LA HOGUERA DONDE ARDE UNA
Fue el primero en acusarme de
Sin pruebas y quizá doliéndole, pero había los que
Ya se sabe en un pueblo perdido entre
El tiempo pesa inmóvil y sólo cada
Gentes que viven de telarañas, de lentas
Acaso tienen corazón pero cuando hablan es
¿De qué podía acusarme si solamente habíamos
Imposible que el mero despecho, después de aquella
(Tal vez la luna llena, la noche en que me llevó hasta
Morder en el amor no es tan extraño cuando se ha
Yo había gemido, sí, y en algún momento pude
Después no hablamos de eso, él parecía orgulloso de
Siempre parecen orgullosos si gemimos, pero entonces
¿Qué memoria diferente tendrá el odio que sigue al
Porque en esas noches nos queríamos más que si
Bajo la luna en las arenas enredados y oliendo a
(Lo habré mordido, sí, morder en el amor no es tan
Nunca me dijo nada, sólo atento a
Me perfumaba los senos con las hierbas que mi madre
Y él, la alegría del tabaco en la barba, y tanta
Nunca llovió cuando bajábamos al río, pero a veces
Un pañuelo blanco y negro, me lo pasaba despacio mientras
Nos llamábamos con nombres de animales dulces, de árboles que echan
No había fin para ese interminable comienzo de cada
(Lo habré mordido mientras él clavado en mí me
Siempre en algún momento se mezclaban nuestras voces si
Podría haber durado como el cielo verde y duro encima de mis
¿Por qué, si abrazados sosteníamos el mundo contra
Hasta una noche, la recuerdo como un clavo en la boca, en que sentí
Oh la luna en su cara, esa muerta caricia sobre una piel que antes
¿Por qué se tambaleaba, por qué su cuerpo se vencía como si
—¿Estás enfermo? Tiéndete al abrigo, deja que te
Lo sentía temblar como de miedo o bruma y cuando me miró
Mis manos lo tejían otra vez buscando ese latido, ese tambor caliente y
Hasta el alba fui sombra fiel, y esperé que de nuevo
Pero vino otra luna y nos tocamos y comprendí que ya
Y él temblaba de cólera y me arrancó la blusa como
Lo ayudé, fui su perra, lamí el látigo esperando
Mentí el grito y el llanto como si de verdad su carne me
(No lo mordí ya más pero gemía y suplicaba para darle la
Pudo creer todavía, se alzó con la sonrisa del comienzo, cuando
Pero en la despedida tropezó y lo vi volverse, todo mueca y
Sola en mi casa esperé abrazada a mis rodillas hasta
El primero en acusarme fue
(Lo habré mordido, morder en el amor no es
Ahora ya sé que cuando llegue la mañana en que me
Le faltará valor para acercar la antorcha a los
Lo hará otro por él mientras desde su casa
La ventana entornada que da sobre la plaza donde
Miraré hasta el final esa ventana mientras
Lo morderé hasta el fin, morder en el amor no es tan
LOS AMANTES
¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga
arena hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.
NAUFRAGIOS EN LA ISLA
La Habana, 1967
DIOS DE LOS CUERPOS
… toma estos dardos que te aseguran el
dominio sobre todos…
OVIDIO, Metamorfosis, V
Eres el dios de los cuerpos, das y quitas la miel del abrazo más hondo,
gozas en nuestro grito, en el ascenso paulatino a la delicia
para flotar después en el reposo,
medusa a medio sueño entre el agua y el sol.
Pero también esperas
en el verbo, eres entonces más temible,
te agazapas detrás de cada nombre, y cuando
regresa del olvido una palabra que decíamos
entre besos o lágrimas o Londres,
oh el más amargo de los amos, cómo clavas
tu dardo de infinitas espumas en mitad de mi vientre,
tus uñas de tortura en plena boca!
No puedo decir noche, decir lágrima,
echar al vuelo la paloma de su nombre en los tejados de París,
repetir su murmullo de colmena,
ser en sus dulces sílabas el viento y la campana,
porque también estás ahí con tus mastines y tus águilas,
única realidad de tanto olvido y tanto tiempo,
el amo con su risa de mármol contra el cielo,
su sexo cenital y su nocturna espalda.
*
El viaje fabuloso
inmóvil en el vértigo
tu pelo tus orejas
el viaje lancinante
las hélices del salto
el fragor del que cae
tu nuca tu garganta
el ancla remontando con sus algas su limo
la bocina en la niebla
tu espalda tu cintura
CANADA DRY
Sé que me acordaré de un cielo raso
donde las manchas de humedad eran un gato, un número, una mano cortada.
Sé que me acordaré del ruido
de un water en alguna habitación lejana del hotel,
su triste catarata de bolsillo, su inevitable recurrencia.
Chacun ses madeleines, chacun ses Albertines.
Serás por siempre imán de imágenes,
las más turbias y vanas me traerás con el gesto
que en la caliente oscuridad del cuarto
era encender los cigarrillos del hartazgo,
ver asomar nuestros desnudos cuerpos flanco a flanco,
las más pequeñas turbias cosas,
una uña lastimada que te dolía tanto, el triste
rito de ir a lavarte y regresar, las servidumbres.
