen tu historia —le exigió ella.
—Por supuesto, hermanita —rio dejando la bebida y tomando el móvil para preparar el vídeo que iba a enseñarles.
Se lo entregó a Manu. Ella lo cogió y, a los pocos segundos, se lo devolvió.
—Suficiente, te creo.
—¡Pero si no has visto nada! Más adelante se pone superinteresante…
—Prefiero no grabar esa imagen en mi retina, después de todo, tengo que seguir viendo a mi cuñado en las reuniones familiares. Hay partes de su anatomía que no quiero ni imaginarme.
—Pues tú te lo pierdes, porque ya te digo yo que los atributos de mi chico están pero que muy bien.
—Confiaré en tu palabra —le contestó Manu.
—Al lío, cómo, dónde y con quién —la interrogó Mar.
—Como sea que se hacen estas cosas, en una suite del hotel y con Pol y un amigo suyo.
—¿Con Pol? —preguntó Nuria—. ¿El de la UCI?
—El mismo.
—Se habrá quedado flipado cuando se lo has pedido, ¿no? —quiso saber Ro.
—Cree que me voy a rajar en el último momento.
—Si te echas atrás me pagas el viajecito —la amenazó su hermana.
—Pero ¿es necesario que llegue hasta el final? —preguntó Mar.
—Y lo que es más importante, ¿qué es el final en un trío? —intervino Nuria.
—Cuando se corran los tres —sugirió Ro.
—No, tiene que haber penetración —insistió Mar.
—¿De los dos? —apuntilló Nuria.
—¿Podemos dejarlo ya? Me estáis poniendo nerviosa —les pidió ella.
—Está bien, pero no deberías estarlo, al fin y al cabo, es tu fantasía, y con que el amigo de Pol esté la mitad de bueno que él… Por cierto, tú eres consciente de que Pol está loco por tus huesos, ¿no? —sugirió Rocío.
—Que esté bueno no es lo único importante —apuntó Mar—; puede estar estupendo pero ser un guarro, y eso daría asco. Y sí, Pol está por ti. —Tras esta última concreción le dio un trago a su bebida.
—Vaya ocurrencias, Mar, bonita. Con respecto a lo otro, yo también opino que el de la UCI te tira los tejos —apostilló Nuria.
—Pues yo estoy con ella, la higiene es imprescindible para estas cosas —apoyó Rocío levantando la mano para chocarla con Mar.
—No les hagas caso, seguro que Pol ha tenido esas cosas en cuenta.
Manu se tomó de un trago la bebida y le pidió otra al camarero, presentía que la iba a necesitar.
—Lo único que me ha dicho de él es que me va a gustar y que es suizo. Por cierto, Pol y yo solo somos amigos que se acuestan de vez en cuando. No hay nada más por parte de ninguno —sentenció Manu muy seria.
En la mesa se hizo un incómodo silencio.
—Cambiando de tema —lo cortó Ro—,¿alguna ha visto a nuestro nuevo amo y señor?
—Es solo un accionista, no lo llames así. Y creo que es una mujer, por cierto, la he visto esta mañana con Jaime, le estaba enseñando las instalaciones —la riñó Manu.
—Pues es la accionista mayoritaria desde esta mañana, si le da la gana te despide y a tomar por culo el mundo. Es nuestra dueña nos guste o no —protestó su hermana.
—Solo que yo soy mi propia jefa, cariño —la corrigió ella.
—Puede echar a tu empresa y contratar otra. Será mejor que te portes bien y limes un poco tu… ¿fuerte carácter? —la acusó su hermana.
—Seguro que será una vieja insoportable —aportó Mar.
—Mi carácter te ha sacado de muchos líos —siguió ella con la disputa—. Además, yo voy poco por la oficina y los jefes tampoco van mucho por el helipuerto o la estación, así que es poco probable que la conozca —aseguró Manu.
—Nuria, estás muy callada. ¿No tienes nada que decir sobre el tema? —inquirió Ro, sabiendo que algo guardaba la hija de otro de los accionistas.
—Mis labios están sellados. De todas formas, esta noche saldréis de dudas porque va a dar el discurso inaugural —informó Nuria.
—Pues brindemos por que el vejestorio no nos haga la vida más difícil —alzó su copa Manu, las demás la siguieron—. Chicas, tengo que irme, mi cita me espera.
—Recuerda que tienes que traer pruebas —la provocó Rocío.
Ella se levantó, se estiró la minifalda del vestido, carraspeó y se dio la vuelta con la cabeza bien alta en dirección a la habitación que le había indicado Pol.
***
Se sentía torpe, nerviosa y acelerada. Pol se había encargado de la parte práctica, los tres habían aportado analíticas en las que se especificaban que no tenían ninguna ETS, ella tomaba precauciones y todos tenían condones. No se le escapaba el punto sórdido de todo el asunto, pero la verdad es que la ponía a cien. Era consciente de que le sudaban las manos y estaba a punto de ponerse a chillar de un momento a otro. Quizá lo mejor sería olvidarse de todo, eso haría, llamaría a Pol y