Al igual que los fascistas del pasado, los actuales líderes populistas de extrema derecha acumulan poder político retorciendo la realidad, promoviendo el odio y fomentando mitos infundados (sólo hay que ver lo que acaba de ocurrir Giorgia Meloni, quien gobernará en Italia a pesar de -¿o gracias a?- haber loado al dictador Benito Mussolini). La estrategia es sencilla: llevar sus mensajes al límite para crear una verdad individual que deje poso en parte del electorado, grupos de personas cada vez más numerosos que no cuestionan la veracidad de estos postulados. De larga tradición política, como bien analiza Federico Finchelstein en «Breve historia de la mentira fascista» (Taurus), esta práctica explica cómo los líderes del fascismo capitalizaron la falsedad como base de su poder. Extraídas de la obra de Finchelstein, las siguientes líneas evidencian un modelo de actuación del ayer -hacer política a partir de «fake news»- al que no cuesta encontrar reflejo en la sociedad de hoy.