Tan sólo compartimos los bares y las calles
antes de amarnos contra tres espejos:
¿qué más podría darme tu recuerdo?
Pero yo sé guardar y usar lo triste y lo barato
en el mismo bolsillo donde llevo esa vida
que ilustrará las biografías. Ve, pequeño fantasma,
el baño está ahí al lado,
yo fumaré esperándote,
empezaremos otra vez. El cielo raso
dibuja un gato, un número, una mano cortada.
POEMA
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
PARA LUBICZ MILOSZ
En cualquier aposento de la casa del recuerdo, en esas
tiendas de avíos donde cuelgan los pájaros del sueño,
cabeza abajo, con sus gritos antiguos, con un olor a cañas secas,
entre barriles y correspondencias, allí se esconde acaso
el objeto o el nombre, tal vez menos, solamente la sombra
que debimos guardar y que dejamos irse
un día, con el viento, entre dos besos.
Como una amarga rumia, una polilla abriéndose camino
en la felpa, o como el gongo opaco que arranca la hora araña,
así a veces el triste, fatigado corazón vuelve a empezar
el catastro vetusto, la interminable ceremonia de los censos,
y de los vagos abanicos, de los biombos del humo
que ya nada separan, de la tela en que fingen la vida las huecas moscas desangradas,
obstinado se aferra como una mano que anduviera por las caras
palpando, interrogando las cejas polvorientas, los labios entornados,
o una música torpe, un refrán sempiterno que retorna
para fijar en un rincón de la memoria el sitio exacto en que una lágrima
cayó una vez por siempre, en un mundo distinto, y nos cambió la vida
imperceptiblemente, hasta volvernos
esto que somos, este piano obcecado y estos dedos
que en la ceniza buscan unas cejas o labios.
Todo con cierta luz de ceremonia y té, de copas de anisado,
de abuelas perfumadas con alcanfor y gasas, de noticias
entre suspiros o silencios, de hermanos enemigos, de cambios
en la patria, de amores que se callan pero que son persiana y pañoleta,
que en balaústres arden con geranios de barrio,
vagos como la lámpara que empieza a parpadear, y alguien pregunta
si no será ya tarde, si los niños ya duermen.
JARDÍN PARA OCTAVIO PAZ
Esta vibración verde es una planta envuelta en aire
este verde es el aire que perfuma
este perfume es el lenguaje de la planta
Yo no soy nada
si no soy la planta
el aire
la fragancia
y nada es nada
si no se ve que nada es nada
aquí
ahora
Un niño juega sobre el césped
elige un árbol
otro
otro
va de un árbol al centro del jardín
corre a otro árbol
a otro
vuelve al centro
Un pájaro canta
y desde fuera
árboles niño y pájaro
no son eso
Desde fuera es
desde dentro
para el que mira como quien
ama
como quien
lucha
como quien
pasa a través de ningún
obstáculo
La prueba más dura
ese salto que consiste en
quedarse inmóvil al borde de
la plenitud sin bordes
que
(la plenitud)
no existe como imagen ni soporte
Y entonces
el niño llega al árbol
y se comprende que no había pájaro cantando
que el canto era ese nombre
que recibe ese acto
para el que está mirando como quien
ama
como quien
vive
como quien
sabe que los árboles
la verde vibración
que es la planta
envuelta en aire
lo salvan de ser eso
que todo el resto insiste en darle
a partir de zapatos
mujeres
espectáculos
días
El que mira es ahora lo mirado
pero el niño
elige nuevamente un árbol
corre y regresa
y otra vez corre y vuelve
Lo mirado se queda más allá
y el que miraba vuelve a ser
ese que mira
Hasta que alguna vez acaso
Hasta que no haya vuelta
CEREMONIA RECURRENTE
El animal totémico con sus uñas de luz,
los objetos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el horizonte de tus flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.
Y después despertamos y es domingo y febrero.
HOMENAJE A ALAIN RESNAIS
Tras un pasillo y una puerta
que se abre a otro pasillo, que
sigue hasta perderse
desde un pasaje que conduce
a la escalera que remonta a las terrazas
donde la luna multiplica
las rejas y las hojas
hasta una alcoba en la que espera
una mujer de blanco
al término de un largo recorrido
más allá de una puerta y un pasillo
que repite las puertas hasta el límite
que el ojo alcanza en la penumbra
por un zaguán en el que hay una puerta
cerrada, que vigila un hombre
en una operación combinatoria
en la que el muerto boca abajo
es otra indagación que recomienza
ante un espejo que denuncia
o acaso altera las siluetas
HOMENAJE A MALLARMÉ
Donde la boca que te busca
sólo te encuentra si está sola
bajo las crueles amapolas
de esa batalla en plena fuga
y el juego en el que cada espejo
miente otra vez lo ya mentido,
y con los ecos del vacío
tañe la música del tiempo
para que el ojo enajenado
vea en la flor un mero signo
allí donde cualquier camino
devuelve al mismo primer paso
como el caballo que denuncia
con el terror frente a su sombra
el simulacro de esa forma
que el hombre viste de hermosura
CANTOS ARGENTINOS
I
Tiempo hueco barato
donde guitarras blandas
se enredan en las piernas
y mujeres sin rostro
sin senos ni pestañas
con el vientre de piedra
lloran en los caminos.
