Sé las manos y los pies de Cristo: Comparte el amor de Dios con todos sus hijos

Nick Vujicic

Fragmento

INTRODUCCIÓN

Cristo no tiene cuerpo, sino el tuyo.

No tiene manos o pies en la Tierra, sino los tuyos.

Tuyos son los ojos con los que ve

la compasión en este mundo.

Tuyos son los pies con los que camina para hacer el bien.

Tuyas son las manos con las que bendice todo el mundo.

—ATRIBUIDO A SANTA TERESA DE ÁVILA, “CRISTO NO TIENE CUERPO”.

Probablemente, el primer pensamiento que te venga a la mente al tomar este libro en tus manos sea: “¿Cómo puede una persona que nació sin extremidades considerarse las manos y los pies de Jesús en la Tierra?”

Estoy de acuerdo, sin dudas, en que es una buena pregunta. Yo mismo me la he hecho muchas veces mientras iba creciendo. ¿Qué propósito podría tener Dios para un hombre sin extremidades?

La cita anterior de Santa Teresa de Ávila tuvo un gran impacto en mi vida, como podrás imaginar. Sus palabras sirvieron como uno de los muchos escalones que tuve que subir en la búsqueda de mi propósito como orador motivacional y ejemplo a imitar como un cristiano que transmite su fe a otros. No puedo hacer de todo, pero hago todo lo que puedo para impulsar a la gente a llenar la casa de Dios. Eso es lo que se supone que debemos hacer como cristianos.

La verdad en torno a quiénes somos radica en la manera en que vivimos el día a día. Si quieres influenciar a otros, lo más importante que puedes hacer es ser un ejemplo viviente de los principios, los ideales y la fe que defiendes. Esto afecta, en especial, a los cristianos. La mejor manera de transmitir tus valores a otros es viviendo de acuerdo a tu fe cuando estás bajo presión, cuando llegan los desafíos y cuando la vida parece estar acumulando una dificultad tras otra.

Los que te rodean, miran y toman nota de cómo reaccionas en los momentos más duros de tu vida. Observan la forma en que amas y tratas a los demás. Juzgan tu sinceridad por la manera en que te conduces, y si es que, en efecto, vives lo que dices cuando los días oscuros asoman.

En parte, la sabiduría consiste en saber cuándo reaccionar con fuerza y cuándo dejar que las cosas pasen. No se trata de poner buena cara o de fingir una sonrisa de acero, o de ser positivo para aparentar. Se trata de sacar las fuerzas de lo profundo de tu ser y, en vez de andar vagando en la desesperación, dar un paso a la vez, en una dirección positiva.

He escrito y hablado muchas veces sobre los desafíos que he enfrentado en mi vida, porque en mi nacimiento falté al reparto de extremidades. Al describir mi vida, mencioné el tema de mi temprana crisis de fe, mi desesperanza y depresión —las cuales me llevaron a intentar el suicidio—, y cómo, finalmente, llegué a entender que yo no era un error de parte de Dios, sino que él, de hecho, tenía un plan y un propósito para su hijo “perfectamente imperfecto”.

La historia de mi vida ha sido bien documentada en mis libros anteriores, en el libro que escribió mi padre acerca de mi crianza, y en cientos de charlas y videos. En este libro trato sobre importantes acontecimientos más recientes —y algunos sustos— en mi vida. Pero es más sobre la obra de mi vida, cómo encontré mi llamado a ser las manos y los pies de Jesús en la Tierra, cómo algunos desafíos recientes han afirmado y fortalecido ese llamado, y cómo creo que tú y yo podemos expandir nuestra influencia y llevar más hijos a Dios, viviendo nuestra fe e inspirando, amando y sirviendo a otros.

En un principio pensé en ponerle el título Aventuras en la evangelización, pero, desafortunadamente, el término evangelización se ha teñido de una connotación negativa con el correr de los años en algunas partes del mundo. Lo sé.

Muchas personas se han visto desilusionadas por cristianos demasiado fervientes que, probablemente, tenían buenas intenciones, pero hicieron un acercamiento muy poco estratégico. Quizás se toparon con gente que los presionó o que estuvo más preocupada por llevar a cabo sus propios planes en vez de enfocarse en los sentimientos y pensamientos de aquellos a quienes se acercaban.

Yo creo que todos los cristianos tenemos la responsabilidad de compartir nuestra fe y llevar a otros a Cristo. Sus seguidores somos, después de todo, “pescadores” de hombres y mujeres. No podemos, simplemente, ser pasajeros de un barco. Tenemos que echar nuestras redes, porque hay un océano de gente que precisa el poder redentor del amor de Dios. Tengo la esperanza de que este libro te inspire a encontrar tu propia forma de hacerlo, en una manera que se adapte más a tu personalidad y sirva mejor a nuestro Padre celestial.

Hay muchos orando por avivamiento, otra palabra que en verdad se ha usado en exceso, particularmente en los Estados Unidos y otras partes del mundo occidental. Pero ¿cómo luce un avivamiento? Yo, personalmente, deseo cumplir el mandato de predicar el evangelio a toda criatura y ver a las personas llegar a Jesús, comenzar a tener una relación activa con él, ser transformados día a día y convertirse en verdaderos seguidores suyos.

Muchos esperan un movimiento, cuando, en realidad, la única cosa básica que Dios nos dijo que hiciéramos —contarles a los demás que él vive— no siempre la hacemos. Decimos: “Dios, muévete”. Pero Dios dice: “Me moveré a través de ti cuando tú te muevas”.

PRIMERA PARTE

DEJA
QUE TU
LUZ BRILLE

1
LLAMADO A SERVIR

Definitivamente, no siempre pensé que fuera las manos y los pies de Dios, ni me veía como un evangelista que proclamaría las buenas nuevas. De hecho, si bien crecí en una familia con fuertes valores cristianos y con un padre que era pastor laico, de

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