INTRODUCCIÓN
Termina cada día antes de comenzar el siguiente,
e interpón un sólido muro de sueño entre los dos.
RALPH WALDO EMERSON
“¡Qué fácil suena… Ojalá pudiera!”, me dijo mi amiga insomne, que se sintió casi ofendida y muy incomprendida al leer la brillante frase que incluyo en el epígrafe en un póster.
Para quienes tenemos la bendición de poder dormir a pierna suelta cada noche, ese sólido muro de sueño entre días viene fácil y natural; como un plácido remanso que nos envuelve cuando la hora llega. Para quienes padecen de insomnio, en cambio, la idea suena como una falaz utopía, una ilusión inalcanzable, un privilegio del cual no gozan.
Esta amiga insomne me dijo que, a pesar de que hay tanta gente como ella, a veces se siente como excluida del mundo y del flujo de la vida, que para ella no trae la tan deseada contraparte de la vigilia: el sueño. Lo que para otros es espontáneo y se logra con facilidad, para ella es forzado e inútilmente perseguido.
“¡El insomnio tiene solución!”, le dije, y noté que ella, como muchos otros, al parecer ya se había dado por vencida.
Cuando se han probado muchas cosas, cuando se han hecho tantos intentos sin éxito, las personas se rinden y se convencen de que no hay solución, de que para ellas eso es lo que hay y que su única opción es aceptarlo e intentar acostumbrarse a vivir así; como si fuera inevitable, como si estuviera escrito en un destino imaginario que conciben como real.
¡No tiene por qué ser así! En el tema del insomnio, como en muchos otros pesares de la vida, hay solución. Si no se ha encontrado es debido a que no se ha identificado la causa real, o a que ha faltado un férreo compromiso, una tenaz determinación para perseverar en el camino del bienestar.
Mis años de vida, como mis años de experiencia profesional, me han enseñado que ésa es la razón por la que la mayoría de las veces los problemas y padecimientos en cualquier ámbito no mejoran o no se solucionan. Cuando una persona me dice que ha intentado todo para resolver tal cosa y nada le ha funcionado, casi siempre lo pongo en duda; y entonces la confronto: “A ver, revisa con honestidad cuántas veces lo has intentado y si has sido firme y perseverante en dicho intento”. La gran mayoría de las veces, con una risita nerviosa, me contestan: “Pues no” o “sólo un par de veces”. La realidad es que, sin perseverancia, difícilmente hay resultados.
Aquel mencionado día con mi insomne amiga, cuando le dije que su padecimiento tenía solución, me respondió lo típico: que ya había intentado de todo y nada le funcionaba. Acto seguido me enumeró las distintas acciones que había llevado a cabo en su infructífero intento. Cuando le pregunté por cuánto tiempo o cuántas veces había tomado tal o cual acción, soltó una carcajada y me dijo: “¡Qué bien me conoces!”. Aunque esto es verdad, en realidad lo que conozco es la naturaleza humana.
No digo que todas las personas sean inconstantes o les falte perseverancia para lograr sus objetivos, pero sí que muchísimas caen dentro de esta clasificación. Y a mi entender, ésta es la causa de que muchas veces la solución a nuestros problemas —cualesquiera que sean— no termina de llegar.
¡El insomnio tiene solución! Y el objetivo de este libro es explorarlo para comprender sus múltiples causas, facetas y significados, y proponer posibles caminos para erradicarlo de nuestra vida.
Para comprenderlo es conveniente verlo desde todas sus facetas y perspectivas, porque cada una de ellas puede aportar interesantes revelaciones a quien lo padece y desea conocer el mensaje profundo que le trae. Así también, esta comprensión facilita la posibilidad de encontrar las causas y las consecuentes soluciones de este trastorno que puede resultar devastador.
Todos presentamos insomnio en algunas ocasiones, por ejemplo, cuando algo nos preocupa o estamos pasando por una etapa difícil, e incluso cuando estamos muy emocionados por alguna situación. En lo personal, muy de vez en cuando pierdo el sueño, y siempre tiene que ver con algunos asuntos pendientes que tengo que atender o con alguna situación intensa —emocionante o incómoda—, por la que estoy pasando. Debido a que me sucede muy de vez en cuando, hasta disfruto la sensación de soledad que con el insomnio se me presenta, como si yo fuera la única persona despierta sobre la tierra. Me asomo a mi balcón a contemplar la luna y las estrellas y a sentir la magia de la noche. Pero a las personas con insomnio crónico, estas sensaciones que he descrito más bien les parecen una tortura, tal como lo expresa la siguiente frase de la película Insomnio: “No hay nada más solitario que no poder dormir, tienes la sensación de que el planeta está desierto”.
Sin lugar a duda, el insomnio crónico es otro asunto. Éste se caracteriza por las siguientes particularidades:
• Dificultad para conciliar el sueño, necesitando más de 30 minutos para lograrlo.
• Dificultad para continuar dormido durante la noche, después de haber conciliado el sueño.
• Despertarse demasiado temprano y no poder volver a dormir, aun cuando haya tenido muy pocas horas de sueño.
• Mantenerse despierto más de 30 minutos durante la noche, al menos tres veces a la semana, por un periodo de un mes o más.
Si estas condiciones no se presentan, no podemos hablar de insomnio crónico, sino, tal vez, simplemente de una etapa en que, por situaciones que estamos viviendo, perdemos el sueño.
Aunque el objetivo de este libro es explorar el insomnio crónico, muchos de los aspectos que analizaremos sin duda aportarán luz a situaciones de la propia historia personal, que quizá no han sido consideradas, pero que pueden tener una gran relevancia para lograr la salud/equilibrio mental, emocional y físico.
Al margen de los aspectos que trataremos en este libro, me parece sumamente interesante revisar información relevante sobre los hábitos de sueño y formas de dormir que existían en épocas pasadas; esto nos amplía el panorama y nos muestra otras perspectivas respecto a lo que en la actualidad conocemos como insomnio, llevándonos a profundas y enriquecedoras reflexiones.
El historiador Roger Ekirch, de la Universidad de Virginia Tech, escribió el libro At Day’s Close: Night in Times Past (Al final del día: la noche en tiempos pasados), en el cual presenta los resultados de más de 30 años de investigación sobre las formas en que las personas dormían hasta antes del siglo XVIII. La invención de la luz eléctrica y la revolución industrial cambiaron radicalmente la forma de vivir… y también de dormir.
En su investigación, Ekirch encontró alrededor de 2 000 referencias en toda clase de fuentes, tales como periódicos, cartas, novelas, registros judiciales, poemas, etc., que confirman que, en épocas antiguas, las personas dormían bajo un esquema llamado “sueño fragmentado” (o segmentado).
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