Ah giro de los vientos
sin pájaros sin hojas
los perros boca arriba
olfatean en vano
un material desnudo
de fragancia y contento
un aire sin perdices
sin tiempo sin amigos
una vida sin patria
un silencio de látigo
que ni siquiera azota.
II
El río baja por las costas
con su alternada indiferencia
y la ciudad lo considera
como una perra perezosa.
Ni amor, ni espera, ni el combate
del narrador contra la nada.
Con languidez de cortesana
mira a su río Buenos Aires.
El tiempo es ese gris compadre
pitando allí sin hacer nada.
A UN GENERAL
Región de manos sucias de pinceles sin pelo
de niños boca abajo de cepillos de dientes
Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho
Y te pudres lo mismo.
DÉMONS ET MERVEILLES
De colinas y vientos
de cosas que se denominan para entrar
como árboles o nubes en el mundo
De enigmas revelándose en las lunas
rotas contra el aljibe o las arenas
yo he dicho y esperado
Creo que nada vale contra esta caricia
abrasadora que sube por la piel
Ni el silencio, ese desatador de sueños
Vivir
oh imagen para un ojo cortado boca arriba
perpetuo
NOCTURNO
Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria, lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA
Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
HAPPY NEW YEAR
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas. Entonces
la tramo en aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo, como
si de ello dependiera
muchísimo el mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
EL BREVE AMOR
Con qué tersa dulzura
me levanta del lecho en que soñaba
profundas plantaciones perfumadas,
me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en el espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente
para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiéndonos en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo —
(¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos?)
DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO
Cada vez somos más los que creemos menos
en tantas cosas que llenaron nuestras vidas,
los más altos, indiscutibles valores vía Platón o Goethe,
el verbo, su paloma sobre el arca de la historia,
la pervivencia de la obra, la filiación y la heredad.
No por eso caemos con el celo del neófito
en esa ciencia que ya pone sus robots en la luna;
en verdad, en verdad, nos es bastante indiferente,
y si el doctor Barnard transplanta un corazón
preferiríamos mil veces que la felicidad de cada cual
fuese el exacto, necesario reflejo de la vida
hasta que el corazón insustituible dijera dulcemente basta.
Cada vez somos más los que creemos menos
en la utilización del humanismo para
el nirvana estereofónico
de mandarines y de estetas.
Sin que eso signifique
que cuando hay un momento de respiro
no leamos a Rilke, a Verlaine o a Platón,
o escuchemos los claros clarines,
o miremos los trémulos ángeles
del Angélico.
Así es y sigue siendo, por suerte; en estos días alterno la lectura y difusión de documentos de la CADHU sobre los campos de terror en la Argentina con los últimos cuentos de Izak Dinesen y una admirable revista californiana de poesía, Invisible City. Esta última me hace pensar, un poco sorprendido, que en los poemas que voy sumando aquí hay pocas presencias anglosajonas, siempre tan advertibles en mis cuentos y novelas. Pensar que Keats, que los isabelinos, que T. S. Elliot… Y justamente entonces asoma un meopa de nostalgia amorosa que resbalando por praderas inglesas va a parar a los campos de algodón sureños, al recuerdo de Lionel Hampton tocando Save it, pretty mama como nadie lo tocó salvo Louis Armstrong. Los tres hablamos a nuestra manera de una mujer querida, salvo que ellos lo hacen para llamarla y yo porque ya se ha ido.
SAVE IT, PRETTY MAMA
Sálvalo, mamita,
sálvame tantas noches de naufragio,
salva tu blusa azul (era en enero, en Roma)
sálvalo todo, o salva lo que puedas.
Esto se viene abajo, pretty mama,
sálvalo del olvido, no permitas
que se llueva la casa, que se borre
la trattoría de Giovanni,
corre por mí por ti, sálvalo ahora,
te estás yendo y los pájaros se mueren,
me voy de ti te vas de mí, no hay tiempo,
sálvalo pretty mama,
la voz de Satchmo y ese grito
que te sumía en lo más hondo del amor,
save it all for me,
save it all for you,
save it all for us,
aunque no salves nada, sálvalo mamita.
HABLEN, TIENEN TRES MINUTOS
De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botella de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminable el gongo de la fiebre,
o el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntaste
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pastito, una pelusa.
EL NIÑO BUENO
No sabré desatarme los zapatos y dejar que la ciudad me muerda los pies,
no me emborracharé bajo los puentes, no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
El largo desarreglo de los sentidos me va mal, opto
por el dentífrico y las toallas. Me vacuno.
Mira qué pobre amante, incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras.